Por Galia Bogolasky
Entrevistamos al director de la obra que se está presentando en Teatro La Memoria. Orinoco se centra en tiempos en que la crisis climática azota a Chile y el mundo, la pregunta por el agua vuelve a la palestra con una fuerza inusitada. A pasos agigantados, tal vez irreversibles, nos acercamos a un mundo post apocalíptico: lo que antes ocurría solo en las películas, en fantasías afiebradas y pesimistas, se vuelve realidad de una manera monstruosa.
Dos hermanos, Olmos (Pablo Muza) y Roger (Felipe Zepeda) sobreviven en un búnker en la ciudad de Calama. Como los únicos humanos con una reserva de agua, pueden considerarse unos privilegiados. Pero la soledad, la locura y la falta de alimento los hace verse como son: los últimos especímenes de una raza derrotada por la avaricia y la corrupción. La llegada de Laura (alias Kanishi, interpretada por Susana Hidalgo), una extraña mujer que ha sobrevivido -como ellos- ante el ambiente venenoso del mundo, los pone en jaque. ¿Será ella la nueva Eva donde comenzará todo? Orinoco es la clave. Un lugar mítico, una fuente de agua y vida, donde, tal vez, pueda florecer de nuevo todo. Ella tiene el mapa. Pero no es tan fácil llegar.
Esto fue lo que Marcelo Leonart nos contó acerca de esta obra.
¿Cuál fue la idea detrás de la obra Orinoco? que tiene una historia bien postapocalíptica, el drama de un mundo que se va a acabar.
Es un texto original de Iván Fernández, él es el dramaturgo. La idea surge incluso más atrás, porque Pablo Muza, que es uno de los actores, impulsa este proyecto, tenía muchas ganas de generar una obra. En un viaje a Nueva York, encontró en un metro a un tipo, típico homeless, de estos personajes medio bizarros que aparecen en las calles de Nueva York, y estaba jugando con unos bidones. De repente toma un bidón, y toma una cantidad de agua importante, en un ambiente muy lúgubre. Entonces a él le pareció que era una imagen que era como el germen de algo. Luego estuvo laboratoriando con un amigo actor, los dos solos, y empezaron a armar una especie de ficción. Luego de un tiempo, invitaron a Iván para que le diera una forma. Iván hace un trabajo, que toma elementos de la improvisación actoral, y mete esta obra en la ciudad de Calama, este río mítico Orinoco, que obviamente que está basado en el en el río real Orinoco, mete elementos de Ibsen, elementos de Doris Lessing, de una novela que se llama La grieta, elementos, no está basado en eso, sino que son materiales de su creación. Luego cuando el texto ya está listo llegan a mí. Me invita este grupo, Francisca Babul, que es productora, Pablo como gestor del proyecto, e Iván. Me ofrecen dirigir la obra y empezamos a hablar, empezamos a hablar del elenco, entra Felipe Zepeda, después entra Susana Hidalgo, etcétera. Así es el origen. Yo llego a dirigir esta obra, que es una obra bien enigmática en la lectura, y trato de descifrar en la puesta en escena, cuál es la historia, cuál es el enigma, qué son estos personajes, y estamos super contentos del trabajo. Sabemos que es un trabajo intenso, pero creemos que la obra sucede.
El tema es complejo, el tema que plantea de la escasez de agua, que se puede observar muy bien en la puesta en escena, con esta escenografía, donde están estos bidones de agua que tú mencionas, la inspiración que está en el techo del escenario, y todas estas botellas de agua a los lados. Cuéntame un poco cómo fue trabajado ese concepto de la obra, y cómo se manejó con la puesta en escena.
