Entrevista a autor chileno Francisco Ortega: «Logia sigue siendo la novela chilena más exitosa de los últimos diez años»

Por Galia Bogolasky  

Entrevistamos al reconocido escritor chileno, que hace 10 años publicó Logia, una novela que fue un fenómeno de ventas y que le cambió la vida. Hoy el libro que mezcla la historia y las conspiraciones está de vuelta en una reedición. Además está con muchos proyectos literarios y un taller literario que comienza pronto.

Francisco Ortega es autor de la serie de novelas de La trilogía de los césares (2006-2017); también de Salisbury (2011), El cáliz secreto (2019) y Próximos días (2021) y de las sagas infantiles Max Urdemales (2015-2020) y Leyendas chilenas para niños y niñas (2022, junto a Gonzalo Martínez). Ha firmado las novelas gráficas 1899 y 1959 (2011-2018, junto a Nelson Daniel), Mocha Dick y Alex Nemo (2012-2018, junto a Gonzalo Martínez) y Los fantasmas de Pinochet (2021 junto a Félix Vega). Escribió además los libros de no ficción Dioses chilenos (2018), Alienígenas chilenos(2020), Chile bizarro (2022) y en coautoría con Juan Andrés Salfate la serie Los nuevos brujosAlienígenas chilenos y Enigmas y misterios (2020-2023). Ha ganado en dos oportunidades (2013 y 2022) el premio del Consejo del Libro del Ministerio de Cultura a mejores obras publicadas. Como guionista es cocreador de la serie de ciencia ficción El refugio (2022) de Fábula/Lionsgate, además de proyectos actualmente en desarrollo para HBO y Apple, siendo Familia de Medianoche la última estrenada. Desde hace cinco años conduce y realiza el podcast La ruta secreta para la plataforma Emisor Podcasting. Su última obra de ficción es la novela de ciencia ficción Bahamut, publicada en marzo de 2023 a través del sello Minotauro, misma casa en la que publicó la novela gráfica Monstruos y dioses del fin del mundo en julio de este año, con arte de Félix Vega. También es periodista y editor, labor que desarrollo en diversos grupos editoriales. Existe en todas las redes sociales como @efeortega.

Esto fue lo que el autor nos contó.

¿Cómo fueron tus inicios en la literatura? ¿Cómo fue este proceso al dedicarte a la novela?

Siempre me gustó escribir. Escribía desde niño, escribía sobre dinosaurios, historia de monstruos, en cuadernos. Coleccionaba muchas noticias raras que sacaba de los diarios; noticias de ovnis, de fantasmas, entonces las pegaba y escribía historias al respecto. Bien aficionado. Cuando estaba en el colegio, empecé a participar de concursos de cuentos, concursos de composición que había en esa época, y cuando estaba en tercero medio, esto debe haber sido el año 1989, gané un concurso, del Año Internacional del Espacio. Me acuerdo que ese año fue el Año Internacional del Espacio, y hubo un concurso para Enseñanza Media y lo gané, con un cuento de ciencia ficción, que no sé dónde está. Me gané un diploma y un reloj. Cuando entré a la universidad, escribía cuentos y todas esas cosas. Estaba en Temuco, y yo escribí una novela que se llamaba 60 km para un concurso de Novelistas jóvenes, que se abrió en Santiago. No gané, pero salí segundo. El premio al segundo lugar era publicarse. Entonces a los 18 años yo publiqué una novela, publiqué esa novela por Editorial Los Andes, una editorial que no existe, que era de Piñera. Gracias a esa novela, yo conocí al escritor chileno Antonio Skármeta, quien me invitó a su taller literario, que estaba en el Goethe Institute. En ese entonces vivía en Temuco. Entre Victoria y Temuco, yo estudiaba allá. Entonces había dos opciones; Una, viajar todos los lunes a Santiago, al taller, o encontrar una manera de venirme a Santiago. Por lo que encontré una manera de venirme a Santiago. Vine de la Universidad de la Frontera de Temuco a la Universidad Católica de Santiago en el año 1994. La novela San Cristóbal se publicó en el 93, y en el 94 yo entré al taller de Skármeta, donde había toda una generación de autores que hoy día están publicando.

