Entrevista al autor de “El Jardin Rojo” Sebastián Alonso: “Entre todas las historias hacemos memoria”

Por Ignacio Rubio

En El Jardín Rojo, el cineasta y escritor Sebastián Alonso da forma a una novela profundamente atravesada por la memoria, el afecto y la violencia estructural hacia las disidencias sexuales y de género en Chile. Lo que comenzó como un proyecto audiovisual inspirado en el testimonio de Paloma, una mujer trans de más de 70 años que falleció tras un ataque de odio, terminó convirtiéndose en una obra literaria que entrelaza voces, vínculos y resistencias.

En esta entrevista, el autor habla del proceso creativo detrás del libro, sus referentes literarios y la importancia de narrar desde la memoria travesti sin caer en la pornomiseria. Porque, como él mismo dice: “contar nuestras historias también puede ser un acto de amor colectivo”.

¿Cómo fue el proceso de investigación, primero? Para poder crear esta narrativa, estas historias de la Suzuki, de la Marta, de la Maribel.

La vuelta fue bien poco convencional, porque yo me encontraba haciendo una investigación para un proyecto de tesis, allá por el 2015, más o menos, ya que soy cineasta. Estábamos trabajando en un cortometraje que trataba precisamente sobre una chica trans. En él actúa Kasandra Romanini. El caso incluso está en la web y todo eso. La historia giraba, principalmente, en torno a una familia que ella empezaba a formar con una amiga que vivía en la calle. Desde ese enfoque, me di cuenta de que no había muchas referencias audiovisuales sobre estos temas, así que empecé a hacer una breve investigación sobre familias travestis o trans. En ese proceso comencé a encontrarme con personas adultas, especialmente, en ese tiempo, con Paloma, una mujer trans de más de 70 años, cuyo testimonio nunca había sido muy considerado.

Entonces se me ocurrió hacer una obra audiovisual sobre ella, lo que debe haber sido a comienzos de 2018. Sin embargo, sufrió un ataque de odio y, a raíz de eso, falleció. Como todas esas conversaciones quedaron inconclusas, decidí continuar con la investigación y empecé a contactar a más personas, ojalá dentro del mismo rango etario, para conocer cómo habían sobrellevado los años de dictadura y cómo había sido la relación fraternal entre ellas. Y así, más o menos, fue naciendo este libro. Surgió principalmente desde la oralidad travesti que fui recogiendo. Porque, obviamente, yo también pertenezco a un círculo de amigas muy cercanas que están en el ámbito travesti-trans, pero son mucho más jóvenes. Por eso, para mí era muy importante en este momento tener ese tipo de historias: las que abrieron camino. Y no solo para las personas travestis y trans, sino para toda la comunidad.

¿Cómo construiste tus personajes a partir de esta realidad marginal de la dictadura o a partir de la marginalidad?

Si bien todo esto se sitúa dentro de los márgenes de la marginalidad, valga la redundancia, intenté no profundizar demasiado en ese aspecto para que no se transformara en una forma de pornomiseria. Siento que la pornomiseria, si bien va un poco de la mano, o la miseria en general, con las comunidades y disidencias, por razones obvias (porque han sido desplazadas del sistema tradicional), no era algo que quisiera enfatizar. Justamente porque muchas producciones u obras tienden a recaer en eso. Por lo mismo, quise darle un poco más de dignidad, llamémoslo así, a ese «estatus», y desde ahí comenzar a trabajar el tema.

Tampoco quise utilizar muchas palabras que reforzaran la victimización. Intenté hacerlo de forma consciente, porque creo que inconscientemente una igual tiende a irse hacia ese lugar: el del «pobrecita de mí» o ese tipo de relato. Muchas de las historias que escuchaba venían también con esa carga emocional muy fuerte, que me tocaba profundamente. Entonces se activaba todo un proceso de autodestrucción que es muy real, sin duda, pero al menos en este momento, yo no quería que eso compitiera con el protagonismo de la historia en sí. Lo que realmente me interesaba destacar era el tema de la familia, de los vínculos. Eso era lo que yo quería abordar con más profundidad.

