Por Galia Bogolasky
El poeta, cronista, narrador y uno de los escritores costarricenses más destacados del momento conversó con nosotros debido al lanzamiento de las novelas Asfalto y La marea de Noirmoutier publicados por la editorial Los libros de la Mujer Rota. Son dos novelas breves que nos acercan a los tópicos que ha trabajado desde siempre el autor, como lo son el viaje, los desplazamientos y los vínculos familiares. Viajar no es solo un movimiento físico, sino también emocional, pudiendo explorar dentro de uno mismo y generar un espacio para el autoanálisis. Asfalto nos presenta una pareja que a medida que llegan a su destino, más notorio se hace el cambio en ellos y en su viaje compartido. La marea de Noirmoutier evidencia los recuerdos que pueden dejarnos las ciudades y la falta que hace volver donde alguna vez fuimos felices. Relata la relación del protagonista con su hija Inés, un texto escrito por medio de cartas que van tejiendo y repensando el vínculo que los une. Su experiencia viviendo en Berlín por un año y la importancia de la familia en su obra, entre otros temas, fue lo que nos contó en esta interesante conversación.
Asfalto y La marea de Noirmoutier, son dos novelas cortas. Cuéntame, ¿cómo surgieron estas dos historias y por qué además se editaron juntas?
Son dos libros separados por muchísimos años, el primero, Asfalto, estaba escribiendo libros en otra época que podía hacer eso, más joven, más tiempo, otra vida, vivía solo, ahora tengo diez años de casado y dos hijas. Pero no solo eso, creo que tiene que ver con en esa época que escribía muchísimo, creo que no es solo porque vivía solo y no tenía otro tipo de responsabilidad más que trabajar, pero para un mínimo de subsistencia y poder escribir, con el tiempo creo que había una mayor indulgencia con el trabajo de uno mismo. Sucedía como que escribía cosas y decía: «Bueno, esto está listo», se editaba un poquito pero ya está listo. Ahora ese proceso me toma muchísimo tiempo, sentir que algo ya está listo y que ya no puedo hacerle nada más ha cambiado muchísimo el tiempo. Para volver a la pregunta, es un libro que estaba escribiendo por el 2000, a la par que estaba escribiendo un libro de poesía que era algo familiar, era muy de mis padres, en ese momento yo no tenía hijas ni nada, era algo muy personal, casi como con nombres propios, estaban mis padres, estaba yo, mi hermano. Por alguna razón comencé a escribir este otro libro Asfalto que es como un roadpoem, como estas películas de carretera donde, si te fijas, no tienen nombres los personajes, es él y ella. Eso lo pude ver con el tiempo. Tal vez entendí, como estaba metido de cabeza en este otro libro libro tan personal, necesitaba algo más anónimo. Es esta pareja que se está separando y hacen un último viaje en auto de frontera a frontera de Costa Rica, que es muy poquito, porque es un país muy pequeño. Quedó ese libro por ahí, el de poesía sí se publicó, y ese libro se quedó engavetado como decimos por acá. No pensaba publicarlo en ese momento y seis años después apareció la oportunidad. Lo entregué así tal cual, así como está publicado ahí con Libros de la Mujer Rota, se lo entregué así al editor, que lo publicó como poesía, tal vez porque decía un roadpoem directamente lo asoció, pero a mí no me pareció nada. Yo lo entregué y no pensé si era poesía o si era narrativa como lo escribí, pero así apareció en su primera edición como poesía. Seis años después en el 2012, lo publicó otro sello editorial de aquí de Costa Rica, independiente, y lo publicó directamente como novela corta, ese mismo libro, no le hice nada, el mismo archivo. Tiene una historia muy particular ese libro pero sí se escribió entre el 2000 y 2001.
