Entrevista a Marcelo Leonart: “La razón por la cual todos se pusieron de acuerdo es porque la calle se estaba incendiando»

 

Por Galia Bogolasky

Conversamos con el dramaturgo nacional en la actividad “Diálogos en Movimientos” de la Muestra de Dramaturgia Nacional, donde leímos su obra Tú no eres, hermana, un conejo corriendo desesperado por el campo chileno. Esto fue lo que recogimos de una interesante conversación grupal entre los participantes de la actividad organizada por el Plan de Lectura del Ministerios de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

¿Cuál fue el primer impulso para empezar el proceso de esta obra? ¿Cuál es el motor?

La obra tiene una característica, algo que a mí me ha interesado hacer en las novelas que he escrito, en otras obras de teatro, pero en esta en particular, es que la obra tuviera un elemento que yo le llamo poli histórico, que sea una obra que se mueva en distintos lugares. La historia con mayúscula, no de la historia lineal de los personajes, sino del momento histórico en el que se vive. La primera imagen que tuve era una mujer de época, del siglo XIX que estaba escapando y que una mujer de la actualidad, de este siglo XXI, de alguna manera, la estuviera acogiendo en su sufrimiento del siglo XIX. Nos pasa mucho, y eso es una intencionalidad, que a mí no se me ocurren historias neutras, hay cosas que me interesa contar, me interesa mostrar, no sé si tanto decir, “quiero opinar esto sobre la vida”, pero si mostrarlo. Esta obra fue terminada de escribir a fines de agosto del año pasado, no había pasado el estallido todavía. Obviamente que cuando sucede el estallido, la obra comienza a tener otras lecturas, pero que no cambian demasiado porque como se dijo mucho en ese momento, que no lo vieron venir, la clase política, etcétera, no vieron venir el estallido. El teatro chileno ha sido bien majadero en tratar de tocar temáticas así, entonces, cuando dijimos en algún momento para el estallido, “no son 30 pesos”, los 30 pesos que subieron en el metro que se supone que causaron este estallido, dicen “no son 30 pesos, son 30 años”. 30 años atrás era 1990, el año 89 estábamos en dictadura, por lo tanto, razones para que hubiera un estallido habían de sobra, 30 años antes fue la revolución de la chaucha, que fue una revuelta que hubo porque se había subido el precio de la micro, y antes fue la matanza del seguro obrero, y antes fue la matanza de Santa María de Iquique, y antes y antes y antes. La historia de Chile está llena de momentos, que podía hacer prever un estallido. Pero la condición, por ejemplo, tanto del ciudadano común como de la mujer en específico, entre el siglo XXI y el siglo XIX es abismante. Una mujer en el siglo XIX, en esa época, en la condición social en que vivía como sirvienta de una casa del campo, vivía en una condición infinitamente peor que una persona equivalente de ahora. Esa es una de las cosas que las clases dirigentes siempre nos dan, no sé si se han fijado que dicen “ahora estamos mucho mejor”, pero ¿mucho mejor en qué? Entonces, me parecía que era un ejercicio confrontar estos dos mundos, el del siglo XXI y el siglo XIX. Una de las cosas que me parecían más claras de lo que yo quería contar, no sé si lo logré, es que la mujer del siglo XXI va a ser de alguna manera maternalista con las mujeres del siglo XIX, decirles “tranquilas en el futuro todo va a estar mejor” porque su propia situación del siglo XXI es una situación que aparece en la obra casi ciega, porque ella se encarga de decir que vive una crisis social, económica y vital, pero nosotros no sabemos cuál es esa situación, no sabemos la historia personal de Adelaida, no sabemos qué es lo que le pasó a ella, sabemos lo que le pasó a Filomena con deatlisismo, sabemos lo que le está pasando a Rosaura en detalle, pero lo que le pasa a Adelaida no lo sabemos. Ella no es capaz de manejar la situación personal de su propio mundo, entonces, prefiere ir al pasado a decirle a esas otras mujeres que en un futuro las cosas igual van a estar mejor, aunque para ella no necesariamente están mejor, podemos prever que a lo mejor a alguna mujer que está mejor, en mejores condiciones que las de Filomena, pero que no basta. Por eso, respondiendo la pregunta, lo primero que sabía era eso y lo segundo inmediatamente desde que surgió esa imagen, era la última imagen, que es la última imagen de esta mujer del siglo XXI, que está siendo consolada por estas mujeres del siglo XIX. Dice: «Una mujer del siglo XXI va a consolar a una mujer del siglo XIX». Al final las mujeres del siglo XIX consuelan a la del siglo XXI y aquí tengo la obra, ahora tengo que ver qué es lo que pasa.

