Entrevista a la protagonista de “La muerte y la doncella” Valentina Muhr: “Es una obra muy intensa, donde se van a conectar con emociones y preguntas fundamentales”

Por Galia Bogolasky

Entrevistamos a la protagonista de la pieza de Ariel Dorfman, que se presenta en el Teatro UC. Se trata de un thriller psicológico que enfrenta a una víctima con su victimario y que tiene en su elenco a Valentina Muhr, Julián Marras y Daniel Gallo.

¿Ojo por ojo, diente por diente? A ese dilema nos enfrenta La muerte y la doncella. Un día cualquiera, Gerardo, de regreso a su casa de veraneo pincha un neumático y es ayudado por un hombre, el doctor Roberto Miranda. En agradecimiento, Gerardo lo invita a su casa. Paulina Salas, su mujer, cree reconocer en el desconocido la voz de su torturador. Este thriller psicológico, magistralmente escrito, nos muestra de cerca el trauma de la violencia política, para provocar nuestra visión de la justicia, la impunidad y la venganza.

Esta obra es un trabajo que empezaron desde la compañía, fue un trabajo al revés, de a poco empezaron a armar el proyecto y luego llegó el director. ¿Cómo fue que se creó el proyecto de la obra?

Este proyecto surge de Julián Marras, Adriana Stuven y Daniel Gallo que querían hacer una obra por los 50 años. Llegaron a este texto que lo tenían de la cultura general, pero no lo habían leído al callo. Probablemente lo leímos en la escuela. Ellos decidieron hacer esta obra, somos amigos de la escuela, y me invitaron a participar como Paulina. Esto fue en diciembre, pero teníamos el problema de que los fondos habían cerrado, entonces no teníamos plata para hacerla, que es el problema que tienen todas las compañías como los fondos son una vez al año, si surge un proyecto fuera de los plazos tienes que esperar otro año, y en este caso era importante que fuera el 2023. Nos embarcamos y se unió también Christian Aguilera que es parte de la compañía de Julián con Daniel que están en TeatroCinema. Ahí se arma este grupo, y decidimos invitar a otro amigo a dirigir, quién tuvo que salirse del proyecto como no había lucas, era super difícil. Fue un momento que se hizo una producción de largo aliento de buscar recursos que no se encontraron. Ya habíamos tenido el contacto con Ariel Dorfman, nos había permitido hacer la obra. Lo presentamos al Teatro UC, lo aceptaron, les interesó mucho, pero no teníamos director. En eso la única opción era la dirección colectiva, que, a mí, como actriz, me dio pánico, sobre todo en este proyecto en particular que era muy demandante a nivel actoral. Sentimos, como grupo, que necesitábamos un director porque no podíamos estar nosotros trabajando la interpretación al mismo tiempo que estar mirando desde afuera. En esa desesperación yo me encuentro en la calle con Rodrigo Bazaes, que no veía desde la escuela cuando me hizo clase hace 15 años atrás. Esas cosas de la vida, sincronías que surgen de repente. Fue como: “¿Qué estás haciendo?” “Aquí ensayando una obra” “¿Cuál?” “La muerte y la Doncella” “Que gran texto, ¿Quién los dirige?” “Nadie, ¿nos quieres dirigir?”. Y Bazaes: “Bueno”. Ha sido un proyecto que la sensación es que tenía que surgir contra viento y marea. Ese fue el origen del proyecto.

Siendo un proyecto a pulso y realizado colectivamente, se contrasta con el drama del texto de Ariel Dorfman que es un texto clásico de la dramaturgia chilena. Se ha hecho tres veces ya en Chile, y se hizo la adaptación cinematográfica, y se han hecho muchas versiones internacionales también. ¿Has tenido la oportunidad de ver las otras dos versiones chilenas, o la película? ¿Pudiste inspirarte en alguna?

Sí, la película la había visto hace mucho tiempo, y la vimos obviamente en el proceso de investigación. No, no pude ver las dos versiones que se hicieron antes. Me imagino que también hubo otras escuelas que la habrán hecho, de egreso. Pero fue bien impresionante leer el texto, y ver lo poco que se había montado y lo bueno que era, lo contingente, lo bien escrito. Cada vez que nos adentrábamos más en la construcción de los personajes, del dilema, era impactante, y lo mucho que se había representado afuera. Es natural que en su momento fue muy crítica de su época y como sociedad no estábamos tan preparados para enfrentarnos a ese dilema tan crítico. Necesitaba pasar el tiempo para que uno la viera con otros ojos, y se le diera un valor que fue poco reconocido, y el mismo Ariel insiste en eso, que en Chile costó mucho hacerla, y costó mucho que la gente la pudiese ver con un ojo crítico, y no tan emocional, creo que las reacciones al comienzo eran mucho más instintivas que analíticas, porque el dolor estaba más cercano también.

Es relevante la temática este año que ya se cumplieron los 50 años del golpe. Como protagonista de la obra, interpretando a Paulina, tienes esta carga dramática súper fuerte. Tu personaje es una mujer que cree encontrarse con su torturador en su casa y decide tomar la justicia por sus propias manos. ¿Cómo fue para ti interpretar a este personaje? pensando en la carga dramática que tiene, que no para durante toda la obra que tiene una intensidad en tu personaje.

Todos los días que salimos de esa obra yo siento que pierdo como un mes de vida. Porque nunca me había tocado hacer algo tan intenso y tan desgastante emocionalmente. Ha sido una experiencia muy novedosa, no sé si es buena o mala, porque no sé qué consecuencias puede tener eso, lo pienso a veces. Es un personaje que está en una situación muy anómala, muy intensa, en donde el pasado, el presente, el futuro se conjugan. Donde ella no solamente está en conflicto con este personaje, que quizás es su torturador, sino con la persona que ama, con su esposo, con la sociedad, con ella misma. Es un personaje que está al borde de la locura, al borde de la cordura, que ella duda de sí misma, que se cree a sí misma. Ha sido muy desafiante como actriz y muy nuevo. Creo que nunca había estado en una obra en que tuviéramos una hora y media en ese grado de intensidad y con algo tan sensible. La otra vez tuvimos una función con un conversatorio y en el público había una hermana de un detenido desaparecido que había sido torturado, ella misma había sido torturada, al otro lado estaba el hijo del mecánico de la caravana a la muerte, ese era el público. Me imagino que interpretar a Lady Macbeth debe ser igual de intenso, pero esto de que le estás hablando a un público que sabe exactamente lo que este personaje está diciendo, es muy catártico.

Es impresionante que la obra dura una hora y media, pero se pasa volando, porque tiene un ritmo impresionante. El texto es muy intenso, pero no te suelta en ningún momento, nunca decae, y tiene esa dinámica entre los tres personajes que funciona increíble. La puesta en escena funciona de una manera dinámica y genera que no decaiga. ¿Cómo fue el trabajo de actuación entre los tres, y de generar esta dinámica junto con el director?

Creo que hay varios factores que se conjugaron, en que el texto está muy bien escrito, la construcción de los personajes, lo que dicen, el dilema que se plantea, los puntos de vista de cada uno, está muy bien hecho. En ese sentido es más orgánico y es más fácil enfrentarse a ese texto, uno no batalla tanto. Por otro lado, nosotros tres nos conocemos hace 20 años, con Julián era compañera de escuela, hay una complicidad importante. Rodrigo entró y resolvió llegar a lo esencial de la historia, que es el debate moral, ético, y al thriller. Conjugó esas dos cosas, nos despojó de todo, que eso es muy difícil, como actor uno normalmente se sostiene de la silla, la mesa, objetos, acciones, y aquí estamos completamente desnudos en el escenario. Rodrigo tomó esos dos elementos, para él esto es un thriller que tiene que cautivar, es un thriller donde la acción y lo que está sucediendo tiene que cautivar al espectador, no es un debate político retórico, sino que es sobre pasiones humanas, son cosas que le están pasando a seres humanos donde se les involucran pasiones, amores, dolores, traumas, pero al mismo tiempo, es una historia que cruza un debate político contemporáneo en Chile por sobre todo. Si uno lo extrapola, no sé, a Gaza, a Israel con lo que está pasando, donde se plantean tres puntos. La obra de hecho está vista desde tres puntos de vista, desde el público, está el frontal, a la izquierda y a la derecha y en eso el montaje esencialista logra lo que dices tú, porque yo no la he visto la obra, la vivo. Te permite emocionarte, involucrarte, empatizar, pero al mismo tiempo te plantea una pregunta ética fundamental que te problematiza. Eso lo logró Rodrigo, y en eso fue súper agudo, y ahí se ve toda su sensibilidad, inteligencia de entender el texto, de qué era lo importante que había que mostrar.

Como espectador empatizamos con el dolor de tu personaje y puede creerle o no creerle. Lo interesante es que uno logra ponerse en el lugar de Paulina y pensar que él es el torturador. ¿Cómo te sientes al interpretar un personaje que está tomando la justicia en sus propias manos, y tienes que creerle que está en lo cierto? ¿Cómo haces ese trabajo para meterte en el personaje y creer que esa es la realidad, a tal punto de tomar la justicia por tus propias manos?

Yo creo que la gracia de esta obra, de este texto, es que te plantea ponerte en los zapatos de los tres puntos de vista. Están tan bien hechos los argumentos, que incluso el torturador tiene argumentos y tiene un punto de vista, y uno dice “¿qué haría yo si estuviese ahí?” “¿Hubiese tomado otras decisiones que este personaje o no?”. Lo mismo con Paulina. Yo como actriz, por ejemplo, o como Valentina, como lectora, no sé todavía si él es o no es el torturador. Como Paulina tengo que creerlo, obviamente, porque es lo que la va a impulsar a hacer todo lo que hace. Pero a ratos creo que, si no es, también ella tiene argumentos para hacer algo con ese dolor que no ha sido reparado, que ha sido pisoteado durante tanto tiempo. No solamente por su pareja, sino por el Estado. Como espectadora de la obra no tengo respuesta. Encuentro que cada punto de vista tiene razones y por eso es tan compleja y es tan buena, porque en ningún momento te pone al malo o al bueno. Incluso el torturador es un ser humano que toma decisiones de acuerdo a sus circunstancias, y la obra le plantea al público que quizás muchos de nosotros que estamos del otro lado hubiésemos tomado las mismas decisiones si hubiésemos estado del otro lado. Es como la obra finaliza, no voy a decir final, “¿quién tiene que parar esto?”. Hay un momento que alguien tiene que pararlo, porque efectivamente el círculo de la violencia es eterno, y es lo que estamos viendo con Gaza-Israel, que ya es milenaria esa guerra. Israel tiene argumentos, tiene razones para hacer lo que hace, pero así infinitamente. Esa rueda de venganzas y de violencia tiene que ser parada, y ni siquiera desde que alguien tenga razón o no, no es una balanza de quién tiene más la razón o no, sino que son decisiones más concretas, de que hay que pararlo. En esa triada, yo, como Valentina, o en la dualidad de Gaza con Israel, prefiero no ponerme de ninguna parte, prefiero decir no, no voy a poner un cartel que diga “Libre Palestina”, aunque lo piense, lo sienta, pero siento que lo que hay que hacer ahora realmente es ponerse desde otro lugar a ver. En esta obra discutir esos tres puntos de vista, pero no con el fin de tomar partido por algo. El partido tiene que ser la no violencia, porque en esta obra se plantea a Paulina, que es la víctima, la va a plantear como una victimaria, y eso es lo genial de la obra, por todas sus razones. Pero al final, en la acción, la torturadora es ella. Es complejo porque no se trata de justificar o decir “pero ustedes también lo hacen”. Yo tengo mi punto de vista, creo que la no reparación que se ha hecho en Chile por lo que ocurrió en la dictadura es nefasta, creo que hay ejemplos más notables, quizás en Alemania, lo que está pasando ahora con el negacionismo, miles de cosas, pero yendo más allá de las cosas concretas que están pasando en Chile, filosóficamente, con este dilema que propone la obra, encuentro que es revolucionario no tomar partido con ninguno.

¿Qué se viene para ti en próximos proyectos después de la temporada? ¿Habrá alguna posibilidad de tener otra temporada de la obra más adelante?

Se viene nada, así es en esta pega. Ha sido un año lleno de cosas, lleno de teatro, este año no he hecho nada audiovisual, hice un mini personaje en una película, pero nada audiovisual, antes estaba llena de cosas audiovisuales. Ahora se acaba esto y vienen unas posibles temporadas de una obra que tuvimos con Alejandro Moreno, Rescate, una hermosa obra que me gusta mucho, y quizás tenemos más funciones, quizás unas giras. Ojalá salga una temporada de esto, pero más allá de eso, estoy a la espera, armando cosas siempre, con un proyecto de serie que estoy produciendo, como showrunner.

¿Qué le podrías decir a la gente para invitarla a ver la obra en el Teatro UC estas semanas que quedan?

Los invito a que vayan a verla. Es una obra muy intensa, donde se van a conectar con emociones y preguntas fundamentales. Es una obra que te invita a sentir, a ser testigos de un drama. Es muy entretenida, lo que decías tú, pasa volando, es muy dinámica, muy bien hecha. Es bella, además, visualmente, la música, el trabajo de Marcello Martínez y de Cristian Reyes, es bien notable. Son preguntas que están planteadas de una forma elegante, muy inteligente. No se asusten con esta idea politizada reduccionistamente, como de izquierda a derecha, sino que plantea un problema, que son las preguntas que como sociedad tenemos que hacernos, sobre todo ahora que estamos armando una nueva constitución, sobre todo ahora que se están extremando ciertas cosas, con las próximas candidaturas. Vemos el mundo que está extremando en una extrema izquierda, en una extrema derecha. Siento que son preguntas muy importantes con respecto a la democracia, con respecto a la justicia, con respecto a la venganza, que tenemos que hacernos como sociedad. La obra está planteada de una manera muy elegante, muy sensible, porque no es panfletaria, sino dialéctica.

Están todos invitados, no es una obra que va a plantear un solo punto de vista, sino que plantea una herida, una herida que todos asumimos que no está cerrada y que plantea porqué está abierta esa herida también. Invito a todas las personas a que vayan a encontrarse con el teatro, con gente viva, haciéndose preguntas y sintiendo cosas.

Ficha artística

Título: La muerte y la doncella

Dramaturgia: Ariel Dorfman

Dirección: Rodrigo Bazaes

Elenco: Valentina Muhr, Daniel Gallo y Julián Marras

Asistencia de Dirección: Adriana Stuven

Producción General: Julián Marras y Adriana Stuven

Diseño de Espacio: Rodrigo Bazaes

Diseño de Escenografía e Iluminación: Cristián Reyes

Diseño de Vestuario: Carolina Espina

Producción y Asistencia de Diseño: Christian Aguilera

Música y Diseño Sonoro: Marcello Martínez

Realización Escenográfica: Amor Escénico

Gráfica: Christian Aguilera

Afiche: Eduardo Cerón

Fotografía: Fernando Bravo Matheu y Daniel Corvillón

Temporada: 2 al 25 de noviembre, miércoles a sábado a las 20 h, sala Eugenio Dittborn, 2do piso Teatro UC, Jorge Washington 26, Ñuñoa (sin acceso para personas con movilidad reducida o en silla de ruedas).

Entradas: en boletería del teatro (atención de martes a sábado, de 15 a 20 h) y Ticketplus

https://ticketplus.cl/events/lamuerte-y-ladoncella

Valores: Boletería $12.000 general; $6.000 estudiantes y miércoles popular; $7.000 personas mayores; $8.500 súper jueves. Consultar otros descuentos y convenios válidos en compras presenciales aquí. Ticketplus $12.500 general; $6.500 miércoles popular; $9.000 súper jueves. Club La Tercera: 50% descuento sobre la entrada general.

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