Entrevista al dibujante Guillo: “Me reconforta mucho que los dibujos sigan vigentes y que lleguen a gente joven que no vivió la dictadura”

Por Sebastián Fuenzalida

Guillermo “Guillo” Bastías es dibujante y humorista gráfico, ampliamente galardonado y de gran trayectoria. Sus dibujos vieron la luz en revistas como APSI, Clan, Rocinante, Chile Veintiuno y El Periodista.

En la Revista APSI, una de las primeras surgidas en oposición a la dictadura militar, trabajó durante 15 años como ilustrador editorial. También realizó el libro Pinochet Ilustrado, del cual se desprenden gran parte de las viñetas utilizadas para su exposición “Derechos Humanos, Humanos Derechos” que se exhibirá hasta el 8 de octubre en el Centro Cultural La Moneda. Esto fue lo que nos contó.

Usted estudió arquitectura y cine en Chile, y luego se fue a Alemania, pero ¿En qué punto de su etapa estudiantil nació el gusto por el dibujo y en qué momento se dio cuenta que quería dedicarse a eso?

Yo dibujo desde siempre. Era de esos niños que tienen habilidad para dibujar y lo hacen permanentemente, pero lo fui dejando a medida que iba creciendo y al entrar a la universidad a estudiar arquitectura, porque ahí uno dibuja, pero no dibuja historietas. Entonces vino el golpe militar y hubo una especie de desolación y perplejidad de toda mi generación. Estábamos comprometidos en esa época con el presidente Allende y su programa. Luego me cambié a estudiar cine, pero la escuela la cerraron por razones de censura política, porque se hacía un proyecto documental del actor Mauricio Pesutic y no les gustó, los tomaron presos a todos e hicieron sacar rápidamente los estudiantes, titularlos y terminar con la escuela. Teníamos un un marino de rector en esa época. Entonces yo dije “me asfixia esto de no poder desarrollarme” y postulé a una beca en Alemania, me la dieron y me fui a estudiar cine a Berlín Occidental. Estando allá, a medida que cachaba que el estudio del cine no era amateur como en Chile, sino que era una industria, me di cuenta que no tenía condiciones para desarrollarme ahí porque no basta con buenas ideas, sino que hay que tener la capacidad de relacionarse, conseguir recursos, conseguir equipo. Era toda una empresa en la que yo no me desenvolvía bien y empecé a dejar el interés por esa razón.

Paralelamente, ocurrió que un profesor de la Universidad de Berlín me llamó porque había visto unos dibujos míos, que yo hacía porque sí nomás, para que hiciera unas ilustraciones a unos afiches a nivel nacional que ellos tenían donde promovían seminarios de distintos temas, y el primer seminario que me tocó ilustrar fue “¿Cuánto de nazis queda en la sociedad alemana?”. Hice el dibujo para ese afiche y les gustó mucho.

Me puse a trabajar y gané mucha más plata de la que tenía como estudiante. Empecé a creerme el cuento de que yo podía vivir de eso, hacerlo mi oficio, y que a la vez se relacionaba con mi habilidad natural desde niño. Además, vi muchas exposiciones de dibujantes europeos, donde llegaban los más importantes del mundo, y empecé a notar la dimensión que tenía el dibujo de opinión, no el dibujo del chiste por el chiste, sino que una mirada con humor sobre distintas cosas. Conocí distintos autores franceses, españoles y lo encontré una maravilla. Lo que yo quería hacer con cine lo podía hacer con el dibujo, y como ya tenía una formación cinematográfica al haber estudiado acá en Chile y había alcanzado a estudiar algo en Alemania, veía mis dibujos como un fotograma, era como una imagen de varias, las veía en movimiento en mi mente y eso me entretuvo mucho. Noté que había un antes y un después de la imagen que al final queda en la viñeta.

Me di cuenta que podía acercarme al lenguaje poético con un dibujo que pudiera conmover, comunicar cosas más profundas, y ahí lo hice mío, no como historieta, sino que más bien como viñeta, en un cuadro y ojalá con poco texto y globo, que era como lo hacían los maestros que me inspiraron en Europa. Esa es la razón de cómo llegué al dibujo.

¿En qué momento de todo este trayecto en Alemania decide regresar a Chile?

