Por Jorge Letelier
Con sede en Toscana, Italia, el Workcenter of Jerzy Grotowski and Thomas Richards lleva 33 años desarrollando un trabajo formativo que recoge la última etapa creativa del maestro polaco Jerzy Grotowski (fallecido en 1999). Justamente quien fuera su principal asistente, Richards, lidera este proyecto en que investigan, realizan workshops y giras en distintos lugares del mundo, centrados en el concepto arte como vehículo, proceso de búsqueda espiritual hacia la interioridad del ser humano, que investiga tradiciones bajo una práctica performativa.
Dentro del Workcenter of Jerzy Grotowski and Thomas Richards, en 2016 fue creado el Workcenter Studio in Residence, un elenco estable que reúne a siete actores de distintas nacionalidades, que trabajan textos dramáticos en español y que investigan cantos tradicionales de Latinoamérica. Con este equipo fueron invitados a Chile para realizar por primera vez una gira por Santiago, Antofagasta e Iquique (antes habían hecho workshops en 2012 y 2016), para presentar el unipersonal Gravedad, protagonizado por el actor chileno Alonso Abarzúa, además de charlas y workshops para estudiantes de teatro. Gravedad ya se presentó en el Teatro de la Universidad Mayor, en Santiago; en el Teatro Pedro de la Barra de Antofagasta y este fin de semana estará en el Salón Tarapacá de Iquique (15 y 16 de junio).
La idea del arte como vehículo es la quinta y última etapa del proceso de investigación que realizó Grotowski en su trabajo profesional, cuando ya estaba alejado de una concepción convencional del teatro. Es una práctica basada en las acciones físicas del actor/actriz, y que Grotowski orientó hacia la mente, emoción y cuerpo del performer dentro de lo que llamó “objetividad del ritual”.
Después de la última función de Gravedad en Santiago, Richards conversó con Culturizarte respecto a la naturaleza de su trabajo.
¿Cómo se puede definir hoy el concepto de arte como vehículo?
El término arte como vehículo lo utilizó Peter Brook para referirse al trabajo de Grotowski. Esto viene del trabajo de antiguos cantos de tradición ritual que no son espectaculares como podemos verlo en el teatro, pero podemos ver que el canto de tradición puede ser una herramienta para despertar la interioridad del ser humano, para experimentar y trabajar con él. Ahora, en el trabajo de cantos de tradición no hay necesariamente una narración, el objetivo es diferente, el objetivo es la persona que lo hace, y el orden de los cantos y acciones se vuelve una especie de escalera energética que los actuantes pueden subir, con energías más densas a energías que son más y más sutiles. Es una especie de trabajo sobre uno mismo a través del arte.
¿En este trabajo sobre los cantos hay un acercamiento desde lo antropológico?
No hay una mirada desde lo antropológico ni tampoco hay reconstrucción de tradiciones rituales. Grotowski estuvo siete años trabajando en Haití donde el canto es muy fuerte, estuvo tanto tiempo que la gente pensaba que era del país y se involucró profundamente con la tradición. Pero su trabajo no se quedó allá y él no intentó reconstruir el vudú con nosotros. Su relación con esa tradición y con otras tradiciones alrededor del mundo fue intentar encontrar las herramientas que pudieran funcionar fuera de la cultura en la que nacieron, que pudieran cruzar culturas. Que puedan funcionar para ti que vienes de acá, para mí que vengo de Nueva York, para alguien de Japón. Es una cosa muy interesante trabajar en esto porque va más allá de los sistemas de creencias, no se te pide que creas en nada, todo se basa en la herramienta y en la capacidad de Grotowski o yo mismo de trabajar con esa herramienta.
¿Cómo nace el proceso formativo del Workcenter?
Es una larga historia que comienza con nuestras intenciones pedagógicas, enseñamos en todo el mundo y nos hemos dado cuenta de que cuando la gente viene a trabajar con nosotros, les pedimos que preparen su mejor trabajo, una performance en miniatura. Y ellos nos vienen a enseñar que, si eres una mujer, haces Antígona, y si eres un hombre, a Hamlet. Eso es muy extraño, es como si algo faltara. ¿Qué está faltando? La pregunta es ¿Por qué? ¿Por qué hago lo que estoy haciendo?
¿Y qué es lo que ellos están haciendo?
Esta es una pregunta tan importante en el teatro, porque es tan fácil tomar decisiones mecánicas o superficiales. Por esta razón en nuestros encuentros pedagógicos decidimos cambiar nuestra aproximación y encontrarnos con cada persona individualmente, aunque eso signifique hablar con esa persona por horas para encontrar en cada uno ese volcán creativo. Ese volcán, una vez que lo hemos encontrado, puede ser un tema para ti y otro diferente para otra persona, pero nuestra tarea es que se encuentre con nuestro conocimiento. Esto, que lo aprendí de mi maestro Grotowski, está basado en diferentes aspectos de nuestro oficio: acciones físicas, la línea del actor, tiempo/ritmo, análisis dramatúrgico, construcción de una historia, etc.
Me imagino que a los talleres vienen actores de formaciones muy diversas.
