PUERTO DE IDEAS Entrevista al escritor español Javier Peña: “Lo importante es la historia”

Por Galia Bogolasky

Entrevistamos al autor español, que desde 2022 es el creador, director y presentador de Grandes Infelices, uno de los podcasts literarios más escuchados y queridos del mundo hispano. Ha publicado tres libros con la editorial Blackie Books: Infelices (2019), Agnes (2021) y Tinta invisible (2024), este último ha sido traducido al italiano y será editado próximamente en Rusia y Brasil. Ha participado en algunos de los más prestigiosos festivales literarios de España, Colombia, Perú y México. Puso en marcha la Residencia Literaria Cidade da Cultura, en Santiago de Compostela, de la que ha salido una nueva y premiada generación de escritores gallegos, y ha impartido numerosos talleres de escritura creativa, tanto en Europa como en Latinoamérica.

Peña es considerado uno de los principales divulgadores literarios de España y ha sido nominado al Premio Nacional de Fomento de la Lectura.

Esto fue lo que nos contó en Puerto de Ideas

Cuéntame sobre tus inicios. Estudiaste periodismo ¿Siempre tuviste un interés por la literatura?

Sí, realmente yo estudié periodismo pensando en ser escritor. Yo quería ser escritor y me pregunté: “¿qué estudio?”. Filología me parecía muy derivado a dar clases, y periodismo me parecía más práctico, ya que quería la práctica de la escritura. La vida me enseñó que me había equivocado por completo, porque creo que soy un periodista nefasto. Y creo que el periodismo tiene muy poco que ver con la escritura, o al menos la parte de periodismo que yo hice. Aparte, yo hice periodismo deportivo, que tiene mucho menos que ver con la escritura creativa que era lo que yo pensaba o lo que a mí me gustaría.

Después de un tiempo ahí lanzaste tu primera novela. Además de estar trabajando en el gobierno, en un cargo público.

Era algo que allá le llaman cargo de confianza, no sé si aquí se llama igual, aunque no tenía ninguna confianza con ellos. Me eligieron porque no tenían a otro, aunque no era un cargo. Si trabajaba para algo público, pero podía ser despedido al día siguiente. Era un cargo que dependía de la confianza que en ese momento tuviese la persona para la que yo hacía discursos. Si un día decía: “He perdido la confianza” ese día yo me iba a la calle. Entonces era algo muy inestable. Pero, aparte de eso, aunque mi vida se ha caracterizado por la inestabilidad laboral. No me preocupaba tanto eso como que la persona, para la que trabajé los últimos seis años en el gobierno de Galicia, de España, mi región. Era una persona con la que no me entendía, a la que no respetaba moralmente. Era una persona que me parecía corrupta, que tenía unos principios que no encajaban con los míos. Para mí fue muy duro, porque yo tenía que escribir todos los días discursos, metiéndome en la cabeza de esa persona, fingiendo ser esa persona. Era un ejercicio de alienación brutal. De ahí sale la necesidad de escribir mi primera novela, Infelices, que la escribo cerca de tener 36 años, pero la publico cuando ya tengo 40. Soy un escritor publicado tardío, pero no tanto escritor vocacional tardío, porque de escritor vocacional soy desde que tengo 10, 11, 12 años.

Cuando empezaste con el tema de la novela y empezaron a surgir estas historias biográficas, ¿ahí empezó el mundo del podcast? Tú decías que no escuchabas podcast, pero para empezar a hacerlo, ¿habías escuchado igual algunos que te inspiraron?

No. Yo hice dos novelas antes de Tinta Invisible y estaba orientado claramente como novelista. Empecé a hacer talleres online en la pandemia que funcionaban muy bien, a aunque ya hacía talleres antes. A la gente le gustaba la forma en que yo explicaba las cosas, era algo que yo no imaginaba. Yo pensaba que simplemente iba a estar en casa escribiendo y lanzar el libro, y cuando la gente iba a leer, creía que no le iba a gustar como yo hablaba. Es algo que tengo ahí marcado desde malas experiencias en las prácticas de periodismo. Empecé con las dos novelas y cuando llega el momento en el que publico la segunda, quería estar en contacto con mis lectores antes de mi siguiente libro, así que decido crear un podcast. Justo ese momento, cuando yo publico la segunda novela y cuando tomo esta decisión, es el momento final de la enfermedad de mi padre y su muerte. Mi novela salió en septiembre del 21, y mi padre murió en noviembre. Ahí es cuando empiezo a pensar que por qué no, ya que mi padre siempre me hablaba de libros, de historias, pero también de la vida de los autores que le gustaban, por qué no seguir contando esas historias que hablaba y me contaba mi padre, pues a mis lectores en un principio. Ahí surge la idea de hacer Grandes infelices. Ahora van a ser cuatro años justo de su muerte, él se murió el 23 de noviembre del 21, y en diciembre yo empecé a escribir los primeros guiones. En marzo, probablemente en marzo del 22, sale el primer episodio. Está muy ligado a eso. Es increíble que hayan pasado cuatro años ya. Estos años se han pasado volando, esa fue la génesis.

