Por Coté Álvarez Franco
Que el poder corrompe no es una revelación para nadie. Desde los cerdos en la novela La granja de los animales (1945) de George Orwell a odiosa gente rica varada en una isla en la cinta El triángulo de la tristeza (2022) de Ruben Östlund, la ficción ha recurrido a surtidos escenarios para desarrollar metáforas respecto al cuestionable comportamiento de los seres humanos cuando se instalan en la autoridad. La idea no es inédita, mas bien concebida, vaya que vale la pena.
Mezcla de distopía post apocalíptica, acción y thriller, la película surcoreana se sitúa en un Seúl totalmente devastado tras un híper mega ultra terremoto. Reducida a escombros, la ciudad ya no cuenta con ninguna construcción en pie, a excepción del edificio de departamentos Hwang Gung. Puesto que es el único lugar que ofrece un techo donde vivir, Hwang Gung acapara la atención de todos los sobrevivientes, residentes y ajenos por igual. No obstante, la capacidad del edificio y las provisiones para subsistir tienen un límite, por lo que la comunidad toma la decisión de armar un plan de sobrevivencia. Así es como Kim Young-tak (Lee Byung-hun) es elegido como delegado, y se adopta la primera y más importante regla: solo los residentes vivirán ahí.
La decisión, por supuesto, suscita un conflicto que crece y empeora, porque no solo se desencadena la disputa por obtener un espacio, sino también se empiezan a tejer rumores de malas prácticas y eventualmente el honor del delegado es puesto en duda. Un mérito del filme es que Kim Young-tak es presentado como un héroe sin capa inesperado, un tipo normal que no será material de intriga, para luego desconcertar cuando su máscara se resquebraja. Lee Byung-hun, rostro de la venganza en la infartante I saw the devil (2010) y hoy famoso por su participación en El juego del calamar, se mantiene consistente en su calidad actoral con una interpretación visceral que transmite el carácter imponente y la ambigüedad moral de su personaje.
En paralelo, la analogía sociopolítica arranca desde el momento en que se vota por el líder que deberá ser obedecido sin sublevarse, pero más aún, es condensada en esta medida segregadora que los vecinos acaban por respetar a ojos cerrados cual lema religioso. Proteger el edificio de intrusos y el ponerse la camiseta por esta comunidad se convierte en un asunto, literalmente, de vida o muerte; la lógica de “son ellos o nosotros” y de ver como enemigo a cualquiera que no pertenezca hace alusión a realidades que están ocurriendo en este mismo instante, y no necesariamente a propósito de un gigantesco desastre natural. Adicionalmente, como punto aparte, se rescata la problemática de la vivienda propia que pareciera trascender fronteras.
De todos modos, independiente del juicio que incita el actuar de los inescrupulosos y carentes de empatía, es inevitable bajar la mirada al propio ombligo y preguntarse cuál sería nuestra reacción en semejante circunstancia extrema, en un contexto postpandemia que nos ha vuelto bastante menos escépticos de los desastres ficcionales y, a nivel local, sobre un suelo condenado a las sacudidas. Cuando el instinto de sobrevivencia brota por los poros, ¿Qué tan solidario se puede llegar a ser?
Sobrevivientes después del terremoto, que en realidad se titula Concreta utopía y que se basa en la segunda parte del cómic digital —o webtoon— Pleasant outcast de Kim Soongnyung, ofrece una experiencia cruda e impúdica que, en el marco del cine surcoreano contemporáneo, continúa una trayectoria caracterizada por obras capaces de volar la cabeza. Un espectáculo que exitosamente equipara la brutalidad apocalíptica con la del ser humano.
Ficha Técnica
Título original: Konkeuriteu yutopia
Director: Um Tae-hwa
Guion: Um Tae-hwa, Lee Shin-ji
Reparto: Lee Byung-hun, Park Seo-joon, Park Bo-young
Año: 2023
País: Corea del Sur
Duración: 130 min
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