¿Qué fue lo que te llevó a decir: «aquí parto a escribir esta novela»?

Un dato que se me había olvidado es que en toda esta investigación, cuando no pude concretar el proyecto visual con la Paloma, la idea de retratar su vida, se me ocurrió hacer un proyecto audiovisual de ficción. Así fue como todo empezó a cuajar. Comencé a construir personajes, porque muchas de las personas que conocí tenían historias muy similares. No sé si llamarlas estereotipos, pero sí compartían ciertas decisiones o trayectorias que las iban conectando.

Así fui armando a los personajes, tomando elementos de muchas historias de chicas que, por un lado u otro, se parecían. Ese proceso terminó transformándose en un guion de largometraje. Obviamente, presenté el proyecto a un Fondo Audiovisual, ya sea para desarrollo, investigación o lo que fuera. Pero al tratarse de un proyecto sobre disidencias, dictadura, y esos temas, las respuestas eran negativas una tras otra.

Llegó un punto en que dije: necesito que esto salga de alguna manera, que se transforme en un objeto. Y ahí decidí novelizarlo. Fue entonces cuando el proyecto se dividió un poco: la película, que también se llama El Jardín Rojo, y el libro empezaron a tomar caminos distintos. Son muy hermanas, tienen los mismos personajes y todo eso, pero claramente siguieron sendas separadas. Así que fue en ese momento, ya en plena pandemia, cuando pensé: “Pucha, quién sabe cuánto va a durar esto”. Y ahí fue cuando decidí que era el momento de sentarme y enfocarme en bajarlo todo. Así fue como la historia terminó convirtiéndose en la novela que es hoy. Es muy difícil que un proyecto de disidencia, dictadura, que sea ficción, también pueda conseguir recursos, porque obviamente son producciones más caras.

¿Por qué es difícil? ¿Solo por un tema de fondos o tú crees que hay otro motivo detrás?

Es principalmente cosa de fondos, porque se necesita un gran equipo que presente una propuesta visual para que se pueda postular a los fondos, y que los fondos estén un poco más convencidos de que hay algo detrás. Así que ahora la película está formando un currículum, yendo a laboratorios, participando de encuentros, de guion, de pre producciones, de mercados internacionales, como para ir también generando un poco más de ruido, y poder generar también colaboraciones con otros países, y ahí cuando ya haya un grupo más o menos unido, se postula al fondo audiovisual. Pero está en camino igual, tal vez se va a demorar un poquitito más, pero está, es mi intención. Me encanta, me encanta. Yo creo que para quienes nos enamoramos de la novela, ver la luz de esas producciones audiovisuales es algo que esperamos. Algo que hace ilusión también.

¿Hay algunos simbolismos en el lenguaje que tomó la novela durante toda la historia era super cercano y parte de nuestra comunidad? Pienso, por ejemplo, en los palabreos o esas palabras que están en nuestro lenguaje casi cotidiano en nuestra comunidad y la forma en que se trataban la Suzuki y la Maribel.

Te voy a decir un secreto, que en realidad es la primera vez que lo digo, pero la primera vez que lo verbalizo. Yo creo que se basa profundamente en la amistad con mi mejor amigo. Yo creo que tenemos muy ese vínculo de que nos vamos a apoyar siempre. Yo creo que igual cuando uno va generando comunidad, y se va generando como sus cercanías, va logrando eso. Este cariño incondicional, y este cuidado también, porque viene mucho desde la fraternidad, mucho desde el querer proteger, y finalmente yo creo que desde ahí viene toda esta necesidad. Todos los vínculos en general. Mi familia también es muy importante, así que yo creo que también por eso yo creo que el foco siempre va a ser como al menos este lado fraternal y familiar. Más que nada la familia que uno se crea. Como los vínculos que uno va formando con el tiempo, más que el tema sanguíneo. Así que como por ahí un poco van estos códigos, siento yo.

¿Cómo dialoga tu obra con la tradición de voces disidentes como Pedro Lemebel o Claudia Rodríguez, entre otras?