La marea de Noirmoutier se publicó en el 2017 en francés primero. Es una historia de un periodista de mediana edad que casi que lo obligan a tomar vacaciones de su trabajo porque es de estos workaholic, que acepta y aprovecha para hacer un viaje que tenía pendiente que es a Nantes en Francia. Luego vamos entendiendo que tiene que ver con una abuela que venía de ahí. Se publicó primero en francés, no porque yo escriba en francés, yo escribo en español, pero tuve una residencia en Francia. Vivimos allá con mi esposa y mis hijas seis meses, una residencia de escritura y de ahí salió ese libro. Entonces primero salió en Francés, lo tradujeron allá. Pero la editorial de allá tenía los derechos que se liberaron este año, entonces decidí publicarlo, y cuando conversé con Claudia (Apablaza) y Jorge (Núñez) que ellos querían publicar algo mío, Libros de la Mujer Rota, les dije este libro no se ha publicado en español, solo hay una edición en francés. Se los pasé, les gustó, pero como es una novelita muy corta, o un cuento largo, no sé, cuando uno está escribiendo no está pensando en eso. Me dijeron que sí, que les gustaba, pero que si tenía otra cosa para aprovechar de que ya se iba a publicar algo mío de narrativa, entonces les dije: «En el 2006 se publicó este otro librito como poesía, después como novela corta, vean si les funciona como un texto paralelo ahí o complementario», y así fue, les pareció, hay algo ahí, son dos viajes, son dos historias muy diferentes pero en el fondo son dos viajes. Esa es la historia de cómo se juntaron esos dos libros, que se han separado en la escritura por muchos años, por más de 15 años.
Uno de los temas que te gusta escribir en tus poemas y distintos relatos es de los viajes. Has viajado mucho y has vivido en otros países, has tenido muchas residencias, en Berlín, y otros países. ¿Qué significan para ti los viajes? ¿Cómo te inspiraron?
Sí, en realidad no es algo que piense a priori, no es como que planee escribir sobre viajes, sino como que sucede. En otro libro que anda por ahí, que es una crónica del año que vivimos en Berlín con mi esposa y con mis hijas, es algo ya directamente familiar, es una experiencia de una familia centroamericana trasladada, porque además llegamos en enero, trasladada del trópico a esa cosa salvaje de invierno perinés. Así empieza esa historia como otras cosas que estaban sucediendo en mi familia antes de irnos, se mezclan todo en una cuestión como doméstica. Hago esa crónica que la fui escribiendo por entregas estacionales, cada estación mientras estábamos allá, me ofrecieron escribir eso, que les interesaba ir contando lo que estaba pasando, como esa crónica. Lo que les pedí, que esto era para una revista digital, que más que mensual, les proponía entregas por estación, primavera, otoño, lo que sea. Lo fui haciendo así y esas crónicas que se publicaron primero, como era para una revista digital, un tiempo después un sello digital me ofrece adaptarlas para un formato impreso, porque es diferente. Hubo que hacer unas adaptaciones y además aproveché porque cuando entré a trabajar para publicarlas en formato libro ya había pasado un año. Mirar con distancia, eso que un momento que estaba escribiendo como crónica algo que estaba sucediendo en esa estación, es diferente lo que se publicó digital que lo que se publicó como libro. Pero fue algo que sucedió así, yo estaba en esa residencia, me ofrecieron escribir esto de unas entregas mensuales, y yo preferí otra cosa y dos años después me ofrecí a publicar el libro, no es algo que había planeado.
Lo mismo Asfalto, que es una ficción, necesitaba inconscientemente escribir una historia de unos personajes anónimos. Sí ha estado ahí eso de Noirmoutier, yo estaba en esa residencia, esa historia que es ficción, es un personaje ficticio que tiene esta hija a la que le escribe y nunca le contesta, pero él está viajando con con libro que habla sobre la ciudad de Nantes, que es escrito por Julien Gracq que es un escritor francés que tiene un libro que se llama La forma de una ciudad, que es justamente sobre Nantes, porque este escritor Gracq había pasando la infancia en esa ciudad y la va a visitar ya cuando estaba viejo, entonces esa mezcla de lo que está viendo y lo que él recuerda. Entonces hay otro viaje dentro de ese libro, que es el libro que está leyendo Óscar, el personaje, son viajes dentro de viajes también. Nada planeado, es una buena pregunta porque algo habrá, tendré que hablarlo en terapia (risas), por qué salen siempre viajes, y dentro del viaje, porque siempre hay algo que está pasando que es otro viaje, ya sea en el recuerdo, la historia de Oscar con su hija, y la historia del libro que está leyendo. Como unas muñequitas rusas pero de viajes.
