Entrevista a protagonista de “El Castigo” Antonia Zegers: “Esta película ha sido un trabajo muy poderoso y gozoso para mi”

Por Galia Bogolasky

Entrevistamos a la reconocida actriz chilena, quien protagoniza junto a Néstor Cantillana y Catalina Saavedra, la película de Matías Bize, que sigue a una pareja en tiempo real, mientras atraviesan el drama de haber perdido a su hijo en el bosque.

Ana (Zegers) y Mateo (Cantillana) buscan desesperadamente a su hijo que se les ha perdido en un frondoso bosque junto a la carretera. Mientras comienza a anochecer y aún con la ayuda de la policía siguen sin poder encontrar al pequeño Lucas (Urbina) que parece haber sido tragado por este hermoso pero amenazante bosque. El suspenso por la búsqueda de su hijo y la intriga de si logrará aparecer, lleva a Ana y Mateo a replantearse su amor, sus vidas y sus propios roles en la familia. La película transcurre en tiempo real, elemento que suma tensión a la angustia de la pareja de padres quienes han perdido a su hijo.

Esto fue lo que Antonia Zegers nos contó acerca de esta película chilena que ha tenido un gran reconocimiento.

¿Cómo fue esta experiencia de filmar El Castigo con Matías Bize en este formato de gran plano secuencia en el sur de Chile?

La primera película que yo hice con Matías fue un plano secuencia hace 20 años que se llamaba Sábado, éramos las dos unos nenecillos y nenecillas. Fue un ejercicio cinematográfico que me propuso, pero también fue una manera de conocer a Matías y él siempre se pone desafíos técnicos muchas veces. Es super bonito, porque se trata de entrar en la matriz de él y sus obsesiones también, en cuanto al lenguaje cinematográfico. Siempre su sistema ha sido ensayar mucho, cuando no es plano secuencia también. Las escenas se descubren en el espacio de ensayo, que es muy parecido al oficio del teatro. De hecho, Matías es un director que le gusta mucho el teatro. Yo siempre le digo que Matías es dos personas; es una persona mientras se ensaya y es otra persona en el set. El espacio de ensayo es un espacio de gran libertad, de gran colaboración, donde siempre cambiamos cosas e investigamos. Yo soy una persona bastante libre para crear. Siempre movemos las escenas del lugar original y yo sé que en el ensayo es donde uno le va a sacar todo el lustre, porque después, en el set, hay que hacer el lugar al que se llegó. Ahí Matías es muy riguroso y muy hermético. No es un director que esté como en el set buscando, sino que en el set se lleva lo que se encontró en el ensayo. Con El Castigo ensayamos mucho, por dos razones; uno, porque estuvimos dos veces antes a punto de hacerla y tuvimos que detenernos por la pandemia, porque venían estos encierros obligados y de los que uno no se podía eximir. La primera vez que la íbamos a hacer era en marzo del 2020, ya habíamos ensayado, habíamos hecho trabajo de mesa, teníamos, supuestamente, la película ya corregida, con cosas borradas y agregadas, un trabajo muy minucioso que hicimos Néstor, Matías y yo, de mesa, y se paró. Luego, quedó para abril del 2021 y estábamos en las mismas y vino ese parón de abril, pero nuevamente habíamos tomado el texto, habíamos hecho muchas correcciones y habíamos dicho “¡Qué bueno que no la hicimos antes!”, porque ahora sí, cómo no habíamos visto esto y esto del guion, y, nuevamente, nos pararon. Cuando la hicimos en octubre, volvimos a hacer el mismo trabajo y volvimos a agradecer haber tenido ese tiempo. Yo me pregunto qué pasaría con los trabajos en los que uno no ha tenido tanto tiempo si uno sí lo tuviera. Yo creo que el resultado es un guion, pasado por nosotros, por Néstor y por mí, de una manera ya enraizada, con una familiaridad y con una cantidad de trabajo que hacía que fuera muy natural que ese guion apareciera desde nosotros. No era algo que había que remar, sino que ya estaba. Era un camino conocido, era un camino que había que abrir, no buscar. Eso yo lo agradezco mucho, porque la verdad es que El Castigo es un trabajo actoral bastante desafiante y el hecho de que sea un plano secuencia es que no hay errores. Los errores se tienen que convertir en virtudes, rápidamente, que es lo que pasa en el teatro. Pero el guion estaba tan enraizado y el vínculo de esta pareja, que ya está bastante hecha mierda, está tan real, que ya todo pasó de manera orgánica y natural. Fue un hito hacer ese recorrido todas las veces que lo hicimos.

