FIDOCS Crítica de cine “Algo viejo, algo nuevo, algo prestado”: Un homevideo más… de género de gangsters.

Por Magdalena Hermosilla Ross

¿Cuántos de nosotros tendremos en algún rincón de nuestros hogares un montoncito apilado de viejas cintas Hi8 de 8 mm de aquella Handycam llena de recuerdos familiares que quizás, ya ni siquiera tenemos un aparato para poder reproducir?, ¿Cuántos de nosotros nos sentamos de vez en cuando a reconstruir nuestra historia familiar, conversar sobre el pasado, en especial, bajo el pretexto de traer a la memoria a algún ser querido que hemos perdido?, ¿Cuántos de nosotros no hemos formado parte del negocio familiar, manteniendo vivo el legado de quienes se esforzaron tanto para darnos todo lo queríamos y necesitábamos, retribuyendo así a su recuerdo?, ¿Cuántos de nosotros no hemos sido alguna vez líderes de un negocio de corredores de apuestas clandestinas, entre atentados incendiarios, persecuciones policiales, cocaína y armas de fuego?… Ah, ¿no? ¿Esa última no? Bueno, los Felpeto sí.

Algo viejo, algo nuevo, algo prestado es la última película del director Hernán Rosselli, que fue estrenada en la Quincena de Cineastas del Festival de Cine de Cannes y tuvo su premiere en Chile en la Competencia internacional de FIDOCS 28. Esta coproducción entre Argentina, España y Portugal, relata la historia de los Felpeto, una familia de Buenos Aires que administra un negocio de apuestas clandestinas desde hace décadas. Tras la muerte de Hugo, el padre, Maribel y su madre Alejandra quedan a la cabeza de la empresa en un complicado contexto donde algunos capitalistas del juego han sido allanados en los últimos días. Entre una reconstrucción de la fundación de la familia –y, con ella, la exploración de viejos secretos familiares– Maribel y Alejandra deben hacer lo posible por no perder todo aquello por lo que su querido padre y esposo había trabajado toda su vida.

La propuesta de Rosselli es interesante en muchos sentidos. Sobre todo, hubo tres aspectos fundamentales que van construyendo la esencia original del film, y que se mueven en relaciones dicotómicas que generan una limilanilidad estética y narrativa. En primera instancia, está el trabajo que Rosselli emplea entre el género intimista y familiar, predominante en el cine documental de las últimas décadas, y el género policial o de gangsters. En segundo lugar, encontramos la difuminación desapercibida, permanente pero casi imperceptible, de los límites entre el relato documental y la ficción. Y, tercero, tenemos el relato temporal de un presente que remite constantemente a su pasado en un sentido cíclico.

El primer y segundo punto están relacionados. Ambos, tanto la narrativa intimista como la difuminación de los límites entre realidad y ficción, son características propias de la corriente documental contemporánea latinoaméricana. Pudiendo trazar sus inicios en películas que responden a una intención de renovación del lenguaje estético y narrativo, proveniente de las nuevas olas, que se desarrollaron entre los 50 y los 70 en la región.

Primero, creo que lo más importante a recordar sobre el filme es que sí es, al fin y al cabo, una película familiar. La utilización de los metrajes de la handycam nos refuerza esta narrativa. No hay diferencia entre los Felpeto y cualquier otra familia al momento de ver los recuerdos de su infancia, las interacciones del día a día entre ellos, las celebraciones de cumpleaños o los almuerzos del domingo. Todo nos recuerda a una familia como la nuestra.

La diferencia está en que, entre estos momentos, surgen escenas que nos remiten a Los Soprano, Scarface, Goodfellas, El Padrino y otras del estilo propio del género noir de gángsters. Una fiesta de noche puede convertirse en una balacera, una conversación casual con un vecino puede terminar en un amedrentamiento por territorio, o una muerte accidental en un robo frustrado puede ser realmente un asesinato por encargo. Claro, en el género de gángsters es muy común ver una relación cercana y central desde el territorio de la familia, y es por ello que esta película logra mezclar ambos géneros de forma tan efectiva.

En el repertorio de lo documental latinoamericano de los últimos 20 ó 30 años, existe una tendencia que se mueve desde los relatos familiares y personales, esto no es un aspecto nuevo que instaura la película de Rosselli. Este movimiento intimista, propone un documental que no se ve interesado en mostrar la realidad en cuanto a un concepto universal, sino desde la verdad como una noción subjetiva y flexible, que se construye. Así, el documental deja de ser el relato objetivo e informativo por excelencia. Ya no busca hacerse cargo de grandes bloques ideológicos ni de mostrar una alteridad con la intención de enmarcarse desde nuestro asombro por las diferencias, sino desde la empatía por la similitud. El acto de poder ver nuestra experiencia humana reflejada en la de alguien más.