Otra de las temáticas que abordas en tu trabajo es la autobiografía. ¿Es algo que te mueve mucho, te inspira lo que estás viviendo? ¿Cuánto de ficción incorporas o tratas de incorporar?
Sí, en este caso, en estos dos textos de narrativa no, estos sí son ficción salvo que el personaje que está en Nantes. Pero si este libro de Berlín que se llama Vamos a tocar el agua, no sé si está publicado en Chile pero lo publicó Planeta, que esa sí es una crónica autobiográfica, con mi esposa y con mis hijas en Berlín. Ya hablaba de eso con un par de conversaciones que hemos tenido con los festivales. Lo que pienso es que está este tema que se puso en la palestra de los suplementos culturales y hablar de la autoficción y todo esto. Hay una diferencia, de los que venimos de poesía y que escribimos narrativa, que los narrativos puros y duros. No tiene que ver con una escala de valor de qué es mejor y qué no, para nada, lo que estoy diciendo es que son puntos de partida diferente, porque para mí, que vengo de la poesía, que es lo que escribí por mucho tiempo antes de publicar narrativa, ese yo está siempre en la poesía, casi siempre. Es un yo, una primera persona que está corrida un poquito de quién es uno, uno está acá, este soy yo y ese yo narrador es una persona que está aquí al lado. Entonces es muy natural, uno ni piensa «Voy a escribir autoficción» no, uno está escribiendo igual que cuando escribo un poema, porque también si es todo ficción, viene más de allí de esa voz narradora de la poesía, que no es necesariamente un voz autobiográfica.
¿Cómo llegaste a la literatura?
Siempre que cuento esto se sorprende un poco la gente que no lo sabe. Yo soy economista agrícola, tengo un título y soy licenciado en Economía Agrícola, ejercí dos años esa carrera pero la estudié por cinco años en la universidad, no estudié letras. Comencé a leer desde muy pequeño, son cosas que uno no elige, por alguna razón en esa misma casa donde había un hermano, a mí me interesaba leer y al otro no, es algo así, que ni siquiera tenía que ver con un estímulo, mis padres no son grandes lectores, no había libros en mi casa, eso no se sabe bien de dónde viene. Sucede que así fue y eso que empezó como un gran interés por la lectura desde muy pequeño, que siguió por los años, en algún momento en mi caso, como le sucede a muchos, empezó a incluir no solo la lectura, sino la escritura. Porque mucha gente disfruta leer pero no le interesa escribir y menos publicar, pero algunos sí, como que nos va pasando eso. Todo esto sucedió afuera de una formación, no estudié Letras ni lo pensé, cuando salí de la universidad ya tenía muchos años de eso, empecé a leer desde muy pequeño y nunca me pasó por la cabeza estudiar Letras, como que no asociaba una cosa con la otra. En mi cabeza no tenía nada que ver la carrera de Letras con que a mí me gustara leer.