No puedo llegar a imaginar cómo debe haber sido para ti sostener ese peso dramático de estar prácticamente con la cámara encima durante toda la película. Entendiendo que hubo todos esos ensayos y que bueno que estuvieron todas esas instancias, qué fuerte debe haber sido repasar esa historia tantas veces…

Yo decía que era una subida al Everest diaria. Por lo menos en el plano emocional. Yo sentía un gran goce de poder destapar ese tema, que tiene que ver con la ambivalencia del sentimiento de la maternidad. Ese es un sentimiento que no ha tenido ningún grado de cuestionamiento, a pesar de todo lo que ha cambiado el rol social de las mujeres, cómo ha cambiado nuestra estructura, nuestra manera de organizarnos. Hoy día hay presidentas, y el rol de la maternidad sigue ahí, intacto. Si uno va a entrar al mundo, tiene que entrar, pero el otro rol no se cuestiona. No se cuestiona cómo nos reorganizamos para tener hijos o hijas. Eso es lo que está haciendo, es que ya la gente joven no quiere tener hijos, porque no se ha replanteado el tema.

Sobre el tema de la maternidad, el rol que han tenido las mujeres en el último tiempo y que el tema de la maternidad sigue ahí, siendo un tema que no se aborda de esa manera. No se habla desde la no maternidad ¿Cómo abordar este tema tan complejo y del que no se habla?

Ella está en una soledad abismante con respecto a sus emociones. Quizás todo su transitar, de ser madre habría sido menos doloroso si hubiera sido menos solo. Ella es una mujer que tiene un marido que llega todos los días en la tarde, hace lo que le corresponde, los fines de semana, como dice él. Pero ella tiene un sentimiento dentro que no es sacable, ni siquiera con otras mujeres. Esa soledad y ese espacio tan escondido de ese sentimiento, hace que salga de muy mala manera. Uno aspiraría a que sea posible habitar esa ambivalencia, hablar de esa ambivalencia para poder alivianarla un poco. Todos sabemos que cuando tenemos algo adentro, en la medida que lo compartimos, que lo abrimos, se achica. Nos encontramos con otras personas que sienten cosas parecidas y eso da alivio, entonces empiezas a dejar de juzgar tus sentimientos y eso da alivio. Hay un montón de vehículos para que una historia como la de esa mujer, de Ana, sea menos dolorosa y menos radical como sale, porque sale de una manera tremendamente radical y que rompe todo.

Me imagino que para ti, como actriz, además siendo madre, debe ser muy complejo pensar en la madre, sin juzgarla por la forma en que castiga a su hijo y tratar de ponerse en su lugar ¿Cómo es para ti salirte de tu rol de madre?

Yo me salgo de mi rol no solo como madre, sino que como ser humano, trabajo por medio. Me toca habitar los bajos fondos bastante. Ha sido un ejercicio muy bonito que me ofrece mi profesión, a propósito del fenómeno de la empatía, habitar el lugar del otro, por distinto, por espantoso que me parezca. Habitar humanidades que uno, en general, solo juzga. En ese sentido, es super saludable este trabajo, si tú lo haces sin juzgar, sin defenderlo. Hace mucho tiempo, yo creo que casi nunca, pero sobre todo desde que soy una actriz más madura, he tenido la intención de nunca de defender a nadie en mi personaje. Yo no defiendo personajes, yo no defiendo ni la bondad, ni las buenas intenciones, ni juzgo las malas, sino que simplemente es entrar en la piel y habitar una piel que tiene circunstancia distinta, que tiene psicología distinta, que tiene matrices afectivas distintas, que tiene madre y tiene padres distintos. Poder habitar ese lugar, sin ponerle juicios, sobre todo morales, es un tremendo ejercicio para habitar ser un ser humano en nuestro mundo.

¿Crees que por la temática y por la forma en que fue filmada la película, es uno de los trabajos más duros y emocionales que te ha tocado en el cine?

