Por Magdalena Hermosilla Ross
En Europa se viven tiempos convulsos. Aunque, si lo pensamos bien, no es una región que se caracterice por vivir exenta de conflictos internos y externos, por más que nuestros estereotipos nos puedan hacer pensar lo contrario. Europa es una región de costumbres diversas, lenguas distintas y culturas que convergen, lo que la hace propensa a tensiones y enfrentamientos tanto a nivel nacional como con los otros países de la UE. Las grandes guerras que han aquejado al mundo occidental, provienen del contexto de estos conflictos de convergencias culturales e intereses político-económicos que se desatan en Europa, que la ha convertido, históricamente, en una región proclive a tendencias nacionalistas, imperialistas, populistas, autoritarias y ultraderechistas. Pero, ¿Qué piensan de esto sus habitantes más jóvenes? ¿Cómo miran, enfrentan y experimentan ellos su complejo pasado? ¿Cómo lo vinculan con su historia presente?
Como jóvenes, nuestra labor es siempre repensar los errores cometidos en la historia de nuestros países. Debemos reconocerlos, aceptarlos y conmemorarlos en el esfuerzo por no volver a repetirlos. Con el aire de renovación, amor y subversión que caracteriza a los jóvenes en todo el mundo, recae en nosotros la responsabilidad de hacernos cargo de nuestro pasado y nuestra memoria, para forjar un mejor futuro para las generaciones venideras. Debemos saber comprender el mundo tanto desde nuestro fuego que desea renacer de las cenizas de este pasado, como del amor que desea reconciliarnos con él para forjar relaciones fructíferas y prósperas en el futuro. De esto se trata Langue étrangère (Lengua Extranjera) de la directora francesa Claire Burger, estrenada en FEMCINE 14, es un retrato de la adolescencia Europea, especialmente de Francia y Alemania, que confronta su pasado, presente y futuro desde la rebeldía y el amor.
La película, perteneciente al género de drama adolescente tipo coming of age, relata la historia de Fanny, una joven francesa de 17 años que viaja a Leipzig, Alemania, en un intercambio lingüístico. Allí se encuentra con Lena, su compañera de correspondencia e hija de una vieja amiga de su madre, quien está inmersa en el activismo político. Para impresionar a Lena, Fanny comienza a inventarse una nueva identidad, lo que la sumerge en una red de engaños, con el tiempo ambas desarrollan una relación cercana que las llevará a descubrir nuevas dimensiones sobre su propia identidad, en lo personal, político y desde el despertar del primer amor, destacando las tensiones entre lo que somos y lo que queremos ser.
Claire Burger es una directora y guionista francesa conocida por explorar temas de identidad, relaciones personales y dinámicas familiares en sus obras. Debutó con Party Girl (2014), un filme codirigido junto a Samuel Theis y Marie Amachoukeli, que ganó el premio Caméra d’Or en el Festival de Cannes. La película se centra en la vida de una mujer mayor que trabaja como anfitriona en un cabaret, abordando las complejidades de la independencia femenina y el paso del tiempo. Posteriormente, dirigió C’est ça l’amour (2018), donde trata los desafíos de la paternidad y las relaciones afectivas a través del personaje de un hombre que lucha por mantener a su familia tras la partida de su esposa.
Con su reciente película, Langue étrangère (2024), continúa explorando las tensiones emocionales y políticas, enfocándose en la juventud y el autodescubrimiento. Burger se caracteriza por su sensibilidad hacia las experiencias íntimas, especialmente las de mujeres y jóvenes, así como por su habilidad para plasmar con autenticidad los conflictos emocionales en sus personajes.
El hilo narrativo que conecta toda la trama de la película se encuentra en la barrera idiomática entre Fanny y Lena y en cómo ambas aprenden a comunicarse a pesar de ella. Detrás de este intercambio lingüístico, se esconde una metáfora que narra la reconciliación franco-alemana tras su turbulenta historia. Más allá de estas jóvenes que se encuentran, hay un intento de poner rostros, cuerpos y emociones al reflejo de lo que vive la juventud en el contexto contemporáneo. En este sentido, el componente del idioma funciona tanto para destacar la diferencia cultural entre ambos países como para expresar el sentimiento de incomprensión propio de la adolescencia. Ambas jóvenes atraviesan momentos en los que deben enfrentarse a sí mismas, a sus familias, a sus circunstancias y a su identidad. La forma en que logran conectar entre ellas en este proceso de autodescubrimiento se refleja en esta metáfora de la lengua extranjera.