Cuando ya estaba entrando a la universidad sí pensaba que algún día me gustaría publicar un libro, ni siquiera eso, no lo asocié. Siempre digo que entré por la puerta de atrás a la escritura y a la literatura, porque fue desde un lugar más bien personal y que no tenía que ver con una idea de qué era literatura y qué no. Yo leía, me gustaba lo que estaba leyendo, algunas cosas más que otras. Por alguna razón, desde muy temprano, que es un género que se lee poco pero no sé, desde pequeño, desde sexto de la escuela, séptimo, ya estaba leyendo poesía. Recuerdo una edición de Rubén Darío, de tapa dura, del libro Azul de Rubén Darío, que ahora justo cuando lo dije me acordé de ese libro. Todo eso era algo muy mío, muy personal, de hecho en la escuela y en el colegio no era algo que yo hablara con mis amigos porque a ninguno le gustaba leer, entonces eso no era un tema de conversación. Eso fue alguno muy bonito cuando entré a la universidad, que ahí encontré pares, conocí a otra gente que le gustaba leer. En el colegio tenía muy buenos amigos, algunos de ellos los veo una vez al año todavía, pero mis compañeros nada, ninguno de mis compañeros del colegio les interesaba nada que tuviera que ver con un libro de ningún tipo. Siempre fue eso que luego fui descubriendo, que habían unos estándares, pero a mí me gustaba desde pequeño también, yo lo asociaba como algo del mismo universo, las canciones que contaban historias. Supongo que en Chile era igual que aquí, yo crecí en los 70s y para una familia de clase media un poquito de abajo, era normal que la gente tuviera una empleada, una mujer que trabajaba en la casa y que dormía en la casa, que limpiaba, que ayudaba a cocinar y a cuidar a los chicos y era casi de la misma clase social, un poquito abajo estaba ella y era parte de la familia. Lo que quiero decir es que no era como una clase de sirvienta. Aquí era normal, y como dormían en la casa ya eran parte de la familia. Eso ya no existe. Siempre eran mujeres, si alguien tiene una empleada doméstica tiene que ser multimillonario o millonario, y ahora es otra relación. Mireya se llamaba la chica, yo ahora veo hacia atrás y empezó a trabajar en la casa de mis papás menor de edad creo, 16 ó 17, y se ve que así era. Vivió con nosotros, fue como una hermana mayor que nos cuidaba y cocinaba porque mis papás trabajaban. Siempre tenía encendida la radio con radio transistores con música romántica, balada romántica latinoamericana y desde pequeñito algunas de esas canciones contaban historias y esas yo me las aprendía. Hay algo que me imantaba con esto de contar cosas, para mí era igual eso que una novela que me estuviera leyendo.
Eres de los poetas más reconocidos de Costa Rica en este momento, y como decías tú, no es un género tan masivo. ¿Qué te atrajo de la poesía?
Es difícil saber por qué, igual que es difícil saber por qué me gustaba leer, es como un chip que trae uno. Dicen que también son cosas que se saltan de generaciones, mis papás cero y nadie cercano. En algún momento me interesó saber de dónde vendrá esto que ya traía desde pequeño, y encontré en una bisabuela del lado paterno que era una gran declamadora de poesía. En los eventos del pueblo llamaban a mi bisabuela que le decían Mita a declarar, era ella, la ubicaban y era poesía, estos poemas largos. Luego hay una veta artística en otras partes de mi familia, pero de literatura eso fue lo más cercano que encontré y no sé de dónde le habrá venido a ella, quién sabe. Si es cierto que se saltan generaciones ciertos intereses, pues el mío viene de ahí. Y la poesía es raro, porque de verdad muy poca gente lee poesía. Lo que sí es cierto es que prácticamente todas las personas que leen poesía, escriben poesía. Es muy raro que alguien nada más lea poesía porque sí, en general es porque escribes. Es un género muy reducido, si ya las letras es un micro universo dentro del gran universo de las actividades humanas, lo de las expresiones, porque somos poquitos. Lo que pasa es que uno como está metido entre gente que anda en esto, uno cree que somos un montón, no existimos, es un nada, fuera de eso, la gente ni se entera lo que pasa en el mundo de la literatura y está bien, no importa, no tiene por qué ser masivo, dentro de ese micro universo, la poesía es el más chiquitito. Obviamente lo que empecé a leer era eso, y me pasaba también con la narrativa, lo que leyera a lo que podía acceder alguien que no estudiaba y no sabía nada de letras y no se sabía los grandes nombres, Rubén Darío, Pablo Neruda, Walt Whitman, esas cosas que encontraba en toda librería estándar, por mucho tiempo fue eso. Ya después uno empieza a abrirse un abanico de autores y autoras, y uno se da cuenta que la poesía no es solo esa que te enseñaron a la primaria, que es, de hecho, la que ahuyenta a la gente a escribir poesía. Después de pasar por primaria es como: «¿Qué es esta cursilería? No vuelvo a leer nunca más». Los registros son un muchísimos, pero a uno le enseñan uno.
