Por Gabriela Bravo desde San Sebastián
Historias del Buen Valle es el único documental que se presentó en competencia oficial en el Festival de San Sebastián y recibió el Premio Especial del Jurado. Dirigido por el español José Luis Guerín, la cinta relata la vida de los habitantes del barrio Vallbona, en la periferia de Barcelona.
Diferentes personas, idiomas, culturas y vivencias son retratados por la cámara de José Luis Guerín, quien se desplaza de una casa a otra, de un patio a una huerta, de un puente a un río, dejando en evidencia la capacidad que tienen los vecinos de convivir entre sí, pese a sus diferencias. Es una cámara que pareciera ser un amigo sentado a la mesa mientras se toma el aperitivo, no es un ojo extranjero, sino un habitante mas de ese barrio. Esto le abre al espectador una puerta hacia una intimidad pocas veces vistas en los documentales, donde nada está forzado, sino que los diálogos, las historias, las vivencias van fluyendo de manera natural.
En tiempos en donde los discursos de miedo y xenofobia resuenan cada vez con mayor fuerza por todo el mundo, Historias del Buen Valle se erige como un documento real y palpable de que si es posible vivir en armonía compartiendo nuestras diferencias. La cinta insta al espectador a cambiar el miedo por curiosidad y dejar que la alegría, la festividad y el respeto terminen venciendo a la xenofobia.
Culturizarte pudo conversar en exclusiva con el director José Luis Guerín
¿Cómo surge este documental?
Surge de un encargo que me hace un museo para realizar una pequeña pieza, en un espacio expositivo, sobre barrios desfavorecidos de Barcelona. Si me dan libertad absoluta de mirar, a mí me encantan los encargos, porque yo sé que siempre el tema va a ser la mirada. Es sobre lo que seas capaz de ver, porque el tema que te dan los otros no es más que un ámbito, y es como un reto interesante. Es sobre cómo me puedo apropiar de eso. Con el pequeño presupuesto que dan para ello, empecé a hacer una filmación en Super-8, en blanco y negro, del que dejo constancia al inicio de la película en los primeros minutos. Al acabar ese tanteo, esa pequeña pieza, sentí que era un esbozo para hacer un largometraje que necesitaba seguir desarrollándolo. Ese es el origen estricto de la película. Para precisar más el momento, sería cuando advierto que, en este barrio, pequeñito, humilde, desconocido, encuentro una caja de resonancia de metáforas del mundo. Es de ese tránsito que se vive de lo rural a lo urbano, de la naturaleza y civilización, y de todos los conflictos de tipos de especulación inmobiliaria, gentrificación, como conflictos identitarios, crisis climática, guerras, pues todo está latiendo ahí. Siempre lo comparo metafóricamente a una hoja de un árbol que, observándola con cuidado, te puede revelar como es el árbol entero. Es el barrio como una sinécdoque.
¿Cuánto tiempo le tomó filmar?
Más de dos años. A lo largo de casi dos años y medio. Sobre días de filmación, estrictamente hablando, muy pocos. Pues no serán más de 30 días de filmación, pero repartidos en un arco de tiempo amplio y viviendo mucho del barrio, es decir, frecuentándolo. Porque lo importante es estar ahí, aunque muchos o la mayoría de los días no filmes. Pero hablas, tomas el café con ellos, discutes y lo vives. Y cuando tienes un plano valioso, sabes que, en el fondo, es consecuencia de todos esos días que has estado con ellos, que, en términos de productividad, no han sido útiles, pero que son esenciales para la película.
¿Pero usted se fue a vivir a Vallbona?
Era mi intención, pero no encontré nada. Yo vivo en el sur de Francia e iba viajando a Barcelona, que era la ciudad en la que vivía antes, tengo familia ahí, entonces es una ciudad que frecuento. Muchas veces visitaba Barcelona y me quedaba en Vallbona, que está casi en la entrada de la ciudad, así no tienes que entrar en el centro de la ciudad. Los centros de la ciudad son horribles en Europa, porque son como parques temáticos solo para turistas. No circula y no fluye la vida real. Lo que yo entiendo por una vida cotidiana saludable, pues hay que buscarla en los barrios periféricos. En los centros, el proceso que ha vivido casi toda la gran ciudad europea es ir desplazando la vida popular hacia las periferias.
En ese sentido, ¿cómo logró esa intimidad? Porque en la película, pareciera que su cámara es una persona que está sentada tomando vino como uno más de los personajes. Está en medio de conversaciones que son sumamente íntimas y no hay incomodidad en las personas que está grabando.
Sí, eso es lo más importante, porque es el equivalente a la dirección de actores en una película de ficción. Ves los que a veces eliges, alguien que te gusta por como habla, como mira, por el ritmo que tiene, y la cámara puede tener un efecto muy depredador, de buenas a primeras, entonces hay que tomar tiempo. Hay que estar con ellos, hay que vivir, convivir, y, como consecuencia de eso, filmar, pero no al revés. Pues normalmente en un reportaje de televisión llegan en helicóptero, tienen muy poco rato, han de disparar una serie de planos y se van. Y luego los directores, la televisión, siempre piensan que su tiempo es mucho más importante que el de la persona a la que están filmando. Siempre tienen que buscar algo, y si ya es tarde, ya llevan mucho tiempo en el lugar o no han conseguido algo, pues dicen “hagamos una trampa y lo resolvemos y nos vamos”. Entonces es como que si tu tiempo fuera más valioso que el que tienes en frente. A eso yo me niego cuando hago cine documental, ahí vamos a compartir el mismo tiempo, o si hay que esperar, se espera. Es sobre compartir el mismo tiempo, y es fruto lo que se consigue de eso. Eso es lo más importante, cuando es la autenticidad de una persona, porque esta no emerge de buenas a primeras de una manera tan espontánea. Entonces hay que hacer un trabajo y recurrir a tus recursos para devolver, restaurar la naturaleza de esa persona que te ha gustado.
Su película también habla de la tolerancia. Este es un barrio que es como la Torre de Babel. Se hablan muchos idiomas, hay personas de muchos lugares y, al contrario de lo que algunos quieren hacer creer, que esto no funciona, la multiculturalidad, aquí parece que funciona muy bien y que hay mucho cariño.
Claro, es que lo que ha impregnado todo es el discurso de la ultraderecha que está remontando en todas partes, que es una amenaza del mundo que nos tiene estremecidos. Así que, viendo la película, yo creo que nos asalta a todos el temor de que está una espada de Damocles sobre todos estos personajes que son muy frágiles. Y es una crueldad tremenda que tanta gente, irracionalmente, perciba que ellos son un problema, los más frágiles, cuando el problema está en estancias opuestas.
Su documental también ofrece una mirada sobre lo antiguo y lo moderno.
Esa es la circunstancia en la que vive el barrio. Coexisten las humildes casitas, autoconstruidas ilegalmente por las primeras olas migratorias, con los nuevos grandes bloques, normalmente de protección social, protección a la vivienda, y son realidades muy distintas. Unos tienen la memoria de ser un barrio vecinal en el que todos se conocían, y luego está esa otra realidad de la ciudad dormitorio, donde mucha gente duerme para ir a trabajar a Barcelona y porque no tienen recursos para un alquiler en el centro de la ciudad, que es costosísimo. Entonces coexisten estas dos realidades. Y de un lado está la memoria de los campesinos primeros, su vínculo con la tierra primera, y del otro lado están las nuevas memorias de todos esos que han llegado desde fuera que no tienen la memoria del lugar, pero que aportan la suya. Una familia de la India que planta las hortalizas de su tierra, de una aldea junto a las vías del tren y tal, entonces eso te obliga a mirar el paisaje de otra manera. Se suman muchos imaginarios de gente que procede de Ucrania, de India, Argelia. La película quería que, por el trabajo formal, conseguir que se yuxtapusiera, que se sobreimpresionara esos imaginarios al paisaje físico del barrio.
En el documental, a lo mejor los adultos tienen una forma de vivir que es más propia de su cultura, pero los niños ya están todos mezclados. Los niños no hacen diferencia entre ellos, todos son amigos de todos.
Es así, y es como la gestación, si quieres, de una utopía. Hay algunas escenas, sobre todo en el río, donde ves esa idea de una comunidad casi utópica y una nueva identidad, es el sueño de una nueva identidad. Digamos que, el nacionalismo excluyente en cualquier parte del mundo quiere fijar una identidad y momificarla. Al hacer esto, es nuestra identidad y todo lo que la cambia, la altera, pues es un enemigo. La identidad no es algo fijo, porque está siempre en movimiento, un a work in progress. Y eso se ve mucho en el proceso, en los niños se gesta una nueva identidad que sería como la perspectiva de futuro más adecuada, más deseable, y sobre la que pende esa gran amenaza de ese violento resurgir del nacionalismo en todo el mundo.
¿Cómo ve que ha evolucionado Vallbona desde que dejó el rodaje hasta ahora?
Ahí hay unas obras de una gran infraestructura para hacer los trenes, las vías férreas, para la alta velocidad. Y eso va a acabar, en buena medida, con este espacio asilvestrado, rural, de los huertos, entonces está la amenaza de la especulación inmobiliaria con esa realidad asilvestrada, informal, donde todavía se podría soñar un western. Es muy difícil que eso sobreviva a como se vio en la película.
Ficha técnica
Título: Historias del Buen Valle
Género: Documental
País: España
Año: 2025
Duración: 122 minutos
Director: José Luis Guerin