Entrevista al director de “Art” Rodrigo Soto: “Dirijo desde mi deseo de actuar”

Por Galia Bogolasky

Entrevistamos al reconocido actor chileno, que dirige el clásico de Yasmina Reza Art. La obra cumbre de la dramaturga francesa –ganadora de los premios Tony y Laurence Olivier, y montada con gran éxito en 40 países– retorna a la cartelera local en una nueva puesta dirigida por Rodrigo Soto, que se presentará del 4 de noviembre al 16 de diciembre en la sala de Lo Barnechea. Una revisita a un clásico del teatro contemporáneo, que a tres décadas de su estreno examina la imposibilidad del diálogo, los límites de la ética y la intimidad de los hombres.

La amistad entre Marco, Sergio e Iván pende de un hilo tras un hecho insólito: uno de ellos acaba de comprar un cuadro completamente blanco por el que desembolsó $28 millones. La obra de arte da pie a un debate artístico que se acalora y desata una postergada discusión en la que los tres se dicen todo lo que no se han dicho en 15 años. Colgado en la pared del living de su nuevo dueño, el mismo lienzo los arroja al vacío y a revisar sus propios vínculos y principios fundamentales con brutal honestidad.

Esto fue lo que el director nos contó.

¿Cómo llegaste a dirigir Art? Un clásico de Yasmina Reza que ya tiene más de 30 años y había tenido dos versiones anteriores en un teatro chileno.

Básicamente era un proyecto que me propuso Mario (Horton) donde la idea era generar una cooperativa entre Tito, yo y César (Sepúlveda), y montar Art y tratar de generarla por distintos teatros y regiones del país, generando trabajo. Paralelamente me llaman de Zoco. Yo estaba a punto de estrenar mi obra en Matucana 100, Antes que los dioses fueran hombres, y me llama Zoco para dirigir una obra, la cual a mí no me gustó, después me ofrecen otra y tampoco me gustó. Yo no estaba en esos momentos como para tomar decisiones, estaba a diez días de estrenar. Se me ocurre, le digo al Mario “¿te parece que le ofrezcamos este proyecto a Zoco, una contra oferta? Metámosle Art y así trabajamos, nos quedamos con la obra financiada y todo”. Así fue, hicimos una gestión con Zoco, para poder llevar esta obra, materializarla, la condición era que yo tenía que dirigir. Esa era la condición para que Zoco financiara el proyecto y así llamamos a Elvis Fuentes, que fue el que hizo en este caso el reemplazo de ese papel. Pero eso fue un poco más o menos la figura de por qué Art.

No estaba en mi agenda dirigir Art tampoco. Lo bonito también fue que en abril-mayo, fui a Argentina y vi la versión de allá, sin querer queriendo la había visto. Cinco meses después tuve la oportunidad de poder dirigir este clásico contemporáneo.

¿No estaba la opción de que dirigieras y actuarás al mismo tiempo?

Sí, siempre está la opción, pero yo soy un poco temeroso con esas cosas. Esta es mi séptima dirección y en casi todas mis obras he querido actuar. Dirijo desde mi deseo de actuar. Las obras que yo dirijo son básicamente obras que a mí me gustaría actuarlas. Pero siempre me distancio de ese lugar y me da un poco de temor hacer las dos cosas paralelamente. Aunque muchos me dicen que debería hacerlo, pero me cuesta dar ese paso de estar dirigiendo y actuando. Pero ya llegará la obra en que lo pueda hacer.

Sobre el proceso de trabajo, ¿Qué te gusta más? ¿El proceso de dirigir o actuar?

Claramente me gusta más actuar. Para mí la dirección fue algo que apareció en mi vida porque yo quería actuar en algo que estaba ahí y lo dirigí. Así fue dándose la dirección y fui teniendo un buen feedback por parte de los colegas con respecto a cómo dirigía, porque principalmente yo dirijo actores. Mi obsesión está en dirigir actores más que una gran puesta en escena. Hoy día el teatro carece un poco de dirección de actores, está más enfocada en la puesta en escena. En dirigir una puesta en escena, más que centralizarse e ir a la médula del actor, a el trabajo del actor. Yo siempre siento que el actor es capaz de entregar olor, atmósfera, color, textura, sin tener nada en el escenario, y defiendo mucho ese lugar, me gusta mucho ese espacio.

