Entrevista a protagonista y directora de “La memoria infinita” Paulina Urrutia y Maite Alberdi: “es una película muy luminosa”

Por Javier Salah

En pleno estreno en salas chilenas, Maite Alberdi y Paulina Urrutia relatan los desafíos de filmar La memoria infinita, los momentos de dudas y el éxito que ha tenido la cinta a nivel nacional e internacional. Ambas aclaran que no es una película para sufrir, sino que “es sobre una historia de amor”, dice la directora.

En medio de lo caótico e invernales de estos días de agosto, donde todo pareciera estar concentrado en las lluvias de gran parte del país, en el encuentro con Maite Alberdi y Paulina Urrutia abunda la tranquilidad.

Ambas están en plena promoción del documental que el jueves 24 de agosto llegó a los cines nacionales y que ya tuvo un exitoso paso por festivales como Sundance, donde ganó el Gran Premio del Jurado. Esta es una colaboración entre varias partes: la productora de Alberdi, Micromundo Films, Fábula y la distribución de Market Chile y MTV Documentary. A su estreno en Estados Unidos, el pasado 11 de agosto, se suma que acaba de ser confirmada como la apuesta de la Academia de Cine de Chile para competir en los Goya como Mejor Película Iberoamericana.

Esta intensa campaña de promoción, previa al arribo en salas chilenas se cruza con el duelo de Paulina. El 19 de mayo pasado, Augusto Góngora, periodista y personaje clave en las comunicaciones de nuestro país, precursor del área cultural de TVN y su pareja desde fines de los 90, murió tras casi diez años de convivir con el Alzheimer.

A pesar de los intensos y turbulentos últimos meses, Paulina Urrutia, actriz, gestora cultural y ex ministra de las Culturas, responde cada pregunta de esta extensa jornada como si fuera la primera: acogedora y sonriente, a ratos emocionada, pero siempre calmada y reflexiva.

“Lo único que te podría decir es que estoy segura de que Augusto está feliz, está agradecido. Si hubiera visto la película, solamente habría felicitado a Maite. Y eso es muy bonito porque es cómo escriben los dos en esta película y el resultado que tienen. Es muy emocionante porque está el relato de Augusto, pero sin lugar a dudas está la mano, la creatividad y el talento de Maite para contar esta historia”, dice Paulina a modo de introducción.

Este es el quinto largometraje documental de Maite Alberdi. En la última década, la directora ha recibido cada vez más elogios y premios por su trabajo con obras como El salvavidas (2011), La once (2024), Los niños (2016) y El agente topo (2020), que recibió una nominación al Oscar como Mejor Largometraje Documental.

La memoria infinita narra la historia de Augusto Góngora y Paulina Urrutia. Ambas aclaran que no es un documental sobre la enfermedad que padeció Góngora los últimos ocho años, sino que es un registro de la relación de ambos y cómo convivieron con el Alzheimer.

Sobre esto, Paulina siente que “el trabajo de Maite refleja muy bien nuestro cotidiano. Que no es de solo sentarnos a conversar, sino que estar en un diálogo permanente en todas las cosas que hacíamos y un poco cómo nos fuimos convirtiendo de a poquito de dos en una sola alma que compartíamos cosas todos los días”.

¿Qué dificultades presentó el proceso?

Maite: Lo que se ve es lo que hay, o sea, no hay ninguna situación más terrible, delicada, complicada que yo dijera que el público no va a aguantar ver esto. Creo que ahí la realidad está planteada tal cual es. Tienen días o noches difíciles y al día siguiente Augusto puede amanecer bailando o más cansado y se conecta, y tiene un súper buen día. O, a veces, varios buenos días y dos noches malas. Creo que como pasa en muchas enfermedades, hay muchas situaciones delicadas en que nada es negro o blanco. Si uno tiene que medir y hacer un balance, ante todo es una buena vida y es un lindo cotidiano, a mí me encantaba estar ahí. Es una buena pregunta para romper el miedo de la audiencia con esta película, es decir, no es una película sobre una enfermedad, es una película sobre una historia de amor que se construye a lo largo del tiempo, que se liga con la historia de Chile y la memoria emotiva de muchas personas en nuestro país y que representan la realidad tal cual es: con días buenos y días malos, pero el balance es positivo.