¿Cómo llegaste a ese punto de vista? Para contar esa historia de esa manera.

Creo que ahora me lo pregunto más. Voy a decir un par de cosas que lo explican a partir de una cosa geográfica. Primero, yo vengo de una familia de puros hermanos hombres, colegio mixto, donde yo tenía muy buena onda con mis compañeras, tenía buenas amigas, con el grupo de fútbol, etc., pero cuando llegué a la escuela de teatro en el año 89, me empiezo a relacionar de manera creativa fundamentalmente con mujeres. Cuando formo mi primera compañía de teatro a los 20 años, era un grupo de tres mujeres y yo, donde ellas actuaban y hacíamos historias entre todos, pero yo las terminaba escribiendo y dirigía. Siempre trabajé con personajes femeninos, me interesaba mucho el universo femenino. Imagínense lo que puede haber sido para un hombre escribir en el año 90-91 o en esa década sobre la mujer, el prejuicio acerca de qué era lo femenino, era mucho más claro, era como mentiroso, por decirlo así, pero como las mujeres que trabajaban alrededor mío eran mujeres muy fuertes, las historias que ideábamos no tenían que ver con eso, sino que tenían que ver con nuestras preocupaciones como seres humanos: político, sexual, afectivo, social, todos esos elementos. Entonces, nunca era un tópico femenino en el sentido restrictivo, que en esa época yo creo que si había. Luego empecé a escribir novelas y cuentos, también con voz femenina, y yo tenía una especie de medallita, porque una vez escribí una novela que era con una voz totalmente femenina que se llamaba Fotos de Laura. Esa novela ganó el premio de novela de la revista de libros de El Mercurio y la presidenta del jurado era Diamela Eltit, que es una gran escritora, que yo admiro muchísimo y que precisamente tiene una visión muy clara de la escritura escrita por un género. Como estaba hecha con seudónimo la novela, a mi me pareció que era una medallita, la da Diamela. Hubiera creído que esa novela era una voz posible de una mujer. Finalmente, cuando salió el sobre era un hombre y fue relativamente sorpresivo. Voy a contar una anécdota respecto a esto en la Muestra de Dramaturgia. El jurado y directores de la Muestra me contaron que antes de abrir el sobre se hicieron apuestas de si era un hombre o una mujer la persona que había escrito este texto y todos pensaron que era una mujer, cosa que es bastante evidente que lo creyeran, porque si creyeran que era un hombre, sobre todo en una obra de tres mujeres con esta temática, sería algo que no estuviera logrado si hubieran creído que era un hombre y solamente la Mónica Drouilly, que era jurado y es una excelente escritora y dramaturga, pero a la vez es ingeniera, dijo: “No, yo creo que es un hombre”, porque la ley de las probabilidades indica que si todos creen que es una mujer por lo menos una persona tiene que creer que es un hombre y ella fue la que le achuntó. Dicho esto, creo que, como escritor, me resulta así. Tal vez porque dentro de mi extremo resentimiento, que es un motor muy importante en lo que escribo. Es una obra que está escrita con mucho resentimiento, de parte de Rosaura, de Filomena también, probablemente no tanto de Adelaida. Creo que el lugar que ocupo en el mundo es un lugar extremadamente privilegiado, muchísimas cosas no me gustan, hay cosas en la que me siento totalmente perjudicado en el mundo, pero creo haber tenido las herramientas como para sobreponerme a eso. Ese lugar para la escritura es un lugar en que, habiendo tanto elemento sin ese privilegio, me parecería  súper injusto ocupar solamente mi lugar autobiográfico para hablar, escribir y contar historias. Ejemplo: yo he escrito varias novelas que cuentan el tiempo de la dictadura y cosas así. Durante la dictadura viví en una familia apolítica de derecha, por lo tanto, no viví ningún exabrupto excepto la crisis económica y, sin embargo, me interesa contar la historia de los que sufrieron realmente la dictadura. No soy un representante de la etnia mapuche, vivo en Santiago, sin embargo, he escrito una obra como Noche mapuche o una novela como Weichafe, que son obras que tratan lo que pasa en el conflicto en el Wallmapu de una manera muy radicalmente empaperizada con la causa mapuche. En Noche mapuche hablo también de los negros, indios latinoamericanos, etc. Entonces, en este caso, tomar la voz de la mujer, es una manera de tomar esa voz, y sobre todo las voces de Filomena o Rosaura, es tomar la voz de esos marginados. Creo que esta obra tiene mucho de lo que dicen ustedes, feminista, por algún lado, pero también tiene una cuestión de clases que es súper importante. Y sería de otra manera si yo hubiera tocado el personaje de, no me acuerdo si le puse nombre en la obra, la patrona de Filomena ahí tomaría otro elemento de clase que a lo mejor ahí lo hubiera tomado más si hubiera aparecido el personaje de esta patrona y hubiera hablado en nombre de su clase, sería distinto, pero esta es una novela que tiene mucho de lucha de clases.