Mi beca era por 4 años y cuando se cumplieron me quedé sin recursos. Existía la posibilidad, que me ofrecieron los alemanes, de tener asilo como chileno y entrar a trabajar libremente como un residente, pero eso implicaba declararme perseguido político, que no lo era. Yo me fui con una beca normal que le dan a cualquier persona, así que encontré inmoral falsificar los antecedentes, decir que me estaban persiguiendo porque no era así. Era perseguido como cualquier persona potencialmente de ser detenido y arrestado por ser de pensamiento distinto al fascismo que se había apoderado del país. Podía haber inventado que no me dejaron estudiar cine y que me podía quedar ahí, que era una persecución, pero no.

Por otro lado, yo siempre seguí en contacto con Chile y sentía que mi lugar era acá, era un macetero donde podía desarrollarme como plantita. Allá era otra sociedad donde no conocía la historia alemana en su plenitud, y para el dibujo que yo quería hacer iba a pasar mucho tiempo para que yo dominara los temas y poder dar una opinión, por ello me devolví. También me devolví porque por allá pasó gente de La Vicaría de la Solidaridad, que se había creado en Chile por el cardenal Silva Henríquez para defender a la gente perseguida, y gente de revistas que estaban naciendo. Estoy hablando de cerca de los años 80’ cuando empezó una suerte de apertura para publicaciones que antes no se permitían, ninguna que no fuera de El Mercurio o similares. Existían varios proyectos de revistas que eran censuradas y que había que llevar la maqueta de la revista para que te devolvieran todo lo que censuraban y que te permitían publicar.

¿Es en ese entonces que usted llega a la Revista APSI?

Primero llegué a La Vicaría de la Solidaridad, porque el vicario de la solidaridad pasó por Alemania y me dijo que cuando volviera me integrara al equipo de la Vicaría. Fundamentalmente eran muchos abogados, defensores de derechos humanos, muchos periodistas, trabajadores sociales que recibían los antecedentes de la gente perseguida o dañada. Era un gran equipo, era todo una empresa. Y yo me integré al área de publicaciones y a la revista que tenía la Vicaría, se llamaba Solidaridad, y la dirigía Augusto Góngora.

A la APSI llegué un poquito más tarde porque yo tenía los contactos con ellos pero todavía no se materializaba la forma, funcionaban en cosas muy difíciles, estaban autorizados a poner puras noticias internacionales. Pero la perspectiva de esa revista era de a poco ir tocando temas nacionales cuando se fuera permitiendo tocar esos temas. Yo entré ahí porque mandé una carta dibujada al director de opinión, porque había salido la noticia que la Isla Rapa Nui iba a ser una base de Estados Unidos para seguimiento de satélites, pero todos sabemos que no solo iban a seguir satélites, sino que iban a espiar y coordinar misiles para medio mundo, cuestión que yo creo que el gobierno de Pinochet y de la derecha chilena sabía muy bien, pero lo disimularon así. Entonces yo mandé un dibujo de tres moái mirando al cielo con susto pensando que podría venir un misil del pacto de Varsovia contra la OTAN, y les gustó mucho ese dibujo. La carta decía “Señor director”, el dibujo de los moái, y abajo puse “Atentamente, Guillo”. El editor, que en ese entonces era Sergio Marras, un gran periodista, me dijo: “Muy bueno esto, ¿por qué no lo hacemos una sección de la revista?” Y yo dije: “Ya, y que se llame ‘Señor director, atentamente Guillo'». Quedó así y empezó a salir en esa sección de cartas de los lectores, pero ya era una viñeta oficial.

Y también entré a otra revista que se llamaba Clan, que era sobre temas de la mujer, pero con profundidad, la dirigía Delia Vergara, que también fundó la Revista Paula. En Clan me dieron trabajo como ilustrador de texto. Ilustré durante muchos años a la escritora Isabel Allende, que tenía una columna que iba con un dibujo y yo hacía ese dibujo tratando de recrear lo que quería decir ella. Así fue mi aterrizaje en Chile: Vicaría, Revista Clan y APSI. Ya había abandonado el cine por completo.

En el periodo en que llega de vuelta a Chile, fue un periodo complicado socialmente. ¿De dónde cree usted que surgió su valor para hacer frente a la dictadura mediante sus viñetas? ¿Y por qué fue importante para usted poder realizar esto?

