Entrevista al autor de “La Oficina del Agua” Simón Ergas: “Fui descubriendo cómo mi madre sigue operando en mi vida, a través de lo que hizo en el mundo”

Por Galia Bogolasky

Entrevistamos al autor de esta alucinante novela distópica, donde la sequía se ha apoderado del territorio. El poder sobre el agua por parte de unos pocos, ha modificado las formas de vida y la burocracia de su control –encargada a una Oficina del agua– ha trasformado a toda la población en sujetos de deuda. La gente contempla la destrucción del planeta mientras resiste, a duras penas, intentando formas de conseguir el bien preciado.

A través de las hazañas cotidianas del funcionario A. Prieto, La Oficina del Agua construye un universo posible de la catástrofe. Este necesario relato nos alerta sobre las consecuencias que genera la explotación sin control de los recursos naturales. Y con una prosa filuda e irónica construye un mundo horrible que, de seguir así, podría tornarse una nueva normalidad.

Simón Ergas (Santiago, 1983). Director de La Furia del Libro. Ha publicado las novelas De una rara belleza (2011) y Tierra de aves acuáticas (2016. Mención honrosa en Premio de Narrativa Francisco Coloane); y el libro de microcuentos Delitos de poca envergadura (2017. Premio a la Edición Cámara chilena del Libro 2017, categoría ficción; finalista del Premio Municipal de Santiago 2018, categoría edición). Su cuento Eco apareció en la antología francesa Nouvelles du Chili (2019). Actualmente trabaja como editor de narrativa en La Pollera ediciones.

¿Cómo se te ocurrió la historia de La oficina del agua?

La historia tuvo muchas transformaciones, más que nada estilísticas, pero la primera es una desesperación burocrática. Debo de haber llegado algún día de hacer trámites, haberme sentado a escribir en algún momento, debo haber quedado con la carga semanal de haber hecho muchos trámites y sobre todo de esos trámites que no tienen salida. De que piden otro papel, que para tener el otro papel necesitas el primero, que no te dan, si no tienes el segundo y entras en una trampa lógica. Empecé a jugar, empecé a escribir una parodia burocrática, en un principio. Con el editor de Alquimia, Guido Arroyo, trabajamos harto el libro. Al principio pensamos que quizás era algo netamente kafkiana. Era bastante realista y la angustia existencial más que nada.

¿Por qué decidiste hacerlo a través de Alquimia y no de La Pollera, que es tu editorial?

Yo he publicado en La Pollera un par de libros. El primero es mi primera novela y primer libro de La Pollera y el segundo fue un proyecto que hice con ilustrador, ganó un Fondart para ser llevado a cabo, entonces se podría decir que es un proyecto más editorial que literario. Por eso lo hice con mi equipo, con la gente con la que trabajo todos los días. Pero con los años, también me ha pasado -y soy super transparente en esto, lo aprendí, como muchas cosas en lo editorial, equivocándome- que, al publicar en La Pollera, hago mal mi pega de autor y mi pega de editor. Porque los autores de La Pollera esperan que yo los promocione y si yo publico mi libro, también espera que lo promocione. Entonces entra en contradicción mi propia obra con el catálogo que tengo que trabajar en la editorial. No es una situación que me haya gustado anteriormente. Además, si publico en La Pollera, no tengo ojos externos, a pesar de que hay otro editor acá y que trabaja conmigo. Pero lo que es más valioso en el trabajo editorial de literatura son ojos lejanos, lectores distintos a uno. Se suma también que, en otra editorial puedes llegar a un público que no es el tuyo, no es tu primer círculo. Son todas esas razones las que me llevaron a acercarme a otra editorial.

¿Cómo fue ese trabajo con tu editor? ¿Hubo cambios en el contenido de la novela? o ¿fue más de forma?

Sí, hubo un cambio que fue muy importante, que fue además una especie de proceso espiritual. La novela era más bien realista, y conversando de la novela, terminaba concluyendo: «Esto Kafka ya lo hizo ¿Para qué seguimos escribiéndolo?» Más allá de que estaba el tema del agua, el tema ecológico detrás. Se me acercó el editor con una propuesta un día… lo que pasa es que vio en el texto y en mí, algo que no estaba en el texto. Pero que sí estaba en mí y que podría estar en el texto, y esa es una habilidad que pocos tienen, es como si él supiera -si estuviéramos hablando de fútbol- una posición que yo podría jugar mejor de la que juego. Entonces, un día me dice: «¿Has leído ciencia ficción?» Y yo quedé para adentro, porque la ciencia ficción está asociada a algo menos literario, a literatura de «género». La Úrsula Le Guin se quejaba de eso siempre, que no era tomada en serio escribiendo ciencia ficción. Estudiando literatura, o acercándome a los mundos literarios, también me he alejado de la ciencia ficción. Cuando Guido me pregunta: «¿Has leído ciencia ficción?», a mí se me parte el corazón y le digo: «Es lo que he hecho toda mi vida ¿Cómo te diste cuenta?” Y el me respondió que las semillas de una historia de ciencia ficción están en el texto, así que si es lo que te gusta y lo que te llama «suelta los perros». Me dio toda la libertad, nos pusimos a ver referentes, a ver películas. Yo volví a mis referentes antiguos, de cuando leía harta ciencia ficción antes de la universidad. Desarrollamos este mundo paralelo que terminó siendo la novela.