No sé exactamente por qué fue, pero si recuerdo que de pequeño estar copiando a mano poemas de Quevedo, con toda esta métrica, toda esta poesía alejandrinos, sonetos, todas esas cosas, todas esas formas. De pequeño transcribiéndolos a un cuaderno, ¿por qué? No sé. Igual me gustaba jugar en el equipo de primaria del fútbol. Cuando mi mamá falleció, hace varios años, nunca le pregunté esto. Recuerdo como en segundo grado quedarme unas tardes de semana después de la escuela en un club de bailes folclóricos chilenos, tengo fotos vestidos con el traje de cueca, que era una de las actividades que hacía después de la escuela. Sin duda tiene que ver con que mi mamá ese día salía más tarde del trabajo y no podía recogerme antes y a dónde lo meto, porque no tenemos ninguna relación con Chile en mi familia, tenemos relación con Venezuela, familia venezolana pero con Chile no, y no encuentro la razón de que me haya metido a bailes folclóricos chilenos. Lo que quiero decir es que hacía muchas cosas, no es que solo era un ratón de biblioteca desde pequeñito, no, no era eso. La razón por la que leía poesía no sé de dónde viene, pero sí tengo estos recuerdos desde muy temprana edad, sobre todo transcribiendo poemas. Si ya estaba copiando un poema en un cuaderno, había mucho interés en eso, mucho placer, curiosidad por ese lenguaje. Es muy diferente el lenguaje de la poesía que el de la narrativa.
¿Quiénes son tus grandes referentes? Mencionaste algunos poetas reconocidos pero, ¿Hay alguien actual, contemporáneo que admires o escritores en general que te inspiren?
Un montón, me gustan muchísimo, te puedo decir que me gustan todos. Al revés que me pasa con mi escritura y cada vez conforme, me hecho más viejo o menos joven digamos, para que suene mejor. Con mi escritura me cuesta más decir, ya está. Siempre es como esto está fatal, voy a dejarlo un par de meses y luego lo retomo, antes no. No es que pensaba que lo que escribía estaba bueno, pero sí había una tranquilidad en decir; “bueno, esto queda así y paso a otra cosa”, ahora me cuesta más. Al revés con lo que leo, tal vez porque desde 2006 soy coordinador de talleres. Yo fui a talleres mucho tiempo más joven pero el 2006 comencé a ser coordinador de talleres y después de más de 10 años de dar talleres, algo que he aprendido y que ha sido muy enriquecedor son las motivaciones de la gente para ir a un taller. Hay de todo tipo, gente que ya es escritora, llegan a un taller y uno lee y si quieres seguir viniendo para yo aprender de vos, pero yo no tengo nada que enseñarte. Hay mucha gente que va a escuchar las conversaciones y que solo va a comentar las lecturas pero no escribe, otra gente que sacó sus poemas desde el colegio en unas hojas de portafolio pero que no le interesa publicar y son poemas de la adolescencia. Este caso que se me viene a la mente, ahora es una señora que llegó a los 64-65 años y todo lo que llevaba eran poemas que había escrito desde la adolescencia, ¿Qué la motivó a ir al taller? Algo había en releer, en sacar esa parte de su vida y compartirla con otros que era suficiente para ella porque tampoco necesitaba publicar. Todo eso y otro montón de situaciones o de casos que uno se enfrenta en tantos años de taller, es como que ya es suficiente para mi el hecho de ese gesto de la escritura. No estoy diciendo que todo es igual, es que ya no me importa que es diferente. Muchísimos textos que escribe gente que va a mis talleres me parecen buenísimos y no es que los necesite comparar, justo tengo al lado mío a la señora que ganó el premio Nobel, pero la leo en los talleres hace tiempo, no estoy diciendo que lo que escriben los chicos y chicas de mis talleres es mejor que eso. Porque ya ni siquiera estoy pensando en esos parámetros de comparación, si no que en el gesto de la escritura, de que alguien quiera y necesite escribir lo que está escribiendo. Eso me parece un gesto de resistencia, de que no todo lo que hacemos tiene que ver con un fin utilitario, pragmático o de intercambio de dinero, hay cosas que no tienen que ver, porque si alguien cree que va a ganar dinero escribiendo mejor que lo sepa de una vez, eso se los digo en los talleres siempre. Hay algo de resistencia en el gesto de escribir, entonces me gusta muchísimo. Si digo unos nombres es como él solo lee esto, si me preguntas tres nombres hoy te digo tres y mañana otros tres, porque me gustan muchísimas cosas.
