FESTIVAL DE CANNES Entrevista al director de “La Misteriosa Mirada del Flamenco”, Diego Céspedes: “Siento que estamos volviendo a un tiempo oscuro”

Por Gabriela Bravo desde Cannes 

El director chileno Diego Céspedes se presenta en el certamen Un Certain Regard del Festival de Cannes con su opera prima La Misteriosa Mirada del Flamenco. La cinta nos sumerge en 1982 en el norte minero de Chile, donde reside una comunidad de travestis. Es en ese momento que una extraña enfermedad comienza a propagarse entre los mineros, quienes acusan a las travestis de contaminarlos solo a través de la mirada. Temidas, despreciadas y admiradas en secreto por los mineros, esta comunidad deberá afrontar la ignorancia y el miedo de una enfermedad que se ha salido de control.

Todo esto será relatado a través de los ojos de Lidia, una jovencita que ha sido adoptada por Flamenco, la travesti más codiciada de la casa, con quien tiene una relación de madre e hija.

Diego, el Festival de Cannes no te es desconocido ya que en 2018 tu cortometraje El Verano del León Eléctrico ganó un premio aquí. En ese corto la historia está contada a través de los ojos de una niña. Hoy con tu primer largometraje, La Misteriosa Mirada del Flamenco, nuevamente decides utilizar la mirada de una niña para desarrollar la historia. ¿Por qué hacer esta elección?

Es algo que viene conmigo naturalmente. Me siento mucho más cercano a la visión de un adolescente que de un adulto, además porque te permite una licencia artística y poética mucho más grande. Creo que, cuando yo escribo, dirijo o hago cine, me gusta sentirme así, más que hacer una película tan seria y tan compuesta, o desde la visión de un adulto. Creo que la visión de un niño o adolescente siempre tiene una parte que falta, una parte que intenta entender el mundo, y eso me parece algo fascinante que ha cruzado mi trabajo.

Esto de la visión de la niña, también le entrega una mirada un tanto fantástica. Ella lo imagina casi como una película de un western. 

Yo creo que estos puntos de vista nos permiten una licencia poética, narrativa mucho más grande. Entonces, justamente la elección de eso hace que tanto la audiencia como yo mismo, que hago la película, lo aceptemos y lo veamos de una forma más natural. Y así se puede contar, desde mi punto de vista, algo más interesante, fluido y raro también.

No sé si estás de acuerdo con la expresión de “hijo de Cannes”. De pasar de un corto a un largometraje en el mismo Festival. ¿Cómo has vivido esto? 

Suena muy lindo. He tenido el privilegio de poder mostrar todo mi trabajo acá y me siento muy agradecido con el festival. Creo que siempre han tenido una recepción súper linda, desde la organización hasta la recepción de mis trabajos. Entonces, ha sido algo continuo. Es un festival que también va con los tiempos de hoy, y eso es super importante. Creo que estamos en un periodo bastante oscuro de la humanidad, estamos retornando a muchas viejas y horribles costumbres, el festival se mantiene firme en cuanto a su discurso, que no es a través de una carta, pero sí es a través de su selección. Entonces, eso me parece importante.

¿Tú crees que Chile está preparado para una película como la que has hecho?

Creo que va a causar división. De partida, porque el cine en Chile no se ve tanto. Y, segundo, porque también creo que es una película que, solo leyendo la sinopsis o viendo de qué se trata, mucha gente lo va a rechazar. Y es porque el mundo es así, no solo Chile. Creo que, en general, mucha gente, solo leyendo la sinopsis, va a decir: «Esto es como… ahora se puso de moda estar en contra del término woke«. Van a decir: «Es una película woke», y hay mucha gente que ya va a tomar una posición fuerte. Pero también estoy seguro de que hay mucha otra gente que va a empatizar, y que va a dejarse llevar por la historia y tratar de enfocarse en eso. Eso es para mí y para el elenco, lo más importante.

¿Cómo fue el trabajo con el casting? ¿Cómo fuiste eligiendo a tus actrices?

Fue un proceso bien largo, más de un año. Estábamos en busca del financiamiento cuando yo escribía los personajes, y nunca imaginaba algún actor famoso en Chile, por dos cosas particularmente: cuando escribía, me imaginaba unas caras más auténticas, más únicas, alguien que no estuviera relacionado a una imagen potente en Chile. Entonces, nos pusimos como tarea a buscar estos talentos y buscar los personajes en sus distintas formas. Y, por otro lado, para mí es importante también abrir el espacio. Creo que Chile es un país tan pequeñito en comparación a otros, pero tan fuerte en talentos y en las nuevas generaciones, que no aprovecharlo me parece casi absurdo. Entonces, también era una de nuestras tareas con el director de casting, abrir un poco más.

Tu película tiene una estética muy particular ¿Podrías hablar un poco de las influencias? 