Con el tiempo he ido haciendo un poco más las paces desde mi lugar. Si bien hoy me considero un gay cis, siempre tuve muchas dudas sobre si debía retratar esta historia o no, y sobre cuánto podía profundizar. Pero finalmente fueron mis propias amigas travestis quienes me impulsaron, diciéndome: “Hay que cortar con esto de cerrarnos las puertas dentro de la misma comunidad para contar nuestras historias, porque todos pertenecemos a la disidencia”.

Así que empecé a reconciliarme con eso y a darme el valor para hablar más abiertamente sobre estos temas. Por un lado, Pedro es un referente muy, muy importante, pero no es el único. También lo son Claudia Rodríguez, Esther Margaritas (quien escribió el prólogo), Pablo Sutherland, José Fernando Casas, y otros referentes latinoamericanos como Coppi, Néstor Perlongher, Camila Sosa, entre otros. Siento que siempre intento hacer guiños a sus obras o incluso a personajes que he visto, porque hay un romanticismo hacia esa literatura. Me gusta pensar que eso puede llevar al lector a querer conocer más cosas similares. Nunca pretendo ser absolutista; al contrario, intento establecer un diálogo. No sé si lo logro, pero al menos lo intento. Supongo que el lector tendría que decirme si funciona.

Algunos artistas disidentes piensan que la cultura disidente fue mutilada. ¿Compartes este pensamiento?

Hoy en día siento que hay muchas cosas que se fueron comercializando. Siento que al menos la visión que tenía la gente hacia la comunidad travesti trans como que se fue volviendo un poco clínico, porque ahora las referencias son como las drag de RuPaul, estas cosas de reality show que por ahí, claro, es parte de la comunidad, uno lo consume y todo eso, pero no es la realidad. Así que siento que por ese lado sí se podría haber mutilado, porque muchas cosas que fueron vendidas al sistema, y siento que la disidencia por definición siempre va a ser una contracultura.

¿Cómo se representa lo trans, en la nueva narrativa chilena?

Yo siento que cada vez está teniendo más voz y más importancia y más visibilidad. Ahí en la práctica no sabría decirte si es tan así, no sé cómo finalmente se podría estar viendo desde afuera, pero yo sí estoy viendo ser partícipe de muchos más foros, de estar en conversaciones que yo creo que hace unos, incluso antes de la pandemia que no era tan así, como amigos trabajando también temáticas audiovisuales en relación a lo travesti trans, así que yo creo que está mucho más presente, así que obvio. Y en la medida en que también van surgiendo todos estos discursos de odio, está constante amenaza de que la derecha o la ultraderecha que puede salir finalmente al gobierno, como está tan de moda hoy en día, obviamente igual siento que mueve algo en nosotros como para que también sigamos como viendo y haciendo visible como todas estas disidencias.

¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Hubo alguna metodología? ¿Elegiste alguna rutina que te ayudó?

Como era pandemia, siento que tal vez pude armar una rutina un poquito más ordenada. Como el hecho de sentarme, escribir, después darme un espacio para descansar, después volver a interactuar con lo que había escrito, y en ese juego obviamente me iba encontrando con cosas que me iban agradando, con cosas que le iba encontrando sentido en este proceso. No sé si soy lento para escribir o si todos más o menos funcionan igual, pero yo me ponía muy contento cuando avanzaba en un día completo tres páginas.

Para mí había sido un muy buen día, pero aún así, al día siguiente podía volver a leer y reescribirlas completas. Más o menos así fue mi proceso, escribiendo y releyendo, no fue de una tirada, para nada. Porque también quería también hacer honor a todas estas historias, que de repente me faltaba algo y como que me urgía a reescribir. Fue un poco torpe, porque igual yo no vengo desde la literatura, vengo desde el audiovisual, así que fue un ejercicio como de prueba y error.

¿Cómo fue pasar del audiovisual a lo escrito? ¿Cómo cambiaste esta historia?