Creo mucho en el actor, más como un creador que como un parlante o un intérprete. Siempre he dicho, a mis actores, y cuando me toca hacer clase, egreso más que nada porque no hago mucha clase, que el actor siempre va un paso más adelantado que todos, porque soy yo el que se presenta exacto de la situación que se está presentando en el papel, en la dramaturgia, en la escena. Voy más adelantado que el director, voy más adelantado que el dramaturgo. Ese espacio es único. Creo que es muy bonito defenderlo desde ahí. Claramente me gusta más actuar. Es menos responsabilidad. Tengo una responsabilidad más conmigo mismo. Pero el dirigir es una responsabilidad, es el capitán del buque, entonces tienes que tomar más decisiones. Eso a veces agota un poco, pero es rico también. En el proceso es rico. Lo que pasa es que después, cuando ya la obra se estrena, hasta ahí llegó tu trabajo. Lo importante es que los actores no se salgan mucho de la cancha que uno marcó. A mí no me gusta cambiar mucho la obra una vez que se estrena, siento que no me gusta ese ejercicio. Hay muchos directores o directoras que lo hacen, que empiezan a modificarla según el comportamiento del público, de gente que les dice cosas. Yo no, soy más romántico en ese sentido. Me gusta morir con las botas puestas.

La obra es escrita por una mujer, pero con una mirada bastante masculina. Protagonizada por tres personajes masculinos y dirigida por ti. ¿Cómo ves la historia centrada en la amistad de tres hombres y el conflicto que sucede entre los tres personajes?

Tengo una mirada bien particular de la obra en ese sentido porque Art siempre se concentra en el conflicto del arte y de lo que sucede con esta compra que hace Sergio, que desembolsa una cantidad de plata exorbitante frente a esta obra de arte. Yo por lo menos, tengo una lectura un poco distinta con respecto a la obra. Creo que Yasmina coincidiría conmigo, no lo sé, quizás soy un poco adelantado, un poco soberbio, pero creo que la mirada de ella es muy femenina frente a la obra. Ella pone en crisis a estos tres hombres. Los pone en crisis por su, valga la redundancia, crisis misma que tienen en la amistad, donde a veces la amistad parece que tiene un vencimiento. Tiene una fecha en que va a caducar. El arte, el cuadro, es la excusa para hablar de esta crisis del hombre. Creo que sí hay una mirada feminista frente a la obra y frente a estos hombres que es bastante adelantada a sus tiempos. Creo que Yasmina, en ese sentido es muy acertada, muy inteligente, cómo pone las palabras también en ese texto. Por eso es un clásico contemporáneo, porque trasciende el tiempo, a pesar de ser una obra bastante nueva aún, desde los 90. Ahí ella es muy acertada. Para mí no es una comedia, para mí es un drama. Es un drama brutal. La comedia brota sola. Obviamente uno desde la dirección también trata de condimentar un poco ese drama con cosas de comedia, porque también están en el papel. Pero para mí es un gran drama de estos hombres, que son incapaces de comunicarse. Creo que esa es la gran crisis del hombre que vive hoy día. La incapacidad de comunicación que tiene, de explicación, de explicarse frente a las cosas que le suceden. Los hombres no estamos acostumbrados a contarnos las cosas, a decirnos las cosas y cuando las decimos peleamos inmediatamente. Nadie nos enseñó a controlar nuestras emociones, sino que la única emoción que nosotros siempre explayamos sin ningún problema es la rabia, es la ira. Pero el emocionarnos, el decirnos las cosas de manera distinta, es un gran tema y creo que Yasmina, en ese sentido, lo hace de manera bastante pulcra, lo hace de manera muy nítida.