Después de eso me dediqué a estudiar y a trabajar. Trabajé de periodista en La Zona de contacto de El Mercurio, en una revista que se llamaba La Noche, y en varios medios alternativos que había en los 90, y seguí escribiendo para mí. Escribía libros, o mandaba a concursos. Desde ese entonces, empecé a ser finalista y a ganar concursos como los de la  revista Paula y concursos que había en esa época. Había un taller literario en la Biblioteca Nacional que dirigía Carlos Franz. Ese taller terminaba con publicación a través de la Dibam de unos libros chicos que eran los que se habían trabajado durante el año. Ahí se publicó mi segunda novela, que fue Disfrazados, que se republicó para el 2020 en una editorial que se llama Aurea Ediciones, y después de eso me puse a trabajar como periodista. Trabajé mucho en revistas. Hice proyectos para la revista El Cable de VTR, por ejemplo, La Vive, esa revista la inventé yo con un equipo y la hicimos con ellos a través de El Mercurio. Además, fui editor y redactor de la Rolling Stone Chile, la Muy Interesante, trabajé mucho rato de periodista. Hasta que en esa época escribí una segunda novela que se llamaba Próximos Días, que es una novela de ciencia ficción, la cual trabajé en un taller literario. La mandé a editorial Planeta en el 2004. Estábamos en los 2000 cuando me llamó el editor de Planeta, Gabriel Sandoval, que ahora está en México. Me dijo que recibió el manuscrito. Recuerdo perfectamente lo que me comentó: «Ciencia ficción, futurista. Es algo raro en Chile, un riesgo, pero hay una parte de la novela que me gustó: lo que tiene que ver con los Nazis en el sur del mundo». En ese tiempo acababa de salir El Código Da Vinci, que fue un golazo editorial gigante. Planeta quería publicar sus propios Códigos Da Vinci en cada filial. Me propuso tomar esa parte de mi novela y convertirla en una novela aparte, más enfocada en el thriller de conspiraciones y misterios históricos que en la ciencia ficción. Esa novela fue El número Kaifman, que se publicó el 2004- 2006. Entre 2004 y 2006, más o menos dos años, y desde entonces no paré. Después vino 1899, Mocha Dick, Chile 3 (un libro colectivo que hice con Jorge Baradit y Álvaro Bisama) hasta llegar a Logia en 2013-2014, que fue el despegue más fuerte. Yo diría que Mocha Dick (2012) y Logia (2014) fueron claves. Mocha Dick por los premios y su masividad, y luego Logia, que fue un bestseller, y desde ahí mi carrera siguió creciendo. Ese fue el inicio.

Te quería preguntar sobre Logia, fue un fenómeno inesperado que se convirtió en un gran éxito. ¿Cómo nació ese proyecto? También tenía algo del Código Da Vinci, imagino que fue una evolución de la otra novela. ¿Cómo fue ese éxito inesperado?