Germán Carrasco es uno de mis escritores de cabecera, chileno, contemporáneo, de mi edad yo creo, me parece uno de los poetas latinoamericanos más importantes. Enrique Lihn, lo leo y lo releo cada tanto. Louis Gluck, Premio Nobel, la leo desde hace un montón en los talleres, la conocí hace mucho tiempo por recomendación de una amiga poeta, y desde que la leí uso sus textos en los talleres, ella me encanta, ahora se me vienen esos nombres, pero me cuesta mucho eso de los top 5, me genera mucha ansiedad porque hay tantas cosas que me gustan.
Cuéntanos sobre tus futuros proyectos, ¿Estás escribiendo algo? ¿Durante la pandemia te ha servido para inspirarte y escribir algo nuevo?
En realidad, sí estoy escribiendo, tratando de cerrar un libro de poemas que tiene textos algunos del 2015 y que va a salir en la editorial chilena Overol, que con ellos ya publicamos una antología-poesía que se llama La historia de una hiedra. Estoy terminando ese libro, y un proyecto de narrativa que viene desde hace rato. Empecé con una idea que fue cambiando. Desde marzo para acá, por la pandemia, los primeros cuatro meses no podía escribir otra cosa que no fuera prosa, entonces me pidieron un par de artículos para revistas, otras cosillas que yo estaba haciendo. No podía escribir, abría este libro de poesía que estoy tratando de cerrar y no podía, no sé por qué. De repente hice como un click, después de cuatro meses, es lo único que estoy escribiendo, estoy terminando ese libro. Estoy volviendo a los textos que están para editar, salieron un par de cositas nuevas ahí, pero no es como que todos los días me siento a escribir un poema. No sé si esos primeros cuatro meses fueron muy abrumadores. Después pasó a ser algo indefinido, tal vez los primeros meses uno estaba esperando como que alguien dijera bueno, esto va a terminar tal día, y fue como esto nunca va a pasar. No es que se desapareció la enfermedad, ahí está el virus, pero hay que aprender a vivir con eso porque así como aprendimos a vivir con otras cosas, no sé si algo de eso tuvo que ver, era un estado de ánimo de por qué escribía prosa y no poesía. Incluso, mientras hablo, no sé si la prosa la asociaba más con una escritura más racional, o más lógica, tiene una sintaxis, la poesía no tiene nada de eso, puede tenerlo pero no está obligada. No sé si ese peso, esa cosa abrumadora que tenía esos primeros cuatro meses estaba como asfixiando la respiración de la poesía. Lo cierto es que fue así y ahora si, cuando empecé a escribir otra vez poesía no significó que pusiera pausa a la prosa, muy lento pero estoy en las dos cosas.
Título: “Asfalto” y “La marea de Noirmoutier”
Autor: Luis Chaves
Páginas: 160
Año: 2020
Editorial: Los Libros de la Mujer Rota