FEMCINE Crítica de cine “Sans Frapper”: Lo que no te mata….

Por Paula Frederick

Definir los límites entre ficción y documental ha sido siempre un desafío para el cine. Y en Sans frapper (Premio película más innovadora Festival Visions du Réel 2019), la directora belga Alexe Poukine juega con ese contraste, partiendo de la premisa que la diferencia es apenas perceptible. Así, nos presenta una historia íntima de un relato universal, la misma que podrían contar una, cien o mil mujeres. El punto inicial: una carta escrita por Ada, una joven de 19 años que sufrió reiteradas violencias sexuales por parte de un mismo hombre. Aunque nunca la vemos, ni sabemos cuál es su rostro, sus gestos, sus modos de reír o llorar, la presencia de Ada se hace vívida desde el primer encuadre, a través de mujeres y hombres que narran su testimonio.

La idea inicial de la cineasta era que un grupo de personas interpretaran lo que Ada un día se atrevió a decir; pero el cine, como la vida, es un elemento orgánico, que se reinventa a medida que sigue su curso. Entonces, los relatos de los entrevistados se transforman en un testimonio personal, en la derivación de una experiencia colectiva hacia una íntima, propia, con factores comunes y otros elementos, más bien anecdóticos o circunstanciales, que los separan. El descubrimiento de la directora, tan pavoroso como fructífero, no resulta demasiado sorpresivo: todas las mujeres a quienes entrevista, y hace formar parte del testimonio de Ada, habían sufrido alguna vez en la vida un tipo de abuso sexual.

¿Son ellas parte de una memoria colectiva? ¿Es la historia de una, la de todas? El postulado que Sans Frapper insinúa desde el inicio, es que los matices, circunstancias y contextos al final no son tan relevantes como el sentimiento puro e indeleble que deja un acto de violencia, cuya huella profunda se puede verbalizar de diversas formas, pero que al reducirlo a su esencia suele dejar dos palabras suspendidas en el aire: rabia y vergüenza. Así, se crea una suerte de lenguaje común. Para contarlo, la directora también se mantiene firme en su propia esencia, y muestra la historia de la manera más purista posible: un encuadre fijo, un plano medio, una mirada directo a la cámara, una voz que se expresa. Que asume la voz de Ada, pero también la propia. Una energía que fluye frente al lente de manera improvisada e indetenible, a veces hasta revelando por primera vez los secretos más escondidos. Quizás un acto de valentía, o tal vez el único consuelo posible.

Una de las entrevistadas, reflexiona respecto a su experiencia personal: “Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte…pero estas vivencias no te dejan solo aprendizajes, sino también te hacen desaprender cosas…desaprender el cariño, la confianza, el deseo, la capacidad de establecer una conexión”. La honestidad con que se revelan los protagonistas de la historia, que a veces parece incluso sorprender a ellos mismos, hace que la narración avance a un ritmo propio, como si fuera un tiempo suspendido, una dimensión paralela. Siempre desde habitaciones pequeñas, espacios íntimos, con un fondo de ventanas semi abiertas que sugieren un mundo que sigue su curso allá afuera. A través de cortinas que se mueven ligeramente, como si quisieran, en su vaivén, dejar entrar finalmente la luz.

La forma honesta y original con que Alexe Poukine pelea su propia batalla, que incluye también relatos de hombres que alguna vez cometieron una violación, construyen un retrato audiovisual completo, que da cabida a varios puntos de vista pero no flaquea en su postulado principal y que acentúa lo que a veces parece olvidarse: el dolor es siempre dolor. El abuso, es siempre abuso. Y el cine, sea ficción o documental, es siempre parte de la realidad.

Dirección: Alexe Puokine
País: Francia, Bélgica
Año: 2019
Duración: 83 minutos
Producción: Alter Ego Production, Centre Vidéo de Bruxelles (CBV-VIDEP)

www.femcine.cl

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