Sé que los estilos existen y que hay diferentes estéticas, pero eso no es lo fundamental para mí, porque puede haber muchas, pero al final se trata de si está bien hecho o está mal hecho. Como audiencia yo no necesito una historia necesariamente, pero necesito algo que justifique, para que ponga mi percepción en ello. Por ejemplo, estaba en Italia y fue alguien de México haciendo esta cosa posdramática, la no historia, muy estético, donde movía los brazos, aunque no hay razón para moverlos. Sobre él había una proyección en video en una pantalla en blanco. No hay una razón para ello y ese es el problema. A veces la estética puede ser una excusa para el no pensamiento y el no trabajo. Como si cualquier cosa fuera arte y no todo es arte. No necesitamos imitar las estéticas de nuestros grandes maestros, ya sean Stanislavski o Grotowski. Stanislavski dijo que lo arbitrario es enemigo del arte, lo que nosotros debemos aprender es el gran conocimiento que hay en ellos, no copiarlos.
¿Cuánto duran estos talleres?
Los talleres pueden ser de cinco días hasta cuatro semanas. Nos hemos encontrado con muchos actores por todo el mundo, ellos son interesantes como individuos y utilizan estos talleres como una escuela. Hay actores chilenos que hecho tres, cuatro, cinco workshops. Alonso Abarzúa, el actor de Gravedad, hizo tres talleres en 2016 y ahora está en dos obras, Gravedad y otra en español que se llama Sin fronteras, que está adaptada de Beben, del chileno Guillermo Calderón. No lo hemos presentado aún en Chile, pero sí en España y México.
¿Cómo se origina tu venida a Chile?
Hay otra actriz chilena, Gisela Villalobos, quien es del norte. Ha hecho varios workshops, de dos a cuatro semanas, y había algo que estaba creciendo en su trabajo. Volvió a Iquique y pensó: “si voy a estudiar con un maestro en el exterior, ahora tengo que traer al maestro a Iquique”. Así, se ganó un Fondart regional para financiar nuestras presentaciones y workshops para trabajar con actores en Iquique. A partir de esto se desató una especie de ola, porque la gente conoció nuestro trabajo y quisieron aprovechar nuestra presencia acá. Y surgió el apoyo de la Compañía de Teatro en Tiempos de guerra, en Antofagasta, y el Teatro de la Universidad Mayor, en Santiago para presentarnos en esas ciudades. Lo usual es que estas cosas surjan desde Santiago, pero este proyecto emanó desde Iquique.
Relatos polifónicos sobre el exilio
Gravedad es un unipersonal que habla de cómo el exilio se convierte en un espacio mental y simbólico, que se reconstruye desde los recuerdos y la fragmentación. El actor Alonso Abarzúa personifica a un hijo, un tío abuelo, un hermano, el narrador y otros personajes, cuyos diálogos se entrecruzan en una especie de mosaico polifónico donde desde la voz y el recorrido físico recupera aspectos de la identidad nacional, a través de recuerdos de exiliados chilenos en Suecia.
Luego de sus presentaciones en Chile, el Workcenter of Jerzy Grotowski and Thomas Richards estará del 1 al 7 de julio desarrollando varias actividades en el Théâtre de la Ville, en París, donde presentarán Gravedad y Sin fronteras, entre otras obras.
En Gravedad eligieron una historia muy identificada con Chile como es el exilio.
Creo que es un trabajo muy seductor desde un sentido muy teatral. Porque uno de los aspectos del teatro es contar una historia, lo que nos lleva a una realidad que no conocemos, pero que es tan específica que podemos probarla. Yo no soy chileno, pero sé que cuando Alonso está en los detalles de los personajes que aparecen, estoy siendo llevado a una pequeña esquina de Chile y digo: “¡es así!”. Somos llevados, de alguna manera, al microcosmos de una familia a la que la vida le ha sido rota porque la dictadura ha creado un exilio, en Suecia, y esto hace que nazca la pregunta: ¿Dónde está mi hogar?
¿Cómo llegan a adaptar la pieza de Calderón, Beben?
Comenzamos con dos actores, Alonso Abarzúa y Lynda Mebtouche, quienes ingresaron a los talleres en 2016. Era la primera vez que yo trabajaba con este grupo y empecé a ver propuestas sobre lo que querían trabajar. Uno de ellos fue el monólogo del personaje de Ana en Beben, hecho por Lynda, que es francesa pero que ha vivido varios años en Chile. Y era muy divertido. Era muy interesante la manera de confrontar qué significa ayudar a otro ser humano, y cómo el querer ayudar tiene diferentes intenciones. Fue muy divertido porque cuando ella quiso ayudar a otros para el terremoto de 2010 está ahí por ego, por la importancia que ella misma da a su acto. Yo no conocía la pieza y les dije: “tomen un fragmento y trabajen sobre él”, y era tan divertido que dijimos: “intentémoslo”. Es la primera vez que dentro del taller trabajo a un autor contemporáneo. Empieza de una manera muy realista, teatralmente, y poco a poco entramos en un mundo grotesco-cómico, donde los cantos de tradición se vuelven muy importantes. Así vamos al subconsciente de los personajes y ellos intentan resolver los conflictos que tienen. Es una pieza muy fascinante y espero volver pronto con ella.
La venida de Thomas Richards y de los miembros del Workcenter a Chile se realiza gracias a la invitación del Encuentro FormArte Iquique (proyecto financiado por el Ministerio de la Cultura y las Artes – Fondart Regional Tarapacá 2019) y el apoyo de la Fondazione Teatro della Toscana (Italia). La realización de las diferentes actividades impartidas por el Workcenter en Chile es posible gracias a un trabajo colaborativo entre el Encuentro FormArte Iquique, la Corporación Praxis Escénica, la Compañía Teatro en Tiempos de Guerra de Antofagasta, el Centro Cultural Estación Antofagasta, la Universidad Mayor y el Teatro de la Memoria.