Entrevista al director y dramaturgo Uruguayo Sergio Blanco: «El teatro es el espejo oscuro en donde el ser humano viene a mirarse»

Entrevista al director y dramaturgo Uruguayo

Sergio Blanco: «El teatro es el espejo oscuro en donde el ser humano viene a mirarse»

El director y dramaturgo Uruguayo se está presentando en Santiago a Mil con su obra «El Bramido de Dusseldorf», un montaje muy innovador, moderno, actual, que a través de una auto ficción, cuenta la historia de un hijo que lleva a su padre a Dusseldorf, donde él tiene diferentes actividades mientras su padre está agónico en una clínica de esa ciudad alemana. Es una obra maravillosa, cautivadora, entretenida y muy contemporánea. Una gran obra de arte.
¿Como fue el proceso de crear El Bramido de Dusseldorf? ¿Que tanto de ficción y de realidad tiene la obra?
«El Bramido de Dusseldorf» es una auto ficción que es este género que estoy trabajando, del cruce de relatos reales con relatos ficticios, que yo escribí cuando viajé a Alemania a ver el estreno de «Tebas Land». Se juntan el viaje mío, cuando paso por la estación de Dusseldorf y veo la palabra Dusseldorf, con este episodio que cuenta la obra de un joven chileno que después de ver «La Ira de Narciso» se quita la vida en el parque Uruguay en Stgo de Chile.
¿Eso es real?
Si, eso es real. A mi eso fue algo que me impactó mucho, como creador, obviamente uno se siente responsable, pero hay una simbología de la muerte, vinculada a la obra, el parque Uruguay, en fin. Me llevaron a lo que yo hago ahora con esto. Traté de reciclar la escritura de este texto donde junto la idea de Dusseldorf, este episodio, voy mezclando las distintas posibilidades con las que este joven dramaturgo, que es un Alter ego auto ficcional de mi. Siempre digo no soy yo, sino una representación de mi. Nunca se sabe por qué está. Si está por la exposición de Peter Kurten, que es asesino en serie alemán,  o si está por otros motivos. Si está por la circunsición, por su conversión al judaísmo, o si está por una productora porno donde esta escribiendo. Juntar todo esto y hablar de esto.
Me llamó mucho la atención lo de la conversión. ¿Eso es real? ¿O también es ficción?
Aparece todo el tiempo en mis obras, un deseo de este personaje, este Alter ego, aquí se llama Sr Blanco, de buscar la conversión como un camino de ir hacia atrás, el personaje dice en algún momento, tu quieres hacer el camino de Saul hacia atrás, de San Pablo hacia atrás, volver al templo. De alguna manera la conversión es la base del arte, de la creación, es una cosa que se transforma en otra. De alguna manera ese deseo que tiene el personaje de ir al judaísmo, más allá de si es real o no es real en mi vida, va vinculado a un deseo quizás de volver a un tiempo pasado, un tiempo pre cristiano, a un tiempo del templo, como dice el texto, a una ley más severa también, como una ley laica, o judía, que es una ley no tan acomodada, o flexible como puede ser la Cristiana, se escribe en esa necesidad de buscar una tierra prometida quizás. La búsqueda del judaísmo se escribe más en una búsqueda de una tierra que se ha perdido, que no está. Creo que en mi confluyen dos cosas; confluye el judío que se va a una tierra prometida, pero también tengo algo de griego, navegante, que siempre quiere volver a su Itaca natal. Esos dos movimientos son muy interesantes, el judío y el griego, el estar buscando todo el tiempo la tierra prometida, pero al mismo tiempo querer volver, como Ulises a su Itaca natal. Esos dos movimientos son interesantes. 
Hay una frase que me encantó que decía en la obra: «El arte no tiene moral». Cuéntame sobre eso.
Si. Con todo esto que está pasando en estos días, yo creo que el arte no tiene moral. En el sentido de que es por excelencia el espacio de lo estético, lo cual no quiere decir que los artistas no tengamos una moral con las personas, con los proyectos o las instituciones, sin lugar a dudas. El proyecto, una persona o institución se escribe en un pacto social en donde hay una moral que tenemos que tener. Pero el arte es justamente el espacio donde se rompen todos esos pactos sociales. Siempre digo que el arte es en particular, el teatro es el espejo oscuro en donde el ser humano viene a mirarse. No viene a buscar lo mejor de uno mismo, que es lo que tenemos que esperar en la vida todos los días. El arte es esa grieta, ese espacio donde nos podemos enfrentar con lo peor de nosotros mismos. Cuando alguien lee Dostoievski, o cuando uno lee una novela de Phillip Roth, o cuando uno lee un poema de Rimbaud, o cuando uno lee a Sófocles, te enfrentas con ese monstruo que somos también. Parece que eso es muy interesante. Tiene que haber una moral, tiene que no haberla al mismo tiempo. El arte es el lugar donde puede no haber moral. 
También dirigiste esta obra y ocupaste mucha música pop, rock, hartos elementos muy atractivos. ¿Como llevas eso a un texto que tiene muchos elementos dramáticos?  
Me interesan muchos los mitos, y a veces pensamos que los mitos son solamente los mitos grecolatinos, los mitos fundadores, que nos construyen antropológicamente como especie humana, pero también existen los mitos contemporáneos. Para mi hoy día son las marcas, los nuevos grupos musicales. Además es una forma de darle espectacularidad también a lo que uno está diciendo, o al texto dramático, de tratar de que haya una multiplicación de varios discursos en escena. El ojo que viene a vernos es un ojo que está muy parasitado, por lo multimedia, por las series, entonces tenemos que atender a ese ojo. No podemos desconocer. Siempre digo que no hay que olvidar que el teatro tiene la palabra teatrón, que es un mirador, le gusta mirar esencialmente. La mirada ha cambiado mucho en los últimos años, las nuevas tecnologías, un mundo virtual ha cambiado la mirada, como pocas veces en la humanidad ha cambiado tanto. Yo creo que nosotros, hombres y mujeres de teatro tenemos que estar atentos a esa mirada. Yo le llamo tomar la temperatura del ojo. Tenemos que saber que está pasando con ese ojo que viene a mirarnos, el ojo de un adolescente, de un joven hoy en día, es un ojo que está acostumbrado a la recepción de discursos múltiples, de la imagen, no podemos decir no, que horror, tenemos que entender que ese ojo ha cambiado y que hay que trabajar para ese ojo. El teatro antes que un género literario, que también lo es, es antes que nada una experiencia óptica y visual. Hay que atender a ese ojo, el ojo hoy en día tiene que estar solicitado, quiere decir que uno tiene que abrir la ventana como cuando tenemos que abrir las aplicaciones al mismo tiempo, desde la escritura misma. Yo trato de hacer eso, de que el espectador esté trabajando, junto con él, para adelante, para atrás, la meta teatralidad. Todos esos son elementos que ayudan mucho a la construcción del espectáculo, donde el espectador es esencial, sin espectador no hay teatro.
Hay una frase de la obra que me llamo la atención, que tu hacías auto ficción para que te quieran. No sé si es del personaje o tuya esa frase.
Si. Hay una tendencia a tratar a la auto ficción como un acto narcisista, o de amor propio, hablar de uno, y es todo lo opuesto. Auto ficción es hablar de uno preguntando al otro. Es tratar de que mi historia esté en las historias de los demás. En eso me aparece mi cristianismo, formado por los jesuitas por lo demás, es un acto casi que crístico, o cristiano. En mi cuerpo, son todos los pecados, por eso se escribe mas que un acto de soberbia, es todo lo contrario, es todo lo opuesto. Se escribe en un acto de buscar a los demás, y de algo universal del ser humano, lo que decía Walt Whitman; «Me canto a mi mismo, todo lo que diga de mi, lo digo de mi pero también lo digo de ti y cada uno de mis actos, estás viendo algo tuyo». Yo creo que el teatro y la auto ficción permiten esa idea de que uno parte de su propio historia, pero no para quedar encerrado en si mismo, sino para inscribirse en esa idea que somos una isla, somos un archipiélago, no somos tan distintos los unos de los otros, mas allá de las diferencias culturales, geográficas, religiosas, económicas, todo es lo mismo. La auto ficción se escribe en esa idea. Otra vez digo no, no estoy hablando de mi para que me quieras, sino porque quiero que me quieras y no hay acto mas noble que necesitar el amor de los demás. Yo necesito muchas esa idea de hablar de uno que de hablar de otros. Narciso se habla mucho, Narciso cuando se mira no sabe que se está mirando a si mismo, el piensa muy poca gente sabe, sobre todo el mito de Pausanias, que Narciso tiene una hermana gemela que ha muerto. La matan, cuando el va a buscarse al agua, lo que el cree que está viendo es el rostro de su hermana gemela muerta. Eso cambia todo. En la versión de Pausanias,  después de la historia quedó una versión griega, y muestra lo complejo del mito de Narciso, a buscarse a mis mismo pero pensando que es otro. Eso me gusta. Uno se mira a si mismo pero buscando a los demás. Godard decía una cosa hermosa: «hay que tener el coraje y la honestidad de hablar de uno mismo antes de hablar de los demás», y Montaigne algo más bello todavía. Montaigne, que es el padre de la auto ficción que habla de el todo el tiempo en 1500, «la gente se queja de que yo hablo de mi, yo me quejo de que eso no piensan sobre si». 


El Bramido de Dusseldorf

Texto y dirección Sergio Blanco 
Intérpretes Gustavo Saffores, Walter Rey y Soledad Frugone
Video arte Miguel Grompone 
Escenografía, vestuario y luces Laura Leifert y  Sebastián Marrero 
Espacio sonoro Fernando Tato Castro 
Preparación vocal Sara Sabah 
Preparación de bajo Nicolás Román 
Comunicación y prensa Valeria Piana 
Imagen de portada Rubén Lartigue 
Diseño Gráfico Augusto Giovanetti 
Fotografía Narí Aharonián 
Asistencia de dirección Juan Martín Scabino 
Producción y distribución Matilde López Espasandín
Estreno Teatro Solís, Montevideo, agosto 2017

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