
Por Fernando Garrido
El pescado se envuelve con el diario de ayer dice el refrán. Lo que fue noticia, polémica, lo que ayer agitó identidades y movilizó voluntades, no es más que el vago recuerdo de un dolor, un pesar, una irritación o entusiasmo, al que sólo accedemos por medio de la remembranza, la memoria, la cual es siempre antojadiza e imperfecta, de silencios mezquinos. Para que esa mezquindad no se extienda, paso a revisar unos cuantos hechos que me parecieron significativos de esa última parte de enero en el cual tuve la oportunidad de vivir Santiago OFF.
No pretendo dar en estas líneas ni la selección de lo mejor o reseñas críticas de todo lo que fui a ver, que a la luz de la nutrida agenda, se hizo un ejercicio inabarcable. Este es el primer año que tuve la oportunidad de vivir en su extensión el festival, el que no se reduce sólo a exposiciones de obras, sino que abarca el espectáculo al aire libre, charlas maestras, tocatas, etc. El teatro y la fuerza que irradia en la escena cultural y se expandió por Santiago como el agua de un cántaro roto. Una que otra gota de esa humedad tocó mis pies y de eso quiero contarles.
“Pateando Piedras” en M100
Acompañados, al igual que en montajes anteriores, de una gran cantidad de participantes en escena, en este caso, el “Coro Ciudadano”, lograron hacer del catálogo de Los Prisioneros y Jorge González, un espectáculo grandilocuente, exuberante, inundado de esa experiencia que sólo otorga la presencia de lo humano y el despliegue de la potencia de la vida, pero que se agota en la fugacidad del momento. Así, este Jorge González a cual vimos representado en escena, tuvo la propiedad de la ubicuidad y adquiriendo distintos rostros y voces, los que ayudaron a complejizar y ahondar en la distintas dimensiones de un personaje que genera contrarias y definitorias pasiones, pero en el que parecen todos coincidir en que es el héroe y el villano de su propia historia.
“Demasiado cortas las piernas” en GAM
“Le bajan un cambio a la intensidad con la que representan el texto y la obra dura dos horas” dice un integrante del poder judicial a la salida de la función. Recomendada la obra por quien escribe estas líneas, caminamos rumbo a algún bar que dé una tregua a la modorra generada por el día más caluro que recuerde en Santiago. Bromas aparte, me comentan lo sinuoso del tema de la obra, el arrojo argumental y la intensidad que la define. “En la sala no volaba una mosca, los aplausos sirvieron para distender el ambiente” dice Claudia, “el miércoles vino a verla un amigo fiscal, me dijo que habían salido a mitad de función un par de espectadores”. Durante el desarrollo de la obra, a unas butacas distancia de donde estábamos, en medio del silencio y la penumbra de la sala, se escucharon un par de contenidos lamentos, mi amigo definió mejor el cuadro con su léxico leguleyo, congoja. “Ojalá algún grupo vea la obra y se sienta lo suficientemente ofendido como para pedir su proscripción”… nos miramos entre todos, “así la viene a ver más gente” remata. Nos reímos.

La Leyenda de Novecento “Sólo el mar” – Centro Cultural de Paine.
Desde que tuve en mano la programación del festival me puse como meta ir a ver a la compañía boliviana “Giroscopio”, montaje basado en una adaptación de “Novecento” de Alessandro Baricco. Es importante a la hora de querer disfrutar de Santiago OFF y sus actividades en el extramuro de la capital, planificar bien los tiempos. A veces se nos olvida que no todo el mundo llega a su hogar en metro o desarrolla la neurosis tratando de escapar de algún taco en alguna de las tantas costaneras. Miles de personas, decenas de miles, en Lampa, Til-Til, Mepilipilla o Talagante, Pirque o Paine, viven la región metropolitana como extras, como si fuesen un simple agregado a esta fiesta del desarrollo, al cual solo acceden como protagonistas en sus externalidades. Quizá fue mi desorganización o ese choque en una de las salidas de San Bernardo que generaba un cuello de botella, aunque más bien creo que fue mi indecisión. Me había desanimado el hecho de tener que llegar a la Estación Central, tomar el bus a Paine y enterarme que el servicio funcionaba sólo hasta las 21 horas. Tardé largos minutos decidiendo cruzar el dinero por la ventanilla y recibir el boleto. Llegué tarde y la obra llevaba media hora en curso. Lie un tabaco y me quedé esperando un rato, “pateando la perra”, y me volví a Santiago con alguien de la producción. A la salida de la obra los rostros de quienes salían del centro cultural expresaban alegría, ese júbilo que me ayudó a justificar mi mediocre aventura.

Ni solo ni acompaña´o…– Carpa chica Circo de Mundo, Lo Prado.
Bajé en estación Las Rejas de la línea 1 y caminé por Bonilla hasta encontrar la capta del Circo de mundo para ver la obra de Héctor Calderón. Siempre me gustó el circo, pero eso no tiene mucho de relevante. A uno le pueden gustar las mañanas, pero eso no hace preciso que uno entienda la química de los gases que despiertan al día, ni la combinación cromática sobre el ángulo de la tierra que despeja a las tinieblas, o el arar del sol y sus variantes estacionales. Pero cuando comienzas a entender, aunque sea una partícula de ello, lo que antes fue simple expectación y placer sensible, el entramado complejo que identifica las analogías, sus aproximaciones y luego los símbolos que genera, te hace parte de una patria común, y eso lograba la obra. No era un simple espectáculo, me fui con la sensación de que era parte de una pedagogía del cuerpo y sus posibilidades. ¿De qué trataba? No lo sé, tampoco era lo relevante.

Postdata
Termina el primer mes del año y una calma extraña rodea a Santiago, la protomegápolis, ese pararrayos de nuestras frustraciones y el escenario de la vida cultural más nutrida de este país. Febrero (su inminente llegada más bien), nos devuelve cierta calma extraviada ante el auge urbano, la expansión geométrica de la ciudad y su explosión demográfica. No sé con certeza cuántos se han ido ni cuántos quedan por partir, pero esa sensación de que Santiago está a punto de estallar a cada momento la ha diluido el calor.
Post-Postdata
Ya ni siquiera uno pide que apaguen el celular, con que lo dejen en silencio, modo avión y bajen el contraste, es suficiente. Tengan presente que nada, NADA, N-A-D-A importante pasará en esa hora que amerite su atención, y si algo pasa, nada podrán hacer para darle solución. El infierno tiene un círculo preparado para uds.