Por Gabriela Bravo desde Cannes
Es de conocimiento público que en el Festival de Cannes siempre se presenta una película calificada como “ovni”, objeto visual no identificado. Este año esta distinción ha recaído en la película chilena Los Hiperbóreos, de los directores Joaquín Cociña y Cristóbal León, quienes se presentan en la Quincena de Cineastas.
No sé si les ha pasado que de repente empiezan conversaciones con sus amigos, que parten de algo concreto y que luego va derivando hacia otras temáticas y que al cabo de un tiempo una de las personas pregunta: Oye ¿pero cómo llegamos a este tema si estábamos hablando de algo nada que ver? Esta fue la primera impresión que tuve al ver Los Hiperbóreos, una película que dura un poco más de una hora, pero en donde suceden tantas cosas que más vale seguir el ritmo.
La película está protagonizada por Antonia Giesen, quien se encarna a sí misma, y comienza cuando ella está preparando su texto en el set de grabación, antes de que comience la película. Antonia explica que antes de ser actriz, ella es una psicóloga clínica y que trataba pacientes en su consulta.
Uno de sus pacientes, llamado metalero, escuchaba una voz que le dice cosas que él no entiende. Antonia le sugiere escribir todo en un cuaderno. Este material le parece tan interesante que Antonia se lo muestra a sus amigos los directores Cristóbal León y Joaquín Cociña para, tal vez, hacer una película.
Los directores se dan cuenta que la voz que escucha el metalero pertenece al fallecido escritor chileno Miguel Serrano, quien había desarrollado unas teorías filosóficas de carácter esotérico-nazi, en la que decía que Hitler no había muerto sino que se había ido a esconder a la Antártica.
Los directores deciden hacer la película y contratan a Antonia Geisen para tener el rol principal. De esta manera comenzamos a ver la película que los directores están tratando de hacer y que se pondrá cada vez más desquiciada.
Antes que todo hay que decir que Los Hiperbóreos, más que una película, es una experiencia audiovisual, ya que no está centrada en el resultado, sino en el proceso. Los directores nos introducen en el corazón de su proceso creativo lo que le da la impresión al espectador de ser testigo de la gestación de una obra artística. Una suerte de meta-película.
La puesta en escena es muy teatral, desde las escenografías que se despliegan delante de nuestros ojos hasta el encuadre de las tomas y la elección de la luz y los colores. Y por supuesto, el uso de marionetas, una de las marcas registradas de León y Cociña.
Recordemos que es precisamente la originalidad del trabajo con stop-motion y el uso de marionetas que llevó a Ari Aster a ponerse en contacto con los chilenos para que participaran en su película Beau tiene miedo, protagonizada por Joaquin Phoenix.
Pero volvamos a Los Hiperbóreos. La película está sembrada de referencias a la historia y política chilena: la matanza del seguro obrero, la dictadura de Pinochet, la constitución de Jaime Guzmán. Y también de referencias cinematográficas que en ocasiones nos hacen pensar en las películas de animación de Wes Anderson, las temáticas desquiciadas de Michel Gondry y la potencia de las imágenes del expresionismo alemán.
Es probable que frente a una cinta como esta cierto público pueda estar perdido. Personalmente creo que para poder disfrutar Los Hiperbóreos, debemos hacer un acto de fe, es decir, aceptar el universo experimental que los directores nos presentan, ya que lo que Cristóbal León y Joaquín Cociña nos proponen no es una destinación, sino un viaje. Así que ¡buen viaje!
Ficha técnica
Título: Los Hiperbóreos
Género: Ciencia ficción
País: Chile
Año: 2024
Duración: 62 minutos
Director: Cristóbal León y Joaquín Cociña
Elenco: Antonia Giesen, Francisco Visceral