Cuando terminé El número Kaifman, una novela fue bien recibida para la época, y con las reediciones le fue mejor. Sin embargo, quedé con un sentimiento agridulce, porque sentí que había logrado un thriller «a la chilena», pero el misterio central no estaba relacionado con la historia de Chile, ya que trataba sobre Nazis. Ocurría en Chile, pero no sentía que fuera lo que realmente buscaba. Empecé a investigar y en ese tiempo trabajaba como editor de No Ficción en la editorial Alfaguara. En forma paralela en Alfaguara, trabajaba en un proyecto para El Mercurio llamado La Historia de Chile en cómic, se publicaba todos los sábados y domingos, con un equipo de dibujantes y guionistas. Tuvimos tres asesores históricos: dos de la Universidad Católica y uno de la Universidad de Chile. Además, esta historia de Chile en cómic iba con el sello de la Universidad Católica del Instituto de Historia entonces era muy importante sobre todo para el señor Edwards, la plana mayor de El Mercurio. A pesar de que el proyecto finalmente no salió por El Mercurio sino salió por las últimas noticias, terminó siendo básicamente lo mismo. Asimismo, este proyecto tuvo un conflicto en el capítulo 20, sobre la masonería en el proceso de independencia, fue muy raro lo que pasó. Durante el proceso, se produjo un conflicto entre los asesores históricos del proyecto. Dos historiadores de la Universidad Católica consideraban que no era adecuado darle importancia a la masonería, mientras que el historiador de la Universidad de Chile insistía en destacar su relevancia en la historia de Chile, a pesar de que el proyecto era para niños. Finalmente, los responsables del cómic optaron por la mirada de los historiadores de la Universidad Católica, y se decidió cambiar el capítulo 20, que abordaba la masonería en el proceso de independencia, por una biografía de Francisco Miranda. Fue una especie de censura no oficial. Existe un capítulo inédito, y fue en ese momento cuando dije: «Aquí hay un tema», y comencé a obsesionarme con el tema. Llegó a tal punto que decidí renunciar a mi trabajo estable para dedicarme por completo a la investigación. Viajé a Argentina siguiendo un dato proporcionado por un masón local, y allí hablé con otro masón que tenía los mejores trabajos sobre la logia Lautarina. Recuerdo que este personaje me entregó su trabajo en un CD-ROM. Por ahí todavía los tengo, lo cual es curioso porque no es común que te entreguen trabajos en CD-ROM. También viajé a España, visitando Madrid y Toledo, que son los escenarios donde transcurre parte de la acción. También visité Ciudad de México, aunque esa parte la dejé para otras novelas. Con todo ese material, me encerré a investigar. La investigación comenzó en 2011 y terminó en 2012. En 2013 me dediqué a escribir la novela, pensando en una mezcla entre thriller y novela histórica. Cuando la terminé en el verano del 2014, la envié a todas las editoriales que conocía, incluyendo Penguin. Había hablado antes con Penguin y con el editor, ya que éramos amigos, y él estaba muy interesado en la novela. Le conté de qué trataba Gonzalo Eltesch. La envié a Penguin, Planeta, Ediciones B, que en ese entonces también estaba funcionando, y a Norma, que también estaba en operación. De todas las editoriales que mencioné, recibí una respuesta positiva. Todas me ofrecieron adelantos, habiendo trabajado en editorial, no entendía por qué me ofrecían un adelanto tan largo. Incluso, recuerdo el informe de lectura de Penguin decía: «Esta novela o le va bien o es un fenómeno». Entonces empezaron a hacerme ofertas, y de repente la competencia quedó entre Planeta y Penguin Random House, lo cual fue muy raro. Me sentía como un best seller gringo. Sin agentes, sin nada. Finalmente, Planeta igualó el adelanto de Penguin, pero ofreció algo que Penguin no podía: un contrato para republicar de inmediato mis otros libros que habían salido entre medio. Rescatarían El horror de Berkoff, que había sido publicado por una editorial independiente, y publicarían una versión revisada de El número Kaifman, que se llamó El verbo Kaifman. Además, el libro saldría de inmediato en Argentina y México, algo que Penguin no pudo ofrecer. Por eso me fui con Planeta, para la tristeza de mi amigo Gonzalo Eltesch. El libro salió en agosto de 2014 y fue un éxito; sigue siendo la novela chilena más exitosa de los últimos diez años. Evidentemente, hay novelas exitosas en los últimos tiempos, pero ninguna ha alcanzado el nivel de rapidez con que se vendió Logia, que ha estado más de un año en el top 3 del ranking. Es, sin duda, mi libro más vendido y exitoso comercialmente; de alguna manera, sostiene y eleva el resto de mis obras. Sin embargo, en mis libros posteriores, no he logrado ni el 10% del impacto masivo que tuvo Logia.

¿A qué crees que se debe ese éxito?

