Por Javiera Hojman
Rebecca es ya considerada una película de culto, como muchas otras del gran Alfred Hitchcock. El cineasta armó su película a partir de la novela con el mismo nombre escrita por Daphne Du Maurier, aunque con cambios importantes en la estructura de los personajes y algunas de las acciones. La película Rebecca, que se estrenó en Netflix el año 2020, se acerca un poco más a la novela y nos muestra las cosas que quedaron en el tintero por las restricciones de la época de Hitchcock, pero la versión audiovisual original sigue maravillando. En 1940 Rebecca fue la que se quedó con el Oscar a Mejor Película.
Es la típica historia de amor entre un millonario viudo y una mujer de origen humilde, donde la sombra de la protagonista es la ex esposa del hombre, Rebecca, en la mansión en que los recién casados viven. La protagonista va descubriendo, de a poco, las condiciones en las que va a vivir, y en el proceso descubre los secretos y los desafíos a los que tiene que enfrentarse. Llega a una casa enorme, de gente de un nivel social muy distinto al suyo, en que absolutamente todas las cosas, desde las servilletas en adelante, tienen escritas las iniciales de su antigua dueña. Resulta curioso que el nombre de la película sea el de la esposa fallecida y no el de la protagonista, que de hecho, jamás se menciona.
Ambas películas y la novela empiezan con la misma frase: “Anoche soñé que volvía a Manderley”. Es una narración con la voz de la protagonista en que reflexiona sobre por qué nunca va a poder volver a esta mansión, y desde ahí volvemos en sus recuerdos al punto en que conoció a Maxim y se enamoró de él. Es curioso que es de las pocas instancias en que realmente la protagonista tiene voz. Es tanta su insignificancia que su rol en la historia es ser la esposa reemplazante, la “señora De Winter”, y todo lo que busca a lo largo de la trama es conseguir y mantener el amor de su esposo. Llega al punto en que incluso propone ser su compañera, y convivir en este matrimonio infeliz entendiendo que él nunca va a dejar de amar a Rebeca.
Nuestra protagonista anónima habla de dejar atrás los fantasmas del pasado, en esta primera escena, en que solamente, con su voz en off, se puede notar un cambio importante en su personalidad, desde la mujer tímida y entregada del resto de la película a una persona más establecida y decidida a cumplir sus metas -por frívolas y machistas que estas sean, coherentes con la época-. Hay mucho que se puede decir sobre la película desde la perspectiva social feminista del 2021, pero también hay que comprender que la novela y la película fueron producidas en un tiempo imperantemente patriarcal. Lo que tenemos, sin embargo, es una lucha entre dos mujeres: una fuerte, empoderada, sexualmente liberada, y una entregada a su esposo con todo su corazón. Solo una de ellas tiene derecho a nombre, de acuerdo con la película.
Lo hermoso de ver películas antiguas, y en blanco y negro, es que son los diálogos y la trama lo que tiene prioridad. No hay efectos visuales especialmente sofisticados, tampoco hay montajes rebuscados. Efectivamente los diálogos son potentes, y a pesar de que en algunos momentos es un poco predecible, tiene elementos que efectivamente lograron convencerme. Sonreí más de una vez con el efecto musical tan cliché cuando se revelaban los secretos, y me permitió recordar que los clásicos son clásicos porque funcionan. Sumando y restando, la película me encantó. Voy a darle una oportunidad a la novela, y ver la película de Netflix sin muchas expectativas.
Ficha técnica
Título original: “Rebecca”
País: Estados Unidos
Director: Alfred Hitchcock
Producción: Selznik International Studios
Duración: 130 minutos
Fecha de estreno: 13 de febrero, 1940
Elenco: Joan Fontaine, Laurence Olivier
Plataforma: Qubit