SANFIC 19 Crítica de cine “El sol del futuro”: Nanni Moretti y su luz incandescente

Por Paula Frederick

El estreno en el Festival de Cannes de El sol del futuro llegó intempestivo y ruidoso, como la siguiente frase: “Nanni Moretti está de vuelta”. Las voces dicen que, gracias a su última película, el cineasta romano é tornato, que finalmente despliega su esencia, emerge de un período tibio y retoma lo que siempre lo ha caracterizado como cineasta. Esos años gloriosos donde era el centro gravitante de cada toma y, por qué no decirlo, de la escena italiana de los 80. Pienso que esas voces no son justas. Nanni nunca se ha ido. Siempre ha estado presente, como el sol escondido detrás de un día nublado, aunque adquiera distintas voces y formas. En cada una de sus obras hay un fragmento suyo que queda suspendido en el aire y se acopla perfecto a la totalidad de su imaginario. El Nanni de Santiago, Italia, que declara sin tapujos que “nunca será objetivo”. El Nanni de Soy un autárquico y Ecce bombo, dos reflexiones lúcidas sobre la confusión de la juventud. El Nanni de La habitación del hijo, de Bianca, de Caro diario. Un cuerpo cinematográfico que se nutre del pasado, reflexiona sobre el presente y mira con recelo el futuro, reconociendo su perplejidad frente al paso del tiempo.

Esa misma tríada es la que el director desarrolla en su última y aplaudida entrega, El sol del futuro. Estrenada en el Festival de Cannes, aquí Moretti vuelve a ponerse en la piel de un director (Giovanni), quien siente que su carrera cinematográfica está en un punto sin retorno. Problemas de financiamiento, cansancio, nostalgia por un cine que ya no existe, hastío frente el modo de filmar actual, falta de comunicación con los actores y su equipo. Aun así, Giovanni está empecinado en terminar su último filme: una historia ambientada en Roma en 1956, el año de la Revolución húngara y la intervención armada de las tropas de Moscú. Los protagonistas son Ennio (Silvio Orlando), periodista de L‘Unità, el diario del Partido Comunista Italiano que se pone del lado de la intervención soviética, y Vera (Barbora Bobulova), también miembro del Partido, que protesta contra los tanques en Budapest y la línea ortodoxa del secretario del PCI, Palmiro Togliatti. Al mismo tiempo, un circo húngaro, invitado por el propio PCI, llega a Roma y se une a la protesta. El título de la película es un extracto de la famosa canción de la resistencia partisana Fischia il vento, que representaba el sueño de un futuro sin desigualdades.

Quizás, un rayo golpeó a Nanni Moretti. Como el que fulminó al DeLorean en Volver al Futuro I, y le entregó la cualidad de experimentar y observar el paso del tiempo desde otra perspectiva. La nave viajera y super poderosa de Nanni es la cámara. El cine, la dimensión por donde se mueve con honestidad entre décadas, emociones, miedos y certezas. Su figura es el cuerpo cinematográfico central, el ente que se pone en juego y permea todas las sensaciones que emergen mientras recorre los distintos mundos que construyen El sol del futuro. A pesar de su claridad a la hora de filmar, es difícil definir cuál es el rumbo que quiere tomar la película. Seguramente, no es solo una. Las reflexiones se disparan en todas las direcciones, abarcando tópicos que han sido constantes en su cine: melancolía por el fin de las utopías, por una Italia pretérita que ya no existe, o que tal vez nunca llegó a ser lo que prometía. Relaciones interpersonales gastadas y monótonas que, aunque han perdido la esencia de lo que fueron, se resisten a caducar, porque no saben subsistir sin el otro. La ausencia como presencia constante, que no siempre sabemos cómo llenar. “Una película sobre el fin de todo”, como sostiene la productora coreana que se involucra en la salvación de la película.

Aunque el propio Nanni se empeñe en deslizar una idea de cierre, en algunas de las escenas más conmovedoras del relato, El sol del futuro no es una película sobre el fin. No es un epílogo, un manifiesto en el ocaso, una condensación del todo. Menos, un testamento en vida (como algunos han osado decir). Es una película llena de vida y luz, que cuando habla de términos no lo hace desde un lugar de derrota, sino de nuevos comienzos. Su cinematografía es luminosa, colorida, a veces incluso saturada, como si el sol encandilara los objetos cinematográficos retratados y los distorsionara. Su espíritu es a ratos nostálgico y pesimista, otros más cercano a un musical, donde todo adquiere una inusitada armonía y las partes se mueven al mismo ritmo y cadencia. Estos cambios de ánimo, así como los del protagonista, pueden confundir al espectador. Al menos, a quien espera que una película le entregue una línea constante, clara y definida.

Ese no es el estilo de Nanni. El director refiere jugar con los límites de la narrativa y rehuir la linealidad del tiempo y sus trampas. Su última película busca expandirse hacia una existencia simultánea, donde varios fenómenos pueden tener cabida al unísono, aunque sean contradictorios entre sí. De este modo, nos entrega una serie de coordinadas que buscan, deliberadamente, descolocarnos. Por ejemplo, el personaje de Mathieu Amalric, un delirante productor francés que balbucea en italiano, deja rastros de su presencia en el set y rompe la continuidad del mundo diegético, hasta desaparecer. Los productores coreanos, que parecen ser los únicos en entender, y poner en palabras, la esencia de la película. La aparición de Netflix como enemigo número 1, que utiliza la imposición del plot point y su “presencia en 190 países” como armas de destrucción masiva del cine de autor. Al final, se trata de figuras espectrales que irrumpen y se esfuman en su propio tiempo, pero que dejan tras de sí fragmentos de su esencia. Como el pasado doloroso de la guerra, el inevitablemente envejecimiento del cuerpo, la irrupción de la nueva generación de directores y su modus operandi. Del futuro que no existe, porque cuando llega, ya es presente.

El cine vuelve a transformarse en el objeto del afecto. De Nanni Moretti, de la historia de Italia, de los actores que vuelcan en el filme mucho más que una actuación disociada de sí mismos. Y de nosotros, los espectadores, una vez que termina la función. El sol del futuro es una película valiente, con momentos conmovedores, que reconoce al séptimo arte como la verdadera máquina del tiempo. Esa en la que todos podemos subirnos, aunque después del viaje no volvamos a ser los mismos.

Ficha técnica

Nombre original: Il sol dell’avvenire
Director: Nanni Moretti
Guion: Francesca Marciano, Nanni Moretti, Federica Pontremoli, Valia Santella
Reparto: Nanni Moretti, Margherita Buy, Mathieu Amalric, Silvio Orlando, Barbora Bobulova
Música: Franco Piersanti
Fotografía: Michele D’Attanasio
Año: 2023
País: Italia
Duración: 95 minutos
Película inaugural SANFIC 19

 

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