¿Esta novela la comenzaste antes o después del estallido? ¿Tiene que ver con la rabia, con lo que pasa con la burocracia y todos los complejos que pasa en nuestra sociedad?

Empecé a escribir unos meses antes, unos seis meses antes. Pero todo este proceso de edición fue durante revuelta, estallido, pandemia. Ahora que he estudiado más y he aprendido otras cosas, en el personaje principal yo veo una búsqueda de dignidad. Como una lucha entre estar instrumentalizado por el sistema, a considerarse como un ser humano autónomo, independiente y único. Creo que hay temas que se fueron revelando también.

Cuéntame un poco de las temáticas que aborda la obra. Es una futurística, una novela de ciencia ficción sobre un momento en que ya no hay agua, una sequía enorme y conseguir agua es un trámite gigante. Entonces el protagonista, Abel Seudor Prieto, se enfrenta a la burocracia de esta oficina de agua ¿Cómo llegaste a esta temática? ¿Por qué se te ocurrió la falta de agua como principal tema que aborda la obra?

Principalmente, porque siempre en lo que escribo, he mantenido preocupaciones ecológicas y políticas. De hecho, mi novela anterior es sobre la incidencia de las salmoneras en el ecosistema del sur. Pero no solo en el ecosistema, sino en la vida humana, en todo lo que provoca no solo en el entorno natural. Y aquí, hablando de la burocracia, pensando la burocracia quizás en sus características como una metáfora absurda de un sistema que funciona correctamente, el agua cumplía esas condiciones, es decir, el aire podría haber sido también, el agua, son recursos naturales, que venían con el mundo, que son parte del universo, es como ser dueño de las rocas. No nos pertenecen y de repente estamos administrándolas a través de documentos. Después de administrarlas mediante documentos, estamos especulando como si fueran monedas, como si fueran riqueza. Eso es muy absurdo y hace más absurdo aún la burocracia, que tenemos que hacer filas para suplicar por cosas que no le pertenecen a nadie.

También aborda toda esta rabia de las trabas de la sociedad y lo complejo que es lidiar con ciertas cosas a las que debiéramos tener acceso y que uno piensa qué increíble que pudiera pasar algo así a futuro, de que efectivamente sea un trámite conseguir agua ¿Cómo lo ves, pensando en una novela, que imagina un futuro, que puede ser más cercano a lo que la novela plantea?

Sí, por eso me río ¿Es un futuro? Esa es la pregunta que uno se hace. Hoy en día el valle de Petorca, de Cabildo, esa zona está seca, está completamente seca. Casi todas las referencias de la novela son totalmente actuales. Si bien uno lo cuenta como si fuera un futuro, el tema de los camiones aljibe, de las ambientalistas amenazadas de muerte – hace poco mataron a una en Calama que estaba luchando por una termoeléctrica. Entonces me da risa, porque ese es el truco más viejo de la ciencia ficción; hacer pasar por futuro, por mundos de fantasía, todo lo que nos está pasando ahora. Te permite mirarlo de lejos, de una forma más crítica. También jugar con las ideas pudiendo involucrarse de otra manera, no sé si más cercana o más lejana. De eso tengo la duda todavía.

¿Cómo llegaste a estos otros elementos que son super futuristas? Como el lápiz que tiene poder, el tema de la identidad, que por no tener este registro o esta credencial no estas en el sistema, pierdes la identidad. ¿Cómo ves el tema de la pérdida de la identidad frente a un sistema que funciona de una cierta manera?

Es un poco como el pase de movilidad. Es una información cívica que está en tu cuerpo y que, si la cumples tienes acceso, si no la cumples no tienes acceso. En la novela, además, esa información se cumple relacionada con la deuda que vas adquiriendo por consumir derechos básicos que son el agua, la luz. De verdad es algo bastante aterrador, someterse a abrir esa identificación relacionada con una deuda infinita. Verlo así es curioso, porque uno está acostumbrado en el sistema a ganar cierto salario y se lo va gastando, si te pasas empiezas a contraer una deuda, pero no está planteado ese sistema de la novela, en el que uno en vez de ser un ciudadano, es un sujeto de deuda, parte al revés. Tú partes de cero y comienzas endeudándote. Ese es el imperio de los bancos, en el que también estamos sometidos, de maneras quizás más invisibles, que al de las empresas extractivistas; van bastante de la mano.

Otro personaje interesante es el de la madre. Tú que decías que este libro es un homenaje a tu madre. Cuéntame sobre la relevancia de este personaje. 