Es interesante porque estoy mucho más acostumbrado, como decía John Cassavetes; “Uno tiene que escribir su propio material”. Estoy más acostumbrado a ser cantautor o a hacer temas de mi grupo. Me refiero a esto porque cuando dirijo obras de Nona Fernández, El taller, Voyager, Space Invaders, lo siento como muy mío. En cambio, cuando llega un texto más alejado, yo me integro en un grupo. Entonces, veo el material y entro de una manera distinta, que siempre me ha sido muy interesante. En este caso, este concepto de los bidones arriba, y de esta manera de descifrar el espacio es obra de Nicolás Jofré. Nicolás Jofré es el diseñador integral. Lo conozco hace muchos años, trabajó con nosotros desde que hacíamos El taller, él era el asistente de Catalina Devia y con el tiempo ha crecido, por supuesto, hizo la iluminación de Voyager. Cuando era muy chico también trabajó en alguna obra mía, entonces nos entendemos muy bien. Él fue el que trajo ese concepto. De hecho, la puesta en escena, nosotros la armamos ya con ese concepto puesto. Cuando uno ve los papeles, es como en teoría. En el teatro chileno se ocupan mucho los referentes, mostrar otras cosas parecidas, pero después verlo en vivo y en directo fue bien impresionante. Primero ver cómo se fueron colgando cada uno de los bidones, un trabajo instalativo bien importante, y después con la luz, cómo se van creando las atmósferas, como las luces van pasando. Es una obra con una iluminación muy imprecisa y difusa, por lo mismo, porque tenemos todos los bidones y la luz pasa a través de ella. Ese concepto le dio un aire enrarecido a la puesta, que a mí me resultó muy atractivo, verlo en vivo y en directo en la puesta, es bien impactante.
Mencionaste al comienzo de la obra este concepto que Orinoco significa un lugar para remar, y a la vez la obra plantea este mundo postapocalíptico donde hay escasez de agua. ¿Cómo se trabaja este concepto de la obra? ¿Qué ha pasado en este mundo?
Tengo una teoría, (yo no veo muchas series); Si una historia uno la arruina con un spoiler, significa que la historia no es tan buena. El ejemplo máximo en Hamlet, todos sabemos que la gente muere al final, y no arruina la visión de la obra saberlo. En Edipo todos sabemos que se acostaba con su madre, desde el principio, los griegos lo sabían. Entonces, igual voy a respetar un poco y no voy a hacer tanto spoiler. Lo que plantea Iván, y lo que nosotros tratamos de hacer más o menos en la misma medida en que lo hace Iván como dramaturgo, es que hay un mundo sin agua. Estamos en la ciudad de Calama, dos personajes que son hermanos, que son Olmos y Roger, interpretados por Pablo Muza y por Felipe Zepeda. Son dos extrabajadores de unas instalaciones que eran las empresas Stockman. Las empresas Stockman estaban, de alguna manera, haciendo experimentos con el agua, con la poca agua que quedaba y que finalmente queda una catástrofe ecológica mundial importante. Y ellos por una casualidad, incluso por un error que uno de ellos comete, han logrado que este espacio sea seguro en este mundo postapocalíptico. Se habla que afuera hay sombras, pero no se especifica muy bien. A mí eso me parece muy atractivo, que la dramaturgia deja hoyos, y sobre esos hoyos nosotros navegamos, navegan los personajes, navegamos nosotros como ejecutores, y navega también el público. De repente llega un tercer personaje que es una mujer, que es Kanishi, una mujer que antes se llamaba de otra manera y que ahora se hace llamar Kanishi, que dice tener un mapa donde encontrar Orinoco. Orinoco es la última fuente de agua dulce del planeta, es como un lugar mítico, la obra es como un lugar mítico. En Orinoco en realidad es un río que existe, que cruza varios países de Sudamérica, y se llama un lugar para remar en el idioma indígena, no recuerdo ahora cuál es el pueblo, pero en ese idioma significa lugar para remar. Al principio de la obra hay un texto que habla el cuarto personaje de la obra, que es una persona que está muerta en escena durante toda la obra, (la voz la hace la Nona Fernández en la obra), que cuenta una leyenda original, del origen de las aguas y de los flujos, porque nosotros hemos vivido y siempre vivimos, veranos e inviernos, vivimos entre la escasez y la abundancia. Cuando llueve mucho, tenemos un exceso de agua, y cuando no llueve tenemos una escasez. De eso habla un poco esta leyenda. Entonces, se dice que cuando el hombre está demasiado abundante, Wanadi, que es esta diosa del mito original, llama a la sequía, para destruir al hombre. De repente, en cierto momento se compadece y dice: “De repente con sus dedos abre un surco por donde puede pasar el agua y los vuelve a inundar”. Entonces el agua a veces es un premio o una salvación, y a veces es un castigo. Lo mismo que deje de llover. En la obra lo que se plantea, es cómo luego de esta catástrofe podemos hacer un nuevo origen. Siempre se está hablando de cómo podemos hacer un nuevo principio. Creo que es un sueño que tiene el ser humano desde siempre, tenemos los mitos, por ejemplo; el diluvio universal, que es como hagamos borrón y cuenta nueva. Lo que pasa después de una pandemia, que decimos que vamos a hacer mejores y no. Lo que pasa después del estallido. Siempre estamos viviendo catástrofes. Catástrofes tras catástrofes queremos hacer un nuevo comienzo y hacer las cosas mejor. Eso es lo que plantea la obra.