Siento que estos hombres están en una crisis de amistad, están en una crisis, y esa crisis también tiene que ver con la edad, porque no son veinteañeros, no son de treinta años, están en los cincuenta. Me identifico mucho porque tengo cuarenta y siete años. Hay un antes y un después. La vida y los amigos ya no importan tanto cuando uno ya empieza a entrar en una edad un poquito más avanzada, en una edad más adulta. Para mí, un hombre de cincuenta años, no me siento una persona joven. No, tampoco soy una persona vieja. Me siento una persona adulta, con mis defectos y con mis virtudes, con mis aciertos y con mis desaciertos, con mis experiencias y todo eso, no me siento una persona joven. Porque mi cuerpo es distinto, porque mis relaciones se van modificando, se van cambiando, me estoy acercando a una edad donde mi cuerpo no va a poder reaccionar como cuando yo tenía treinta o veintiocho, veinticinco. No hay nada de malo en eso. Al contrario, creo que es otra etapa. Creo que el sistema o este modelo, esta sociedad, nos dice en los cincuenta, “¡Ah, joven!”. Yo no creo en eso. Yo creo que las personas están adultas. Este tema lo teníamos en otras conversaciones con amigos incluso, y es un debate bastante interesante. Porque no significa ser pesimista ni tirarse para abajo, sino que tiene que ver con una realidad y cómo cada uno siente su cuerpo, su manera de ver y su manera de pensar. Art tiene que ver mucho con eso también, con lo que les pasa a ellos.

Es vivir la etapa que corresponde a esa edad, también lo que les pasa a ellos es cuestionarse mucho el tipo de relación que tienen. “¿Quiero a este amigo en mi vida? ¿Quiero a esta persona en mi vida?”. Da esa sensación al momento de ir avanzando, uno que se va a casar, y el otro que va a tener una relación. Es tomar decisiones y si esa amistad les aporta algo en su vida.

Exacto, porque yo lo digo por experiencia propia. Porque a uno le toca ver con personas mayores a uno, cuando yo era más joven, que los amigos ya parece que ya no… Sí hay amistades que son importantes para toda la vida, pero el concepto de amistad cambia. No sabría definirlo ahora, en estos momentos, tampoco, porque estoy en ese proceso de cambio, de recambio. Tengo un hijo que cumple 14 años. Es ver eso también. Las nuevas generaciones, cómo ven y cómo viven y cómo sienten, es distinto a cómo lo sentía uno. Mayormente creo que pasa por ahí la obra, por una mirada feminista debajo del texto que está muy bien calibrada.

Te quería preguntar sobre lo que mencionaste antes, de que el conflicto entre los amigos surge a raíz de que uno de ellos compra una obra de arte carísima, que es un lienzo en blanco. Lo que llama la atención es este amigo, interpretado por Mario Horton, que le hace ruido que compre una obra de ese precio que para él no es arte. Surge el tema de ¿qué es arte? ¿Cómo traspasas este tema que aborda la obra? Este tema tan elitista que tenemos con el arte en Chile de que hay cierta gente, el personaje Sergio que en el fondo es esa mirada, de que están en una situación económica, social, que le permite comprar esas obras, que cree que sabe de arte y que eso es arte. Es un tema que en Chile pasa mucho, que el arte es sólo para un grupo menor de gente que puede adquirirlo. ¿Cómo lo ves a raíz de la obra?

