Los 10 años de La Re-sentida
Marco Layera: “Es bueno mirarse al espejo porque todos nos creemos buenas personas”
Por Jorge Letelier
La compañía está celebrando una década de trabajo y el director repasa su trayectoria. Desde esta semana presenta tres de sus montajes en Matucana 100: «Tratando de hacer una obra que cambie el mundo», «La imaginación del futuro» y «La dictadura de lo cool».
2010. Una joven compañía llamada La Re-sentida imagina una obra en que un grupo de actores se encierra en un bunker luego que asume un gobierno de derecha. Quieren crear un montaje que cambie el mundo pero en los cuatro años que dura su encierro el gobierno ha erradicado la pobreza y las injusticias. Ese año, Sebastián Piñera asume en La Moneda y el paralelismo es una feroz ironía al discurso artístico con pretensiones políticas.
2018. Luego de cosechar aplausos en Alemania, Francia, España, Holanda, Bélgica y Argentina, La Re-sentida ya tiene cuatro montajes, está celebrando sus 10 años de vida en Matucana 100 y presenta nuevamente la pieza, llamada “Tratando de hacer una obra que cambie el mundo”. Afuera, hay un gobierno de derecha. Peor aún, es el mismo Piñera el presidente. La realidad supera a la ficción.
“Es como tener un deja vu”, dice Marco Layera, director del colectivo. “Tiene el sentido de como que no ha pasado nada. Esa vez el anterior gobierno de Bachelet dio paso a uno de derecha donde había apenas cambios cosméticos. Pero ahora, el segundo gobierno de Bachelet propuso un poco más de cambios y ahora llegó nuevamente Piñera pero siento que se quebró la huevá”, dice.
Esa fractura es que la Concertación ya no existe, la ciudadanía castigó su fallido proyecto continuista y los movimientos sociales se empoderaron y dominan la agenda. No es casual que en el 2011, cuando la obra empezó a girar por el mundo, una generación de jóvenes salió a las calles a protestar y barrió con la transacción que hizo la clase política para recuperar la democracia. Son muchas cosas y Layera lo sabe. “Los enemigos ya no están. Y es interesante que vengan otros como el Frente Amplio que aunque no estés de acuerdo en todo con ellos vienen a refrescar la política”.
Un campo de batalla
Diez años y cuatro obras. Puede ser poco esta dísticamente pero ha sido contundente. Luego de su debut en 2008 con “Simulacro” (nominada al premio Altazor ese año), con “Tratando de hacer una obra que cambie el mundo” –aparte de los países que visitaron- La Re-sentida tuvo el honor de ser la primera compañía chilena en presentarse en la Schaubühne de Berlín, uno de los puntos neurálgicos del teatro de vanguardia en Europa, invitados por su director Thomas Ostermeier. Además, Layera fue invitado a hacer una versión en Letonia, con actores locales.
Luego vino “La imaginación del futuro” (2013) –coproducida por Santiago a Mil- donde imaginaron a Salvador Allende siendo asesorado por políticos actuales, intentando que renuncie para evitar el golpe militar. Meterse con Allende fue complejo para Layera porque es una figura sacralizada, de la cual no se admiten contradicciones. Y la obra lo mostraba confundido, cansado, con repentinos arranques de sueño. Como una versión in-yer-face sudaca, provocaban al público de tal manera que en una escena una actriz se empelotaba delante de un espectador para que diera plata para la educación de un niño pobre, que estaba en el escenario. Y todo grabado y mostrado en una pantalla gigante. Fueron invitados al Festival de Avignon, el más prestigioso del mundo, y parte del público se indignó. “Hay un desarrollo social, cultural e histórico que nos permite hacer eso, para criticar a la misma izquierda. Si fue la misma Concertación la que volvió a matar a Allende. Afuera no se hace esa lectura. En Francia hubo critica que se enojó, lo que fue inesperado pero otras como L’Humanité (diario del PC francés) nos tiraron flores porque la entendieron”, dice Layera.
