Por Tania Sáez
Entrevistamos al director de la obra teatral Stalin. Protagonizada por el reconocido actor Sergio Hernández, en el papel del Stalin, junto a la destacada actuación de Daniel Antivilo. La obra sigue a la gran figura literaria ítalo-chilena Gastón Salvatore (1941-2015), y se está presentando por primera vez en Chile.
La obra está situada en los años 1952- 1953, cerca de Moscú, en la Dacha de Kúnstevo, la residencia personal del dictador. Itsik Sager, un viejo actor judío y director del Teatro de Arte de Moscú, que está representando al Rey Lear de Shakespeare, es detenido sin explicación y llevado frente a Stalin.
La dirección está a cargo del premiado Jesús Urqueta (Arpeggione y El mar en la muralla), quien busca hacer un ejercicio de memoria histórica para reflexionar sobre la política, el terror y el poder de las tiranías. Esto fue lo que el director nos contó de la obra.
¿Cómo fue poner en escena por primera vez en chile la obra de Gastón Salvatore?
Yo creo que es un gran honor y un gran desafío. En este caso, fue el Teatro Finis Terrae quien creyó que yo era el director idóneo para un montaje tan relevante. La obra es de un dramaturgo bien consistente, que tuvo una gran trayectoria en el extranjero, que recibió premios muy destacables y que también tiene una historia política. Gastón Salvatore era sobrino de Allende y creo que también tenía un parentesco con los Pascal, por lo que desde ese lugar, hay una trayectoria política importante. Pienso que ese contexto lo hace un proyecto fundamental para la escena chilena y santiaguina. Lo que siento es honor, orgullo y agradezco la confianza que tuvo Marco Antonio Amalai, el Teatro Finis Terrae para convocarme a mí y a mi equipo.
Pensando en que esta obra tuvo su mayor auge en la década de los 90, ¿Cuáles fueron las escenas más complejas para transmitir en la actualidad?
Creo que la obra tiene varios grados de complejidad desde la dramaturgia. Se habla de teatro y se habla de política a través de un ejemplo teatral que es bien consistente, el rey Lear, y desde ahí si es que el público no conoce la obra de Shakespeare es complejo engancharse. Entonces siento que ahí había un manejo con el tiempo y con el terror del contexto: “alguien te secuestra de tu teatro, te instala en una mesa, abres los ojos y es Stalin quien está ahí”. En el caso chileno, imagínate que hubiera ocurrido eso con Pinochet, el terror que esa situación sostiene.
Por otra parte, hasta dónde podía sostener una puesta en escena de un diálogo entre dos personas, pensando en el público chileno, fue de los momentos más complejos. A pesar de ello, con mi equipo lo resolvimos de buena forma.
Hay escenas como la del ajedrez y el momento cuando el protagonista es parte del público, ¿Qué buscaba transmitir con estas escenas y cuál fue el trabajo detrás de éstas?
Ocupamos esas estrategias para que el público pudiera digerir la obra. Había que encontrar ciertos elementos que pudieran distender las escenas, desde la acción física o desde la actividad física, ahí surgió el ajedrez. Cuando comencé a diseñar en la dirección de Stalin, lo primero que les dije a Sergio y a Daniel fue que yo me imaginaba la puesta en escena como una gran partida de ajedrez entre Kasparov y Karpov, que eran los dos grandes maestros del siglo XX del ajedrez ruso, y les dije: “Sergio, esta es la imagen original que teníamos, ¿por qué no la hacemos?”. Por lo que fuimos logrando, a través de la actividad física y el sonido, el dispositivo que hace que el público entre en otra dimensión.
Que el protagonista se incorpore al público fue una decisión escénica, porque en el fondo siempre busco alejarme de la ilustración de la escena que proponen los textos. El texto original proponía que Stalin estaba con archivos reales, archivos varios con los antecedentes de los prisioneros judíos, pero yo sentía que esa escena era traer una ilustración que era innecesaria, teniendo como recurso escénico el espacio, que era el público. Siento que entrar al público en la escena de los chistes es brutal, empiezan desde sus propios temores o risas nerviosas, a comprender el universo que hay detrás y no solamente a sentirse identificados. Empiezan a reflexionar desde el fondo.