Nunca me ha gustado el ranking, quizás cuando tenga 80 me dedique a hacer uno si es que me queda memoria. Los cariños son distintos. Son distintos los desafíos, son distintos los enganches con los personajes. Este ha sido, sin duda, un trabajo bien poderoso de mi carrera. Muy poderoso. Ha sido muy poderoso y movedor internamente, pero al mismo tiempo, tiene esa paradoja que tiene mi trabajo, que ha sido muy gozoso, tanto por el vínculo con Matías, con Néstor y con la Cata Saavedra, y con todo el equipo, pero esos son con los que yo pivotaba más intensamente, y con Gabriel Díaz, que es el que hacía la cámara. Al final decíamos que increíble cómo estamos bailando, podríamos ir a bailar tango después de esto, porque era un baile entre él, entre esa parte de la narración y la nuestra. Eso me gustó mucho de este trabajo también, que se rompió esa barrera de los que hacen la escena y los que la miran. Eso viene del teatro, está el escenario y los espectadores. En el cine y en la tele igual, están los que hacen la escena y los que la miran. La miren de donde la miren, siempre hay una especie de velo entre esos dos mundos. Siempre todo se dispone para ver algo que está ocurriendo, pero aquí nos enredamos. Ellos entraban en la escena y nosotros entrábamos a su trabajo. Nos corrompimos, mutuamente, en un punto. Era muy potente cuando terminaba la toma, porque estábamos todos, valga la redundancia, tomados y tomadas por la historia. Nos abrazábamos después, que es lo que pasa en el escenario, cuando uno hace una obra de teatro, lo que levantamos todos y todas juntos. Qué potente fue, pero juntos. No había gente atrás mirando o al frente mirando o al lado mirando. Había gente adentro de la escena y eso fue super potente para todo el equipo.

Sobre tu relación con Néstor Cantillana, que ya han trabajado mucho juntos, también con el Podcast de Spotify Caso 63. Haciendo tantos trabajos juntos hace tiempo, ya tienen esa dinámica de trabajo y complicidad especial. ¿Cómo fue trabajar juntos en este drama de esta pareja?

No siempre es tan fácil y no siempre uno tiene la sensación de sentirse protegida y acogida por un compañero o compañera de trabajo. Hay veces que hay que remarla más sola. Y no es malo, son distintas situaciones. A Néstor lo conozco hace tantos años, y es un compañero de una generosidad que la primera vez que yo vi la película, me acuerdo que se lo dije a Matías, le dije qué bonito lo que se generó entre los dos y qué generoso es Néstor, qué generosos fuimos, los dos, en contenernos, en sostenernos, en este transitar tan amargo que era el de una pareja tan desavenida. Es una persona en la que tengo una confianza artística absoluta. Es un lugar donde yo me puedo dejar caer. Es un compañero muy generoso.

¿Cuál fue el mayor desafío durante todo el proceso?

La verdad es que yo podría decir que el desafío era que la coreografía funcionara, pero la ensayamos tanto, que no tenía dudas de que eso iba a funcionar. Te podría decir que el desafío era que no se nos olvidara el texto, pero la verdad es que lo trabajamos tanto, que el texto salía de manera muy orgánica, como mantequilla de adentro mío, me refiero a blando, fácil. Teníamos tan buena química los tres, con la Cata Saavedra también, que todo ocurría de manera muy natural. Lo que sí, es que era una película que no tiene montaje, entonces se jugaba mucho con el punto de vista, ya que el punto de vista tenía que ser el del rodaje. Qué se mira. Lo hablamos mucho con el Matías, yo le decía: “aquí te juegas la película en el punto de vista”. En qué miras y cuando. No necesariamente tienes que mirar a la persona que está hablando. El qué miras, fue algo que fue cambiando, en los ensayos, y que se fue descubriendo, incluso en tomas. Matías trabaja con Rodrigo Saquel, que es un montajista, con el que hizo Mensajes Privados. Rodrigo Saquel fue al rodaje, y todas las tardes, desde la toma 0 hasta la 7, Matías revisaba la toma con Rodrigo, y él, al día siguiente, antes de la toma 7, nos daba indicaciones de montaje. Ahí van descubriendo la mirada. Entonces, Matías llegaba al día siguiente, después de su visionado con el montajista, y decían: “Aquí es bueno que la mirada se vaya con ese personaje y mire de lejos esta escena, por lo tanto, te aviso, Antonia, que en ese minuto la cámara se va a ir contigo y va a mirar desde ti una escena de Néstor con la Cata”, o “Te aviso Néstor que aquí la cámara se va a venir contigo, entonces necesito que tú des una pausa más larga”. Así fuimos hilvanando, toma a toma, una especie de montaje, que es lo que después se hace en un computador. Entonces, íbamos generando un relato que tiene que ver con una mirada. Además del Everest emocional que había que transitar, íbamos generando ese relato. Nos iban pidiendo pausas, momentos, cuando se elige un plano por sobre el otro, lo íbamos haciendo artesanalmente entre Gabriel y nosotros y toda la cuncuna de personitas que venía detrás de Gabriel. Es alucinante como se hizo, ahora hablando me empiezo a acordar y es alucinante.