Fíjate que lo que tú me preguntas, y tu análisis también con respecto a eso, nunca fue un tema en la obra para nosotros, menos desde la dirección. A veces me cuesta creer eso de que el arte es para algunos nomás. Yo no creo mucho en eso. Él compra un cuadro que es blanco y que para Marco es absurdo, es una mierda. Literalmente lo dice en el texto. Yo creo que eso es más real, es más común de lo que uno cree. Uno va a ver a veces cosas que la encuentra pésima, que son malas, y otras personas las encuentran maravillosas. Yo creo que eso es lo bonito del arte, la subjetividad que contiene eso. Hay gente que le encantan ciertas películas, le encantan ciertas obras de teatro, ciertos discos, músicas, libros, en fin, y a otros les carga, no encuentran nada ahí. En eso también consiste el arte, en esa subjetividad y en esas distintas lecturas que puede tener cada uno, porque obviamente eso tiene que ver con la vida que ha llevado uno, con los referentes que tiene cada uno. Hay gente que tiene más referentes que otras personas, y ahí entramos al tema del elitismo, “yo consumo arte, yo consumo esto, yo consumo esto otro”. Pero en realidad creo que eso está en todo, no está solamente en el mundo del arte. Hay gente que se compra unas zapatillas que valen 500 lucas, y uno dice “¿Por qué? ¿por qué te compraste si las zapatillas son una mierda?”. Pero son gustos nomás. También está el querer marcar un territorio. El “Me compré una obra de 28 millones de pesos. ¡Guau! ¡oh!, un cuadro blanco”. También hay mucho de eso. Pero eso también está en todos los contextos, laborales, sociales. El querer aparentar, el querer decir “mira, acá estoy yo y hago esto, tengo esto, me compré esto”. No transita solamente en el mundo del arte, creo que transita en varios lugares. Uno trata de darle el mejor colegio a su hijo, y de tener un colegio particular. Yo antes pensaba tener hijos, y decía “a mi hijo lo voy a meter en un colegio público”. ¡Tate!, “No, no lo voy a meter en un colegio público”. Eso también habla un poco de en lo que nos vamos convirtiendo, porque también hay un sistema que te dice “esto o esto”. Yo quiero darle lo mejor a mi hijo, quiero lo mejor para él. Uno también quiere lo mejor para uno, o lo que le gusta a uno, o lo que lo lleva a uno, lo que lo mueve.

Yo creo que el arte no le pertenece a nadie. Se ha dado últimamente, después de la pandemia, sobre todo en mi rubro, como “lo que puedes hacer, lo que puedes decir, o lo que no puedes hacer”. En ciertos escenarios de obras de teatro que he tenido la oportunidad de enunciar uno dice “¡Wow! ¿Quién soy yo para decirle a alguien qué obra puede hacer, o qué no puede hacer, o qué puede decir, o qué no puede decir?”. Me parece muy fascista eso, muy dictador, como empezar a decir “¡ey, ojo!, tú no te puedes reír de esto, tú no puedes hacer…”. Esto es teatro, es representar. Eso estudiamos, eso estudié yo cinco años. A veces dicen “¡no!, tú no puedes hablar de travesti porque tú no eres travesti” o “tú no puedes hacer de mapuche porque tú no eres mapuche”. Es decir ¡ey, para! Esto es arte. Es un lugar sagrado en ese sentido. Otra cosa es si a ti no te gusta, no lo veas, no vayas, pero empezar a prohibir el arte desde ahí me parece que eso es más peligroso que lo otro, a que sea elitista o no sea elitista. Eso a mí me hace más ruido. Me ha tocado verlo mucho estos últimos tres años pospandémicos, ha sido bastante fuerte y ha sido un tema también dentro de nuestro gremio y hay un cierto miedo también frente a eso, a la paridad. “¿Por qué hay tantos hombres en esta obra y no hay mujeres? o ¡no hagamos la obra de esto!”. No, las cosas, sobre todo en nuestro gremio, son mucho más difíciles. Creo que, si no nos cuidamos en ese sentido, somos súper peligrosos con nosotros mismos y creo que eso hay que cuidarlo mucho más.

Cuando vi la obra me surgieron dos temas que me quedaron dudas. El rollo del personaje interpretado por Mario ¿Era que su amigo compró una obra cara o que su amigo compró una obra que era una mierda? En el fondo ¿Qué se está cuestionando? ¿Qué se despilfarra la plata a ese nivel en algo que es nada para él? ¿Qué no tenga buen gusto? O ¿Qué no sabe lo que es el arte?  ¿Por qué le molesta tanto que su amigo se haya comprado ese cuadro?