El éxito de Logia se debió, en gran parte, al boca a boca. El libro conectó con un tipo de lector que se estaba formando en esa época, educado, de alguna manera, por las novelas de Dan Brown. Además, salió en un momento adecuado, en medio del boom del misterio histórico. Su nombre, Logia, es muy misterioso porque sugiere muchas cosas sin revelar nada. Así que creo que fue una suma de factores que contribuyó a su éxito. También influyó el hecho de que la editorial se arriesgó al apostar fuertemente por Logia. De alguna manera, fue el libro que desencadenó una corriente de revisionismo histórico a través de las historias secretas. Al año siguiente de su publicación, aparecieron obras como La Historia Secreta de Chile de Jorge Baradit, Código Chile de Basso, y muchas otras novelas que tomaron la apuesta iniciada con Logia.

El género combina elementos de thriller y narrativa histórica ¿Cómo lo definirías?

Es un thriller de misterios históricos que incorpora elementos de novela histórica, ya que incluye capítulos ambientados en el pasado. Otro factor que contribuyó al éxito del libro es que gustó mucho a los libreros, quienes empezaron a recomendarlo con entusiasmo. Cuando logras ganar el apoyo de los libreros, realmente conquistas el corazón del mundo literario.

Después de un tiempo en el que el sector literario parecía un poco apagado, surgió un nuevo movimiento con nuevos lectores. Además, el componente que traía el estilo de Dan Brown, con ese tipo de historias intrigantes, también ayudó a atraer a más personas a la lectura ¿Cómo describirías la relación de tu novela con el estilo de Dan Brown?

Claro, es como un Dan Brown ambientado en Chile. La historia se desarrolla en varias partes del mundo, pero el tercer acto transcurre en Santiago. Lo que algunos lectores comentan es que, mientras leían novelas ambientadas en lugares como Londres, París, Milán o Roma, aquí podían ver esas mismas emociones e intrigas reflejadas en las calles de Santiago.

¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Comienzas con una historia, partes con personajes, locaciones o estilos, géneros? ¿Cuál es tu punto de partida al escribir?

Depende del proyecto, pero generalmente comienzo con un tema, como una excusa narrativa. Por ejemplo, la novela que estoy escribiendo actualmente se centra en un thriller policial vinculado a la mitología prehispánica. A partir de ese plot, empiezo a diseñar la trama: decido dónde se ambienta la historia y qué tipo de novela será. En este caso, será una novela de crímenes con elementos de terror, pero más orientada hacia el terror psicológico. Cuando tengo el tema definido, empiezo a bosquejar los personajes. Identificar quién será el narrador, quién el personaje principal ¿quién es? Desarrollar una breve biografía para cada uno, incluyendo aspectos como la edad, gustos, origen y familia. Con esta información, trabajo en el conflicto central, que considero clave para la historia. Elaboro una línea que trata cómo comienza el personaje, cómo evoluciona y cómo se resuelve el conflicto de la novela. Después de eso, tiendo a escribir un resumen detallado de la historia, que generalmente abarca unas 20 páginas, donde básicamente registro los beats, todo lo que va sucediendo, y es en esta etapa donde me puedo demorar más, ya que se trata de un proceso que requiere tiempo. Antes lo hacía en cuadernos y notas, pero ahora trabajo directamente en el computador, organizando mis archivos. Una vez que tengo los personajes perfilados, comienzo la escritura en orden: Capítulo 1, capítulo 2, capítulo 3, y así sucesivamente. Aunque a veces realizo cambios y mover algún capítulo, esta es la estructura que sigo. Antes solía lanzarme a la piscina, comenzando a escribir sin un plan claro, inventando los nombres de los personajes sobre la marcha y desarrollando sus vidas más adelante. Sin embargo, he aprendido que es mucho más efectivo tener el esqueleto completo de la historia antes de empezar a escribir.

Mencionaste que el éxito de Logia te ha permitido dedicarte al 100% a la literatura y vivir de ella, algo que es bastante inusual en Chile, donde pocos escritores logran hacerlo, incluso aquellos que son exitosos. ¿Cómo percibes el panorama literario en Chile? ¿Qué crees que falta para que otros escritores, que enfrentan dificultades, puedan avanzar en sus carreras? Es evidente que hay muchos escritores talentosos y, sin embargo, pocos lectores en comparación. ¿Cuál es tu visión sobre la situación actual de la literatura en el país?