Yo no tenía ninguna referencia de podcast. Sí que es cierto que una referencia que tengo, algo que me gusta mucho de siempre, son los documentales televisivos. Tenía la idea de hacer como un documental televisivo, pero sin imagen. Porque cuando estoy investigando, veo un documental de la BBC de los años 70 sobre Dostoievski. Y realmente están hablando de Dostoievski, pero las imágenes no aportan mucho, porque dicen: “Dostoievski vivió en San Petersburgo”, y te ponen imágenes de San Petersburgo. “Y se casó con Anna Snitkina”, y te ponen un cuadro de Anna Snitkina. Puedes estar lavando los platos o cocinando y escucharlo, y no hace falta verlo. Yo pensé que eso se podía hacer solo con audio. Cambiando las imágenes con apoyo sonoro, igual incluso aporta más. Aporta más que ver una foto del río Nieva de San Petersburgo, sea escucharlo fluir o escuchar un sonido que te evoque el frío que puede hacer en San Petersburgo. Pensaba que podía adaptar esos documentales que me gustaban mucho a algo sonoro, entre otras cosas porque también era lo más sencillo de hacer. Me encantaría hacer el documental con imagen, pero eso requiere una producción increíble, mientras que un podcast con un micrófono, que me valió 50 dólares en mi casa, lo grabo y lo sigo grabando en mi casa con un micrófono de 50 dólares, realmente es algo que puede hacer cualquiera. Yo quería hacer algo que no me supusiese una gran producción ni un gran desembolso, porque tampoco pensaba que fuera a tener mucha repercusión, y al final sí la tuvo.

Comentabas ayer que todo radica un poco en las historias, más que en la biografía, porque tú tratas de despegarte del concepto de biografía, y enfocarte en narrar historias de estos personajes.

Son historias, es igual que hacer una novela o un relato, solo que en vez de imaginar y de inventar personajes, yo los datos los tengo en los libros. Es una novela basada en datos reales y yo tengo que coger los datos de los que dispongo. En el fondo facilita las cosas, simplifica las cosas, porque para mí, una de las cosas que te pueden llegar a bloquear escribiendo una novela, es que tienes posibilidades infinitas. A tu personaje le puede pasar de todo. Y entonces: “¿qué hago con este personaje? ¿Ahora lo hago astronauta en la NASA o no? ¿Qué hago?”. Mientras que en la vida de los escritores estás muy limitado por lo que han hecho. Aun así, es una vida, son muchos años, hay muchas cosas, pero tienes esa limitación y tienes un menú más pequeño en el que escoger frente a la infinitud de la novela. Entonces, yo escojo de todo ese mosaico, yo intento documentarme bastante y, realmente, tendría material si contase todo lo que me documento para hacer podcast de 5 ó 6 horas. Pero tengo que escoger los 45 minutos que encajan con mi idea de qué quiero contar, y que responden a una idea narrativa y a unos criterios narrativos. Por eso yo digo que para mí es como una novela y por eso la he imaginado una novela constatada. Es un poco esa idea de que lo importante es la historia y que realmente todos los hechos que narro son reales y están documentados, o por lo menos los he leído en biografías, pero lo monto como si fuese igual que si fuese una novela.

¿Qué tanto hay de tu origen de periodista al hacer el proceso de investigación de estos personajes? Tú decías que tratas de basarte más en la historia, la novela, la ficción, pensando en los capítulos. Incluso he pensado como un concepto más audiovisual, con la escritura de guion, las escenas ¿sientes que hay una parte de ti de investigación que viene de tu origen de periodista?

