Festival EXIT. Crítica de Teatro  “Brian, o el nombre de mi país en llamas”: Episodios que describen un viaje a la profundidad de la piel y el desasosiego

 

Por Fernando Garrido Riquelme.

EXIT, festival que reúne las obras de egreso de las distintas escuelas de teatro en nuestro país, ya en su décima versión, se consolida como una de las instancias imprescindibles de la cartelera teatral comenzando el año. Uno de los elementos relevantes de los montajes presentados en EXIT, es la posibilidad de ver estos ejercicio desarrollados de la mano de experimentados directores, como es el caso de “Brian, o el nombre de mi país en llamas”, montaje de egreso de la escuela de teatro de la Universidad de Chile y de la generación de diseño teatral, el cual es dirigido por Jesús Urqueta («Arpeggione», «Cuestión de principios», «Prefiero Que Me Coman Los Perros»). Con una dramaturgia basada en los textos del homónimo libro del poeta Diego Ramírez y desarrollados en un proceso de creación colectiva, la obra cuenta una historia de amor, una historia que viven cuerpos marginados, excluidos, disidentes, cuerpos intercambiables y fluidos en donde la definición o la centralidad pierden sentido, y así mismo, la obra.

Al trabajar sobre un cuerpo poético, cuyo desarrollo no lo define su secuencia o la estructura narrativa, nos enfrentamos a fragmentos, episodios que describen un viaje a la profundidad de la piel y el desasosiego. Brian es un cause en el que convergen las tórridas aguas de nuestra historia, cada una de ellas con sus convulsas pendientes y pedregosos tránsitos, es una esquina, un baño en la Blondie, una cerveza en lata bajada en la cuneta de una calle por la que hemos pasado, pero no sabemos su nombre. Brian es también la ironía clasista que expresa su nombre, una de las infinitas mejillas que a ciertas vidas se les exige poner por su derecho a vivir, y que redunda en una rabia que se expresa sobre sí mismo y el mundo, como el agua de un cántaro roto. Brian es el eje biográfico sobre el que se inscribe la miseria estructural, una miseria que utiliza a iguales miserables como instrumentos, convirtiendo sus anhelos de identidad en la expresión bastarda de una violencia que hace del mundo una selva, donde lo común es sinónimo de riesgo, desprecio y persecución.

De una acabada y acertada propuesta escenográfica, es quizá la propuesta visual el punto de mayor relevancia de la obra, en la cual interviene la generación de egreso de Diseño Teatral. La construcción estética de la propuesta nos sitúa en un mundo que es un infinito muro, donde nuestras  consignas caben, donde cada uno encuentra su lugar. El diseño escenográfico es la reconstrucción de un ágora en cual podemos rastrear las huellas de nuestra historia, tanto por sus obviedades como por sus ausencias. En el ejercicio de saturación logra la transparencia, y el caos que modela con la mancha, el grafiti, el esténcil o el stiker, nos arroja a la cara una visión tan desoladora como irreductible: sólo podemos hablar desde la ironía y la metareferencia, cualquier intento de expresar la completitud o lo concreto, nos es más que otra grafía al pastiche que en la pared del mundo se desvanecerá. En ese sentido, la poética escenográfica logra encontrarse con el texto, hace su traducción en el espacio.

Pero la obra choca contra sus propias ansias y a poco andar evoluciona a una experiencia tan sobrecargada como agotadora. Sobrecargada en su afán expositivo, en el que su reiteración constante hace perder su potencia, convirtiendo lo que debería ser la fortaleza de la obra, en su debilidad. Y no es que la saturación se dé por las provocadoras secuencias de desnudos, recurso que se agota rápidamente, dejando en evidencia las carencias interpretativas, confundiendo estas con arrojo, elemento necesario pero no suficiente, ya que más allá de él, sus variantes son escasas, emocionalmente planas, argumentalmente irrelevantes, situándonos durante más de una hora frente a eficientes declamadores. Y es que en el afán de poner en escena a la veintena de actores, no trepida en poner balazos, coreografías, asaltos, amores, neurosis, tajos, felatios, cuecas, desnudos, skinhead neonazis, Shakira, guitarras eléctricas y una apología estilizada de la capucha y el fulgor hipnótico de las llamas. Así, el poemario de Diego Ramirez, no logra ser traducido en la puesta en escena, los mecanismos que articula el texto impreso para conquistar sus intensidades, en la obra, dada la calidad de las interpretaciones, hacen que la reiteración y el autoexamen se aprecien vanos. En su afán de mostrar, de exponer, de situarnos frente a la brutalidad, el deseo, la ternura o la violencia, termina siendo un agregado inconexo y aburrido, en el que fuera de la intensidad y el desgarro emocional con el que se vive ese estadio de degradación espiritual que es el amor, hace preguntarnos cuál es el sujeto que modela “Brian, o el nombre de mi país en llamas”. Ya que por Brian, por mano de él o su voluntad, son pocas los momentos que define o los destinos que enriela. Brian es un punto sensible pero inerte, sufriente pero gobernable, un cuerpo, una biografía en la que las cosas suceden: su nombre, barrio, el abuso de la infancia, la violencia callejera, vivir en este valle de lágrimas, respirar el perfume sabor petróleo de la urbe que lo anula y minimiza. Queda la pregunta de si el Brian que modela esta obra, no es también otro subproducto de un modelo de mundo, el cual aspira a su condición de sujeto desde la inercia de la víctima, porque en realidad no tiene por hacer, ni nada que decir, salvo el padecer.

Ficha artística:

Dirección: Jesús Urqueta
Dramaturgia: Diego Ramírez
Asistente de Dirección: Josefa López
Diseño integral: Javiera Silva, Paula Flores, Juan Rivas, Alejandro Rojas, Daniela Saavedra
Guías de Diseño: Catalina Devia, Maite Lobos
Guías de Realización: Verónica Navarro, Alejandra Alfageme
Música y Diseño Sonoro: Álvaro Pacheco
Asesoría Vocal: Annie Murath, Gonzalo Pinto
Construcción Escenográfica: Guido Reyes
Realización de Vestuario: Nancy Sepúlveda, Magdalena Aceituno
Diseño Gráfico: Javier Pavez
Producción: Sebastián Cárez-Lorca
Elenco: Joaquín Batarce, Rocío Canales, Javiera Cerda, Florencia Cuadros, Jonathan Cuevas, Adrián Díaz, David Fajardo, Kathrin Fitzek, Sol Lagos, Nicolás Leiva, Aldo Marambio, Luciano Mazzo, Karla Meriño, Angie Müller, Consuelo Almendras, Esteban Valenzuela, Raúl Riquelme, Carla Tapia, Linda Urbano, Juan Valdés, Millaray Villanueva

 

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