Paulina, ¿Cómo fue la decisión de realizar este documental?

Yo no tuve nada que ver en esto, yo no decidí hacer la película. Fue Augusto el que decidió hacer la película desde el primer momento. Maite le propuso hacer la película y Augusto dijo “perfecto, me parece muy bien”. Fueron precisamente los hijos de Augusto, los amigos de Augusto y yo en particular quien específicamente me negué hasta el final.

En el 2018, Augusto Góngora contó en la Revista Sábado su enfermedad. Luego, Maite contactó a Paulina, tras haberse conocido en una actividad académica y les propuso filmar. Sobre cómo vivieron el registro y grabar su día a día, Paulina dice que Augusto nunca tuvo conflicto con la cámara: “dio una entrevista e hizo pública su enfermedad. Y eso no quiere decir que tenía un afán de exhibicionista, sino que era la coherencia de su vida. Siempre fue un hombre público que retrató todos los momentos más difíciles en dictadura, que además se metió en toda la creación durante la democracia. Y este último capítulo de su vida también era digno de ser representado. Su última causa. Se ve a ese hombre que frente a las cámaras siempre estaba muy cómodo”.

En cuanto a su rol de persona pública y reconocida carrera en teatro y televisión, la actriz dice que “yo respondía con la naturaleza de mi oficio. Estaba la cámara y, como cualquier actriz, yo me olvidaba que estaba ahí. Entonces, es un registro muy honesto, espontáneo, sin ningún propósito más que acompañar a Augusto y a Maite en el gran objetivo de hacer su película”.

Fuera de foco

Para Maite Alberdi, el rodaje presentó varios desafíos. Llevaba dos años grabando este documental cuando llegó la pandemia: “al principio pareció ser una enemiga, pero al final la obstrucción también fue un gran aporte y un gran regalo porque fueron imágenes que yo jamás habría podido filmar. Por mucho que yo tuviera todo el acceso, jamás habría podido estar ahí a las dos de la mañana filmando. Y más allá de la hora, también hay cosas que solo una pareja puede grabar cuando están solos, como un modo de hablar, de relacionarse, que tiene que ver con una intimidad muy, muy profunda. Entonces, descubrí imágenes, que, como documentalista, si bien trato de desaparecer y de ser invisible, hay cosas a las que jamás iba a tener acceso, y ese es el don que tiene esta película. Creo que ellos también nos regalan muchas imágenes de su intimidad. No soy solo yo compartiendo lo que viví, sino que ellos mismos”.

De este periodo, Paulina agrega: “para mí eso fue una gran compañía, en esos años que fueron muy duros no solamente para nosotros, sino que para el mundo. Entonces, Maite se convirtió en una compañía y una testigo de lo que vivíamos diariamente. Y parte creo que de la honestidad y de la factura que tiene ese material es que yo solamente ponía la cámara y apretaba play, según yo a foco, pero bueno… estaba todo desenfocado porque tenía presbicia”, dice entre risas. “Eso te demuestra que nunca revisé el material porque nunca pensé que iba a ser parte de la película, entonces, ahí es donde se ve no solo la calidad, como profesional de la Maite y su genio y su talento, sino que la calidad de persona que es. Porque, finalmente, esta es la edición, el cuidado, el respeto y por sobre todo el cariño hacia nosotros, lo que hace que esta película tenga la profundidad que tiene”, reflexiona.

En La memoria infinita, Alberdi se enfrentó a dinámicas con las que no había trabajado, como ocupar imágenes de archivo, grabar a personajes públicos y un estilo de cámara que no había mostrado en sus películas anteriores: “Los documentales siempre son bastante de soltar el control. Uno entra en un abismo que es totalmente distinto al de la ficción donde va y graba lo que dice el plan de rodaje y el guion. Acá vas a vivir un guion que no sabe para dónde va a ir y hay que ir adaptándose”.