Sí, seguro. Yo me considero en mi trayectoria un periodista fracasado, un escritor de discursos fracasado. Miro hacia atrás, teniendo en cuenta que yo dejé mi trabajo, para mí era como comunicador, como periodista, 9 años en el periódico, más 7 años haciendo discursos, y dejo mi trabajo el 31 de diciembre de 2016, a muy pocos días de cumplir 38 años. En ese momento yo pensaba: “He fracasado en la vida, tengo 38 años y no he hecho nada”, digo profesionalmente, en lo que me haya sentido satisfecho. Ahora veo que el hecho de haber sido periodista y de haber hecho discursos, que al final es escribir para algo oral, que es muy parecido a hacer un podcast, creo que me ha ayudado mucho ahora que el podcast funcione. Cuando empiezo a pensar: “pero ¿por qué funciona el podcast?”. Supongo que esa trayectoria que en su momento desprecié, porque me parecía que no encajaba con lo que yo quería, me ha ayudado mucho. Creo que eso es, aunque suene muy de coach, pero eso de pensar que en la vida, incluso en los momentos en los que estás a disgusto en lo personal, en lo profesional, estás aprendiendo cosas que al final te van a ayudar a hacer las cosas mejor en otro momento. Eso me ha pasado, que sí que me han ayudado y han sido un gran aprendizaje, a pesar de que en ese momento yo pensaba que estaba perdiendo el tiempo y mis energías de juventud.

Te quería preguntar por el concepto de la escena y su importancia. ¿Cómo piensas la escena? ¿Cuál es el punto de partida de la escena?

Yo tengo una formación muy audiovisual, de mucha lectura, pero también veía muchísimas películas con mi papá y mi mamá. Creo que la escena también está en las novelas, es algo que se trabaja en las novelas. Tenemos la idea de la película, porque se le llama más como escena. Una de las cosas que hago en los talleres es dividir las novelas en escenas. Coger una novela, que lo leamos todos en el taller, y que veamos cómo está construido, cuántas escenas tiene. Por ejemplo, lo hice con una novela que a mí me encanta, que se llama Los restos del día, de Ishiguro. Si te fijas, tiene muy poquitas escenas, pero están muy seleccionadas. Después hicieron una película maravillosa, y creo que la película estaba ya en la novela. Entonces las escenas también están muy presentes. Yo pienso de una manera e imagino las historias de una manera muy visual, y me imagino las escenas. Cuando estoy escribiendo una novela, me imagino a mis personajes interactuando. Para mí eso facilita las cosas, porque los puedo ver. Imaginad que estamos aquí, mis personajes están aquí, los voy a poner en un hotel discutiendo, y empiezo como a amueblar el hotel, a ver cosas, empiezo a darle forma, y eso me ayuda. Después no tengo que contar todo lo que amueblo, sino solo los detalles decisivos. Pero sí que esa idea visual me ayuda a crear.

Con el podcast me pasa lo mismo. Cuando estoy leyendo, mi mente empieza a crear la escena, cuando el biógrafo es capaz de contarme la escena, empiezo a producirla, y en mi mente la visualizo, hay muchas más opciones de que acabe en el guion del capítulo esa escena, porque de repente yo me he metido en la historia. Si yo me meto en la historia, es más fácil que yo ayude a meter al oyente en la historia. Busco mucho esas escenas claves de una vida. No es clave de una vida como tal, sino clave para entender a un personaje, como puede ser un perro comiéndose colillas, pero incluso a veces me gusta escaparme de lo más habitual. La escena clave de la vida de Silvia Plath es ella metiendo la cabeza en el horno, pero igual hay que buscar otras escenas que te ayuden a entender cómo llegó allí. Es mostrar esas escenas que te ayudan a entender, por ejemplo, como es el primer día que conoce a Ted Hughes y se esconden en el cuarto de las escobas, en una fiesta para besarse. Eso ya enseña como lo apasionado de esa relación que al final le va a hacer mucho daño. Es lo que pasa muchas veces, que la pasión es maravillosa, pero también tiene el lado negativo cuando desaparece o se siente traicionada. Creía que esa escena, besándose en el cuarto de las escobas, también era algo importante. Tú vas teniendo la idea de lo que quieres contar y vas imaginando las escenas que te van a ayudar a contar y a que la gente entienda cómo es ese personaje.

A propósito de tener todo este material construido, tienes un guion, tienes un relato, ¿no te han dado ganas en este proceso de hacerlo audiovisualmente, de convertirlo en una serie?