Tiene que ver con que si el cuadro le cuesta un millón de pesos hasta ahí llega el tema, un par de tallas, y listo. El punto es que el cuadro le cuesta 28 millones de pesos, un cuadro blanco que parece que tiene unas líneas finas, delgadas que lo cruzan y Mario dice “wow”. Eso a él le hace mucho ruido, versus que él siente que ha sido reemplazado por esta élite artística a la cual Sergio ha acudido durante este último tiempo. Y él se siente postergado de alguna manera, porque hay un ego muy grande también en Marco donde él dice “yo te puse en ese lugar, yo te llevé a ese lugar y yo no fui a ese lugar porque yo no quise entrar”. Hay un juego interesante de ellos dos, que nosotros lo conversamos, yo también lo expresé a rato, a mí me hacía ruido esta necesidad de Marco, o de ellos dos también de sacarse tantas cosas que tienen ahí. Creo que ellos tuvieron algo y la dramaturga, muy inteligentemente, lo insinúa de manera sutil de manera muy suave, muy subterránea. Creo que ellos tuvieron algo. En un momento se lo dice, cuando Iván se va y le dice: “Le hiciste daño él no sabe defenderse”. Marco le dice “bueno, es que antes me gustaba la fragilidad de Sergio, era exquisita” y Sergio le dice, “y yo”. “No, ese es un tema que nos podría llevar por un largo camino”. Hay insinuaciones de la dramaturga que son muy interesantes, y que tienen que ver con una época no sé, yo no vivía en Francia en el 94. Ahí hay un tema interesante con respecto a la relación de ellos dos, que va más allá de la plata, va más allá del cuadro blanco. Hay otras cosas, y tiene que ver un poco con esta identidad masculina que se pierde a ratos. Hay muchos hombres que experimentaron cosas con otros hombres y que después siguieron su mundo, y ahí hay algo que asoma Yasmina Reza de manera muy interesante, yo me quedo más con eso. El cuadro, los 28 millones, es la excusa para entrar en ese tema inconscientemente, no es algo que ellos lo estén armando. Ellos tienen algo que resolver ahí, que va más allá del cuadro y de los 28 millones de pesos.

A pesar de que es un drama, los momentos de humor más fuertes los tiene el personaje de Elvis Fuentes, Iván. El drama recae en él, a pesar de que la fuerza está en los otros dos personajes. ¿Cómo fue trabajar los personajes con cada uno de los actores? siendo que tu visión como director es centrarte en la dirección de actores.