Fue muy interesante ver que en la parte final de la obra las posiciones de poder cambiaron por un momento, ¿Cómo fue el trabajo detrás para lograr y demostrar eso?
Esa es una figura que se nos ocurrió a nosotros, en un momento yo sentí que cuando estábamos terminando el tercer acto, la puesta en escena que estábamos realizando se agotaba, y nos quedaban dos actos más, entonces, le propuse a mi equipo que, a partir de una enfermedad que tenía Stalin en la vida real (la paranoia), él sufriera ataques paranoicos.
En el contexto de la obra, el rey Lear era un personaje y un punto en la discusión, por lo que sugerí que se le apareciera este personaje a Stalin. Y así escribí una dramaturgia tomando textos del cuarto y el quinto acto, logrando dar pie al final de la obra. Lo que hago es resolver, con ese monólogo del personaje del rey Lear dentro de un ataque paranoico de Stalin, un deus ex machina, que aparece y resuelve el conflicto.
¿Cuáles fueron las libertades creativas que se tomó? ¿Los cambios que hizo en el texto? ¿O fue más recoger partes y después unirlas?
La gran libertad creativa es plantear un quiebre absoluto con lo que estaba escrito. Lo que hago es sacar el realismo que estaba escrito en la obra y transformarla en otra cosa, y desde ese lugar es la inclusión de un personaje que no está en la obra originalmente, que es el rey Lear. El rey Lear está como excusa para una conversación y para desarrollar el intercambio de diálogo de los dos personajes. Nunca fue un personaje activo en la puesta en escena, pero lo usamos como un personaje desencadenante del desenlace de la puesta en escena. Es bastante divertido.
¿Qué le diría a las personas para que vayan a ver la obra?
Invitaría a todas las personas a ver Stalin, porque creo que es una obra única, y hace tiempo que no se había visto en la cartelera santiaguina y chilena. Es un pedazo de la historia extranjera y un ejercicio de memoria, del cual podemos hacer link inmediatamente con el contexto chileno. Entender las imágenes de los dictadores desde una figura externa sirve para aprender del horror que también sufrimos nosotros como chilenos y latinoamericanos. Considero que el ejemplo de Rusia y Stalin es ejemplo viviente de lo que fue también la época de los 70 y 80 acá en Sudamérica y sobre todo en Chile.
Y lo otro es ver un trabajo con oficio, ver a dos grandes actores mayores, Daniel tiene 59 y Sergio tiene 78, que resuelven esta obra con oficio. Me parece que también es otro estímulo importante como para asistir. Es una muy buena experiencia, una experiencia estética, una experiencia política, una experiencia ética interesante, para estos tiempos. Desde el pasado reflexionar sobre el futuro, desde hoy ir para atrás, para luego ir para adelante en un ejercicio de memoria.
El montaje de Stalin se está presentando en el Teatro Finis Terrae hasta el 3 de septiembre.
Ficha Técnica
Título: Stalin
Dirección: Jesús Urqueta
Elenco: Sergio Hernández y Daniel Antivilo
Dramaturgia: Gastón Salvatore
Traducción: Rodrigo de Castro
Adaptación: Jesús Urqueta, Sergio Hernández y Marco Antonio de la Parra
Diseño de escenografía e iluminación: Tamara Figueroa AS
Realización y montaje: Dique5, Nicolás Muñoz Alfaro y equipo Teatro Finis Terrae
Diseño vestuario: Loreto Monsalve
Sastrería: René Riega
Barba y caracterización: Pamela Correa
Música: Marcello Martínez
Diseño sonoro: Marcello Martínez y Pablo Ramírez
Diseño gráfico afiche: Roberto Murillo
Fotografía: César Pacheco
Operación de sonido: Luciano Vásquez González
Operación de luces: Gonzalo Huerta
Prensa: Claudia Palominos
Producción artística: Inés Bascuñán Pérez
Producción: Teatro Finis Terrae
Coordenadas
4 de agosto al 3 de septiembre
Jueves a sábado 20:30 y domingo 19:00 horas.
Duración: 1h20
Teatro Finis Terrae, (Av. Pocuro 1935, Providencia, Stgo.)
$12.000 general, $7.800 personas mayores, $6.000 estudiantes por Ticketplus.
https://ticketplus.cl/events/stalin