Sí, pero me parece imposible, por varias razones. Se puede hacer una serie con actores que hagan de Silvia Plath y tal, pero no lo veo. A nivel documental, no hay material, y el que existe es carísimo. Una idea que tuve en su día era hacer unos videos pequeños de siete, ocho minutos sobre relatos, cuentos, que a mí me habían encantado. Para hacer esos videos, estuve buscando material de archivo de Salinger, de Faulkner. 3 segundos te valían cerca de 500 dólares o 1.000 dólares, monetizar la cultura es muy difícil. Si invierto medio millón de dólares en hacer un documental de 45 minutos, ya me cuesta monetizar algo que hago con un micrófono de 50 dólares, imagínate esto. Cuando hay el material a la venta. Muchas otras cosas, como hago lo de Dostoievski, como con imágenes de archivo de San Petersburgo, no sé si aporta realmente. Pero si me gustaría, incluso si hay algún director vecino, algún documentalista que quisiera trabajar conmigo, que le gustase, me gustaría planteármelo, sí que estoy abierto. Una cosa que me gusta mucho es hacer cosas nuevas y aprender de otras dinámicas, soportes y otros formatos, porque creo que eso enriquece mucho.

Empecé escribiendo novelas solamente, pero luego fui dando talleres, y esa parte de la formación enriquece mucho. Creé una residencia literaria que también me enriqueció mucho. Empecé con el podcast, que también me enriqueció. Ahora escribo de una forma distinta y muchas de las estrategias que uso en el podcast ya salían de mis novelas, pero ahora como que las he depurado y en Tinta invisible están de una forma más depurada.

Todo lo que hagas que sea un poco diferente, ayuda a enriquecerte. Hoy en día, yo voy a cumplir ahora 47 años, lo más importante para mí en este momento es tener experiencias y poder decir, cuando me vaya a morir, que hice un documental sobre un escritor, y no haber dicho: “Me gustaría haber hecho un documental”. Ahora mismo no me lo planteo también por esa dificultad y presupuesto previo que hay que tener, pero si alguien me lo propone, yo creo que sí que me gustaría.

¿Hay alguno de los capítulos o historias que te haya generado alguna polémica con los herederos de los autores? Estaba escuchando el de Bolaño, sobre los comentarios que decía contra Isabel Allende, Skármeta y todo eso, por suerte Isabel Allende se lo tomó bien.

No, se lo tomó fatal, pero yo simplemente reproduje. Yo no tenía miedo de que Isabel Allende se ofendiese porque era algo conocida esta burla. Isabel Allende comentó varias veces que le parecía muy mala persona. Ella decía: “a mí me da igual que se haya muerto”, porque morirte no te hace buena persona. Yo no voy a meterme si era buena o mala persona, eso son cosas de ellos, yo simplemente recojo eso. La diferencia es que Isabel Allende está viva, los hijos y las parejas de Bolaño están vivas y encima hablan español. Si yo hablo de Silvia Plath, la hija de Silvia Plath no va a escuchar mi podcast. Aunque ella sale en el podcast no lo va a escuchar, pero esto sí que me sucede con los escritores en español. Es algo que me da miedo, sí que me asusta que alguien se ofenda porque lo que más odio en el mundo son las peleas, las guerras y ofender. Yo quiero vivir en paz y nunca he buscado ofender.

Pero ahora me ha pasado en el último episodio, el martes saco el último de la temporada, que he lanzado que fue el de Borges, es el episodio al que más vueltas le di porque para mí trata temas muy sensibles que todavía no se han cerrado y nunca se cerrarán. Esas fotos que tiene con Videla y con Pinochet, no podía hablar de Borges y obviar esta parte, y sabía que tenía que meterme ahí y que había gente que se iba a ofender. Y efectivamente hay gente que se ofendió. Hay gente que me ha dicho que le parece muy ofensivo hacia Borges, como una cancelación por mi parte hacia Borges. Ni era mi intención ni lo veo así, simplemente conté lo que había pasado y conté que él mismo, cuando fue al juicio de Víctor Basterra, uno de los torturados en la ESMA, se descompuso y se tuvo que dar cuenta, aunque eso no lo sé, pero yo tengo que meterme en ese personaje. Es imposible que alguien que se ha hecho una foto con Videla y con Pinochet, y de alguna forma, a nivel internacional, le ha dado una sanción, ha dicho: “Esto es un gobierno legítimo”, de alguna forma y ha ayudado a la imagen internacional a asesinos tan brutales, si yo fuera Borges, en ese momento me querría morir. Por eso, no creo que esté ligado, pero poco después le detectaron el cáncer y él no quiso tratarse. No creo que esté ligado, pero puedo imaginar, puedo suponer que igual en ese momento estaba hundido por haber escuchado algo tan terrible. Yo, como cronista, sentí que tenía que contar eso, sin querer ofender, pero tampoco puedo ocultar la verdad y eso fue verdad. Otra cosa es que luego se arrepintiera, pero eso fue verdad y hubo gente que me criticó por eso. Curiosamente, ayer, con mucho cariño, alguien me decía que creía que había sido demasiado indulgente con Borges. Entonces, es imposible, porque al final es mi visión y yo no quiero establecer la verdad sobre un personaje. Si tú me hablas de un amigo, me puedes decir que es maravilloso, pero ese amigo va a tener un enemigo que va a decir: “Este señor es insoportable”, y depende de quién me cuente la cosa. Las dos cosas son verdad, no quiero decir no, es tu verdad, la verdad. No quiero que nadie piense que yo hablo de los escritores diciendo: “Esto es la única verdad y son así”. Es de lo que yo he leído, de lo que yo sé, de lo que yo he investigado, es la conclusión que he sacado y la comparto con vosotros. Vosotros leed también, escuchad lo mío, pero escuchad a otros, escuchad a los que aman a Borges, a los que odian a Borges. Yo creo que es lo que tenemos que hacer todos, sacar las conclusiones y no quedarnos solo con uno.