Mi madre fue diputada, y ella murió cuando yo tenía ocho años. A lo largo de toda mi vida he tenido momentos de muy diferente relación con ella. El principal, es cuando yo era chico, había homenajes, después de que muriera, y que yo no iba. Si me llevaban, no me gustaba estar ahí, porque sentía que no era mi mamá. Estaban hablando de la política, entonces era otra persona para mí. Después, más grande, en la universidad, me acuerdo el momento en que desperté de la conciencia de quién era ella, cuando un profesor, Ignacio Álvarez, me dijo: «¿Tu mamá era esta persona?” Yo le digo: “Sí”. Me dijo: “¡Qué honor tenerte en mi sala!” Yo pensé: ¿por qué? y me puse a investigar. Ahí fue mi primer cambio de relación. Después edité un libro de ella y tuve que enfrentarme a todo esto. Volví a tener un cambio en mi relación con ella. Cada vez que tenía un cambio terminaba bien, estaba listo y cerrado. Pensaba que había asumido el tema de distintas maneras, contaba la historia de que mi mamá, cuando yo era muy chico, me preparó para esto porque ella tenía cáncer, se iba a morir, me lo decía y yo lloraba. Pero me respondía: «todavía no, después» y yo pensaba estoy listo para esto. Pero la vida es super larga y uno no sabe eso, cuando uno tiene veinte cree que ya vivió todo. Pero va cambiando, vas descubriendo cosas nuevas. Cuando me pongo a escribir este libro, de repente comienza a aparecer este personaje, y me voy dando cuenta que la vez pasada que me enfrenté a mi mamá, cuando yo creía que estaba todo el tema listo, en realidad no. No la sentía como parte de mí y empecé a recuperar las entrevistas de ella. Porque como murió siendo diputada, dio muchas entrevistas sobre el tema y ella tenía una teoría que es muy linda, decía que sus presas no eran ella. Entonces si moría su brazo izquierdo, si moría su pierna izquierda, si moría su cerebro, si moría su cuerpo, por qué ella no podía seguir siendo ella. Al final, esa teoría se sustenta en que nuestros proyectos siguen adelante. La intencionalidad humana, cuando está puesta en marcha, la idea es que siga, si tiene fuerza, sigue ocurriendo. De a poco, con este libro, eso fue lo que me fue pasando. Fui descubriendo cómo ella, a través de lo que hizo en el mundo, sigue operando en mi vida. No siempre es ella, sino este profesor de la universidad que me habla de ella. El 2014 Vlado Mirosevic (diputado) se me acercó y me dijo que reeditáramos los libros mi mamá. Siempre va apareciendo en mi vida, me va guiando y uno no sabe, no es ella, son sus proyectos, son su presencia o es su legado.

Con este libro se me abrió el tema de nuevo y representé esa relación mía con ella en el personaje. El personaje que también negaba a su mamá activista y que, de alguna manera, se encuentra a sí mismo en ella.

¿Has pensado en adaptar esta historia al cine o a una serie? ¿Te la imaginas en imágenes? Es atractiva visualmente. 

Me he imaginado una especie de dibujo animado psicodélico como Alicia en el país de las maravillas. Quizás me lo imaginé así cuando lo escribí. En eso he pensado, varias veces.

¿Cuáles fueron los mayores desafíos en este proceso de trabajo para escribir la novela? ¿Cómo fue ese proceso de trabajo de desarrollo de la historia?

Hubo una parte que me costó mucho, porque al decidir adaptarla a ciencia ficción fue un juego. Eso fue una maravilla. Me acuerdo de que el uno de enero del 2020 me fui a la montaña, a la cordillera, a encerrarme solo diez días a escribir. Fue el momento en que armamos toda esta ciencia ficción, el manuscrito final. De hecho, estuve varios días tratando de buscar maneras de pasar los controles sanitarios que había. En esa semana que estuve solo, fue un juego, pero lo que me costó mucho y que me arrastró a una especie de crisis creativa, fue la relación del personaje con la mamá. Eso me costó mucho resolverlo, no sabía cómo enfrentarlo y hubo un par días que tuve que parar de escribir. Al principio, con la angustia de; voy a estar en la montaña solo siete días, no puedo parar. Pero así son las crisis y te hacen enfrentarte a otras cosas y como que de repente logré soltar, paré, me eché para atrás, había un lago, me fui a nadar. Es una casa en la montaña a la que iba con mi mamá a veces. Fue apareciendo este tema, me fui abriendo y encontrando conmigo mismo, eso me costó harto. No lo tenía claro, ni lo sabía yo mismo.

¿Qué lo podrías decir a la gente para invitarla a leer el libro?

Lo que más me gusta de la literatura son los textos que se atreven a jugar y que uno puede creer que son más enredados, pero también son textos que llevan las cosas a un paso más allá; que te cuentan una historia, pero también se preocupan mucho de cómo te la cuentan. Si logras enganchar con esas historias, el viaje es solo de ida. En este libro trabajamos eso y me tiene muy contento.

Ficha Técnica

Título: La Oficina del Agua

Autor: Simón Ergas

Editorial: Alquimia.

Colección: Fojas Cero.

ISBN: 978-956-9974-87-8

Dimensión: 11,5 x 17 cms.

Peso: 182 grs.                                                                 

P.V.P $ 11.900.                                                                                                 

196 páginas.

Año: 2021.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *