Por Galia Bogolasky
Entrevistamos al director, guionista y actor de la película Las coordenadas de la indiferencia, que se estrena este jueves en la Cineteca Nacional.
Este singular largometraje marca el debut de Cáceres en el mundo del cine, donde se adentra en un mundo de mujeres, relaciones y el ambiente artístico de las galerías de arte.
José Luis Cáceres es actor, director, escritor, con una destacada e impresionante trayectoria en las artes escénicas.
La película se centra en Amparo, una reconocida galerista de arte, que vive el final de una relación con Loreto, quien se resiste a la idea de terminar y plantea la maternidad como excusa para mantener el vínculo. José Miguel, un «art dealer» que trabaja con Amparo, toma un taxi y pierde en él un ordenador donde oculta información confidencial.
Esto fue lo que el director nos contó de su ópera prima
Este es tu primer largometraje después de estar más vinculado a las artes escénicas, dirigiendo teatro. ¿Cómo fue que surgió la idea de hacer esta película?
Yo había hecho, antes de este largometraje, como cinco cortometrajes y un documental, siempre en paralelo al teatro. Así que era el momento de iniciar un formato más extendido, en términos de narratividad. Entonces, empecé a elaborar un guion con dimensiones adecuadas, para convertirse en un largometraje. Lo partí filmando como un corto, de hecho, los primeros veinte minutos eran un corto. Cuando lo tenía montado, consideré que los personajes eran atractivos, y le propuse a las actrices protagónicas, ya con un guion bastante avanzado para constituir el largometraje. Les propuse a las actrices que hiciéramos un largo y que se comprometieran, porque tenía que trabajar en profundidad el guion. Se comprometieron. Les mostré lo que fue el primer avance y se entusiasmaron. Esto fue en pandemia, entonces creo que había muchas ganas de hacer cosas. Así que nos embarcamos y estuvimos tres años trabajando. Se filmó en varias etapas, fue muy interesante todo el proceso. Yo hice unas residencias de guion para poder afinar detalles, porque es una película bastante coral y, si bien hay unas protagonistas y una trama protagónica, todas las tramas secundarias empiezan a conectarse con esta trama matriz.
La película aborda varias temáticas, como las relaciones de pareja, los quiebres, la maternidad y el mundo del arte, incluyendo la élite en Chile. ¿Cómo fueron surgiendo estos temas? ¿Por qué te interesó hablar sobre esto?
Yo creo que es una película bastante dialéctica en el sentido de que va proponiendo problemáticas, no así respuestas. Entonces, el espectador tiene que zambullirse en todas estas problemáticas para poder empezar a armar un relato. Como es una obra coral, todos los temas parten de la base de la protagonista, que es una galerista. A mí me parece muy divertido poder hablar de estos personajes, que son poco visibilizados en el cine chileno, porque siento que generalmente las películas abordan más las capas populares. Una película sobre la aristocracia, no sé si he visto muchas. Palomita Blanca es probablemente una, La Nana es otra, y algunas más. Pero mirar a estos personajes desde un punto de vista crítico me parece un ejercicio muy atractivo, porque terminan apareciendo personajes con cualidades muy humanas y llenos de contradicciones. Sin embargo, a ratos son grotescos, lo cual, considero, es propio de quienes ostentan el poder, porque no son grandes intelectuales, viven en un mundo de frivolidades y apariencias. Me tocó entrevistar a un par de galeristas y las historias eran fantásticas. Por ejemplo, la de una señora, la típica señora cuica, que llega a la galería a arrendar un cuadro porque tiene una comida y quiere lucir un cuadro nuevo, pero para mostrar que se gastó ocho millones en un cuadro. Esa siutiquería, que a mi juicio es muy propia de lo chileno, fue generando un entramado secreto dentro de la película.
¿Cómo fue el proceso de casting? Porque tienes un excelente elenco, con grandes actrices y actores ¿Cómo se gestó el elenco?
Son todos gente con la que yo me relaciono desde el mundo del teatro. Con varios de ellos ya había trabajado haciendo teatro o son amigos relacionados a este mundo. Entonces, los fui sumando en la medida en que consideré que podían aportarle cada cual, a su personaje en los castings, que los hago yo. Yo soy como un artesano de este cuento. Me gusta hacerlo todo. De hecho, la produje yo mismo. Estuve metido en el arte, el casting, el guion, la dirección y hasta actué. Me gusta estar involucrado en todo de una manera holística; no me gusta el lugar cómodo, me parece fome, poco atractivo. Siento que en el riesgo está la fuerza que pueda tener una obra, y el casting se fue haciendo así, orgánicamente. Pensé en Daniela (Ramírez), Guilherme (Sepúlveda), Aldo (Bernales), y Juan Carlos Montana, con quien fui conversando mucho sobre el guion, porque estuvimos en una especie de residencia durante bastante tiempo. De hecho, ellos se enrocaron los personajes con Aldo, porque Juan Carlos no sabe manejar y el personaje era un taxista. Entonces, decidimos enrocarlo. Lo otro que me gusta mucho hacer es ensayar, que no sé si es una cualidad del cine, pero me parece que aporta mucho para comprender muy bien la escena. Aparte, es una película que no vas a creer en cuanto tiempo se hizo; se rodó en muy pocos días de rodaje.
¿En cuánto tiempo?
Fueron diez días de rodaje. Hacíamos casi quince páginas diarias, algo insólito, pero nos ayudó porque ensayamos mucho previamente.
¿Te ganaste un Fondo Audiovisual?
No, es totalmente independiente.
¿Qué te llevó a abordar un tema tan femenino, por la relación entre mujeres y la maternidad? ¿Fue una decisión consciente de sumergirte en este ecosistema femenino?
Son problemáticas que siempre me han llamado la atención. Lo femenino, creo que es vital ponerlo en escena desde el cine, porque más allá de los «ismos», el tema de la mujer es fundamental. En general, soy muy femenino. Se podría decir que tengo una sensibilidad pseudo femenina. Entonces, los temas de la mujer siempre me han cautivado. Tuve una relación muy cercana con mi madre y con mi hermana; siempre he defendido lo femenino. Ahora, particularmente, estoy un poco en problemas con lo femenino porque tengo un hijo. De hecho, es muy loco porque hice esta película y, al poco tiempo, recibí la noticia de que iba a ser padre. Es un tema de la película: la paternidad, la maternidad, la responsabilidad. Pero ahí está abordado desde una relación de poder entre dos mujeres. Una ostenta poder y la otra está un poco en una dependencia de la mujer con poder. Entonces, hay una relación asimétrica rara. De hecho, la otra está con sus amantes todo el rato. Entonces, es el poder y la pérdida del poder. Ponerlo en una óptica femenina me parece interesante porque hoy en día es más común ver a ministras, ver a la mujer en cargos que antes eran generalmente de hombres. Hay un ojo femenino ahí, inquieto, trabajando.
Te quería preguntar por el personaje Amparo, que interpreta Daniela Ramírez, la protagonista, y sobre el título de la película Las coordenadas de la indiferencia. Ella se muestra como una mujer muy indiferente, fría y egoísta, alguien con quien cuesta empatizar. ¿En qué te basaste para crear este personaje? ¿Tuviste alguna referencia o inspiración al escribir el guion?
Lo pensé así. El nombre de la película proviene de un poema. Primero que todo, yo escribí un poemario llamado La agenda de los afectos. El tema de los afectos me seduce particularmente, porque cada afecto lleva indefectiblemente a un desafecto, a no ser que sean lazos sanguíneos. Pero en las relaciones habituales de hoy, todos están separados. Entonces, la indiferencia como tópico supone aquí la idea de un mundo donde los seres humanos están desconectados, primero de sí mismos. Es decir, el personaje de Amparo, interpretado por Daniela Ramírez, representa a alguien que está en terapia, habla de cosas que tienen que ver con terapias Osho, pero eso es solo la superficie. Más adentro, vemos que a ella no le interesa nadie, los usa a todos. Su frivolidad colinda con la mezquindad, está llena de carencias afectivas, podemos leer que no tuvo un vínculo afectivo con sus padres, y de ahí nace la carencia. Así estructuramos a ese personaje. Ella pudo haber tenido todo desde el punto de vista material, pero afectivamente está trizada. Al estar trizada, es alguien que no tiene empatía, y por eso es el ocaso de este personaje. Porque todo la lleva a la soledad. Alguien que usa a otros para satisfacer sus deseos y nada más, tarde o temprano se enfrenta a la soledad.
Fue un tema como motor de la película y, aparte, los personajes, no solo ella, el art dealer interpretado por Guilherme Sepúlveda, yo me basé en un personaje real para ese personaje, a quien conocí y alguna vez acompañé a venderle cuadros a un abogado. Esas situaciones las había observado. Esas negociaciones las conocí muy bien antes de ponerlas en un guion y me parecieron relaciones atractivas. Primero, porque han sido poco tocadas. Y segundo, porque me parece un universo tan horrible que merece la pena llevar a escena, porque no se ven horribles. Pero lo son.
¿Cuál fue el mayor desafío al filmar la película? Siendo que es tu primer largo, aparte de las problemáticas técnicas y la pandemia. Es una película convarios personajes y subtramas ¿Cómo fue trabajar en una película coral con varios personajes e historias secundarias?
Fue muy bonito porque al estar en pandemia, había muchas escenas en lugares públicos que estaban cerrados. Conseguir un café o un bar era súper difícil. Entonces nos obligó a hacer todo un arte. La precariedad nos llevó a la imaginación. Ese café japonés del principio, que para mí es una de las cosas más atractivas de la película en cuanto a lo visual, como un pequeño guiño a Kurosawa y a Fellini. Ocurrió producto de la precariedad. En el guion, era un café tradicional de Mosqueto. Lo hicimos en un cerro y tuvimos que pintar unas telas con letras japonesas y conseguirnos una taza japonesa. Desde ese punto de vista, yo vinculo el título de la película, Las coordenadas de la indiferencia, con los lugares donde ocurren las desconexiones humanas. Por eso las coordenadas son muchas locaciones; galerías, cafés. También está lo de la representación y los personajes secundarios, como esos garzones japoneses que están siempre insinuando que no son ellos, porque son actores, que son garzones. Después, estos personajes de la aristocracia los seducen y pseudo abusan de ellos, así que tienen que estar maquillándose y disfrazándose para correr al ensayo. Son temas que yo también conozco como actor y director de teatro. Todo eso fue lo más difícil, conseguir los lugares, ambientarlos, y correr de un lugar a otro para filmar en tan pocos días. Es insólito cómo se hizo esta película. Dejábamos varios días, filmábamos lunes y martes, y después dejábamos cuatro días para producir los otros sets. Tiene un diseño de producción que ni te cuento. Fue un verdadero parto. Así son las óperas primas en el cine chileno y así tienen que ser.
Generalmente tengo un cuidado especial por la fotografía, la cámara, y la composición. Pero había escenas que evidentemente se me iban a escapar, como una escena de ocho páginas, que teníamos dos horas para hacer. Eso es insólito, inédito. Todo el mundo creía que no lo íbamos a lograr. Una vez llegamos a un bosque en El Arrayán, que consideré la locación perfecta, era un bosque disecado, que yo decía que representaba la psicología de los personajes: ampuloso, grande, pero en ruinas. Tuvimos que hacer un trecking larguísimo, y todo el elenco y el equipo me odiaron, porque había que cargar las cámaras. Pero ese nivel de osadía me llena porque para que ocurra algo hay que arriesgar algo. Si no, es muy fome lo que uno pone en escena.
Me parece interesante el lenguaje que utilizas, proveniente de las letras y las artes escénicas, y la importancia de las palabras. Los diálogos son muy abstractos y poco comunes en el cine, con un lenguaje poético. ¿Cómo fue ese traspaso de tus conocimientos y experiencia que provienen de las letras hacia el cine?
Hay un trabajo relacionado con lo actoral, porque el guion estaba planteado con momentos de mayor cercanía a la realidad y momentos más alejados de la realidad. Esos son los momentos que yo llamo poéticos, porque escapan del habla coloquial. A veces los actores dicen: “Pero esto es muy poco cotidiano, me falta el hueon.” Aquí no se puede decir “hueon”, porque el lenguaje y la precisión del texto tienen un origen que debe decirse de esa manera. Si no, la escena se desmorona. El trabajo aquí es la verdad absoluta en cuanto a la interpretación, y por eso se ensaya mucho. El texto es difícil, a veces poético, con muchas preguntas. Hay un texto que me encanta donde una le dice a otra: “Conozco muchos lugares, pero todos me llevan a sitios equivocados.” En el mismo diálogo aparece ese tipo de desconcierto. El habla poética, si se interpreta con verdad, creo que alcanza a rozar lo verdadero y no se queda simplemente en lo poético o abstracto. Obviamente, si se dice como un poema, sonará como un poema. Pero si se dice con la verdad, sale natural. Radrigán lo decía: «Los personajes entran en un universo poético porque están en un estado de agudeza, cerca de la muerte», y el ser humano puede llegar a eso. Me encanta que el espectador pueda verlo así, porque indica que estamos subiendo un peldaño en nuestro nivel cognitivo e intelectual.
¿Qué le podrías decir a la gente para invitarles a ver tu película Las coordenadas de la indiferencia? Que se estrena este jueves en salas
Me gustaría decirles que es una película distinta, muy autoral. Busca, a través de las relaciones humanas, entrar en contacto con algo muy profundo de la experiencia humana. Me recuerda a maestros del cine como Bergman, Antonioni y Godard. No estoy diciendo que yo sea como ellos, pero es un cine con diálogos distintos a los típicos, una fotografía muy linda y actuaciones de alto nivel.
Es una película independiente, hecha sin aportes estatales ni privados, solo con la amistad y el cariño que se pone en lo que uno realmente anhela. Así que vayan al cine. Estrenamos el jueves 25 a las 20hrs, y después tendremos cinco o seis funciones en la Cineteca Nacional. Pueden visitar la página y buscar Las coordenadas de la indiferencia. Además, habrá un ciclo de cine que incluye a Raúl Ruiz, Truffaut y otros estrenos chilenos.
Ficha técnica
Título: Las coordenadas de la indiferencia
Dirección: José Luis Cáceres
Guion: José Luis Cáceres
Elenco: Daniela Ramírez, Paula Hofman, Susana Hidalgo, José Luis Cáceres, Guilherme Sepúlveda, Aldo Bernales, Felipe Zepeda
Año 2023
Duración: 80 min.
País: Chile
Coordenadas
Cineteca Nacional
Estreno Jueves 25 julio 20hrs