Por Matías Pardo
Andrés Durán Dávila es un artista visual nacido en Santiago, Chile, en 1974. Su obra, conformada por fotografía y video, se enfoca en las vicisitudes del entorno urbano y la arquitectura, carrera que estudió en la Universidad Central antes de pasarse a artes visuales en la Universidad Arcis. Estos trabajos le han valido varios Fondart, el primero de ellos en 2001 por la intervención Casa cartel, en la que colocó una fotografía de una casa que se encontraba a los pies de la misma valla publicitaria que utilizó. Así ha seguido por el mismo rumbo con muestras como Monumento editado (2014) e Insular (2024)
Falso Histórico es el nombre de su exposición más reciente, inaugurada el 7 de enero en el Museo de Artes Visuales MAVI UC. En las salas 1 y 2 de dicho espacio, se exhiben una serie de esculturas pequeñas que, aun informes, insinúan figuras solemnes y heroicas. Todas ellas fueron sometidas a rayos X y sus radiografías forman parte de la propuesta visual de Durán, que incluye además una recopilación en video de entrevistas a distintos sujetos vinculados a su proceso creativo y Heroica, una proyección aérea de distintos edificios patrimoniales de Santiago. En el texto curatorial que contextualiza al visitante, el historiador de arte José de Nordenflycht se refiere de esta manera a la visión del artista: “Andrés Durán descubrió que el arte se adelanta a mitigar la curva de obsolescencia material de los objetos y sus soportes, en tanto la memoria se nutre de la ficción para articular un relato que podamos entender en nuestro presente”.
Entrevistamos a Andrés Durán a las afueras de MAVI UC. Esto fue lo que nos contó sobre el germen de su nuevo trabajo, su concepción de la interpretación en el arte y su interés en la ciudad.
Tu obra se titula Falso Histórico, un concepto que tiene que ver con la modificación de la esencia original de un artefacto patrimonial, un monumento. ¿Qué te llamó la atención de él? ¿Cómo surge esta exposición?
El concepto nació después de que yo empezara a trabajar en esto. Fue bonito el encuentro con el título, porque me junté con distintas personas, y una de ellas era Pía Monteverde, fotógrafa del Centro Nacional de Conservación y Restauración. Me mostraba radiografías y otras cosas que habían hecho ellos a piezas arqueológicas, y me decía: “Mira, acá se nota que esta pieza es (sonido inentendible) y esta otra es un falso histórico”. Y yo ahí: “¿Qué es eso?”. Me explicó un poco y encontré que era súper pertinente para el trabajo que venía realizando. Un poco por la idea de esa ficción. Siempre me ha interesado también la ficción. Sentía que partir de un elemento original y empezar a modificarlo, alterarlo, era parte de mi práctica. Acá en este trabajo esta mucho eso del “falso histórico”, esa cosa en que uno no sabe qué es lo original y qué es la modificación. Siempre está ese campo de duda que me gusta mantener.
¿De dónde sientes tú que viene esa pretensión de objetividad y autenticidad, expresada en un relato único e incuestionable, que se deposita sobre la herencia patrimonial?
A mí lo que más me interesa de este modo de análisis, porque está mezclada esta herencia cultural con estos sistemas de análisis de imágenes, que de alguna manera respaldan estos relatos. Pero me interesa mucho cuando hablan de la persona que tiene que leer una radiografía, por ejemplo, de un concepto que se denomina interpretación de densidades radiológicas. Y esa palabra, “interpretación”, me encanta, porque en el fondo lo deja abierto. Es como una lectura. Muchas veces lo entendemos como una cosa muy fija, pero en el fondo hay algo abierto ahí que es solamente una lectura. Creo que eso es lo interesante y muchas veces no lo entendemos así. También hay una cierta manipulación de querer armar unos relatos súper estructurados. Es bonito pensar también en la historia como eso, como muchos relatos que se van entrecruzando.
¿Cuál es la importancia de que exista más de un relato, sobre todo en cuanto a monumentos y artefactos patrimoniales? ¿De qué manera podemos crear nuevos relatos que se ajusten a la realidad actual?
Yo creo que es fundamental que existan una variedad de relatos. Ese relato único, que ni siquiera se puede cuestionar porque ya está sólido, está petrificado de alguna forma, al final siempre nos hace mal. No nos da esa posibilidad de reflexionar y de ver distintos ángulos. Esa es también la importancia de los trabajos artísticos. Más allá de una cosa literal, en que se entienda un mensaje muy claro, está esa posibilidad de expandir lecturas y de la ambigüedad. Siento que últimamente se tiende a tratar de explicar mucho, de modo que todos los trabajos tengan un cierto eslogan. Eso también hace súper mal, porque justamente el potencial del trabajo de arte es ese espacio de ambigüedad, en que no se sabe bien de qué está hablando.
¿Cuándo empezó en tu vida tu interés por el arte y, principalmente, por lo urbano, la idea de la ciudad y sus elementos?
Tengo un tío de parte de mi madre, hermano suyo, que es artista, un pintor chileno súper reconocido que se llama Juan Dávila. Vive en Australia y es parte de la escena avanzada. Con él compartí mucho, tuve la posibilidad de estar en Australia con él, ver su rutina de taller. Creo que ahí hubo claramente un primer acercamiento fuerte a ese proceso creativo. En un primer momento pensé en arquitectura como mi carrera, porque también había una cercanía con el espacio urbano. Me ha tocado por circunstancias de la vida desplazarme mucho por la ciudad, desde vivir mi adolescencia en la Florida, después en otras comunas y estudiar arquitectura camino a San Bernardo. Entonces, siento que mi mapa de Santiago no es Las Condes o Providencia, sino que es muchísimo más amplio. Eso también me despertó una búsqueda de ciertos fenómenos que pasan en la ciudad que para mí son súper atractivos. Dentro de mi práctica es súper habitual estar moviéndome, mirando, y esos son detonantes para después hacer otras cosas. Eso para mí es fundamental.
¿Qué esperas que los espectadores se lleven de tu propuesta? ¿Cuál es la invitación que les haces?
Invitaría a las personas a mirar las imágenes, a tener esa libertad de no estar pendiente de qué es lo que el artista quiso decir, sino más bien de lo que ellos están viendo en las imágenes y qué es lo que aparece en eso. Creo que eso es fundamental y ahí tienen que tener un poder las personas. Si tiene que ver con lo que yo propongo, bien. Si calza en algo, bien, si no, no hay ningún problema. Para eso están los trabajos, para ser leídos. Por supuesto que hay una cierta dirección de parte mía, o sea, hay piezas escultóricas, hay radiografías, se apela a ciertos códigos, pero dentro de ese marco que yo establezco, las personas tienen esa libertad de leer las imágenes y de establecer relaciones personales con ellas. Entonces yo invito a eso, a tener esa confianza de que las miradas de las distintas personas son válidas. Es algo muy sencillo, pero creo que es súper necesario. No es para alargarme, pero también pienso que hoy en día hay una cierta cultura del tutorial.
Un intento de entenderlo todo.
Exacto. No saber, no entender, te sitúa en un espacio que te incomoda. Ese es un buen espacio, esa incomodidad. Creo que hay que aprovecharlo, no hay que sentirlo como un problema, sino que es una oportunidad para ir generando reflexiones. Hoy en día todo es súper fácil, no sabes hacer algo y en vez de craneártelas un poco, vas y buscas la solución al tiro. Es como hacer un crucigrama y estar viendo la página de la solución al tiro. Creo que es importante empoderarse en ese sentido. Yo me relaciono con este trabajo de esta forma y veo este tipo de cosas y eso es importante. Hay que valorarlo también.
Ficha técnica
Exposición «Falso Histórico» del artista Andrés Durán
Museo de Artes Visuales MAVI UC.
José Victorino Lastarria 307, Santiago, Chile
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