Por Vanessa Vidal
Basado en el caso de Macarena Valdés, La Negra es una obra de teatro documental a cargo de la Compañía La Desvelada. En este montaje honran la memoria de la ambientalista, que, junto a su pareja, Rubén y sus hijos, deciden cambiar el estilo de vida santiaguino, para vivir en una comunidad mapuche, en Tranguil, región de Los Ríos. Una vez ahí, defienden férreamente a la comunidad y al Wallmapu de la construcción de una central hidroeléctrica. Irregular proceso de principio a fin, que termina con el asesinato de Macarena, que por lo demás, fue en todo momento declarado como suicidio.
Antes de entrar a la sala, el elenco, de negro y con velas en las manos, nos reciben mirándonos a los ojos. No importa si sabemos o no quien fue Macarena, que es el Wallmapu. No es excluyente, para nada, nuestro conocimiento previo sobre el caso. Los actores reciben nuestro conocimiento o ignorancia con amor, para deleitarnos con información y pasión sobre uno de los más terribles y conmovedores casos de muerte, en extrañas circunstancias, de líderes de movimientos sociales en los últimos años en nuestro país. Que por lo demás, desde el estallido social, nos pertenecen más que nunca.
Con una puesta de escena cuyos elementos son todos, además de narrativos, funcionales. Música en vivo, original, con guitarra, cantada por los mismos personajes que narran y expresan sus emociones. Damos inicio en el escenario a La Negra.
Sobre la misma línea argumental del caso de Valdés, el elenco, quienes más de una vez actúan fuera del escenario, interpretan, también, de forma cruzada en la historia, a los encargados de la central hidroeléctrica y a los políticos. Ridiculizando sus discursos, sus personalidades y lo que representan. Al contrario, con movimientos corporales y tonos de voces muy distintos se interpreta a Macarena, Rubén y otras personas de la comunidad: poseen un aura de seriedad, verdad y autenticidad. Con completa solidez se entrelazan los personajes y avanza la obra.
El texto es complejo, como la obra. Ya con la cordial bienvenida de los actores, pareciera que nos dan también la bienvenida, mirándonos directamente a los ojos, a un viaje que demuestra la gran investigación que hay detrás del montaje y hundidos en nuestros asientos, estamos destinados a viajar con ellos.
El diálogo tanto como el canto es denso, en el buen sentido de la palabra. Paso a paso, vamos entendiendo qué sucede, quiénes son, dónde están. Saliendo de la sala, podemos comentar el caso, lo que aprendimos y sentimos. El sentimiento es denso. La historia es densa. Todo en el buen sentido de la palabra, aunque, claramente, para otros pudiera ser distinto. Cuando estamos el tiempo suficiente presenciando una escena, aparece un giro, inquietante, que nos sostiene para el siguiente giro: transitamos como los indicadores en un monitor de corazón. El único requisito para ver esta obra es saber que uno no saldrá igual que como que entró.
Técnicamente, al inicio de la obra es difícil distinguir lo que se dice con la música de fondo. La iluminación logra definir las líneas temporales, espaciales y emocionales. Lo que, para mí, significa que logra uno de los objetivos más importantes, que es conseguir que el espectador empatice y entienda lo que se presenta. Sin embargo, quizá por temas del teatro, la ejecución u otro, podría existir un manejo de la luz que permita la correcta exposición de la iluminación.
El material visual que se proyecta de fondo, es redundante a veces, pues los actores lo dicen literalmente; en otras, entrega ilustraciones que complementan lo que nos explican. Se podría mejorar sustancialmente este recurso, sobre todo gráficamente. Para que no sea solo un apoyo, sino parte de la escena y genere identidad y necesidad. Sobre todo, un equilibrio que compacte. Se entiende como una guía, pero con los actores logramos ser uno y no nos perdemos. No nos soltamos.
El balance que existe entre la emocionalidad, la información, la pasión, lo real, el movimiento, el canto, entre otros elementos, es una bella coreografía. Existe una autoría y propiedad potente por parte de todos. No quisiera llamarle falencia a lo técnico, que pudieron perfectamente haber variado esta vez, pues pareciera que es carente, se que requiere, a mi juicio, una observación y mejora para potenciar y no despistar.
Cuando aplaudimos espontánea y enérgicamente la obra, sube al escenario quien fuera el suegro de Macarena, el abuelo de sus hijos. Junto a su discurso, abrazamos la memoria, la lucha y la vida, aplaudiendo por unos minutos más.
Termino este escrito, que se titula crítica, con un profundo agradecimiento, cariño y respeto hacia la obra y a todos los que la hicieron posible.
Título: La Negra
Dramaturgia: Compañía La Desvelada
Dirección: Iván Vargas
Elenco: Constanza Aguirre, Daniela Álvarez, Segundo Correa, Catalina Molina, Miguel Pacheco, Florencia Suau
Diseño Integral: La Desvelada
Diseño sonoro y musical: Miguel Pacheco
Producción: Constanza Aguirre
Diseño Gráfico: Sergio González Santos
Estilo: Teatro documental
Duración: 50 minutos
País: Chile