Sobre los aprendizajes que le dejó este proyecto, cuenta: “yo no te puedo decir, mira, aprendí que de ahora en adelante siempre le voy a mandar cámara a mi personaje porque el nivel de intimidad es perfecto. No. Solo ellos se podían grabar a sí mismos porque Paulina, por muy desenfocada que estuviera su cámara, sabe dónde ponerla, entiende qué es una cámara, hay una relación de ellos dos con la cámara que, por primera vez, no le tengo que explicar a alguien qué es. Augusto, en mi primera pregunta, sabía lo que era un documental, sabía lo que implicaba”, recuerda.

Alberdi confidencia, además, que “era muy raro estar viendo algo que era mío, pero yo no había filmado. Entonces, ¿era o no era mío? He estado muy preocupada siempre de la perfección de las imágenes. El mejor piropo que me pueden hacer es decirme “oye, ¿es ficción o documental?, ¿Qué es esto, una película o no? ¿Se aprendieron los textos?”. Acá nadie nos ha preguntado si es ficción o documental. Y tiene que ver con el desenfoque de la cámara de Paulina, con los archivos, con un montón de cosas que hacen que esa imagen tenga un nivel de verdad que yo nunca había tenido. Entonces, también aprendí algo importante sobre las imágenes en el cine, que al final lo más importante es la emoción y la verdad. Y estas imágenes a las que yo accedía, las veía sin pensar que iban a ser parte de la película, sino que era un diario pandémico entre nosotras, donde ella me mandaba las imágenes».

En plenas restricciones y cuarentenas, Paulina le enviaba a Maite una tarjeta de memoria con los videos en una moto, luego la documentalista las revisaba y le hacía comentarios: “me ponía al día, le mandaba unos audios sobre lo que había visto, pero no diciéndole que dirigiera esto o lo otro. Era solo como compartir lo que estábamos viviendo en pandemia. Era como una cámara de correspondencia”, cuenta Alberdi.

Y reflexiona: “yo creo que lo que siempre he sabido y que me corrobora esta película es que cada persona tiene su manera de representarse. Augusto Góngora solo se podía representar desde el archivo y desde su entrevista del pasado, porque yo no lo podía entrevistar hoy con la misma elocuencia. Entonces, necesitaba esos materiales que yo no suelo usar. Nunca iba a entender la dimensión de ese amor en el presente, de ese dolor en el presente si no iba al pasado. Creo que entendí que cada personaje te va avisando cuál es la mejor forma”.

Paulina señala que cada vez que ve la película se fija en Augusto: “Me quedo pegada. No he sido capaz aun de verme a mí”, y reconoce que la primera vez que vio el documental se preguntaba cómo Maite pudo poner esas “imágenes horrorosas” fuera de foco. Es la película menos Maite de Maite que conocíamos y la película más Maite que yo he visto de ella”.

Sobre la memoria y lo infinito

Maite dice que filmar La memoria infinita fue un regalo, porque fue “encontrarme con ellos de casualidad y ver la relación que tenían. Es una película con la que aprendí muchas cosas que tienen que ver con cómo el cuerpo recuerda. Es una película que nos enseña mucho sobre lo que queda, muchas cosas que nunca olvidas, como Augusto con sus amigos, su amor, el dolor. Y eso nos va llevando al pasado”.

“Se cruzan los tiempos y una de las cosas que también permanecen en Augusto es la música”, dice Alberdi. Y agrega: “en sus ganas de bailar que las tiene hasta el final y acá siempre digo que es una creación colectiva donde, es la música que ellos escuchaban, pero también la música que muchos escuchamos a lo largo de nuestra vida en Latinoamérica, que son íconos de canciones románticas en que artistas que yo admiro. Les mandé la película para que la vieran y ellos hicieran sus interpretaciones de esas canciones, entonces, también es lindo pensar que es una película muy colectiva. Desde que filma Paulina, filma Augusto, filmo yo. Distintos músicos cantan y componen, y es un relato que se va armando por piezas de todos nosotros”.

A propósito de esto, Paulina destaca las dos visiones de este documental y que “fue muy impresionante ver el talento de Maite, que fue capaz de recobrar y de hacer el ejercicio de memoria de este hombre en su relato profesional y de sentido de vida tan conectado con la memoria de este país, con la construcción, además, como un agente activo en el desarrollo artístico cultural. Y ver al mismo tiempo la mano de Maite, una documentalista contemporánea. Ahí están esos dos relatos, esos dos creadores haciendo esta obra maestra del cine chileno. Es muy impresionante el cruce de esas dos generaciones”.