Cuéntanos sobre tus inicios en la literatura.

Yo vengo de una familia que no es lectora en lo absoluto, pero cuando digo en lo absoluto es en lo absoluto. En mi casa no se leían novelas, no puedo decir que no había libros porque muy tempranamente a mi me empezó a gustar la lectura. Estamos hablando de los años 70, y que un niño leyera en una casa donde no hay el pulso lector, era visto como algo bueno, es como “oh, el niño lee”, entonces vamos a ayudarlo. Desde chico me regalaban, o yo pedía, desde las historias de Sandokan, que eran unas historias de Emilio Salgari que eran de aventura, o pedí versiones reducidas de El Quijote. Después empecé a leer los PapeluchoPapelucho me marcó muchísimo, yo me leí absolutamente todos los Papelucho, pero Papelucho era un niño que podía ser un niño como yo, a pesar de que estaba escrito en los años 40, 50 y 60 podía ser un niño como yo porque básicamente las tecnologías eran las mismas, entonces, el niño tenía un diario de vida donde dibujaba, yo me imaginaba siempre la historia de Papelucho en un tiempo contemporáneo, en cambio ahora los niños tienen otras dimensiones.  Eso me producía una identificación tal, que yo empecé a escribir mi propio diario de vida a la manera de Papelucho, empecé a escribir mis propias historias de un Sandokan que había inventado yo. En el colegio también empecé a hacer obras de teatro. Hace poco murió Quino, el gran dibujante, autor de Mafalda. Mi hijo, por ejemplo, no es tan bueno para leer novelas, pero sí es muy bueno para leer comics, y él partió desde chico con libros de Quino, con Mafalda, y después empezaron lecturas más complejas de novelas gráficas y de cosas que son tan buenas como los libros.

Tú decías que los textos para ti ojalá nunca tengan respuesta, sino que tengan muchas preguntas, entonces, luego de revisar tu propio texto ¿cuáles crees tú que fueron las preguntas que te faltaron dejar? Y si te llegaron a quedar pendientes, ¿cuáles fueron las que no pusiste? 

