Por Paula Frederick
Desaparecer entre las hojas secas, como un último acto de paz. Quizás, ese sea el único camino posible para Michelle (Hélène Vincent), que en el otoño de su vida disfruta de su jubilación, de cuidar el huerto y el jardín, de pasear con su mejor amiga Marie-Claude (Josiane Balsko), en una pequeña ciudad en Borgoña. Ambas tienen un pasado en común que, aunque cada vez más borroso, de vez en cuando les pasa la cuenta: haber sido parte de una red de prostitutas de lujo en las calles de París. Hoy, el foco de las viejas amigas está en los temas no resueltos con sus hijos: Vincent, el primogénito de Marie-Claude, quien entra y sale de la cárcel, y Valerie, la hija de Michelle, con quien tiene una relación tensa y lejana. Una visita de Valerie a la casa de campo junto a su nieto Lucas, que involucra un puñado de hongos venenosos, será el acto catalizador que terminará por quebrar definitivamente una relación trizada, lo que llevará a Michelle a buscar refugio entre las hojas otoñales y amistades inesperadas.
Parte de la sección “Maestro del cine” de Sanfic 21, Cuando cae el otoño del director francés François Ozon sigue el camino de gran parte de su cine: diálogos profundos y punzantes, escenas contemplativas, dinámicas familiares al borde de la ebullición y paisajes que representan el mundo interior de sus personajes. Cercana a la pulsión de su película anterior Mon Crime (2023), pero lejos de la comedia vivaz, el realizador mezcla las problemáticas de las relaciones interpersonales, con ciertos aires de thriller, suspenso e incluso apariciones fantasmales. Como si los universos de películas como Bajo la arena (2000), En la casa (2012) y Una nueva amiga (2014) se fundieran, agregando como factor esencial el ocaso de la vida, ese que llega irremediablemente y que, mientras más se acerca, más reflota aquellos asuntos que queremos olvidar.
Como si fuera un acto premonitorio, el filme inicia con Michelle en una iglesia, mientras escucha conmovida la parábola de María Magdalena, a quien Jesús perdona su pasado en la prostitución y transforma en su discípula favorita. Quizás, toda la película sea un acto de redención, donde los errores del pasado finalmente se diluyen, los fantasmas inquietos logran cierta calma, donde la vida encuentra un camino para fluir en forma natural, como las estaciones, la vejez, la idea de una muerte inminente, pero también de un futuro posible.
En Cuando cae el otoño, los tiempos se dilatan y la cámara se mueve de manera contemplativa, cautelosa pero sin miedo. La dimensión bucólica de la borgoña francesa parece contener, entre sus colinas y bosques tupidos, cualquier atisbo de descontrol. Sin embargo, en esa aparente calma, François Ozon va sembrando dudas, misterios, preguntas que nunca encuentran respuestas. La película pierde cierta potencia al desviarse hacia el thriller o lo fantasmagórico, apariciones que pueden sonar antojadizas, especialmente cuando no quedan resueltas. Sin embargo, Ozon siempre logra sacar la maleza y mover las hojas secas antes de que se desintegren, para dar paso a tierra más fértil.
Raíces que se desarraigan y flores que se abren camino hacia el sol, a pesar de las malezas que las ahogan. La fuerza pulsante del relato se encuentra en esa matriz, en las heridas abiertas, en las elecciones del pasado que marcan la infancia y repercuten, irremediablemente, en el presente. En la fricción natural entre una madre y sus hijos, que se desenvuelve en una dimensión donde los padres son solo un telón de fondo, una foto en el escritorio, una videollamada. En la fuerza incombustible de Michelle, una mujer que, a pesar de sus sombras y dolores, espera el momento justo, antes de desaparecer entre las hojas de otoño.
Ficha Técnica
Título original: Quand vient l’automne
Director: François Ozon
Guion: François Ozon, Philippe Piazzo
Elenco: Hélène Vincent, Michelle Giraud, Josiane Balasko, Marie-Claude Perrin
País: Francia
Año:2024
Duración: 102 min.
Sanfic 2021