Sí, siempre me gustó la escritura. Siempre trabajé muy bien desde la investigación, haciendo asesorías o asistencias en distintos ámbitos, así que tampoco fue tan extraño para mí sentarme a escribir. Lo que sí fue extraño fue tener una autonomía total, porque en el mundo audiovisual todo es muy comunitario. Siempre hay voces opinando: “¡Oye, podríamos hacer esto, esto otro…!”, y uno va corrigiendo en conjunto. En cambio, ahora todo vino solamente desde mí. Eso también implica una presión, porque uno quiere que el resultado sea bueno, le tiene mucho cariño a lo que está haciendo y también desea que ese cariño se traduzca en el texto. Por eso, fue un proceso un poco tortuoso.

¿Cómo navegamos para visibilizar la violencia de la dictadura pero también poner en un valor histórico la presencia de las personas trans en El Jardín Rojo?

Siento que lamentablemente, sobre todo si uno quiere tratar con los traumas y la violencia, como que siento que es inherente al estado de ser disidente. No conozco historias de disidencias ni siquiera de personas de mi edad que no hayan pasado por violencias o penas, simplemente por ser quienes son. Así que si vamos a trabajar con la memoria, creo que siempre hay que tener claro que una se va a enfrentar a eso. La cuestión es cómo se quiere enfocar.

En esta historia, creo que era muy difícil, en realidad no hablar de la violencia como violencia, y no retratar las cosas tal como son, con todos sus matices negativos. Porque si bien, desde mi perspectiva, el trasfondo del libro es muy positivo, habla de la unión, del afecto, inevitablemente aparecen todos estos otros temas que vienen a intentar destruir eso. Y ahí está la tensión que quise mostrar. 

Sin que nadie se percate la Cynthia se da media vuelta camina hacia la puerta y sale del burdel con el eco de la música pisando sus talones. ¿Con qué mensaje esperas que se quede al lector?

Yo también tengo una un amor-odio con ese final. Porque finalmente Cynthia es la que cierra la puerta y se va y se va con un prejuicio. Y este prejuicio es todo lo que pasa acá o todo lo que pasó como que no es para mí y no es bueno. Y se va. Por mucho que yo haya intentado justificar muy bien todo lo que ocurrió, que siempre va a existir esta dualidad en el final. ¿Es buena decisión que se haya ido es mala decisión que se haya ido? ¿Cuestionamos o no cuestionamos lo que ocurrió? Así que yo creo que en base a eso me gustaría que existiera esta dualidad en el que ojalá que hayan algunos que no les guste este final ojalá que haya algunos que sí les guste. Pero aún así es un final, eso significa que muchas cosas ocurrieron, muchas decisiones se tomaron y esta es una de ellas no más.

¿Qué mensaje te gustaría dar?

Mi mensaje sería que la gente no tuviera miedo finalmente en escribir, en contar sus historias. Las historias son importantes. Entre todas las historias hacemos memoria y yo creo que finalmente para que el futuro sea mejor y mucho más bondadoso o esperanzador yo creo que finalmente uno tiene que trabajar con eso. No dejar de lado todas las cosas malas que ocurrieron porque en base a eso vamos aprendiendo. Al menos esa es mi visión. Para mí la memoria es algo extremadamente importante en mi trabajo y en lo que voy a continuar haciendo.

Te digo como de infidencia nomás, en el momento en que yo hice la investigación como que surgió mucha información de muchos lados así que este libro se transformó finalmente en una trilogía de historias en tres historias distintas así que son tres libros. Este es El Jardín Rojo que trata de esto de lo que se habló acá.

El segundo libro habla sobre todo lo que ocurrió en Santiago y sobre el bossa nova de la tía Carlina y el tercero habla sobre todo este submundo travesti que había en Valparaíso y de las chicas que trabajaban inyectándoles silicona a las demás como las travestis y también trata el tema de la travesti de Peña Blanca y como que se va como toda la quinta región así que se bifurcó en tres lados así que voy a seguir tratando la memoria, de alguna manera, eso es importante para mí.

FICHA TÉCNICA:

Título: El Jardín Rojo

Editorial: Invertido Ediciones 

Autor: Sebastian Alonso 

Año: 2025 

N° de páginas: 582

 

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