Más que influencias directas de otras películas directamente, le intentamos dar un significado a cada personaje, un color a cada personaje, una forma de encuadrar en ciertas situaciones. Entonces, hicimos nuestras propias reglas de cómo era la estética, basado simplemente en nosotros y lo que nos gustaba. Entonces, no te podría decir como una referencia directa, a pesar de que, cuando uno ve la película, inconscientemente se referencian a otros directores o otras películas. Pero eso es más como por el inconsciente que trabaja ahí. Pero, cuando nosotros planeamos esto, fuimos muy al detalle de qué color representaba Flamenco, que era algo rojo, que tenía que ver con la pasión, con la sangre, con el contagio. Entonces, de esa forma fuimos uniendo a todos los personajes. Y, como lo hicimos con los colores en el arte, también lo hicimos con la composición en la fotografía. El sonido también, que se trabajó antes y después.

Le estética podría hacer pensar a algunas personas en el cine de Almodóvar

Sí, también me lo han dicho varias veces. No hice una referencia directa, ni en las presentaciones del dossier o cuando estaba hablando desde el guion. Creo que esto surge porque en nuestra cabeza está como el imaginario de los gays, las travestis, relacionados a Almodóvar. Y el  humor. Cuando ya se relacionan esas dos cosas, la gente hace un clic automático. Y, sumándole los colores por otro lado, la gente hace un clic directamente. Pero el humor, el tipo de humor y la forma, es algo muy chileno. Creo que es 100% de esos mundos, de los mundos disidentes. El humor no es de Almodóvar, el humor lo hicieron las personas disidentes. Almodóvar lo filmó, pero ellas y ellos siempre fueron así.

Estuvieron un año buscando la financiamiento. ¿Qué se está haciendo bien en Chile? ¿Qué se podría hacer mejor? 

Creo que, como director, y desde la parte artística, siempre hay que hablar desde la honestidad. Cuando uno habla con honestidad, surge la particularidad de cada persona, y ahí es cuando nace algo interesante. Hay muchas historias que todos podemos contar, porque las llevamos en el inconsciente. Pero cuando uno las vincula con sus propias experiencias, con su vivencia o con algo que realmente le interesa, siempre aparece esa particularidad. Muchos directores y directoras chilenas han sabido encontrarse ahí, y eso es lo que, artísticamente, llama la atención. Pero también, por detrás, hay un trabajo de producción importante: el apoyo a festivales, el respaldo al cine chileno, tanto financieramente como en términos de redes.

La red es muy importante, es clave para poder abrirse paso en los mercados. Y quizá no es algo que se vea de inmediato, porque la gente piensa: ‘Ah, estamos poniendo plata y funciona’. Pero esto se ha cultivado durante años, y ahora está dando frutos. Es una industria que no hay que negarlo. Hay muchos contactos, mucha gente que se va conociendo entre sí. En general, todos los que trabajan en el cine terminan conociéndose, como ocurre en cualquier otro ámbito o profesión. La inclusión de productores en el circuito, para que asistan y se conozcan, ha sido una inversión que Chile ha hecho, y que creo que está dando frutos.

Has hecho la elección de hablar de la comunidad LGBTIQ+ cuando no era comunidad, en los años 80 en Chile, en plena dictadura y cuando se comienza a propagar el Sida. Sin embargo, decides poner a tus personajes en un lugar realmente aislado de lo que sucede en el país. ¿Por qué decides tocar este tema de esta forma? 

Personalmente, creo que una película se construye desde muchos lugares. Son hilos que te van pareciendo interesantes y que, con los años, vas tejiendo. Para mí, uno de esos hilos era el tema del Sida, que siempre fue muy relevante. Con mi familia venimos de una población de Santiago. Cuando yo era bebé, mis papás tenían una peluquería y contrataban a chicos gay para cortar el pelo. Todos ellos murieron de Sida.

Mi mamá tenía una visión muy dura sobre la enfermedad —muy prejuiciada también— y yo crecí con esa idea de que era algo terrible. La enfermedad era algo horrible, y la forma de morir aún más. Había este temor, como si con solo tocarte ya pudieras contagiarte. Entonces, ese miedo me parecía también interesante como punto de partida. Funcionaba como una manera de situar la historia en una temporalidad específica. Pero, por otra parte, lo que más me llama la atención en la película no es tanto ese contexto histórico, sino las relaciones personales que se dan entre los personajes.

¿Te parece que está cambiando un poco como la sociedad trabaja con esos temas como son los de la comunidad LGBTIQ+ o todavía siguen existiendo ciertas reticencias? 

Yo creo que venía un cambio importante, pero también, como en todo el mundo, ha habido un retroceso fuerte en los últimos años. Chile no es indiferente a lo que está pasando a nivel global, y creo que esta nueva ola de ultraderecha también nos ha afectado. Ha politizado aún más a un país que ya era muy polarizado, y lo sigue polarizando. Se deja influenciar por esas corrientes externas. Entonces, si bien en algún momento hubo una apertura —un boom— hace un par de años, hoy creo que estamos retrocediendo. Hay personas que están tomando partido por posturas mucho más opuestas y violentas, rechazando de plano ciertas ideas sin siquiera conocerlas. Siento que estamos volviendo a un tiempo oscuro.

La película tiene mucho humor, de “coming of age”, de western ¿Cómo fue navegar por esos géneros?

A través del punto de vista de una adolescente. Una adolescente siempre está descubriendo, intentando armar su propia visión del mundo. Eso nos daba la licencia de decir: ‘Esta película también es eso, un descubrimiento’. La chica va descubriendo qué es la enfermedad, pero también qué es el amor, en sus distintas formas. Entonces, navegar desde su punto de vista hacía todo mucho más fácil y también más divertido al momento de escribir. Para mí fue muy gratificante hacerlo. Cuando veía la película, la parte ‘western’ apareció más hacia el final, sobre todo con la composición musical. El western como tal se asentó con más firmeza en esa etapa. Yo pensaba: si una niña quiere venganza, no va a planear algo tan metódico como lo vemos en las series gringas. Quizás vio una película western y se lo imagina así, entonces, resultaba mucho más natural de esa forma.

En tu película hablas mucho de violencia, pero no la muestra mucho, sino que decides mostrar más la ternura, esta relación que tiene Flamenco con su hija adoptada. ¿Por qué tomar esa decisión? 

Creo que, al escribir la película, intentaba empujarla hacia un lado específico: para mí, ese lado era la ternura. Como lo he dicho muchas veces, lo que más me mueve es algo tan simple —aparentemente— como poder mirarse a los ojos. Es algo que parece sencillo, incluso cursi, pero que en realidad hacemos muy poco. Hablar desde la ternura es un tema que falta, hablar desde el amor. Hoy, eso se vuelve casi único. Por eso decidí tomar ese camino: mostrarlo, ensalzarlo y decir: ‘Hay otras formas de responder a la violencia, otras formas de vivir el amor’.

En la película, se da esta situación en la que los personajes se encuentran desde dos grupos distintos, y el desenlace no es el final violento que uno podría esperar. Tiene otra salida. Creo que eso abre la posibilidad de pensar que, en la vida real, también podríamos tener esos otros desenlaces. Hoy parecen más lejanos, pero los seres humanos tenemos esa capacidad. Solo necesitamos empujarla un poco más. Y, al final, vivir mejor… convivir mejor.

¿Crees que como autor tu edad ha jugado un rol? ¿Te sientes más conectado con los temas que se abordan hoy?

Intento no pensar tanto en mi edad ni en cómo hago las cosas desde ahí. Sí creo que, desde mis cortos hasta este largometraje, he sido honesto conmigo mismo. Eso lo siento mucho en esta película: es más directa con lo que me hace reír, con lo que me emociona. En ese sentido, creo que el tipo de cine que hago sí está relacionado con mi edad. Pero en términos de industria, o en cómo se percibe eso, intento no hacerme tanto la pregunta. Sé que hay personas que sí lo piensan, pero yo trato de evadirlo un poco en mi subconsciente.

Además, creo que tengo una cara de bebé, y eso, por ejemplo, se notaba en el rodaje. Yo sentía que eso influía: que, si llegaba alguien con más presencia, probablemente se ganaba el respeto más fácilmente. En mi caso, fue algo que tuve que trabajar. Es algo de lo que no se habla mucho, pero yo sí lo sentí. Tuve que tomar una actitud mucho más dura de lo que realmente soy, y creo que eso también pasa en muchos trabajos. La edad es un tema transversal.

¿Tienes algunos directores referentes ya sea en Chile o en Latinoamérica con los que sientes que conectas?

No sé si esta película hace tanta referencia directa, pero sí hay una película —y una cineasta— que me marcó profundamente: Lucrecia Martel. Recuerdo que entré a la escuela de cine sin saber mucho, sin haber visto tanto cine. Llegué más porque me gustaba lo tecnológico, y en mi familia no había ninguna relación con el mundo del arte o la cultura. Mi papá es transportista escolar, mi mamá es vendedora, así que no tuve una formación artística, ni una influencia cultural como la que sí tenían muchos de mis compañeros. Estoy muy orgulloso de ellos, de mis padres, pero vengo de otro lugar. Y me acuerdo clarito: Un día, en una clase, nos hicieron ver La ciénaga. Yo estaba sentado al fondo, pensando: ‘me voy a aburrir’. Pero la vi… y me movió algo adentro. Me mostró que existía otro tipo de cine, otra forma de contar.
Ahí fue cuando pensé: ‘ya, esto me gusta’. Y empecé a ver mucho, mucho cine. Desde Lucrecia Martel pasé al cine asiático, y seguí explorando. Me volví muy cinéfilo, y fue desde ese lugar, desde el ver tanto, que empecé a entender cómo hacer. Y ahí empecé a poner mi propia mano.

Ficha técnica

Título: La Misteriosa Mirada del Flamenco

Género: Drama

País: Chile

Año: 2025

Duración: 104 minutos

Director: Diego Céspedes

Elenco: Matías Catalán, Tamara Cortés, Paula Dinamarca

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