Sí que es cierto que con Elena Garro también hubo gente que se ofendió en México, porque decían que era antipacista. Allí en México, Octavio Paz todavía tiene muchos defensores. Yo creía que no, porque me dijeron que repetía las mentiras, que había contado toda la vida Elena Garro. Las cosas que pasaron entre Elena Garro, Octavio Paz y su hija en una habitación de un hotel de Tokio, ¿quién sabe si son verdad? Tenemos el testimonio de Elena Garro y de su hija, pero no sabemos si es verdad, nadie lo va a saber ya porque están muertas. Yo nunca digo esta es la verdad, digo: “Esto es lo que dijo Elena Garro”, pero ellos creen que su verdad, lo que dijo Octavio Paz, es la verdad. Ahí también recibí críticas. Obviamente me va a pasar siempre cuando aborde a escritores más cercanos. Por eso también, a todos los países de Latinoamérica que vengo, me dicen: “Tienes que hacer de Colombia, de Perú, de Chile, de Italia”, pero luego igual nos gusta y me vais a criticar. En cambio, si hago a alguien de Finlandia, están tranquilos, nadie se va a ofender.

Sobre cómo separar a la obra del autor, con todo este tema de las cancelaciones, estos autores que están siendo cancelados y que pueden ser unas eminencias y grandes escritores, creadores o artistas. Por ejemplo, Neruda en el caso chileno, que está cancelado o algunos los defienden, cómo separar su obra y persona. ¿Qué opinas de eso? Al seleccionar a personajes, ¿tratas de evitar a esas personas que están en proceso medio de cancelación?

Sí, me resulta muy difícil abordarlos porque yo intento ser lo más ecuánime que pueda, pero a veces con algunos es imposible. En el caso de Neruda no podría esquivar eso si hiciera Neruda. De hecho, tendría que hacerlo el enfoque central, porque si no lo hago, a quien van a cancelar es a mí también. Cuando hay unos casos tan flagrantes y tan comentados ahora mismo, me cuesta un poco meterme ahí, porque es como meterte en un charco voluntariamente. Creo que no se puede separar la obra del autor, eso en primer lugar. Es una de mis tesis, porque precisamente lo que digo es que la vida de los autores es el gran motor de su obra. Es algo que he trabajado, investigado y que es imposible desligar de cualquier novela de la vida, de los momentos vitales del autor. Pienso en el autor cuando está feliz, cuando acaba de enamorarse, escribe de una forma, y si acaba de perder a un hijo, se escribe de una forma muy distinta. Es inevitable, porque somos seres humanos y eso es lo que le da también la magia y el poder a la literatura, que hay un ser humano detrás y su día a día va a estar reflejado en la novela, y es imposible desligarlo.

Evidentemente hay autores, casi todos, que es otra de mis tesis, que son personas sospechosas, como algunos de los grandes escritores. Los hay más y menos infelices, los hay más y menos sospechosas, los hay que han hecho cosas más terribles y menos terribles, los hay que han hecho cosas más terribles con nuestra visión y otras cosas que igual han quedado más en el olvido. Por ejemplo, creo que la foto de Borges, se le perdona más. Me parece que no se puede olvidar esas cosas tampoco. Eso es una mancha que va a llevar toda su vida. Borges, siendo un genio, un escritor único y singular en el siglo XX, igualmente ha tenido esa mancha. Me decían: “No tenía por qué ser un héroe”, pero entre ser un héroe y hacerte la foto, hay muchos términos medios. Tampoco tendría que ir y ponerle una bomba a Videla, pero entre una cosa y otra hay muchos puntos intermedios. Sí es cierto que asumimos que los autores más antiguos, es como que les perdonamos más, pero las cosas que están más frescas, es lógico también, es como que los crímenes prescriben. Es cierto que tenemos que mirar las cosas en su contexto. Por ejemplo, si yo no pudiese hacer autores machistas, nunca habría autores en Grandes Infelices. ¿Por qué? Porque el mundo hasta 2016, y aun ahora, era 100% machista, y todos los autores anteriores a 2016. Por suerte está habiendo un movimiento, que todavía queda mucho por delante, que ha empezado a plantearnos eso que antes no nos planteábamos igual. Esto de Neruda antes de 2016, la gente no se lo planteaba igual. Hay que pensar eso, hay que pensar que esa gente actuó, no quiero decir, no los estoy justificando, estoy diciendo que actuaban exactamente igual que los otros, solo que ellos eran escritores y nosotros no. No era un problema tanto de la persona en general, no hablo de casos particulares, sino del mundo en el que vivíamos. Era un mundo machista, por lo cual los escritores eran machistas. Hemingway era el rey de los machistas. Pero en general yo lo he visto en todos los escritores.

Recuerdo la historia de Shirley Jackson, de cómo ella era la escritora más famosa de la casa, pero tenía que esperar a que su marido, Stanley Hyman, acabase con la máquina de escribir, porque solo tenían una, para ponerse ella a escribir. Como él era el hombre de la casa, tenía prioridad. En este caso no iba a hacer un capítulo sobre Stanley Hyman, pero eso también pasaba con Vonnegut, Nabokov… Entonces, no podría hablar de ningún escritor, porque todos eran machistas. Todavía no he encontrado un escritor de los años 80 para atrás que sea feminista, ningún escritor. Incluso muchas escritoras que he analizado tenían muchos comportamientos muy machistas, porque el mundo era machista. No podemos poner los mismos criterios que haríamos con un escritor de ahora con alguien de 1920 ó de 1880. Era otro mundo. Entonces es más perdonable y se les cancela menos. Si entiendo la cancelación de un escritor o artista que es acusado de acoso sexual, violación, y de repente saca otra película. Cuesta mucho más ir a verlo, porque es como que estás apoyando a alguien. Pero en el otro caso, estoy hablando de gente que ya está muerta. Simplemente, hay que hablar y decir las cosas. Hicieron esto y esto, pero cancelarlos ahora es absurdo. Es un poco: “Voy a cancelar a Hemingway porque no se portaba nada bien”, con casi nadie, pero especialmente con las mujeres. Es absurdo intentar cancelarlo, porque Hemingway revolucionó la forma de escribir y eso es imposible. Eso ya está ahí y es parte de nuestra historia. Creo que hay que contextualizar. Hay que decirle a la gente: “Mira, este señor tenía ciertos comportamientos”. Es como Picasso. ¿Podemos cancelar a Picasso? Podemos decir que Picasso era una persona terrible, como se comportaba con las mujeres era terrible, pero Picasso es uno de los grandes renovadores del arte en el siglo XX, y eso no lo podemos quitar porque todo el arte posterior a Picasso, tiene algo de Picasso, entonces no tiene sentido ya. Otra cosa es la gente que está ahora mismo haciéndolo y que dices: “¿Cómo voy a apoyar a alguien que es un asesino o que es lo que sea?” Ahí lo puedo comprender más. Hay que ir con cautela con ese tipo de linchamientos. En general, me preocupan mucho, ya no hablo de la cancelación, los linchamientos en redes sociales ahora mismo. Me recuerda cuando se hacía la ley del Lynch y tomaban a alguien, no había un juicio e iban a por él directamente, a colgarlo. Hay que tener cuidado porque se destrozan vidas, y a veces se destrozan vidas inocentes.

¿Por qué el podcast solo son autores muertos?

¡Por esto! Cuando hice la primera temporada del podcast, mi idea era hacer seis episodios, pero al final no me dio la vida. Hice solo cinco y dije: “quedo a cinco porque no puedo, no me da tiempo hacer más”. Y el sexto capítulo era Salman Rushdie. Me quedó la idea de Salman Rushdie porque a mí siempre me fascinó su historia. Desde que era niño, entre 11 y 12 años cuando pasó, me llamaba la atención la historia de este señor que es tan famoso, que tiene que vivir escondido toda su vida. Me parecía algo fantástico, no positivo, pero como una película. Siempre me quedé fascinado. Me parece que la historia de Rushdie con la Fatua era algo que tenía que contarse en Grandes Infelices. Pero estaba vivo. En ese momento no tenía la idea de hacer solo muertos. Pero quedó fuera, cayó y seguí haciendo el podcast. Llegó un momento en la cuarta temporada, que yo tenía cuatro guiones escritos y me faltaba el quinto. Estaba acabando Tinta invisible y no tenía tiempo. Pero yo ya había hecho la investigación de Salman Rushdie y eso me ahorraba un mes de trabajo que ya había hecho antes. Y dije: “Voy a meter a Salman Rushdie”. Por eso es el único escritor vivo que está, por una necesidad de tiempo. Pero ¿qué pasó entre medias? Entre la primera temporada y la cuarta, fue cuando lo acuchillaron en el cuello. En la primera no lo habían acuchillado, en la cuarta sí. Si yo hubiese hecho en la primera temporada el capítulo de Rushdie, quedaba anacrónico, como caducado. No estaría contando todo, si lo acuchillaron en el cuello. Eso me enseñó que no tengo que hacer autores vivos, porque en cualquier momento puede pasar algo en su vida que cambie todo. Imagínate que tienes a un escritor y de repente lo acusan de violación. Tú has hecho antes el episodio y ya queda descontextualizado. A mí me gusta la idea de que los capítulos de Grandes infelices se puedan escuchar ahora y dentro de 15 años. Por eso hace falta un poquito de perspectiva para verlos. Aparte de Salman Rushdie, que creo que esa historia ya está cerrada hasta hace poco, yo quería contar de la historia de la Fatua y como alguien a quien, que escribe un libro, lo pueden condenar a muerte por lo que escribe. Y esto fue hace 30 años, no en el siglo XIII, sino que hace 30 años. Quería contar eso y creo que esa historia ya está completada. Pero el resto, yo pienso que el más cercano son Bolaño y Foster Wallace.

¿Los que murieron más recientemente dices?

Sí, diría que esos dos. Ya hay cierta perspectiva y son autores muy estudiados, pero son los más recientes, creo que hay que tener una perspectiva. Yo ahora podría hacer Grandes infelices de Mariana Henríquez. No conozco mucho su biografía, no sé si ha sido infeliz, pero creo que hay que tener una perspectiva. Hay que ver cómo termina su carrera, y ojalá que dure muchos años. Pero después hay que analizarlo, supongo que alguien lo hará más adelante. Yo creo que yo ya no lo haré.

¿Cuál de estos autores te ha producido un mayor cambio desde lo que lo conocías antes hasta después de hacer el podcast? ¿Para bien o para mal?

Para bien, ninguno, solo asombrarme con su obra, sí, pero de qué buenas personas son, no me va a pasar nada. Para mal, varios. El propio Salman Rushdie, por ejemplo, es una persona que me resulta muy antipática, para mi perspectiva. Sé que tiene grandes amigos dentro del mundo literario, obviamente estoy completamente en contra de la Fatua. Me parece que actuó con mucha soberbia en muchas cosas después, y que actuó mal con sus esposas también. En concreto, la esposa que se escondió con él, actúa fatal, y, de hecho, la principal fuente que tengo es su propia autobiografía, son sus propias palabras. Si en su autobiografía, normalmente cuando alguien escribe una autobiografía intenta ponerse mucho mejor de lo que es, ya me cae un poco gordo, imagínate. No me cae especialmente bien. Salinger, por ejemplo, me decepcionaron bastante algunas cosas de él. Zweig también es una persona con la que no conecté nada. Yo quiero incidir en que es mi subjetividad, es que te presentan a alguien y dices: “Me cae mal”, y a otra persona le cae genial, pero me cae mal por algo. Creo que hay una química. Yo también tengo química con algunos escritorios y con otros no.

¿Qué se viene ahora a futuro? ¿Sigues con el podcast y tienes alguna novela en proceso? ¿Escribes mientras haces los podcasts entremedio?

Esta última temporada del podcast, la de las ciudades, me ha llevado diez meses hacerla, desde enero hasta ahora. Entre medio, he tenido cinco viajes a Latinoamérica. De esos diez meses, dos meses y medio he estado en tránsito. Pero ha sido un trabajo agotador, aparte de los viajes, el resto del tiempo es trabajo, trabajo, trabajo en el podcast. Porque han sido seis capítulos, y cada capítulo me ha llevado como un mes y medio. Entonces no he podido escribir otras cosas.