Sí, me pasa que hay ciertas cosas que uno generalmente dice que escribe porque tiene preguntas, pero un buen texto deja más preguntas. Yo a veces creo en eso hasta por ahí no más, porque a veces no se trata tanto ni de preguntas ni de respuestas. La escritura que sigue un espacio de investigación, un dramaturgo muy bacán y uno de los que más me gusta, gringo, que se llama Edward Albee, que escribió una obra maestra que se llama ¿Quién le tiene miedo a Virginia Woolf?, le preguntaban siempre qué había querido decir con la obra y el tipo dice “si hubiera querido decir algo con la obra, la obra debería ser la respuesta a esa pregunta y no durar más”. Pongamos un ejemplo acá con el conejo, yo lo que quise decir fue que la mujer siempre ha vivido subyugada al poder masculino. Si yo hubiera querido decir eso no escribo una obra de 45 páginas, porque obviamente que la obra dice más que eso, o menos, en el sentido de que quiero contar esas escenas, esos personajes, ese ambiente, eso no pasa por una pregunta ni por una respuesta, quizás las preguntas que si hay en ese lugar son ¿cómo habrá sido ser mujer y ser una sirvienta en el siglo XIX? Qué pasaría si en medio de una celebración donde están despidiendo a un chico como soldado para la guerra del pacífico de repente uno de los parientes del dueño de casa le agarra el poto a la sirvienta, ¿qué es lo que hace la sirvienta? Esas son las preguntas que yo me puedo hacer, entonces, ¿qué preguntas me faltaron acá? creo que cuando uno llega a una situación y se vuelve como calientita, como que va a pasar acá y allá, la obra podría haber sido mucho más larga, se me podrían haber ocurrido más episodios, a lo mejor tener más conversaciones entre Rosalba y Filomena, ver qué es lo que le pasaba a Adelaida en este presente, a lo mejor hubiera sido interesante tirarse hacia allá y decir veamos cómo sería una situación de Adelaida que la tiene sufriendo cuando está en el siglo XXI casi igual que Filomena en el siglo XIX. Pero esas preguntas, de alguna manera, se intuyen en la obra, de repente es mejor dejárselas al espectador. Cuando nosotros vemos en la escena final a Adelaida frente a este computador, el problema fundamental y angustioso de primera línea que ahora esta súper olvidado, con todos los hechos que sucedieron después del 30 de agosto, que yo di término a la obra, se empieza a llenar el escenario de una luz roja, porque en el momento exacto en que la estaba escribiendo el temor máximo a nivel mundial era lo del calentamiento global, era lo que estaba en boga, Greta, la eminente COP-25. Después podría verse como otras cosas, como el estallido. Si nosotros hacemos la obra ahora, lo que debería estar viendo en el computador son las ciudades confinadas, es lo que debería estar viendo Adelaida. Esas son de alguna manera unas preguntas que quedan pendientes para el espectador, para que se vaya armando un rompecabezas personal.

¿Cómo estás viviendo tu propio proceso de deconstrucción?