Tiene mucho de teatro, de hacerlo de una pasada. Cada función en el teatro sale distinta, aunque estén con los textos exactos y los movimientos en el escenario exacto. ¿Te pasó que se te hizo como un proceso creativo teatral y que cada ensayo fuese distinto al otro?

Yo creo que es muy parecido a la música, en el sentido de que la partitura es siempre la misma, pero la textura, el tiempo, son pequeñas variaciones que pueden cambiar en una partitura fija, porque, de hecho, no podía soltar nada, porque todo se echaba a perder. Todo era un engranaje, como un reloj o como una partitura, pero a los músicos también les pasa, que, tocando las mismas notas, generan una experiencia distinta, porque están vivos, o cómo cambia una misma partitura de un intérprete a otro. Son cosas tan sutiles, que yo creo que es por ahí que iba cambiando una toma a otra y por qué Matías escogió la 6 y no la 5 y no la 7, porque en ninguna hubo un error que descartara la toma. También por imponderables, podría haberse caído un árbol, haberse caído una persona o algo que estropeara la toma y no pasó en ninguna de las 7 tomas.

Pensé que por la locación y por lo solos que estaban ahí en ese espacio. se había hecho a propósito en la pandemia, mientras estaba la cuarentena.

Hay otra cosa muy bonita, porque yo creo que el bosque es un personaje en esta película. Un personaje que tensa la historia, que empuja la historia, que le da el suspenso que necesita a la historia. Matías estaba obsesionado, porque era muy bueno que se fuera oscureciendo en tomas, que fuera oscureciéndose la historia y solo hay luz natural, no hay luz artificial. Fuimos corriendo al horario de partida, porque en las primeras tres tomas no se oscurecía nada, las hicimos como asegurados. Ya en la cuarta, empezamos a correr el horario, y las últimas tres partimos a borde. Se genera eso, que cuando yo la vi en el cine dije: ¡qué bueno es! cómo se va oscureciendo, porque no es nada explícito, pero va poniendo todo más peligroso, que el niño no aparezca, que esté con polera, que se vaya oscureciendo a la vez. Es tan fuerte como un personaje que te está diciendo una información terrible y es tan sutil y tan real

Es impresionante cómo se logra. El final está muy en el atardecer y funciona increíble.

Sí, funciona muy bien eso. Las obsesiones de Matías Bize, que me encanta que sea así. Amo sus obsesiones y el rigor con que las cumple. Es como si se la hubiera impuesto alguien, que si no lo va a castigar mucho. Se propone una obsesión y la cumple como si fuera de vida o muerte, ese desafío. Es muy bonito el rigor que tiene, la capacidad de trabajo y la suavidad al mismo tiempo.

¿El guion fue tal cual? o ¿En algún minuto hiciste alguna modificación?

No, trabajamos mucho el guion. El guion es de Coral Cruz. Sin duda, cuando lo leí, lo encontré un super guion. Pero, nos pasó que, antes de cada vez que íbamos a hacer el rodaje, lo trabajamos y cambiamos muchas cosas. Por eso, yo creo que es tan orgánico como sale ese texto de Néstor, de la Cata y de mí. Porque no nos ajustamos a un guion, sino que ese guion lo ajustamos a nosotros.

Cuando viste la película terminada, ¿Tenías una idea de cómo se iba a ver la película?

Me impresionó mucho la belleza, porque yo no sabía, con una cámara en mano de una hora y 25, si iba a ser como en Sábado que se movía todo el rato, era otra experiencia. También era una película más “joven”. La primera vez que la vi, la vi en el Hoyts y quedé impactada con el personaje del bosque, porque es de una belleza. Creo que el trabajo de Gabriel Díaz es impresionante, porque te olvidas de que es un plano secuencia. Es una película con una foto impecable y hermosa. Esa mezcla entre lo tremendo y lo hermoso, lo que genera la belleza frente a los escenarios terribles, es muy jodido, porque uno igual se seduce. A pesar de que es terrible lo que estás viendo, es bello, genera una ambivalencia en el espectador o espectadora que es muy exquisita de habitar, por lo menos para mí.

