Por Paula Frederick
Difícil resumir en pocas líneas, o un par de horas, los 50 años de la banda King Crimson. Más complejo aún, referirse al documental In the court of the Crimson King: King Crimson at 50 (ganador Competencia Internacional Inedit 2022 ) sin caer en adjetivos como “extraordinario”, “maravilloso”, “sublime”. Pero es que no queda otra. Los sentimientos son infinitos y el vocabulario, limitado. La joya audiovisual que nos regaló el festival de cine y documental, merece llenarla de apelativos grandilocuentes. Aunque en su propuesta y complejidad, no haya nada de cliché. Seguramente, su líder y creador Robert Fripp, único miembro constante de la banda en 50 años, odiaría estas palabras edulcoradas. A lo largo del filme, el músico se revela directo, verbalmente ahorrativo, cortante y brutal. Un líder a quien le gusta negar su liderazgo (“King Crimson no es Robert Fripp, es una forma de hacer las cosas”, ha dicho varias veces), pero cuya genialidad y potencia llena todos los espacios del escenario. Así como su mirada, silenciosa y lapidaria. Quiera o no quiero Robert, a los pocos minutos de metraje descubrimos quién es el verdadero “Rey carmesí”. Quién es la figura a quien hay que rendirle pleitesía, seguirle el ritmo, pedirle desesperadamente ese “pulgar hacia arriba”. Cuál es el monarca que lleva la batuta, que marca el paso, que puede cortarte la cabeza frente a cualquier nota en falso.
La corte del Rey Fripp está formada exclusivamente por músicos virtuosos. Príncipes, cortesanos y bufones cuyo talento natural es llevado al extremo, puesto constantemente a prueba, amenazado por el perfeccionismo y el exceso de disciplina que se percibe en el ambiente, y se agudiza con el carácter de su líder. O al menos, con el punto de vista que el documental elije contarnos. Porque a ratos, Robert toma también el rol de bufón. Entonces, todo se confunde y empiezan las preguntas: ¿Estamos ante el Fripp real, o ante una exacerbación del personaje en pos de la narrativa? ¿Es Fripp el verdadero “Rey Carmesí”? ¿O es solo un peón más de un juego de ajedrez orquestado a la perfección, donde no solo se interpreta música, sino también roles? Como espectadores, estamos invitados a tomar partido. A elegir desde dónde queremos mirarlo, y comprometernos con esa visión.
Lo cierto es que, como el propio documental de Toby Amies, King Crimson es una banda inclasificable. Encasillada como rock progresivo, sus acordes se mueven con facilidad entre varios estilos, metal, jazz, math rock e incluso notas sinfónicas. Una agrupación orgánica, en constante movimiento y cada vez más viva. Música que cala hasta los huesos, canciones infinitas en su duración y alcance, escenarios con tres baterías al unísono. Todo majestuoso y abundante, tal como no los adjetivos que no le gustan a Fripp. Quizás, el documental sea en parte una burla a lo que el músico se empeña en negar. O tal vez, el único homenaje posible a una banda que no puede contener su energía, que desafía sus límites, que cambia de integrantes y de ritmo sin aviso, pero sin perder jamás su esencia. Esa sustancia líquida que permuta su forma y nunca desintegra su fondo.
Mientras construye el retrato de una banda inabarcable, Toby Amies navega entre ansiedades, miedos y delirios de grandeza, que se contraponen a la angustiosa idea de que es imposible alcanzar la perfección. Aunque los fans, incondicionales y apasionados, digan lo contrario. Además, la narración está hecha de silencios. De esos que incomodan, que abruman, pero luego llevan a la calma. Que hacen del sonido un valor redescubierto, aún más brillante cuando se contrapone a la potencia del silencio y permite experimentar la música en su máxima expresión.
En una de las entrevistas sobre el documental, Robert Fripp revela sus intenciones: “Elegí al director Toby Amies porque no estaba familiarizado con King Crimson en absoluto. Es más, espero que Amies me diga qué cosa es King Crimson”. Al final, no se sabe si hubo algún tipo de epifanía o revelación. Tampoco si Fripp encontró las respuestas que buscaba. Las definiciones, en este caso, sobran. Igual que las emociones.
Más allá de la música, In the court of the Crimson King: King Crimson at 50 es un filme sobre las ausencias, esas que llenan los espacios. Una elegía a las amistades perdidas, los amigos que se fueron, los desencuentros que se alargaron más de la cuenta y que aún alimentan las heridas. Un documento que despliega todas las formas de la creación musical, muy parecidas a la construcción orgánica de las relaciones humanas. Intricadas, complejas, fallidas, en constante ebullición. Un microsistema endogámico que se regenera en cada aplauso, en cada estadio lleno, en cada acorde. Que, como la figura de mármol de Miguel Ángel, ruge para salir de su forma inerte y tomar la vida eterna que le corresponde.
Ficha Técnica
Título:In the court of the Crimson King: King Crimson at 50
Dirección: Toby Amies
Guion: Toby Amies
Música: Robert Fripp, Michael Giles, Greg Lake, Ian McDonald, Pete Sinfield
Fotografía: Toby Amies
Reparto: Adrian Belew, Bill Bruford, Jakko M. Jakszyk, Mel Collins, Tony Levin, Bill Rieflin, Jeremy Stacey, Pat Mastelotto.
Intervenciones de: Robert Fripp
Producción: Succulent Pictures
Año: 2022
Duración: 86 minutos
País: Reino Unido
Festival Inedit Chile 2022