Lo que realmente me permitió es vivir de la escritura, no solo de la literatura. Es decir, dejé mi trabajo estable como periodista y editor en una oficina para dedicarme a escribir desde casa. Esto implica no solo la creación de novelas, sino también la escritura de guiones, la realización de asesorías literarias y la participación en charlas. Por tanto, vivo del trabajo de la escritura. Si bien, Logia y Mocha Dick son dos libros que me brindaron cifras envidiables para cualquier autor y que, si no fuera yo, probablemente tendría envidia de esas cifras, esto me proporciona un colchón de tranquilidad. No es mucho, pero es una base que siempre puedo seguir incrementando, aunque también puede disminuir. Hay meses en los que surgen proyectos y otros en los que no. Me permite estar ahí.

En cuanto al panorama actual, cada vez es más difícil para los escritores. El ecosistema del libro ha cambiado. La presencia de dos grandes grupos editoriales, como Planeta y Penguin Random House, en lugar de varias editoriales pequeñas, lo que a su vez ha dado lugar a un aumento de editoriales independientes, de todo tipo. Esto significa que se están publicando muchos más libros en Chile, lo que hace que la competencia sea feroz y que los lectores se enfrenten a una oferta abrumadora.

Es muy difícil para un escritor que están empezando, y esto es una realidad innegable, lograr el éxito narrativo que tuvieron personajes destacados en los últimos 20 años, como Fuguet, Pablo Simonetti, Carla Guelfenbein, Gonzalo Contreras, Hernán Rivera Letelier y Ampuero. Detrás de ellos vienen escritores como Baradit, yo mismo y Francisco Solar, entre otros. De hecho, considero que mi generación, que termina de alguna manera con Francisco Solar, es la última generación de escritores chilenos que podrá vivir de la literatura en Chile. La competencia es feroz y hoy se publican más libros que lectores disponibles. En Chile hay más lectores de lo que la gente piensa, pero en el fondo no es que hayan pocos lectores, lo que ocurre es que la población total es relativamente pequeña. Ese es el problema. Esto limita la cantidad de lectores en comparación con países más grandes. Por ejemplo, Argentina tiene una población cuatro veces mayor que la nuestra, pero curiosamente, su porcentaje de lectores es menor que el de Chile. A pesar de que en términos absolutos tenemos menos lectores, la proporción en Chile es más alta debido a nuestra reducida población. Actualmente, se publica mucho y la proliferación de autores significa que, mientras antes 20 libros podían capturar la atención del público, hoy esa atención se reparte entre 200 o 300, lo que afecta las cifras de ventas. Además, los gustos han cambiado en los últimos 10 años. Hoy en día, son principalmente las mujeres, especialmente las lectoras jóvenes, quienes marcan las tendencias literarias y deciden qué se compra en Chile. Esto ha llevado a que se lean mucho más autores extranjeros que chilenos. Antes había un equilibrio en el que se leía a autores chilenos siempre hubo un equilibrio, pero en Chile se leía más autores chilenos en ficción sí, estaba J.K. Rowling, Dan Brown, Stephen King, John Grisham pero siempre había un Simonetti, un Hernán Rivera Letelier, un Gonzalo Contreras. Hoy en día no hay eso, hoy día la literatura se ha transformado en un espacio donde predominan grandes productos y apuestas internacionales, como Alas de Sangre, un libro que fue creado por encargo y desarrollado casi como una serie de Netflix. Se realizó por medio de un comité: alguien identificó las tendencias actuales, como la moda de los romances y la fantasía, y decidió mezclar ambos géneros para crear un tipo de Top Gun con dragones y una heroína con características específicas. Participé en una masterclass donde explicaron el proceso de creación de este libro. La autora, una bestseller profesional, tenía carrera con novelizaciones de películas, fue contratada específicamente para el proyecto. Le proporcionaron pautas generales, escribió un capítulo y lo enviaba a la editora, quien lo editaba al instante. Ese enfoque se asemeja más al trabajo en series de televisión, algo que no ocurre en Chile, ni en Latinoamérica. Aquí, la mayoría de los escritores se dedican a la ficción literaria, y la ficción comercial es menos frecuente. Eso plantea un desafío considerable, y escribir se convierte en una verdadera pasión. Los escritores seguirán escribiendo y enfrentando desafíos, pero la situación es complicada. Es fundamental combinar la escritura con otras actividades, como el periodismo, la colaboración en proyectos, la realización de talleres y las charlas. Todos hemos adoptado este enfoque. Existen varios autores que son mentores en este camino; yo mismo he participado en varios talleres literarios. Puedo mencionar a Poli Délano, en cuanto con quien trabajé en cuentos en la SECH; Antonio Skármeta, en 1994; y los talleres de Henry Schovell, que se llevaron a cabo con Antonio hasta septiembre, cuando se fue de viaje y los terminó Darío Osses, junto a Marco Antonio de la Parra. También tuve la oportunidad de asistir a talleres con Carlos Cerda y Carlos Franz, quienes son excelentes talleristas, así como con Sergio Gómez y Fuguet. Estos autores me formaron y son cercanos a mí. En mi generación, hay compañeros como Jorge Baradit, Álvaro Bisama, Carlos Basso, Alberto Rojas, Mike Wilson, Fran Solar y Marcelo Leonart, Nona Fernández. Es valioso contar con este grupo que avanza en paralelo, y esa conexión es importante para el desarrollo de cada uno.