Al inicio, la historia se enfoca en Fanny. De hecho, no es hasta que nos sumergimos en su historia y conocemos sus motivaciones para estar en Leipzig que comienzan los créditos. Durante toda su estancia en Leipzig, la cámara la sigue a ella, incluso en los momentos en los que no interactúa con Lena. Entendemos que Fanny está atravesando un proceso complejo, escapando de su ciudad porque no logra conectar con su entorno escolar ni con su familia. Se siente perdida e inadaptada y, aunque su estancia en Leipzig debería brindarle nuevos aires que la hagan sentir mejor, en realidad solo la hace sentir más alienada. Durante su tiempo en Alemania, la barrera idiomática y cultural generan en ella un sentimiento de nostalgia y homesickness que se percibe claramente. No se siente cómoda en un lugar tan distinto al que conoce, pero, al mismo tiempo, no quiere regresar a las circunstancias que la llevaron a momentos oscuros en su vida.
Hay muchos recursos técnicos que se utilizan para generar esta atmósfera de alienación, confusión y subjetividad. Es un relato inherentemente subjetivo y emocional; por lo tanto, las decisiones técnicas contribuyen a crear un aura de emociones y sensaciones que prevalece sobre la objetividad. El uso de la cámara en mano, por ejemplo, produce imágenes que tienden a ser inestables, temblorosas y que se mueven con el sujeto. Es por esto, quizás, que este recurso se acentúa cuando los personajes experimentan más intensamente el sentimiento de alienación. Junto con el desenfoque y las estelas de movimiento intencionales, las imágenes generan un clima de inestabilidad que acentúa los sentimientos de aislamiento y enajenación que viven los personajes.
De la misma forma, filtros diversos de cámara son utilizados en escenas que simbolizan típicos retratos de la adolescencia, en especial la europea, como las fiestas, las drogas y el sexo. Son esos momentos en toda película de adolescentes que no pueden faltar, manteniéndose dentro de las reglas narrativas típicas del género. A la vez, nos encontramos con una utilización predominante de planos detalles, que refuerzan esta intención de subjetividad y prioridad de la dimensión emocional, mostrando en conjuntos cerrados las expresiones de Lena y Fanny mientras digieren y observan los hechos que se desenvuelven en el mundo a su alrededor. Estos planos también son especialmente utilizados para mostrar los pequeños gestos entre ambas protagonistas, que nos dan un preámbulo de lo que se producirá entre ellas.
Algo que rescato sobre la dirección y guion de Burger es la forma en la que la relación de Lena y Fanny se presenta. No es un vínculo que está al servicio del género de películas adolescentes ni de la espectacularización del lesbianismo, no se ocupa como un objeto de fantasía sexual al modo que otras películas sobre disidencias lo han hecho en años anteriores bajo la bandera LGBTQI+, sino que es una relación que se desarrolla en forma orgánica, sincera, profunda e íntima. Fanny y Lena se quieren porque se comprenden a un nivel personal, desde sus respectivos procesos de autodescubrimiento sobre quiénes son, cómo se vinculan con otros y cuál es su rol en este mundo que parece estar desmoronándose cada vez más. Desde ahí surge su vínculo, de una interacción humana real, lo que es un punto remarcable en una época donde aún se está encontrando un cine de disidencias que no caiga en fanservice ni estereotipaciones.
Dentro de este vínculo realizado desde lo adolescente, la relación que ambas jóvenes tienen con sus familias disfuncionales juega un rol principal. Por supuesto, en la metáfora que se convierte en el hilo conductor de la trama, el lenguaje, las familias de ambas jóvenes trabajan en el ámbito de la traducción. Estas relaciones complejas con las familias, problemas basados en la comunicación, pareciera ser también parte de la metáfora del idioma, son familias de diplomáticos que pueden hablar más de un idioma y sin embargo, no logran comunicarse efectivamente con sus hijas. La familia juego un rol importante en entender también este sentimiento de inadaptación de ambas jóvenes.
Cuando Fanny regresa a Francia, es Lena quien viajará a Alsacia para reencontrarse con ella. La cámara la seguirá, al igual que ocurrió con Fanny cuando fue a Alemania. La cámara se centra en quién se convierte en extranjera, en quién experimenta la alienación de una cultura diferente a la suya. La transición entre Fanny y Lena está marcada por un recurso visual que refleja la forma en que Lena percibe el mundo: la cámara lenta, que aparece en las secuencias oníricas de su inconsciente. Cuando sueña, ve todo ocurriendo lentamente. Estas secuencias suelen representar sus ansiedades respecto al mundo y su relación con Fanny. La ansiedad de Lena frente a los cambios sociales, como el ascenso de la extrema derecha, el cambio climático o las guerras, es parte esencial de la construcción de su personaje. La cámara lenta puede simbolizar así, la sensación de sentirse paralizada ante un mundo que se mueve demasiado rápido.
Un componente importante y digno de mencionar es el uso de archivos documentales en algunas escenas del filme. En el contexto de representar los cambios del mundo, cuando Lena y Fanny hablan acerca de la reconciliación franco-alemana, se incorporan al montaje fotografías documentales de procesos históricos que forman parte de la turbulenta historia de guerras y reconciliaciones entre ambos países, como la caída del Muro de Berlín, la manifestación en Alexanderplatz y los eventos posteriores a la reunificación. La historia política y social entre Francia y Alemania es un hilo conductor relevante en la narrativa. En el cine contemporáneo, donde se difuminan los límites entre la ficción y el documental, insertar archivos históricos refuerza la historia de ficción de estas dos jóvenes que intentan entenderse en un mundo cambiante y lleno de contradicciones.
En este sentido, la historia de la hermana de Fanny es una fantasía generada por su patología, que se conecta no solo con pretender ser algo que no somos, sino también con las aspiraciones de quienes desearíamos ser. ¿Acaso no está llena la adolescencia de anhelos sobre la identidad que queremos construir? La hermana de Fanny es una anarquista del Black Bloc, que lucha contra el orden establecido y decide no adscribirse ni al capital ni al Estado, sino pelear por causas más grandes e importantes, que trascienden las jerarquías impuestas por el sistema y la sociedad. La fascinación de Fanny con esta idea, que Lena también comparte, es una proyección de su identidad hacia un ideal de quienes desearían ser: valientes, rebeldes, luchadoras por lo que creen correcto, con confianza en sí mismas y en su lugar en el mundo. El fanatismo de Fanny es producto de su inseguridad y proceso de autoconocimiento, donde sus aspiraciones identitarias se convierten en ensoñaciones maladaptativas.
Por eso, el gran tema de esta película es, en el fondo, el vínculo claro que se gesta entre juventud y rebeldía, conceptos que siempre han estado relacionados. Las nuevas generaciones siempre plantearán la antítesis a la tesis, al status quo, a lo que se ha establecido como una verdad absoluta en la sociedad. Los jóvenes, desde esta contraposición, serán quienes lleven a la síntesis, al cambio, a una nueva era. Es la juventud la que decide rechazar el poder político imperante; son quienes proponen el lesbianismo como un símbolo de subversión desde el amor. Fanny y Lena son soñadoras, desean sentirse pertenecientes a su contexto, no sentirse como extranjeras, como peces fuera del agua, incluso en su propio país. Esto no lo lograrán viajando fuera de su país; entenderán que ese sentido de pertenencia lo encuentran en la otra, y en los ideales compartidos de crear juntas un mundo que les haga sentido, donde sientan que realmente pertenecen.
La película hace un comentario político sobre las fuerzas sociales contemporáneas, en el contexto del ascenso de la extrema derecha en Francia, Alemania y el resto de Europa. La historia política y social de Europa, especialmente en estos dos países, sirve como precedente para entender lo atemorizante que es ver cómo repetimos la historia, a pesar de habernos prometido no regresar a aquellos momentos de deshumanización y autoritarismo que llevaron a trágicos desenlaces en el pasado. Esto no es muy distinto de lo que ocurre en América Latina y Chile.
Langue étrangère nos muestra una juventud que no solo sufre este contexto de repetición histórica, sino que lleva consigo la memoria necesaria para luchar contra él. Una juventud que no quiere sentirse extranjera en su propio entorno, sino construir, desde el amor y la rebeldía, un mundo donde puedan encontrarse a sí mismas y su lugar en la sociedad. Por eso, la película concluye con la protesta: una secuencia onírica de Fanny y Lena sentadas en un círculo de jóvenes, enfrentando las fuerzas de orden y autoridad. Es el sueño y la realidad de la juventud, aunque hablemos distintas lenguas, todos los jóvenes nos sentimos unidos en la misma misión: construir un mundo más justo y libre para las generaciones venideras.
Ficha técnica:
Título original: Langue étrangère
Duración: 105 minutos
Año de estreno: 2024
País de origen: Francia / Alemania / Bélgica
Dirección: Claire Burger
Guion: Claire Burger, Léa Mysius
Reparto: Lilith Grasmug, Josefa Heinsius, Nina Hoss, Chiara Mastroianni, Jalal Altawil
Música: Rebeka Warrior
Fotografía: Julien Poupard
Productora: Les Films de Pierre
Distribución: FEMCINE 14