El podcast es de lo que se nutre mi carrera ahora mismo, en el sentido de que es lo que me da más contacto con la gente, más popularidad. Aparte creo que está vivo y que esta temporada le he dado así esa pequeña vuelta de hacerlo sobre las ciudades. Me gusta pensar en nuevos horizontes e igual en nuevas ideas para el podcast, en hacer algo un poquito distinto. Como decía ayer, un poquito distinto, pero que sea lo mismo. Que se mantenga el espíritu, pero que no sea siempre estar ceñido a la biografía. Entonces voy a seguir y voy a buscar nuevos horizontes, pero también quiero hacer hueco para escribir. Tengo un proyecto de un libro con mi editorial. Es muy bonito, pero prefiero que sean ellos los que lo anuncien, no voy a hacer spoiler. De momento hemos tenido una conversación antes de venir aquí. Estuve en Barcelona, en un festival y hablamos.

Hay un proyecto también que me gusta y que está dando sus primeros pasos, que es hacer un espectáculo en directo relacionado con el podcast. Pero no una grabación del podcast en directo, sino un espectáculo. Algo que tenga audiovisual, que acompañe, que sea para contar una historia, casi como dramatizar una historia, pero que tenga un tipo de acompañamiento. Tenemos esa idea. Me parece que es muy hermosa y que puede funcionar bien o fatal. Pero como os decía antes, me gusta mucho la idea de llevarlo a escena para aprender otra nueva forma.

Lo que me importan son las historias, y esta es una nueva forma de contarlo en escena. Lo he contado por escrito, lo he contado con audio y, ahora, también de forma escénica. Y si alguna vez sale la posibilidad de hacerlo en audiovisual, en audiovisual. Eso me enriquece porque yo sigo pensando eso. Las historias son lo importante y simplemente hay que adaptarse a cada formato, buscar cómo explotar al máximo la historia y me parece que es un aprendizaje hermoso.

Después de todos estos capítulos ¿qué crees que hace más infelices a estos autores?

Cada uno tiene sus características, pero el resumen está en Tinta invisible. Los capítulos, aparte de ese hilo conductor que es la enfermedad y muerte de mi padre, los capítulos están titulados con las grandes miserias, errores, traumas, problemas de los escritores, el ego, la envidia, la obsesión, el sufrimiento y la mentira. Creo que todas estas cosas son características, si no todas de todos, pero todos ellos tienen alguna. Primero, para escribir tienes que ser un ser herido. Yo siempre digo que alguien que es feliz no escribe, simplemente se dedica a ser feliz. Alguien que es plenamente feliz. Cuando tú estás feliz, incluso los que escribimos, en el momento que estoy feliz y me siento pleno, voy a disfrutar de la vida y no me voy a sentar a escribir. Pero, aparte de eso, pienso que el hecho de escribir en sí es muy enigmático, porque tú puedes hacer una novela que sea increíble, un trabajo increíble, pero que tenga cero éxito, que nadie lo lea. Y de repente hacer una novela que digas: “Bueno, esto no me sale muy bien”, y que sea el éxito absoluto. Entonces estamos siempre ignorando qué es lo que hacemos. En nuestro trabajo no sabemos si merece la pena. Vives en la completa duda. A mí me pasa que los capítulos que más me gustan de cada temporada, no son los que más le gustan a la gente. Nunca. Y los que le gustan a la gente igual es el que a mí menos me gustó. Y digo: “Tengo que hacer las cosas mal, porque a mí no me gustan para que le gusten a la gente”. Me pone muy nervioso. Pero al final, lo que sí he descubierto, creo es que la obra no es de uno. Uno hace la obra y luego es de cada uno quien la interpreta. Eso crea una inseguridad. Al final, cuando tienes éxito, tienes ese síndrome del impostor diciendo les está gustando algo que no es bueno. Y cuando no tienes éxito, dices: “¡Que injusticia!”. Ellos no han querido, y he hecho algo tan bueno y no les ha gustado. Entonces es una de las cosas que más me aprisionan y más me tensionan en mi día a día.

Cuando cuento que cada vez me lleva más tiempo hacer los capítulos de Grandes infelices, y la gente me dice: “Pero no debería ser al revés, ya has hecho 32”. En cuanto escucha más gente, me siento mucho más presionado, tensionado, de pensar que les va a gustar esto y esto no. Pero quiero hacerlo mejor, pero creo que tengo que darle algo más a la gente, como que me siento en deuda con tanta gente que sigue el podcast, que me da tanto cariño. Y yo digo: “No puedo de alguna forma defraudarles. Tengo que hacer algo para que les guste”, y eso es muy tensionante.

Ficha técnica

Título: Tinta invisible

Autor: Javier Peña

Editorial: Blackie Books

Idioma: Español

N° páginas: 320

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