Sobre el origen de la obra, Nueva York es una ciudad en la que efectivamente hay muchas personas sin casa que viven en el metro, y eso contrasta mucho con la ciudad que es muy cosmopolita. Me llama la atención el cómo se mezclan personas tan distintas en el metro, el millonario de Wall Street pegado al vagabundo. En la obra ¿Esta gente está realmente sola en el mundo? ¿Hay gente afuera?
Lo encuentro interesante, es muy divertido que una obra como esta, que sucede en Calama, su origen haya estado en un “homeless” de Nueva York, que tiene que ver con lo conectados que estamos. A veces, por ejemplo, yo creo que el teatro chileno, en particular, está muy pegado con lo que pasa aquí y ahora, en la comuna, en un lugar muy pequeño. Creo que incluso las obras que ocurren en estos lugares así, Flores de papel de Egon Wolff, que pasa en un departamento de la Avda España, extremadamente situado, en el fondo lo que nos habla es de la condición humana. No está hablando de la cosita contingente. Está bien, siempre y cuando la obra termine hablando de la condición humana. En este caso, cuando uno va a Nueva York, se da cuenta que igual es una ciudad media apocalíptica, no es tan diferente a estas ciudades futuristas que veíamos en Blade Runner o en Childrens men. Las ratas, que también se habla en la obra, esa es una situación cotidiana, pero a lo mejor siempre hemos vivido en ese lugar apocalíptico. Londres de la época de Shakespeare también estaba llena de ratas. En la obra, ellos no están muy seguros de ser los únicos sobrevivientes, porque seguramente han visto por las ventanas el grado de devastación. Pero no tienen comunicación. Uno podría llegar a pensar que hay muchos Roger y Olmus en diversos bunkers alrededor del mundo. La obra no nos da esa información. Susana, que interpreta a un personaje que ha encontrado un río y que vuelve a buscar a su pareja, que es esta mujer que yace muerta, al inicio de la obra, no es un spoiler. Siempre que le preguntan, dice: «¿Hay alguien más?» dice, «No lo sé.» Hay algo que está vedado al conocimiento en la obra. Eso le da a la historia un lugar muy misterioso, el personaje de Kanishi es muy misterioso, cómo sobrevivió. Siempre Olmos siempre le está diciendo que es imposible que haya sobrevivido, porque ellos no pueden sobrevivir afuera, y, sin embargo, ella sobrevivía. Pienso que tiene que ver que está hecho con mucho amor, y con casi como una cosa mágica, creo que tiene que ver con el hecho de que Kanishi es mujer. En la obra ellos son unos monstruos, y Kanishi tiene el mapa para el futuro. Está puesto ese tema también. Creo que también es bonito que, en el caso de Iván, y de nosotros, los hombres que estamos ahí, yo creo que a lo mejor Susana tiene el secreto, que ese futuro que se abre al final es un futuro que nosotros no somos capaces de conocer, nosotros como hombres. La obra nos deja con ese misterio. Una obra donde hay dos personajes hombres, la escribe un hombre, la dirige un hombre, nosotros optamos por dejar ese final en el misterio, no sabemos la verdad.