Dos cosas que creo que van por carriles separados, aunque no tanto, el primero es, por ejemplo, lo que se habla de la deconstrucción. En general me encanta escribir, el lenguaje es mi herramienta de trabajo, pero me choca un poco a veces, y quiero aclararlo porque esto es un proceso personal que tiene que ver con esta deconstrucción, no me importa que le tengamos que poner nombre a todas las cosas. Miles Davis, uno de los músicos más importantes en la historia del mundo, gran compositor e intérprete, cambió la historia de la música tres o cuatro veces en su carrera, él decía que la música es lo que ocurre entre las notas, y me parece que el lenguaje es para poder mencionar lo que ocurre entre las palabras. Cuando nosotros clausuramos un concepto en la palabra, valga la redundancia, lo estamos clausurando, entonces, dejamos un espacio absolutamente cerrado, por lo tanto, la palabra, por ejemplo, deconstrucción, entiendo los términos generales, no sé en específico que es lo que es, seguramente la persona que lo desarrolló sí sabe qué es la deconstrucción en particular. Hablando en términos generales mi deconstrucción, yo siempre me relacioné con mujeres, que eran no solamente inteligentes, sino que bastante brillantes, llenas de energía, por lo tanto, nunca menosprecié el lado femenino de nada, nunca lo hice y ahí caí, y eso es lo que veo en mi deconstrucción, en ciertas cosas que al no ver esa desventaja histórica de las mujeres por la historia y que a mí me tocó estar del lado opresor por casualidades del destino, no lo veía. De alguna manera, actuaba como un igual y no concedía cosas que probablemente debía conceder por este peso histórico de opresión que lleva la mujer. Entonces, a veces yo decía “bueno, podría revitalizar eso a partir de esta experiencia”. Actualmente, lo que más me importa de eso, por ejemplo, en el ámbito donde me muevo, es visibilizar el trabajo de las mujeres. Estoy haciendo un seminario ahora de dramaturgia en la Universidad de Chile y tenía que ver tres obras que debía escoger. En un momento elegí obras de mi gusto y me di cuenta de que iba a ver tres obras de autores hombres, habían escritoras y dramaturgas mujeres, entonces, me obligué de una manera tonta, porque voy a poner una obra de Isidora Aguirre, que es la más grande dramaturga de todos los tiempos de Chile, eso sin lugar a duda y voy a ver una obra de ella porque creo que es necesario. El próximo año quiero hacer un taller y va a ser paritario, ese tipo de cosas creo que ahí va de alguna manera una deconstrucción no solamente actuar porque yo no hago ninguna diferencia, siempre he trabajado con mujeres, mis mejores jefas han sido mujeres, no tengo ningún  problema con eso, pero hay otras cosas donde tú tienes que tomar una opción y hacer un acto de poner encima de la mesa, cosa que, naturalmente, por la historia que tenemos, no las dejamos. La otra, es en relación con lo que pasa en la obra. Yo ahí tengo un problema de deconstrucción porque no lo entiendo de la manera de que vamos a perpetuar la estrategia de la violación como una venganza y vamos perpetuando. Eso me parece que, en el caso de esta obra, donde yo soy dramaturgo obviamente, no puedo terminar una obra diciendo no, tenemos que hacer las cosas en paz, yo lo que tengo que hacer es ponerle drama a la situación, eso me parece indudable y en la vida también, es como cuando se habla de la violencia. Yo mientras más niño fui, más pacifista fui, y mientras más viejo me pongo, menos pacifista me pongo. Cuando chico estaba en desacuerdo con la violencia contra la dictadura, de combatir con violencia la dictadura y yo lo pensaba cuando chico y decía “no, si ellos actúan con violencia nosotros no podemos actuar así”. Ahora pienso todo lo contrario, es más, yo creo que la violencia del estallido social fue una cosa fundamental, nosotros el 25 vamos a ir a votar una nueva constitución y eso no sería posible si no se hubiera quemado el metro, así de simple. No es bueno, pero la constitución del 80 tampoco es buena, pero la razón por la cual todos se pusieron de acuerdo es porque la calle se estaba incendiando, es porque habían quemado iglesias, el metro, la gente no podía trabajar y esa es la razón, no hay otra. Entonces, decir: “es que la violencia no sirve para nada”, mire con la violencia tenemos nueva constitución, podemos hacer 10.000 marchas, esto no se logró por la marcha multitudinaria donde todos fueron, no fue por eso, porque antes hubo dos parecidas y no se logró nada.

En este caso yo digo lo que hace Filomena, no es una cosa racional, no es un movimiento político que ella hace y dice voy a expresar a partir de acá mi discurso político, no. Filomena es una mujer desesperada, humillada hasta el hartazgo, de hecho, ahora cuando la releí hace un par de semanas, me di cuenta de que, para montar esta obra, el personaje de Filomena, cuando parte, tiene que ser un personaje que está muy herido físicamente. Eso no lo recordaba, porque obviamente eso se va develando de a poco, pero el personaje que está huyendo es un personaje que la encerraron en un establo y que fue abusada por cinco hombres durante toda una noche, que se escuchaban gritos y esa misma noche Rosaura la lava, la consuela y esa misma noche cuando todos se van a dormir ella se va a la habitación del patroncito. Filomena es eso, un personaje que está desesperado, que se venga en el lugar que más le puede doler a esta familia y que sale corriendo desesperada, como un conejo en el campo chileno.

 

 

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