Paulina se siente contenta con el estreno: “Lo vivo como un verdadero regalo de sentir que Augusto está más vivo que nunca. Que las funciones gratuitas se agotan. Que esta película la podrán ver en todas las regiones del país. Que su relato y discurso llega en un año tan importante donde se conmemoran los 50 años del Golpe de Estado. Donde todos tenemos la oportunidad de hacer un ejercicio de memoria. Como dice Augusto en la película, desde esa memoria emotiva de lo que nosotros como pueblo vivimos y de lo importante que es la memoria para recobrar la verdad, para no ocultar la verdad, para no negarla. Y, al mismo tiempo, en ese ejercicio de reconocernos a través de algo que tanto él amó que es el cine. De ver la capacidad transformadora del cine, de que la gente se reconozca, se vea en esta pequeña historia de amor y pueda comprender que es un ejercicio que todos tenemos que hacer para reencontrarnos y reconciliarnos con nuestro pasado”.

Hay conversaciones muy lúcidas que se desarrollan con mucha profundidad. ¿Cómo planteaste los temas con Augusto?

Paulina: Era algo totalmente natural ¿Qué más profundo que el ejercicio permanente de comunicarnos? Y el ejercicio permanente de comunicarnos con una persona con las dificultades que tenía Augusto, tenían que ver con cómo nos podíamos reconocer en cada cosa que hablábamos y esas cosas tan profundas. En el fondo, son cosas existenciales, son cosas de la vida. Y, al mismo tiempo, eso “profundo” son lo más sencillo que se me ocurría para conversar con él. Siempre era un ejercicio permanente de conectarse y conectarnos con su memoria, con lo que él era capaz de recordar y de percibir de lo que estábamos viviendo. De hecho, creo que en la película aparece que yo le digo “¿De qué quieres hablar?” Era un juego permanente con él. “¿De qué quieres hablar?, ¿por qué tienes tanto sueño?, ¿Qué hacemos?”. Nunca puse un tema, iban saliendo.

A pesar de lo espontáneo, llegan a diálogos sobre la muerte o el valor de la amistad.

Paulina: Es que esos eran nuestros temas, era lo que estaba en nuestra de cabeza, era lo que estábamos viviendo. Si una sociedad no se olvida de la muerte no trata de evitarla, sino que sabe y comprende que estamos enfrentados tarde o temprano a la enfermedad y a la muerte, recuperaríamos cierto sentido de vida. Eso profundo es algo sensible, es algo que todos nos debiéramos preguntar, ¿por qué estamos aquí? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Qué nos importa, qué cosas nos gustan, qué cosas no, qué cosa quisiera hacer, qué cosas no quiero hacer más. Son cosas profundas, pero al mismo tiempo super sencillas cuando uno está buscando el sentido de la vida.

Finalmente, sobre las aprensiones que podría tener el público con el documental, Paulina dice que “no hay que tener miedo, no hay que pensar que van a ir a ver una película para sufrir. Es una película que es muy luminosa. Es una película muy generosa, porque además no está centrada en nosotros dos; también revisa, a partir de nosotros, la historia del país. Y eso es muy bonito porque permite justamente reconocerse y enfrentar también las dificultades sin miedo. Yo creo que todos vivimos cosas difíciles en la vida y la gracia es enfrentarlas, salir adelante y seguir viviendo”.

FICHA TÉCNICA
Título: La memoria infinita
Duración: 84 minutos.
Directora: Maite Alberdi.
Productores: Maite Alberdi, Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín, Rocío Jadue.
Productores Ejecutivos: Marcela Santibáñez, Daniela Sandoval, Nicholas Hooper H., Julie Goldman, Christopher Clements, Rebecca Linchtenfeld, Chandra Reese.
Montaje: Carolina Siraqyan.
Director de Fotografía: Pablo Valdés.
Sonido Directo: Juan Carlos Maldonado.
Música Original: Miguel Miranda & José Miguel Tobar.
Financiado por: Fondo Audiovisual CAIA-Chile-, CORFO-Chile.
Producida por Micromundo y Fabula.
Distribuida mundialmente por MTV Documentary Films, y en Chile por Market Chile

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