Interesantes las dinámicas que se generan entre los personajes, entre los hermanos, la relación de estos dos hombres muy distintos, que está muy claro el rol de cada uno, y cuando llega esta mujer y les genera un quiebre. Los hace cuestionarse sobre temas como la muerte, qué es verdad y qué no es verdad, las relaciones de pareja. Surgen muchos temas a partir de la llegada de esta mujer y de las relaciones que se generan entre ellos. Cuéntame un poco de la dinámica entre los hermanos, la dinámica entre los personajes de Felipe Zepeda y Susana Hidalgo, esta relación de pareja incipiente, pero también única, la que va a salvar la especie.
Fue algo que investigamos harto, porque el texto nos daba algunas luces, pero finalmente los actores encuentran el texto a partir de su corporalidad. Empezó a surgir esta cercanía entre el personaje de Kanishi y el personaje de Roger, que se dicen pesadeces mucho rato, pero que tienen puntos de conexión. Esos puntos de conexión que van y vienen, que de repente se chocan, yo creo que es la vida. Es la parte animal que los personajes tienen. No es una relación que pasan horas, entre que Kanishi llega y se va, no es que pasen meses. Hay puntos de encuentro, que son bien animalescos, bien inexplicables. De hecho, Kanishi tiene una pareja mujer, también es un punto. Hay algo como animalesco, confuso. Esto también lo dijo Iván en un ensayo, que en el fondo los tres personajes están cruzados por el cuerpo trágico, hay una tragedia que está ocurriendo ahí. El personaje de Pablo, el personaje de Olmos, aparece como el personaje más rudo, más masculino, más fuerza bruta. Pero el personaje de Roger esconde un secreto, que finalmente es el catalizador en la obra. Ese secreto también tiene que ver con la violencia, y también tiene que ver con la masculinidad violenta. Con esa masculinidad tóxica que dice Lorena, el personaje de la voz en off, dice que los hombres son muy ambiciosos y corruptos. Esa fuerza masculina no es para nada negativa. Yo soy un ferviente creyente de que hay energías masculinas muy positivas, que van para adelante, que llevan para adelante proyectos. Pero también hay una fuerza masculina que es arrolladora, devastadora, y que nos puede dejar sin agua. “Ocupemos agua para sacar metal”, “¿y para qué?”, “para ganar más plata”, “¿para qué?”, “no sé, pero saquemos”, “después cuando no haya, qué hacemos”, “no sé, porque no me va a tocar a mi”. Hasta que nos toque, lo que ha pasado en muchas partes. Entonces hay esa lucha entre lo masculino y lo femenino, es algo que en la obra va dando vueltas. Curiosamente cuando llega Kanishi, llega con un cuchillo enorme, y tiene que defenderse con esa violencia, no queda de otra.
Invira a la gente para vaya a ver la obra, por favor.
Sí, nos quedan las cuatro últimas funciones de miércoles a sábado en el Teatro de la Memoria, en Bellavista 0503. Las entradas están a la venta en Ticketplus, es a las 8 de la noche el miércoles, jueves, viernes y sábado. El viernes tenemos un conversatorio en La Memoria. Se llaman Testigos de prueba. La obra está muy bonita, muy intensa. Tiene unas actuaciones que son muy conmovedoras, porque nosotros vemos los cuerpos. Eso es algo que está muy logrado en la obra. Vemos que están ahí, a poquita distancia, y vemos un mundo en tres dimensiones que se nos mete en la cabeza.
FICHA TÉCNICA
Título: Orinoco
Idea original: Pablo Muza
Guionista: Iván Fernandez
Director: Marcelo Leonart
Elenco: Susana Hidalgo, Pablo Muza, Felipe Zepeda
Diseño Integral: Nicolás Jofré
Asistente de diseño: Isidora Gonzalez
Música: Alejandro Miranda
Producción: Francisca Ortiz
Diseño gráfico y fotografías: Agenciarr
Material audiovisual: Reina Fungi Films y Agenciarr
Duración: 90 minutos
Edad sugerida: 14 años
COORDENADAS
Hasta el 02 de agosto – 20:00hrs
Entradas a la venta en TicketPlus
$10.000 general / $5.000 estudiantes, adulto mayor, personas con discapacidad y trabajadores AAEE
Teatro La Memoria – Bellavista 0503, Providencia