En ese sentido los personajes están muy bien dibujados, muy bien puestos en el papel, están claritos. En ese sentido desde la dirección y para los actores no hay que llegar a hacer un análisis muy acabado con respecto a cómo son estos personajes, de dónde vienen. La dramaturga lo deja muy claro. Hay un personaje que quiere ser un referente y que pertenece a eso, que es el personaje de Sergio quien compra el cuadro. Hay un personaje de autoridad por parte de Mario, que les dice “yo los tuve que moldear a ustedes dos”. Hay un personaje que tiene un rollo muy interesante con la amistad, lo dice en algún momento “a los amigos hay que cuidarlos, a los amigos hay que vigilarlos”. Estaba claro el personaje de Iván también, que es un personaje absolutamente vulnerable dentro de esto y el que se le echa la responsabilidad de la pelea que ocurre entre ellos dos. En ese personaje, en el caso de Elvis, traté de defender mucho ese espacio cuando él dice “yo no quiero ser referente de nada. Yo solamente quiero ser su amigo, a mí no me interesa tener opinión”. Eso a mí me emocionaba mucho, porque estamos en un mundo, y sobre todo en este gremio, donde estás obligado a tener opinión. Donde ser amarillo a veces puede ser muy mal visto, y él solamente quiere ser amigo de ellos y creo que eso es muy bonito también porque todos tenemos un amigo así. Todos tenemos un amigo que no le interesa el que tenga, la prioridad es la amistad. Hay un gesto muy bonito por parte de él. El no querer ser referente de nada, insisto, son cosas que a uno le pasan con la obra, más que como actor, como director o como creador, como persona. A veces, uno inconscientemente, tiene que ser referente de algo, tienes que tener una opinión y hay cosas que agotan. Para mí después de las elecciones de la primera parte de la constitución fue un golpe fuerte todo lo que sucedió y me he ido desentendiendo un poco de ese lugar y cuando aparecen conversaciones con respecto al tema de la constitución, y ya no opino, porque no lo sé, porque me desentendí. Me salí un poco de eso, no me informo mucho al respecto y siento que está mal, porque debería estar informado, pero también es un espacio en el que estuve casi toda mi vida pendiente de esas cosas. Ese personaje a mí me conmueve mucho, me gusta mucho y trato de defenderlo desde ahí también. Yo le decía a Elvis, cuando lo dirigía, “No, no, defiende ese lugar. No es chistoso, no es un chiste el que tú digas que no eres referente de nada. Ahí tú estás ejerciendo una opinión y estás marcando un lugar poniendo tu bandera”. Eso es muy importante porque el sistema nos obliga a creer en algo, a tener opinión, a decir algo, a ser un referente. No solamente en nuestro gremio, como artista, sino que, como hombre, como padre, como pareja, como individuo. Eso es el dibujo que fuimos elaborando con los chiquillos en relación a los personajes. Hay cosas que yo, como director, sugiero, pero también obligó, en el buen sentido, a los actores a que ellos tienen que ser capaces de proponerme a mí. Más que darme preguntas, ellos tienen que ser capaces de solucionar ese conflicto que está puesto en el papel. Absolutamente prohibido el “mi personaje no cree en eso, no piensa en eso, no haría eso”. Es muy feo eso ¿cómo sabes tú que tu personaje no haría eso? A mis casi 50 años, hay muchas cosas que no sé todavía cómo reaccionaría, hay un juicio ahí que es muy peligroso. Uno tiene que probarlo todo en el escenario y hay cosas que funcionan y hay cosas que no funcionan, sin duda, pero “mi personaje no haría eso”. Yo creo que es un muy mal inicio para un proceso artístico o en la mitad o al final del proceso. No es una buena respuesta, es una respuesta muy mezquina, no solo con el actor, sino que, con el entorno, con el todo.

Para terminar, ¿Qué le dirías a la gente para invitarla a ver la obra que va a estar en cartelera hasta mediados de diciembre?

Van a vivir una experiencia donde van a disfrutar, donde se van a reír, donde se van a emocionar, donde van a ir a ver a tres amigos que están en una crisis existencial y que está filtrado por un cuadro blanco, donde empiezan a aparecer varias temáticas y varias cosas que tienen que ver con hoy día. En ese sentido la obra es muy actual, está muy presente y creo que la gente va a pasar un muy buen rato. Así ha sucedido en estos primeros fines de semana que cumplimos que estuvimos casi con teatro lleno, fue bonito el recibimiento de la gente, la recepción de la gente ha sido súper interesante, así que no pongo en duda que lo van a pasar muy bien en esta obra que es Art, que está en el Teatro Soco de jueves a sábado a las 20 horas y el domingo a las 19 horas. Así que están todos invitados e invitadas para que vayan a ver la obra y disfruten un momento y puedan discutir también en relación a las relaciones que tenemos nosotros con nuestros amigos y al mundo del arte que es un filtro interesante, no solamente el arte como el cuadro blanco sino como el concepto total.

Ficha técnica

Título: ART

Dirección: Rodrigo Soto

Elenco: Mario Horton, César Sepúlveda, Elvis Fuentes

Diseño de escenografía y vestuario: Gabriela Torrejón

Diseño de iluminación: Andrés Poirot

Diseño sonoro: Nicolás Díaz.

Asistencia de dirección: Felipe Zepeda

Fotografías: Daniel Corvillón

Coordenadas

Temporada: 4 de noviembre al 16 de diciembre

Funciones de jueves a domingo

Horarios: jueves a sábado 20.00 horas | domingo 19.00 horas

General: $14.000

Estacionamiento liberado al interior del teatro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *