Por Juan José Jordán
La película La vida solitaria de Antonio Ligabue habla de Antonio Ligabue, pintor desconocido por el amplio público en nuestro país, que gozó de cierto reconocimiento en vida. De origen italiano, pero criado en Suiza, lejos de su familia, todo hacía pensar que estaría destinado a depender de la caridad pública para subsistir: enviado a un hogar para niños con dificultades luego de la trágica muerte de su madre, en 1915 es expulsado de esta institución y comienza una vida de campesino errante. En 1919 es expulsado de Suiza por una acusación de la mujer que se había hecho cargo de él y llevado a Gaultieri, Italia, de donde era su padrastro. No entiende nada de este nuevo idioma, intenta volver a Suiza, lo envían de regreso a Italia. Finalmente, la Municipalidad le da cobijo y un espacio en el hogar para indigentes de Carri.
Mágicamente (difícil encontrar una palabra más precisa) en cierto punto comienza a demostrar un talento sorprendente para las artes manuales, en especial la pintura. La gente no se explica cómo ese ermitaño con un estilo de vida que no dista mucho al de los animales salvajes, ha logrado crear una obra que rápidamente es reconocida. Porque no es que solo pueda pintar con la facilidad de quien camina, además logra lo que muchos artistas no consiguen en toda su vida: darle un sello de autoría a su producción.
A juzgar por lo que muestra la película, se trata de una persona con su capacidad de sorprenderse en estado virgen. Si uno se olvida de lo que da por sentado, la realidad podría ser un permanente estado de alucinación, pero está claro que no se podría vivir así. Antes de poder expresar sus impresiones en la tela se funde con lo observado, en un curioso estado de trance. Hay una escena en la que imita los pasos de un pavo, los niños que están sentados ahí cerca lo miran y ríen, pero más que nada parecen sorprendidos: no es de adultos eso de andar con la sorpresa a flor de piel.
Esta forma de retratar la vida rural puede recordar en cierta medida a Padre Padrone, la película de los hermanos Taviani del año 1976, sobre la relación de terrible opresión que un padre le impone a sus hijos, ambientado en la isla de Cerdeña en la década de los 40. Si bien en La solitaria vida… se insinúa el conflicto campo/ciudad, ya que es en la posibilidad de una exposición en Roma, donde Ligabue se acerca en cierta medida al reconocimiento, no se encuentra el retrato de lo rural como un espacio de total desolación que sí ve en la película de los hermanos Taviani, en donde el campo profundo, esos grandes parajes en donde el estado simplemente no llega, puede muy bien ser una forma de infierno en la Tierra.
Abundan los escuadres admirables. Escenas en que todos los elementos en pantalla parecieran interactuar de forma precisa. Pero claro: una película es algo más que tomas preciosas. Por supuesto, Barry Lindon existe (Stanley Kubrick / 1976), pero en ese caso, en donde son habituales las escenas que parecen cuadros, hay una gran claridad de cual es la historia que se está contando. En la obra que nos convoca pareciera que ni las grandes tomas, ni la convincente interpretación de Ligabue (Elio Germano) justifican su duración de dos horas y el tedio aparece de forma un poco inevitable.
Sin duda el desafío era complejo; una persona con problemas para expresarse en el idioma de un país que no elige, que no parece estar muy consciente de su interioridad ni del transcurso de la vida, (a pesar que la muerte de su madre lo marca de forma importante), que hace todo porque sí, por ese impulso que viene de algún lado que lo empuja a tomar el pincel o a gastar todo lo que recibe por sus cuadros en la compra de motos. Pero una toma larga no siempre será el mejor modo de desentrañar este tipo de interrogantes, como los momentos finales de Ligabue en la cama del hospital: se desafía a tal punto la paciencia del espectador que pronto se deja de sentir lástima y se espera que pase a mejor vida lo antes posible.
FICHA TÉCNICA:
Título: La vida solitaria de Antonio Ligabue (Tit. Or: Volevo nascondermi)
País: Italia
Año: 2020
Duración: 120 minutos
Director: Giorgio Diritti
Guion: Giorgio Diritti/Freddo Valla/Tania Pedroni