Por Victoria Abaroa
La reciente instalación de Máximo Corvalán-Pincheira se podría pensar como el final de una trilogía inspirada en los 50 años del Golpe de Estado. El primer paso de la conmemoración fue Hacer Agua, que se expuso de diciembre 2022 hasta septiembre 2023 en el Centro Cultural la Moneda, una obra mediante la cual el artista tapió una antigua puerta en el hall central del edificio, que había sido diseñada para conectar el Centro Cultural a La Moneda. De ella brotaban pequeños chorros de agua, que fluía hasta un estanque en la base de la puerta.
En abril de este mismo año, inauguró Tejado de Vidrio, expuesta hasta agosto en el MAC Quinta Normal, que consideró la reproducción del tragaluz presente en el techo, en forma de una islilla, suspendida en el aire, que sostenía un pequeño ecosistema en su superficie. Esta segunda obra también incluía la presencia de agua, que en este caso goteaba desde la reproducción del tejado de vidrio hacia un receptáculo instalado debajo de la estructura. Ésta, a su vez, circulaba de nuevo, por medio de una manguera, para regar las plantas ubicadas en la plataforma.
Finalmente, con la obra OÍR-RÍO se concluye la trilogía con una extensa construcción que se toma el hall central del Museo Nacional de Bellas Artes, que se instala como una arteria del Río Mapocho, adyacente al Museo, para conmemorar a los muertos de la dictadura que fueron lanzados al río Mapocho.
¿Siempre trabajaste haciendo instalaciones?
No, yo pintaba mucho entre los 6 y 16 años, cuando vivía en México. Cuando llegué a Chile, entré al Arcis pintando, y fue en la carrera que empecé a descubrir un montón de otras posibilidades expansivas. La instalación es el lugar donde yo me siento más cómodo para contar lo que tengo que decir. Además, creo que tiene muchas posibilidades de lectura.
Este año, a causa del aniversario de los 50 años, presentaste tres obras distintas en diferentes espacios expositivos. ¿Todas las obras fueron pensadas en conjunto?
Esto se lleva trabajando desde hace alrededor de un año, pero creo que es como pensar en una antología: uno tiene un imaginario que va trabajando y los proyectos van apareciendo uno tras otro, no es que partas de cero. De hecho, uno podría entender todas estas obras, incluso, desde el inicio de mi carrera, como una especie de antología, en la que voy contando pequeños relatos, que arman un cuerpo mayor. Además, las obras siempre van mutando, por el hecho de que están hechas para un lugar específico evidentemente cambian. Por ejemplo, en Hacer Agua cuando me pasaron el lugar, yo escogí hacer la obra en la puerta. Lo mismo me pasó en Tejado de vidrio, con la idea de reproducir la lucarna, que estaba tapiada hasta antes de que armara la instalación. Que la luz entrara por ese lugar después de tantos años era muy simbólico. Además que se veía un poco la precariedad del museo, con vidrios rotos. Uno podría dar una lectura también a partir de eso, de un site specific que habla de la fragilidad de nuestros espacios culturales.
¿Esta obra también es site specific?
Yo diría que sí, en el sentido de que por ahí pasó el río. De alguna forma, se toma todo el hall, y está hecha con la intencionalidad de que la obra se camufle un poco en el piso negro del museo. Como si se vistiera de luto y le da importancia al agua, que es terrosa, marrón.
¿Le pusiste algo para que quedara de ese color?
Tiene agua del Mapocho, literalmente, y tiene colorantes no tóxicos.
La obra está inspirada en los cuerpos que se tiraron al río durante la dictadura…
El río Mapocho es el primer lugar donde empiezan a aparecer los cuerpos, y de alguna forma es un poco premonitorio de todo lo que se vendría, de la atrocidad de las muertes. Yo vivo en el barrio Yungay, que está muy cerca del Puente Bulnes, donde se hacían fusilamientos. Los cuerpos de quienes eran asesinados se tiraban ahí mismo, al río. Es bien brutal. Entonces, el río se presenta como una herida que no sutura, y que está ahí, constantemente dando vueltas, como queriendo recordar.
¿La idea de que esta obra durara hasta el 2024 tenía que ver con que el ánimo de los 50 años no terminara con el 2023?
Puede ser leído así, pero es un poco casual también. Se supone que esta muestra debió haber sido inaugurada en septiembre, pero por calendarización, finalmente llegamos a esta fecha. Para mí funcionó bien, porque ha permitido que el conjunto de obras se extendiera por más tiempo. Me parece que eso ahora es particularmente significativo, porque ha sido un año muy cargado con la historia de la dictadura, con mucho negacionismo entre medio.
¿Y tú eres pesimista respecto al futuro del país hoy?
Creo que el futuro de Chile es una construcción. Me parece que retrocedimos mucho con el rechazo de la propuesta Constitucional pasada, pero no soy pesimista, porque creo en la vida. Por eso hago trabajos que tienen que ver con la naturaleza. Como dice, Gilles Clément, que es un paisajista: «la gente que planta cree en la vida”; yo planto y creo que las cosas crecen. Sé que hay que trabajar para eso, claro, y es evidente que el futuro se viene difícil.