Ahora, si bien esta es una película familiar que podría caer en el movimiento intimista documental, el elemento de la vida al margen de la ley que viven los banqueros de la familia Felpeto, lleva el relato personal del documental contemporáneo a una esfera distinta, original y refrescante. Logrando que esta película genere un gran balance no solo entre un filme de gángsters y uno sobre la familia, sino también entre el fenómeno observacional de la otredad, proveniente del documental más purista, y una conexión emocional proveniente de la refracción del documental contemporáneo. Trayendo así, un relato que resuena con los aspectos que nos hacen ver a nuestros propios lazos familiares reflejados en los Felpeto, a pesar de las claras diferencias que nos dividen.

Este aspecto de humanización y empatía que sentimos por los personajes, proviene también desde el segundo aspecto a remarcar del filme: su cualidad ficcional. La película de Rosselli difumina la ficción con las vidas reales de sus protagonistas. Eso está claro. Hay una cualidad profundamente orquestrada en el desarrollo de los hechos, la vulnerabilidad de sus personajes y la organicidad que tienen frente a la cámara. Sinceramente, no lograría ser capaz de establecer en qué momentos vemos reconstrucciones de situaciones que ocurrieron o los escenarios reales. La verdad del asunto es, que el montaje del filme está realizado de forma tan magistral, cuidadosa y atenta, que se vuelve un desafío distinguir en las escenas específicas si estamos –o cuando estamos– viendo un relato puramente documental no articulado ni pautado, o bien, viendo hechos formulados para fines narrativos.

La dimensión técnica visual del filme se mueve desde una fórmula muy interesante que consolida esta atmósfera de lo ficcional. La cámara está fija, siempre desde planos de conjunto cercano, primeros planos y planos detalles. En general vemos a todos los sujetos encuadrados a la altura del busto, con una especial atención en sus rostros y lo que estos nos expresan. Esto es importante pues hay una cierta quietud que esta fórmula genera. Diferenciándose así de las películas de los géneros de gángsters y reforzando la dicotomía de ambos géneros en la el filme se mueve. No hay cámara en mano, no hay un montaje acelerado, no hay un caos exacerbado por el trabajo técnico. Sino todo lo contrario, hay una intención de observar lo humano. De ver los rostros y las interacciones, a las personas más allá de la pantalla de los quinieleros.

Lo mismo es cierto con los movimientos de cámara, los cuales ocurren, en su mayoría, también en cámara fija con travelling lateral. A veces seguimos a los personajes por las calles, desde vehículos en movimiento, autos o trenes. Hay mucho de la película que sí implica seguir a los protagonistas. Movimiento que, de nuevo, trae un cierto ademán de quietud consigo. Este cuidado por el lenguaje visual, se demuestra en la cinematografía cuidadosamente redactada por Joaquín Neira. Hay ciertas escenas que captan el ojo del espectador por lo bellas y terribles que logran ser. Reflejado en escenas como la del auto en llamas. Los encuadres, sobre encuadres, los protagonistas de espaldas, todo pareciera tener una cierta cualidad poética, desde la quietud de lo observacional. Es un poema visual violento y sereno. Uno de acero, números, billetes y fuego.

En los diálogos, cada personaje está enfocado en primer plano, cada quien parece tener una cámara dirigida sólo hacia sí. Incluso en aquellas conversaciones que nos parecen íntimas y personales, que no deberíamos estar viendo. Hay algo en esta forma de montaje de los diálogos que nos da también la sensación de estar presenciando a actores interpretando su guión. Se siente planificado, ficcional. Ese es el sentimiento que se perpetúa a lo largo del filme. Sembrando la duda en el espectador ¿Cuánta ficción cabe en un documental? ¿Cuánto de lo que estoy viendo es un metraje de la realidad? Es una atmósfera de ficción que inunda lo documental, que proviene probablemente de una investigación y proceso de grabación largos y un trabajo de montaje excelente.

Lo cierto es que si alguien me dijera que esta película es una ficción, no estaría sorprendida. No sólo porque los hechos que se relatan parecen demasiado perfectos narrativamente para ser verdad. Sino también porque le rodea esta aura de personajes que están muy dispuestos a ser vistos en actos que los vulnerabilizan de forma significativa, partiendo por el hecho que están llevando apuestas clandestinas fuera del marco de ley. Pero también desde una vulnerabilidad emocional importante, en especial con Maribel. La vemos navegar la tristeza de perder a su padre, su compleja relación con su madre, llegar a términos con los secretos que oculta su familia, participar activamente de proteger el trabajo, etc.

Claro, esto nos hace cuestionarnos ¿Cómo generar un relato donde los personajes lleguen a una naturalidad tan orgánica frente a la cámara que parecen actores pagados? ¿Cómo hacer que la cámara pase lo suficientemente desapercibida como para obtener expresiones tan profundas? La respuesta está en producir una narrativa en torno a ella. Quizás entra en juego un elemento interesante de las decisiones técnicas de la película: las cámaras de seguridad. Hay tanto del filme, en especial las escenas de la casa de los Felpeto, que son grabadas mediante cámaras de CCTV. Esto es muy propio también de los recursos visuales del documental contemporáneo. Es una casa llena de cámaras. Un hogar vigilado. Quizás están tan acostumbrados a este permanente estado de vigilancia que no se cohíben al momento de enfocar la cámara y obtener de ellos escenas en las que se desenvuelven de forma natural.