Respecto al tema de fondo de la película, de esta madre que castiga a su hijo y se pierde. ¿Te han comentado sobre la temática o lo fuerte que puede ser para una madre?

Es muy potente, porque muchas mujeres, demasiadas quizás, me han dicho, de distintas formas, no con la misma reacción, y esta es mi reacción para lo que me han dicho muchas mujeres; “Yo nunca he llegado a ese extremo, pero entiendo esa sensación”. No vamos a spoilear, porque creo que el final es muy potente, no saber de qué va, pero también refiriéndose a eso; “Yo no llego al extremo de ser ella, pero yo si entiendo ese sentimiento”. Yo creo que eso es muy potente, porque sentirse acompañado en una emoción es sanador, humanamente sanador. Tiene que ver con los espacios de terapia psicológica. Cuando tú te sientes acompañada, que alguien te comprende y si alguien, más encima, ha sentido algo parecido a ti, eso es muy sanador. No es solo como ser dos y sufrir juntas. Es como un alivio, no soy yo. Saber que son cosas que le pasan a más gente y la gente sigue viviendo, es como saber que esto se puede sentir. Esto que es tan malo o terrible, se puede sentir y se puede mover del lugar en el que estoy y quizás, con el tiempo, me voy a ir adaptando, un montón de cosas que hubieran sido un gran alivio para esa mujer, si es que ella lo hubiera podido hablar naturalmente, con su pareja, con sus amigas, con las mamitas del colegio. Por eso, yo creo que es bonito lo que pasa con ciertas cosas del arte que son muy catárticas, en el sentido de que ponen el tema y hacen que un montón de gente no se sienta sola. Generar una conversación es un alivio para un montón de gente, porque la verdad es que la sociedad y todo el mundo es muy juzgador y hace que uno también sea muy juzgador con uno mismo o una misma. Eso es muy jodido, porque empieza a agrandar las propias oscuridades, de maneras muy insanas. Todas las ambivalencias son posibles de sentir, todas. Las ambivalencias emocionales, no solo con respecto a este tema, a todos los temas. La ambivalencia es condición humana. Sentimos oscuridad. Pero cuando nos da miedo ese sentimiento, cuando nosotros mismos juzgamos ese sentimiento y lo tratamos de esconder, empieza a germinar una semilla en una oscuridad que no manejamos.

¿Qué le podrías decir a la gente para invitarla a ver El Castigo?

Lo primero, decir que las políticas culturales son chacales con el cine chileno. Cuando entramos a salas, competimos con Harry Potter y los anillos, entonces, si no hacemos un número x, las películas se van. Creo que ver El Castigo en cine es una tremenda experiencia. Yo la viví así, a diferencia de verlo en un computador, y es infinitamente mejor, porque el personaje del bosque es potente, la dimensión de los personajes en relación a ese bosque hermoso del sur de Chile es tan bonito, es tan potente verla en el cine, que lo primero que hago es invitarlos a todos y a todas a moverse, e ir al cine ya, porque si no la sacan. Yo creo que es una película que genera mucha empatía. Es una película de suspenso, por lo tanto, es una película entretenida de ver, porque hay un factor que es que un niño se perdió y que es super relevante para la trama, porque estamos todos metidos. Es una película que genera una conversación muy potente y muy bonita. Yo creo que es muy necesaria y que todas y todos van a agradecer esa conversación de después.

Por último, ¿nos puedes adelantar algo de tus futuros proyectos?

Estoy a punto de estrenar un monólogo en la Católica, que dirige Alfredo Castro, que se llama Girls & Boys. Es un monólogo de un dramaturgo inglés que se llama Dennis Kelly. Es primera vez que hago un monólogo. Es dirigida por uno de los actores que más admiro y adoro de nuestro país. Lo estrenamos el 10 de noviembre en el Teatro de la Católica y están todas y todos invitados. A mí me gusta mucho.

 FICHA TÉCNICA

Título: “El Castigo”

Género: Drama.

Duración: 86 min.

País: Chile/ Argentina.

Año: 2022.

Formato: DCP.

Casa Productora: CENECA PRODUCCIONES

Coproductores: LEYENDA

Dirigida por: Matías Bize

Escrita por: Coral Cruz

Producida por: Adrián Solar

Elenco: Antonia Zegers, Néstor Cantillana, Catalina Saavedra, Yair Juri,

Santiago Urbina

Dirección de Fotografía: Gabriel Díaz

Dirección de Arte: Sebastián Olivari

Diseño de Sonido: Martín Grignaschi

Distribuye: Market Chile

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