En 2016 llegó “La dictadura de lo cool”, una descarnada crítica a la élite de izquierda henchida de autosatisfacción y banalidad, en momentos que se celebra la asunción del recién nombrado Ministro de Cultura, un joven burócrata red set. Chillona, abyecta y cínica como la que más, fue el golpe de gracia a los viejos enemigos de la Concertación. Cuenta Layera: “Cuando hicimos “La dictadura de lo cool” pensamos: ahora sí no vamos a molestar a nadie. Pero me gustó que le molestara a la gente que le hizo sentido, eso es gozoso”, cuenta por el montaje que partió como una invitación del Teatro Schaubühne.
La Re-sentida entiende el teatro como un campo de batalla donde hay muchos heridos pero no hay ni vencedores ni vencidos. Es una estética del exceso como forma de interpelar, pero no para invitar a reflexionar sino que para obligar a reflexionar. No hay otro camino. Desde el principio la reacción del público ha sido radical. “O nos aman o encuentran que lo que hacemos es una asquerosidad. Ostermeier dice que cuando uno hace teatro tiene que ir contra algo, ese es el pulso, el motor. Queremos que las obras hagan cortocircuitos, que el público descifre dónde le duele, dónde le apreta”, resume.
– Pero en ese camino es fácil perderse, quedarse en la forma o el discurso gratuito.
– ¿Por qué va a estar mal perderse?, si es un proceso de desarrollo. Uno se pierde a cada rato, esa es la gracia. Cuando estás en terrenos conocidos, no existe nada. En terrenos oscuros es cuando sale algo nuevo. No creo que una obra deba tener una hipótesis, sino que miles de hipótesis.
– Ustedes han tenido éxito. ¿Qué pasó con la rabia inicial?
– Este éxito del que tú hablas es efímero, hemos tenido la posibilidad de estar en los mejores teatros del mundo, y generar reflexión. Pero la rabia se mantiene, es una contradicción que pone en tela de juicio lo que hacemos. Desde esa perspectiva tiene que ver con la biografía de nosotros, nuestro motor es sentirse heridos, el resentir es por rabia y pena. Cuando egresamos nos sentimos resentidos por este país, heridos por el orden de las cosas, entonces fue una rabia movilizadora. Esa transición democrática ya terminó y aún existe esta desigualdad bananera y hoy esos temas que hablamos están en la agenda pública. De alguna manera Chile avanzó. Antes estaba el statu quo donde nuestra generación no fue capaz de decirle a los que recuperaron la democracia, oigan, ustedes están administrando el sistema que dejó la dictadura. Las generaciones más chicas salieron a la calle a decirlo, ellos tuvieron la valentía que mi generación no tuvo.
– Eso demuestra que lo que ustedes criticaban en “Tratando de hacer una obra que cambie el mundo”, eso de la inutilidad del teatro y el arte político, no era tan cierto.
– Cuando Ostermeier dijo que el teatro político era inoficioso, era una provocación, yo también lo dije. Ahora, el teatro ya no tiene esa capacidad de convocatoria, sin duda. Antes era privativo del teatro reflexionar en torno a las contradicciones de nuestra sociedad. Ahora con las redes sociales y la poca concurrencia, los cambios son menores. Lo que pasa es que uno tiene mucha fe en lo que hace y yo soy muy pretencioso, profundamente pretencioso. Y choco con esta realidad y digo: “lo que hacemos no sirve”. Pero claro, hay cosas más útiles y efectivas que hacer teatro.
Celebración
Para celebrar estos diez años, La Re-sentida organizó una retrospectiva en Matucana 100 donde mostrarán “Tratando de hacer una obra que cambie el mundo” (esta semana, hasta el domingo 7), “La imaginación del futuro” (del 11 al 14 ) y “La dictadura de lo cool” (18 al 21). Junto a las funciones que estarán a un precio único de $3000, habrán conversatorios, música y un after obra, un encuentro con música, DJ y bebestibles.
-¿Es una especie de fiesta para autocelebrarse?
– Es más que una fiesta, eso no vamos a hacer nunca. La mejor manera de celebrar es hacer lo que nos gusta, actuar. Es una retrospectiva del trabajo con la gente que nos sigue y luego queremos generar espacios de encuentro. Lo bonito es que cuando haces teatro viene gente que no conoces, no es gente de teatro, sino que transversal. Además quisimos celebrar al teatro como un ejercicio colectivo, porque nunca habíamos tenido la oportunidad de compartir más allá de lo teatral, por eso no vamos a hacer foros de la compañía sino que de otras compañías, más jóvenes. Y por eso también nuestras entradas valen tres lucas porque nunca ha sido un espacio de élite.
– A propósito de otras compañías y el teatro político, ¿sientes que han dejado alguna huella en gente más joven?
– El teatro político a veces es un maletín pesado y otras veces una aureola. Nosotros hacemos teatro político ligado a la polis, a la idea de hacer ciudad, de construir sociedad, de a dónde queremos ir. Desde esa perspectiva creo y agradezco la cantidad de jóvenes haciendo hoy un teatro más comprometido con la sociedad y las personas, léase político o no. Mi generación venía del peso de los profesores que te decían que tenías que montar a Strindberg, Ibsen, Genet, Heiner Miller. Era eso o Vicente Sabatini. Hoy estoy optimista porque hay muchas compañías de jóvenes formando colectivos con peso autoral, no hablo de la calidad sino que desde el ímpetu, la energía y aunar voluntades porque quizá no te van a ir a ver. Ellos están creyendo en hacer comunidad, de forma colaborativa, de interactuar con el otro, aunque ese proyecto no tenga dividendos económicos. La tragedia de Andrés Pérez es para todos igual.
Layera reconoce a compañías como La niña horrible, Colectivo Zoológico, Perro muerto o el trabajo de Ana Luz Ormazábal (Antimétodo), grupos “que han afianzado un lenguaje. Ellos están buscando y son capaces de romper los límites”.
– Si esa clase política surgida de la transición ya está fuera, ¿Quienes son sus nuevos enemigos?
– Hay que tener mucho cuidado con el renacimiento de la ultraderecha, ese populismo que acá ya empieza a oler, que puede tener arraigo. Hay que pensar, cuestionarse, es re fácil identificar y decir quiénes son. ¿Pero por qué tanta gente de escasos recursos vota por la derecha? Hay una rabia ahí porque los han dejado solos, hay un descontento que permite la aparición de (José Antonio) Kast. Hay que tratar de entender por qué alguien de escasos recursos está votando por él. ¿Qué pasó? ¿Dónde llegamos? ¿Qué hicimos mal? Eso me parece interesante, porque es fácil echar la culpa a los otros. Tenemos grados de culpabilidad y no lo queremos ver. El teatro siempre está atacando a los empresarios, a los políticos pero es bueno mirarse al espejo no como uno cree que es sino como somos de verdad, porque todos nos creemos buenas personas.
Este año Layera debutó dirigiendo una obra fuera de La Re-sentida. Fue “Paisajes para no colorear”, donde expuso episodios de violencia real que sufrieron mujeres jóvenes menores de edad. Fue un largo proceso de talleres en distintas comunas donde se eligieron a las participantes, y la potencia de sus testimonios provocó un remezón en el director. “Nunca me había pasado que una obra generara catarsis, que a la gente le hiciera click en algo”, cuenta. Por ello, está explorando para el siguiente trabajo de la compañía los caminos del biodrama.
“Quiero explorar una línea más documental, poder alejarse del adulto-centrismo. Hablar de las personas sin un filtro, sin representarlos. O hacer una obra con una niña de 7 años y un señor de 70, eso sería bonito porque habría un cambio social efectivo.
-¿Estás enfrentando una crisis de la representación?
-Nos cuesta mucho interpretar esa otredad, porque siempre lo hacemos desde la burguesía, interpretando cómo se hace. En “Simulacro” nos preguntábamos qué significa interpretar a un pobre, hacerlo cómo te enseñaron en la escuela. Eso es muy difícil. No voy a hacer una obra sobre la adolescencia con mi compañía, tampoco voy a hablar del conflicto mapuche, no sé cómo hacerlo si no es con los propios protagonistas sacando la voz, no con otros representándolos a ellos. Eso es lo bonito de Juan Radrigán, quien hablaba de la clase obrera con un lirismo precioso porque él provenía de ahí.