Pero otro factor importante de crear esta atmósfera de lo ficcional –en la intención de generar una narrativa en torno a la cámara– está en la razón de la creación misma del filme: la reconstrucción de la historia familiar. Al fin y al cabo, es difícil no ver esta película como una simple exploración del duelo de perder a un padre. Toda la reconstrucción de la historia Felpeto que da lugar a este relato, proviene de la necesidad de recordar a Hugo. De reconstruir su historia. Claro, ocurre que el suicidio de un familiar amado, sin explicación aparente, genera una obsesión en los familiares y cercanos, de intentar desentramar la maraña que llevó a la persona a tomar aquella decisión. Pero, muchas veces, mientras más hondo se investigue, podríamos encontrarnos con más aspectos que realmente no queremos descubrir. Una vez inmersos en aquella maraña, se descubren secretos oscuros y bien guardados que podrían perfectamente abrir un pozo sin fondo de crímenes escondidos. De eso también se trata esta película, de desentramar los hilos de la historia familiar en un presente que remite constantemente a su pasado.

Con esto llegamos al tercer punto remarcable del filme: La temporalidad. Un elemento que me llamó mucho la atención en cuanto a la dimensión visual es el recurso de las capturas de pantalla, nuevamente, bastante propio del documental contemporáneo. La diferencia es que estas pantallas que vemos nos parecen ajenas a la estética de la  tecnología actual. Los créditos iniciales, finales y a lo largo del relato, vemos letras de computador noventero, cómo códigos de entrada. Esto responde a algo muy concreto, la tecnología que utilizan en la casa Felpeto para realizar las apuestas son computadores de aquellos donde teníamos el Windows 98. Es de suponer, que mantener equipos retro permite un nivel de seguridad mayor en cuanto al trabajo, en especial, si se hace a los márgenes de la ley.

Sin embargo, a pesar de tener una razón narrativa clara, también es un recurso estético que nos genera una cierta sensación de atemporalidad, de una casa que está congelada en el tiempo. Esto, sumado a recursos como los videos caseros de la Handycam, nos posiciona en un presente que remite constantemente a su pasado. De la misma forma en la que la película se mueve entre los acontecimientos actuales de la familia y el recuento por parte de Maribel de los eventos que los llevaron hasta acá. Es este espíritu el que le da el nombre al filme Algo viejo, algo nuevo, algo prestado proveniente de la tradición de incorporar estos elementos en el día de la boda para tener un matrimonio fructífero y feliz. Esto nos transporta al día en que Hugo y Alejandra se casan, el evento fundacional primordial de los Felpeto, y por lo tanto, de este relato.

La música también es un factor que fortalece esta temporalidad peculiar. La película comienza con un teclado eléctrico que toca la melodía de Johann Sebastian Bach “Preludio y fuga en Do sostenido mayor” es una música que emerge desde la diégesis y que se termina extrapolando fuera de ella. El sonido del teclado será un elemento al que volveremos de forma extradiegética una y otra vez. En especial, en aquellas escenas de carácter más observacional, de poco diálogo. El recurso musical es simple, no busca ser predominante, sino acompañar el relato de forma cíclica, como un bucle que retorna hacia sí mismo. Lo mismo ocurre con Eyes without a face de Billy Idol, que suena varias veces en las escenas que ocurren en la cocina de la casa.

Hay una relación clara entre el manejo de la música y la narrativa. El piano se vuelve un símbolo que nos remite al hogar, al estar insertos en esta familia, al bucle que se genera entre este presente y pasado que se hablan constantemente. Es por eso que también volvemos a ver y escuchar el piano nuevamente al final, en el allanamiento, ahora desde otra perspectiva. Lo escuchamos entre fogatas de papeles quemados, ropas negras, fajos de billetes envueltos en el cuerpo con celofán, ferrys que llevan a destinos inciertos, llamadas que quedarán sin contestar y el recuerdo de un padre al que volvemos una y otra vez, intentando mantener vivo un legado que más mal que bien conlleva, en la búsqueda de respuestas que no encontrarán, o incluso, en algunos casos, desearán no haber encontrado.

Ficha técnica

Título original: Algo viejo, algo nuevo, algo prestado

Duración: 100 min.

Año de estreno: 2024

País de origen: Argentina

Género: Drama documental | Familia. Crimen

Dirección & Guion: Hernán Rosselli

Reparto: Maribel Felpeto, Alejandra Cánepa, Juliana Simoes Risso, Leandro Menéndez, Hugo Felpeto, Javier Abril Rotger, Marcelo Barbosa

Fotografía: Joaquín Neira

Montaje: Hernán Rosselli, Federico Rotstein y Jimena García Molt

Compañías productoras: Coproducción Argentina-Portugal-España; 36 Caballos, Un Resentimiento de Provincia Cine, Proton Cine, Zebra Cine, Arde Cine

Coordenadas

FIDOCS

14 al 21 de noviembre.

Las entradas, sedes y programación están disponibles en fidocs.cl

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *