Still recording: Una bofetada de realidad

ESPECIAL FIC VALDIVIA

Crítica de Cine

Por Valeria Jaure

Se ilumina la pantalla y estás a plena luz del día en las calles corriendo junto a un grupo de jóvenes que llevan armas. Los están atacando, o ellos son los que atacan, entramos en medio del enfrentamiento y no sabemos quién es quién, sólo escuchamos como se gritan órdenes y corremos junto a ellos. El camarógrafo dialoga con los del grupo, hay que cubrirse, hay que disparar. La cámara se gira, se ve de frente a otro grupo y un disparo directo hacia nosotros. El fuego es seguido del humo y probablemente el camarógrafo está muerto. La imagen se va a negro.

Así comienza este intenso documental dirigido por Saeed Al Batal y Ghiath Ayoub, que nos introduce en medio del conflicto en Siria. Por un lado, tenemos a Saeed quien es un cineasta que intenta enseñar a un grupo de jóvenes de Ghouta Oriental, que son parte de la resistencia a filmar correctamente, les entregarán cámaras y en algún momento de los enfrentamientos deberán encenderlas y dejar registro de lo que en ellos sucede. Por otro lado, está su amigo Milad quien estudia artes plásticas en la Universidad de Damasco, ciudad que se encuentra bajo el control del régimen de Al Assad. En medio de ambos están los centenares de horas grabadas por estos jóvenes amateurs, que pase lo que pase deberán seguir grabando.

Este documental abre para mí la interrogante de cómo realizar una apreciación artística cuando la temática tiene un potencial que supera cualquier discusión que se pudiera tener sobre su montaje o calidad. ¿Cómo hablar de la producción cinematográfica cuando aquí es la técnica que está al servicio de otra cosa? Y esa otra cosa es el valor de la vida humana, de su vulnerabilidad. Es un caso donde el arte cumple una labor que no está siendo cubierto por nadie; el periodismo se hace insuficiente y la política siempre indolente, en esta situación es criminal.

Las cámaras cubren distintos momentos de quienes llevan a cabo la revolución la vez que vemos las consecuencias del enfrentamiento. Barrios destruidos, mujeres (cubiertas completamente de negro) pasando hambre, niños normalizando la violencia, un ataque químico sobre población civil. Miles de muertos y el mundo mirando.

Al ser cámara testigo la inmersión en cada narración es completa, es imposible ser espectador sin conmoverte o angustiarte. Por lo que resultan bastante interesantes las historias que funcionan como contrapuntos, con otros momentos de relajo, de conversación, de observación, que vuelven a quienes vemos en la cámara más complejos y que a su vez permiten no acostumbrarnos al horror. Son la herramienta precisa para que cada golpe tenga su importancia, manteniendo la perspectiva.

El cine desde sus inicios se entendió como algo más que una simple representación de la realidad, el cine es un contador de historias bajo una mirada particular. Un esfuerzo conjunto hacia la creación de un mundo que el espectador completa, y en este film el diálogo es conmovedor. No nos propone una postura, sino que nos cuenta qué significa ser uno de ellos, sus motivaciones y sus consecuencias. Es una bofetada en la cara de la ignorancia.

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