Por Paula Frederick
Narvel Roth (Joel Edgerton) es un hombre complaciente. De look impecable, peinado perfecto y modales intachables. Además, es un meticuloso horticultor en Gracewood Gardens, donde trabaja para la excéntrica millonaria Norma Havernhill (Sigourney Weaver), a quien entrega absoluta pleitesía. Sobre todo, Narvel es un hombre de rituales diarios: observar el comportamiento de las plantas que lo rodean, podar la flor precisa en el momento adecuado, y plasmar sus reflexiones de la jornada, religiosamente, en un diario de vida. En su cotidianeidad no hay mayores sobresaltos, desvíos ni vueltas de tuerca. Todo fluye apacible como una pintura bucólica, donde el mayor movimiento es una brisa que mueve inesperadamente el tallo de alguna flor.
Un día, los vientos cambian. La tierra se inquieta, la maleza se acelera en crecer, las copas de los árboles se inclinan más de la cuenta. La armonía se quiebra con la llegada de Maya (Quintessa Swindell), la rebelde e irreverente sobrina de Norma, a quien Narvel recibirá como aprendiz de jardinería y con quien creará una conexión inesperada. Este encuentro removerá las raíces del protagonista que, aunque parezcan firmes en la tierra fértil que cuida todos los días, esconden un pasado oscuro que lucha por salir a la luz. Fantasmas de caos, desorden, odio y muerte. Todo lo contrario a aquello que Narvel se empeña en hacer germinar.
¿Es posible esquematizar la naturaleza? ¿Se puede controlar la esencia humana? Master Gardener es la última entrega del gran director y guionista estadounidense Paul Schrader, quien reflexiona sobre éstas y otras interrogantes, que han sido el hilo conductor de su prolífico cine. Al igual que el personaje de Narvel y su relación con el jardín, Schrader ha codificado una serie de reglas obsesivamente reiteradas, concibiendo al cine como una suerte de ritual. Tanto como guionista esencial de Martin Scorsese (Taxi Driver, Toro salvaje, La última tentación de Cristo) como en su rol de director (Gigolo americano, El reverendo, El contador de cartas), su cine se ha nutrido de sentimientos extremos y de un análisis profundo de las contradicciones humanas, transformando el estilo cinematográfico en una forma de vida.
Las coordenadas de Master Gardener se construyen a través de una constante alegoría. Hay jardines formales, informales y salvajes. Los primeros someten a la naturaleza a un esquema fijo, que sigue una perfecta simetría. Los segundos ponen en juego esa perspectiva y la integran románticamente a los procesos naturales. Los terceros tienden a reiniciar cada alteración artificial, liberando definitivamente el esquema preestablecido y transformándose en manifestaciones erráticas de una belleza indomable. La fricción entre formas codificadas y roturas imprevistas es lo que da vida al personaje de Narvel, cuyo objetivo es comportarse como un jardín formal, aun cuando su esencia es más parecida a la de uno salvaje.
Entonces, el jardín de Norma Havernhill se vuelve el vergel del cine: un espacio fértil, donde cada fotograma es una manifestación de un ecosistema visual, que despliega en sus colores y formas el mundo interior de los personajes. Una dimensión donde las flores son las imágenes definitivas, que encierran en sus pétalos el deseo irrefrenable de ebullición. La floricultura para Narvel, como el cine para Schrader, es un lento camino de sanación. Al final, la única manera de calmar los propios demonios interiores es tratar de dar una forma al caos de nuestro mundo, aunque sea podando o arrancando de raíz aquello que ya no sirve. Por más doloroso que esto pueda ser.
La dialéctica entre calma y movilidad es el motor que despierta a Narvel, quien lucha por dominar las formas espontáneas del jardín custodiado y también su propia naturaleza. Mientras observa a las plantas seguir su cauce vital, el jardinero descubrirá que los fantasmas del pasado no pueden ser eliminados solo con rituales, o intentando esquematizar la naturaleza que lo rodea. El pasado, tarde o temprano, se volverá nuevamente presente, como los tatuajes que decidió dejar voluntariamente en su piel, para no olvidar una parte agonizante de sí mismo. O tal vez, para recordar aquel fragmento de su historia que nunca quiere volver a vivir.
A pesar de moverse con confianza en las constantes reconocibles de su cine, Master Gardener logra sorprender y hacernos experimentar nuevas emociones, como si fuera la primera vez que vemos una película de Schrader. Eso ya es un privilegio. Su forma de filmar nos recuerda la génesis del cine, esa que observa la realidad con parsimonia y respeto, como si fuera una flor que no quiere tocar para no interrumpir su proceso natural. Cada toma es un terreno fértil que adquiere miles de formas y colores posibles, lejos de cualquier posición ideológica o escena complaciente. La fe en el renacer del protagonista, es la misma fe que Schrader tiene en el cine. Una dimensión capaz de dar vida a un terreno infértil, hacer crecer magia entre la maleza, llenar de nuevas oportunidades un jardín donde cada ciclo que termina, se vuelve un nuevo comienzo.
Ficha técnica
Título original: Master Gardener
Dirección: Paul Schrader
Guion: Paul Schrader
Música: Devonte Hynes
Fotografía: Alexander Dynan
Elenco: Joel Edgerton, Sigourney Weaver, Quintessa Swindell
País: Estados Unidos
Año: 2022
Duración: 11 minutos
SANFIC 19