¿Qué opina del fenómeno de Benjamin Labatut, un exitazo internacional?

Tengo una historia con él. Conocí a Benjamín en la revista Muy Interesante, él entró a colaborar a esa revista y de hecho, escribimos varios artículos juntos. Compartimos intereses comunes como la ciencia, el misterio y la historia. Seguimos en contacto, y cuando terminó su primer libro de cuentos, La Antártica empieza aquí, me llamó para decirme que tenía un manuscrito listo. Yo llevé ese libro de cuentos a Andrea Viu de Alfaguara y le recomendé que le echara un vistazo. Le dije: “Andrea, échale una mirada a este libro porque está bueno”. Así fue como Andrea tomó el libro, que se convirtió en el primer libro de Labatut. Benjamín es un hombre profesional y serio en lo que hace. Es tímido y de pocas palabras, pero tiene una carrera envidiable. Lo que ha logrado es admirable. Personalmente, no lo recuerdo del todo, pero lo comparo, con distancia, con Bolaño. Es un autor que mezcla de manera muy raro, sus libros son una mezcla de ficción y no ficción. Sus libros son fascinantes y tienen esa cualidad que los convierte en inclasificables. Entiendo por qué han tenido tanto éxito, sobre todo en el mundo anglosajón; es algo parecido a lo que me pasa con las películas de Christopher Nolan. Tienen esa aura de identidad artística, pero al mismo tiempo son comerciales, hay pocos autores que tienen ese don, como Labatut, Mariana Enríquez y sería, el resto o son comerciales o ficción literaria.

Cuéntanos sobre tu taller literario que vas a impartir ahora.

Comienza en un par de semanas. Este taller es diferente, ya que no quería hacer un taller literario tradicional, porque hay muchos por ahí y tampoco quería trabajar con personas que recién están empezando; he trabajado mucho con gente que está empezando. Hay un vacío en el proceso de terminar proyectos, tanto en literatura como en guiones de novela gráfica. Al hablar de «terminar», me refiero a cerrar el último capítulo y decidir qué hacer con el libro anterior: cómo venderlo, cómo presentarlo a una editorial y cómo lograr que un editor te lea. No es necesario enviar el manuscrito completo; es fundamental aprender a resumir en cinco líneas sin recurrir a la inteligencia artificial. Este taller está diseñado para enseñar a terminar proyectos, de ahí que se llame Cómo echar el anillo en el monte del destino.

Taller “Cómo terminar un proyecto”

6 sesiones semanales los martes, a las 18.30 hrs, a partir del 22 de octubre.

Las clases serán presenciales en el Centro Cultural Espacio Bustamante.

Organizan: Espacio Bustamante y Todocine
Coordinador: Daniel Olave M.
Colabora: Plaza Espectáculos

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