Por Valentina Gilabert
El cuarto de descanso de una fábrica completamente sucio y desordenado. Envases plásticos, recipientes de comida rápida, platos sin lavar y papeles acumulados en todos lados. En resumen, un ambiente hostil para tener una conversación importante, para echar marcha a un doloroso diálogo y encuentro entre dos viejos conocidos. Ray, de 55 años, recibe la inesperada visita de Una, de 27, y juntos se embarcan en un penetrante viaje quince años atrás, cuando se conocieron y fueron parte de un episodio que cambió sus vidas para siempre.
Blackbird, obra de renombre escrita por el dramaturgo escocés David Harrower, tuvo su estreno en 2005 en el Festival Internacional de Edimburgo, con una primera versión a cargo de Peter Stein, reconocido como uno de los mejores directores de teatro alemán y referente mundial.
Harrower, quien es ganador de premios como el Laurence Olivier a la Mejor Obra Nueva y que ha sido nominado en tres ocasiones al Tony, ha montado la obra en distintos circuitos y en algunos de los escenarios más importantes del mundo, entre ellos el Teatro Albery en el West End de Londres y Broadway en Estados Unidos, con versiones como la interpretada por Jeff Daniels (The Newsroom) y la cuatro veces nominada al Óscar Michelle Williams.
Hoy llega a Chile, gracias a una coproducción de Fundación Teatro a Mil y Timbre 4, destacada compañía trasandina, bajo la dirección del argentino Claudio Tolcachir, quien en esta ocasión realizó un impecable trabajo y que logra dejar muy por encima las expectativas sobre la obra. Una pieza a todas luces destacable, desde la dramaturgia, dirección, puesta en escena, interpretación actoral y todos aquellos aspectos técnicos que le dan vida a la angustiosa historia.
La obra es protagonizada por los actores chilenos Néstor Cantillana y Carolina Arredondo, quienes acompañan el gran trabajo de dirección con sus notables actuaciones, y no es una exageración. Cada uno, con su propia versión de los personajes que han asumido, le impregnan a la obra un clima muy particular.
Néstor Cantillana, quien interpreta a Ray, se lleva un rol complejo, el de un personaje que busca redimirse y seguir con esa nueva vida, o nuevo yo, que tanto le costó construir. Cantillana logra evidenciar los problemas internos del personaje sin que sea necesario que los diga en voz alta. Se nota en su corporalidad, la espalda que, poco a poco, se empieza a encorvar, en los sutiles temblores de mano, en su voz que se apaga y enciende en tanto su contraparte le hace mirarse frente a un espejo de culpa y responsabilidad que por tantos años evitó.
Por otro lado, Carolina Arredondo, sorprende en una actuación que duele y emociona, porque no debe ser fácil ponerse en los zapatos de Una, un personaje que se muestra blindado, pero que es mucho más vulnerable de lo que cree, y cómo no serlo, sobre todo cuando te enfrentas a una situación como la que refleja la obra. Si bien, en un comienzo no convence su actitud infantil y desdén, avanzada la obra es posible comprender el porqué de su postura y ese es un mérito únicamente de la actriz. Cantillana y Arredondo sacan aplausos en los que podrían ser unos de sus papeles más complejos, porque quizás no solo llenan de preguntas y cuestionamientos al público, sino que, de seguro, a sí mismos también.
Es complejo hablar del argumento de Blackbird porque uno de sus puntos fuertes es el impacto. La obra juega a chocar de frente con una historia que nadie imagina y que, al menos, uno de los personajes no esperaba que fuera develada. De hecho, transcurrido los primeros veinte minutos de diálogo entre Ray y Una todavía no sabemos qué los une ni por qué están en ese cuarto discutiendo de esa forma. La tensión es clara, evidente, y parte importante del desarrollo de la pieza.
El clima en la obra muta constantemente, al igual que el escenario que, aunque parezca ser el mismo siempre, cambia con el estado de los personajes. En relación a sus ánimos, a sus relatos y a la reacción que cada uno tiene debido al encuentro. Ray y Una evolucionan, a tal punto que cuando la obra termina los cambios son irreversibles. Lo que pasó en ese cuarto, en esa fábrica, ya no tiene vuelta atrás y eso hace a Blackbird una gran obra y tremenda adaptación.
El equilibrio -desequilibrado, hay que decirlo- que se construye en la casi hora y media de duración se pierde durante el climax, pero qué sería del teatro sin ello. No hay teatro si no se cuestionan aquellas convicciones más profundas, si las preguntas sin respuestas no logran dejar esa extraña sensación de haberlo sentido todo previo al vacío más profundo.
Título: Blackbird
Dirección: Claudio Tolcachir
Dramaturgia: David Harrower
Traducción: Alejandro Tantanián
Asistente de dirección: Stephie Bastías
Elenco: Carolina Arredondo y Néstor Cantillana
Una coproducción de: Fundación Teatro a Mil y Timbre 4
Coordenadas
Teatro Municipal Las Condes
11 al 16 de enero, Las Condes
22 y 23 de enero, Santiago
26 de enero, Concepción