FESTIVAL SAN SEBASTIÁN Crítica de cine “The Noise of engines”: Habitantes en tránsito

Por Paula Frederick

La frontera como dimensión perdida en el tiempo, que une dos espacios, pero al mismo tiempo se queda en un estado permanente de aislamiento, siempre ha sido objeto de interés cinematográfico. Esa tierra cuyo valor no es del todo propio, sino que está condicionado al movimiento entre un destino y otro. Y que, por ende, parece condenada a un estado de eterna suspensión. Si la frontera es escenario de pasajeros en tránsito, ¿Qué pasa con aquellos que se quedan? Y más aún, ¿Cómo se definen quienes nacen y viven en un lugar de paso?

El largometraje debut del canadiense Philippe Grégoire enfoca su interés en esta dimensión y sus habitantes. Inicia potente y ruidoso, como el sonido de un motor a punto de partir, así como su protagonista, Alexander (Robert Naylor), un joven en apariencia introvertido, pero al borde de la ebullición. Su trabajo como instructor de armas de fuego en la aduana de la frontera canadiense es interrumpido luego de un peculiar encuentro sexual, que lo obliga a regresar a su pueblo natal para “curarse” de sus comportamientos impuros. Ahí, mientras ayuda a su madre en el negocio de pistas de carrera de aceleración, comienza a ser asediado por la policía local, que lo acusa por la aparición de una serie de caricaturas sexualmente explícitas en la iglesia del pueblo. La inesperada amistad con una corredora de autos islandesa, Aðalbjörg, se transformará en una vía de evacuación, además del camino hacia una nueva arista de su propia historia.

En la ópera prima de Grégoire, parte de la sección New Directors del 69º Festival de Cine de Donostia/San Sebastián, todo tiene que ver con los espacios. Con el espacio físico que rodea a los personajes y su interacción con el entorno. Con aquel que separa a unos de otros, las distancias tangibles y emocionales que marcan un destino. Con el espacio cinematográfico, que encierra en cada escena un mundo entero que contar. Con el temporal, ese que confronta el presente con el pasado y revive de manera ineludible la memoria emotiva de quienes construyeron nuestra historia. También tiene que ver con el ruido, el que emiten los motores al rugir ansiosos e inconformes frente a una inminente partida, el sonido de la propia voz interna que te grita lo que no quieres escuchar.

La propuesta del director canadiense es una suerte de espejismo, difícil de encasillar dentro de un género o estilo. A veces hace reír, otras casi llorar o directamente, induce el sueño. Más bien despierta un estado onírico, como si quisiera pertenecer a otra dimensión. Así como los autos que dan vueltas frenéticamente desde el inicio, la película te hace pensar que tomará otro rumbo, uno mucho más estridente y coral. Sin embargo, la narración comienza de a poco a cerrarse en sí misma, canalizando toda su potencia en el personaje de Alexander y volviéndose cada vez más personal. De esta forma, el protagonista se funde con la historia del propio director, quien también creció en un pueblo perdido en la frontera entre Canadá y Estados Unidos y se vio forzado a trabajar en la aduana para pagar su futuro. Cada fotograma se transforma entonces en una suerte de recuerdo, un álbum fotográfico con características pictóricas, así como un homenaje al cine del canadiense André Forcier, ídolo compartido entre Alexander y el propio Grégoire.

La memoria personal que se funde con la colectiva es el hilo conductor que mantiene unidas todas las aristas de la película. Mientras se suceden imágenes fuertes y certeras, a veces incluso demasiado calculadas, surgen las reflexiones espontáneas que dan vida al relato y tienen que ver con las perspectivas de construcción de la propia personalidad. ¿Cuánto determina la historia de nuestro lugar de origen lo que somos hoy? ¿Es posible deconstruirse y volverse otra persona?, o ¿Hay ciertos rasgos de los cuáles nunca podremos deshacernos?

The noise of engines no pretende responder todas las preguntas, pero sí ir más allá de lo evidente. Temas que en otras circunstancias serían el foco central, como la perversión sexual o el acoso policial, aquí quedan en segundo plano, para dar relevancia a una historia más íntima. Todo acompañado de una fotografía bella e inquietante, a veces confusa, pero siempre efectiva. Cine que te hace cuestionar tus orígenes, tu pasado, tu presente y la forma en que enfrentas tu potencial futuro. Pero, sobre todo, que te deja con ganas de más.

Título original: Le bruit des moteurs

Año: 2021

País: Canadá

Dirección: Philippe Grégoire

Reparto: Robert Naylor, Tanja Björk, Marie-Thérèse Fortin, Alexandrine Agostini, Naïla Rabel, Marc Beaupré, Maxime Genois

Guion: Philippe Grégoire

Fotografía: Shawn Pavlin

Música: Joël-Aimé Beauchamp

Duración: 79 min

SAN SEBASTIAN – NEW DIRECTORS COMPETITION

 

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