OPINIÓN
Por Julio Osses
Fue hace hartos años. Don Lucho Gatica estaba en Chile, yo en El Mercurio, y tuve el honor de sentarme a conversar un café con él en algún jardín de hotel 5 estrellas. El Hyatt, si no recuerdo mal.
Lo concreto lo agotamos en pocos minutos. Creo que era un homenaje que le iban a hacer o una reedición de sus discos. Tendría que revisar mis notas. Lo mejor vino a continuación.
– «Don Lucho, yo sé que debe estar apretado de agenda. Pero si lo tengo frente mío, no puedo evitar pedirle. ¿Me dejaría hacerle unas preguntas sobre su carrera?.
Al viejo lindo se le iluminó la cara.
«Espera» dijo, llamó a alguien de su sello y le pidió que corriera una entrevista que tenía a continuación por teléfono (perdón colega).
– «Ya Julio» (¡Dijo mi nombre! . «Con qué quiere que lo aburra». Nos reímos.
Lo que vino a continuación fue un caset y medio de conversación sobre su legendaria técnica en el micrófono, su experiencia agridulce en Estados Unidos (le habían quitado la visa y no podía volver a su casa en ese momento), el fanatismo que despertaba en México y España, todo matizado con anécdotas sobre Elvis (quién detuvo la filmación de una película para poder conocerlo), Los Beatles (se cruzó con Paul McCartney en Los Angeles y el Beatle de las melodías atravesó un salón completo para saludarlo y declararle su admiración), su relación tirante con Sinatra (Ava Gardner estaba fascinada con este chileno elegante, y Lucho temía despertar con los peces), y muchas otras cosas.
En los últimos minutos, don Lucho se me puso nostálgico. Dijo que sabía que su voz ya no era la de antes, pero esperaba que lo reconocieran por lo que había hecho, y no por lo que trataba de hacer ahora, viejo.
Don Lucho era un viejo choro. Chucheta. Muy sensible y atento a lo que se decía sobre él. En mi juventud, no podía entender que una leyenda de ese tamaño le diera tiempo a un cabro preguntón.
Ese caset es parte de mis tesoros inéditos, que alguna vez pasaré al papel.
Pero más allá de eso, esos minutos de oro con el chileno más importante en la historia de la música popular occidental, están siempre en mi corazón. «Estas cosas son parte del sueldo», me decía siempre un ex jefe. Puede ser. Pero la plata se va en cuentas y comida. Las emociones no.
Grande Lucho Gatica. Gigante. Buen viaje.
Mueres para vivir por siempre.