Yo no hablaría de valor, porque en el fondo empecé a dibujar para sacarme el miedo y el desagrado y poder respirar oxígeno. Era como un escape de todo mi ser para dejar de ser un zombi, que es en lo que nos querían convertir a todos quienes no opinábamos como ellos. Entonces, el valor es fruto de esa necesidad, esa necesidad de vivir realmente, así que uno no piensa si está en peligro o no. Es más fuerte la necesidad de vivir lo que uno quiere vivir y yo quería vivir creando, y empecé a dar mi opinión de las cosas que hacía la dictadura de una forma muy oculta en el inicio y después más explícita, y ahí creé el personaje del «Reyecito».

¿Cómo nace y qué representa el personaje del “Reyecito” en sus viñetas?

Nace por el cuento Hans Christian Andersen, El traje nuevo del emperador, y que me hizo mucho sentido. Cree el personaje enano para disminuir su importancia y le puse la capa que usaba Pinochet siempre, la capa muy ridícula que tienen los milicos, y los lentes oscuros que usaba Pinochet, lo que fue su perdición porque esa imagen con los lentes se hizo mundialmente conocida. Con ese personaje pude expresar la actividad de Pinochet sin correr más riesgos. De hecho, la única vez que dibujé a Pinochet fue como Luis XIV y fue cuando quedó la cagada con APSI, se llevaron presos a todos. Eso no se permitía. Así que el “Reyecito” me permitió transitar la dictadura con menos riesgo.

¿Usted cree que corría riesgos con sus publicaciones y sus viñetas?

Claro, pero uno no pensaba, porque estaba en un equipo de periodistas jóvenes. Éramos todos como entre 30 y 35 años y nos potenciábamos, porque ellos vivían el mismo riesgo, sobre todo los que escribían sobre Chile, donde ponían una nota de los desaparecidos, eso era jodido. Se te olvida el riesgo por estar con otra gente y también de decir lo que uno dice, que era una necesidad mía hacerlo para dignificarme, para no ponerme en la fila de la dictadura y sentirme un ser humano íntegro. Entonces, el valor no estaba presente, uno no decía «oh, qué valiente soy para publicar», para nada. Había riesgos. La revista fue amenazada y fue clausurada. Estuvieron en la cárcel el director y el editor por esa imagen de Pinochet como Luis XIV, eso gatilló la detención de toda la parte directiva, menos a mí, que hice ese dibujo para la portada de la revista que fue censurada y requisada. Mi dibujo iba firmado, yo estaba seguro que era el tercero en la cárcel, pero no pasó nada, y eso que salía en los noticiarios.

Mi dibujo era muy icónico porque los tres canales típicos eran controlados por la dictadura, el canal nacional que lo intervinieron y los otros porque eran cómplices de frentón, entonces, la primera noticia era que se había hecho un atentado a la imagen de «su excelencia», y salía mi dibujo ahí. El principal terrorista de imagen. Yo oía eso y decía «estamos cagados», porque más publicitado no podía ser mi dibujo, pero no pasó nada. Después supe cuando salieron libres el director y editor, que habían disimulado y habían dicho que me mandaron a hacer el dibujo, que yo no tenía idea y era un mandado, pero era todo lo contrario, la idea fue mía, pero ellos colaboraron a disminuir mi responsabilidad, lo que les agradezco mucho. Yo ya estaba con mi maleta hecha para cuando llegara la DINA.

¿De qué se trata la exposición “Derechos Humanos, Humanos Derechos” que se inaugura en el Centro Cultural La Moneda? ¿Cómo nace esta colección de viñetas?

Alrededor de 1992 hice un libro que se llama El humor es más fuerte, fue el primer libro que hice cuando se terminó la dictadura. Era una colección de las imágenes que había hecho en la revista APSI durante la dictadura. Después le hice una enchulada a ese libro y lo amplié hasta parte de la transición a la democracia, algunos dibujos eran de APSI y otros que comencé a hacer en internet, y ahí publicaba y fui el primer dibujante en crear una web, que era re complicado en esa época, no como ahora que cada uno hace el podcast que quiere, había que pagar plata y no era poca, eran como 150 lucas que era mucho para tener una web y con la ayuda de amigos la hicimos. Ellos querían seguir viendo mis dibujos, entonces ellos la pagaron y yo dibujaba. Fue muy bonita esa experiencia porque cada persona se suscribía y aportaba mil pesos y yo publicaba para ellos y les mandaba dibujos por mail.

A través de eso pude mantener la producción de dibujos porque en esa vuelta a la democracia, al contrario de lo que esperábamos periodistas y otros dibujantes, que íbamos a tener un mayor campo laboral que en dictadura donde había dos o tres revistas nomás y donde uno podía escribir o dibujar, que íbamos a tener un diario que contratara como a cuatro dibujantes, y no, fue todo lo contrario.

A la revista APSI la asfixiaron, no le pusieron avisaje, que de eso viven las revistas, y para funcionar la APSI necesitaba como dos anuncios, y no lo hicieron, y deliberadamente no lo hicieron, porque no querían medios críticos, querían manejar ellos la transición en el tono y en la medida que le habían pactado con los milicos y con la derecha, entonces no necesitaban gente molesta, y así murió APSI, Análisis y otras iniciativas.

Entonces, estaba sin pega. En democracia, sin pega y, conociendo a todos los que podían dar trabajo, te cerraban la puerta, esa fue la circunstancia de ese período. Había hecho El humor es más fuerte, le sumé los dibujos de la transición e hice Pinochet Ilustrado, que son hartos dibujos, entre 150 o 180. De ese libro yo hice la selección para la exposición Derechos Humanos, Humanos Derechos, que son 55 dibujos. Hay muchos que para entenderlos había que estar muy informado en el momento, eran dibujos del momento, y saqué otros que se repetían, porque siempre era la misma cosa, el abuso, los arreglines, y me centré en los de la dictadura y de la transición los pactos secretos que uno iba viendo entre las autoridades democráticas con los que venían de la dictadura. Nos costó mucho ver que había una cosa turbia, porque amábamos la vuelta a la democracia, la campaña del «NO» era el espíritu que había, todos amigos, todos contra Pinochet, pero no era cierto.

De ahí nace el libro Pinochet Ilustrado, que ha pasado por varias ediciones y editoriales. Ahora estoy con una editorial hace dos ediciones, que es la Penguin Random House, una de las más grandes del mundo junto con Planeta, y que va a sacar una nueva edición. La idea era que saliera en paralelo a la inauguración de la exposición y se vendiera en un mesón y la gente lo comprara, pero no alcanzaron a hacerlo. Ese es el origen de la exposición.

Esta exposición no es que nazca ahora sino que yo la tenia hace años en el Museo de la Memoria, que era una edición que hice yo, mucho más modesta, con otros materiales y que tiene más o menos la misma cantidad de dibujos, y para pasarla a quien solicite bajo condiciones de cuidado y ha recorrido todo este tiempo en distintas ciudades de Chile, de Arica a Magallanes, y que está paralela a la de ahora. Yo me quedo con esta exposición que hicieron en el Centro Cultural La Moneda, en el contrato que hicimos les dije que me quería con la exposición, no que quede en una bodega como historia del Centro, sino que me interesa tenerla para moverla, además es un capital que tienes de tu obra, y lo aceptaron, así que cuando termine la exposición me la voy a traer a mi casa.

Creo que después la voy a prestar al festival que va a haber siempre en Valdivia, que es uno de los más grandes que hay acá, Festival Internacional Aguacero Comics de Valdivia, y que además de poner dibujos míos e invitarme a hablar, ellos hacen un homenaje a un autor cada cierto tiempo y me lo van a hacer a mí, así que vamos a tener conversatorio y este homenaje.

¿Cómo logró encontrarse con su estilo de dibujo y qué elementos lo componen? ¿Cuáles fueron sus influencias?

Esa pregunta me gustó mucho porque me la han hecho muy poquito. Todos preguntan más las anécdotas históricas, pero esa pregunta es como de dibujante. Este estilo nace de mi estadía en Alemania, porque Berlín es una capital importante y pasa todo por ahí, cantantes, pintores, músicos y también dibujantes VIP; entonces tuve acceso a distintas exposiciones que me iba quedando con la boca abierta porque en Chile uno tenía la imagen de Condorito o Mafalda y punto. Pero ahí se me abrió la cabeza a dimensiones amplias de expresión.

Había varios maestros, con distintos estilos, todos muy buenos y efectivos, y yo fui incorporando algunos que fueron los que más me conmovieron. El principal es un francés que murió hace poquito y dibujaba en la revista Paris Match, se llamaba Jean-Jacques Sempé, y me maravillo, además que el dibujo de él era como la línea fina que yo tenía de antes, no gruesa como la del Pato Donald, sino que con una pluma que es delgadita, y con mucho escenario de ciudad, con vehículos, edificios y árboles de París, que es una ciudad mucho más bonita que la nuestra. Y me enchufé mucho con su trabajo porque como había estudiado arquitectura, el dibujo de edificios, ventanas y de todos los detalles que tiene una fachada me llamó la atención. Una cosa que aprendí de él fue ser crítico en algunas cuestiones, pero con ternura, no iba al chancho diciendo «este gallo es un asesino», sino que era mucho más efectiva para mí la crítica de ese modo en lugar de dibujar a un milico chorreando sangre con cara de buitre.

También había otro dibujante, Bosc, francés también. Yo creo que la escuela francesa fue la que más me marcó a mí. Bosc tenía un dibujo, que era distinto al de Sempé, pero la gracia era que él hacía una síntesis maravillosa, lo que era algo que yo estaba buscando también, de eliminar mucha parafernalia gráfica y dejar lo central, y ese gallo era un maestro en eso, casi todos sus dibujos eran sin palabras, eran mudos.

Por último, empecé a ver a Guillermo Mordillo, él vivía en Francia también pero es un argentino. De él me llamó la atención que dibujaba muchas viñetas con escenarios amplios, vastos. El tema de él era siempre el cómo la ciudad se comía el ser humano, se repetía en eso; si nos vamos al plano cinematográfico, él hacía planos alejados que abarcaban un escenario mayor y entre medio están las figuritas que él hacía, que eran narigones como las narices que yo incorporé a mi trazo. Yo fui cambiando mi trazo, de repente veo cosas de los años 80′ y me cuesta reconocerlas como mías, pero según mis hijos, esos narizones se parecen a los míos. Y no es gratuito esto de elegir esa forma, la nariz para mí era importante para darle dirección a la acción, porque marca para dónde voy como una flecha. Los ojos también son importantes en mi dibujo para la expresión de emociones, hay otros que hacen un puntito o una línea y un punto para sus ojos, pero yo hago la esfera con el punto adentro porque puedo jugar más con la forma, enojado, sorprendido, ingenuo, triste. Esos son mis maestros.

Quino también me influyó con la Mafalda desde el punto de vista del diálogo, del humor inteligente con remate, simpático. Tuve la suerte de ser amigo de Quino, nos hicimos amigos. Él tenía esos libros grandes como Quinoterapia, que eran como cuadernos tamaño carta donde hacía un dibujo por página, y ahí él hace un personaje en un escenario muy barroco, como una biblioteca que va desde arriba hacia abajo, y entre medio hay una figurita con un diálogo, y lo que acompaña al personaje se vuela. O también hacía arabescos, ciudades, muchas cosas, pero la acción está en un diálogo de un personaje. De repente yo decía «qué le da por dibujar todo esto», que era como ¿Dónde está Wally?, donde se busca un personaje. Hacer todo eso, pero tiene que tener una justificación, porque si no es dibujar por dibujar, pero Quino ponía mucho de eso y a veces a mí me sonaba que funcionaba, pero otras veces pensaba en que a Quino le gusta dibujar cortinajes, alfombras, ventanas largas, puertas llenas de adornos, cuando el diálogo es muy sencillo, y una vez que estábamos acá en Chile lo llevé a tomar vino como buen mendocino al Cerro San Cristóbal donde había una enoteca; estábamos ahí y yo le digo: «¿Por qué todas esas filigranas, texturas?», y Quino se quedó pensando. Yo pensé «aquí va a hablar el maestro de maestros latinoamericano, qué va a decir». Yo sacaba la libreta para anotar su cita a futuro, y me dice: «Sabes Guillo, yo creo que lo hago de hueón nomás, como dicen ustedes». «Tienes razón», me decía, «yo ahora estoy en un proceso inverso tratando de simplificar y sintetizar toda la línea, pero en esa época me quedaba haciendo todo ese detalle». Era muy simpático.

Mi principal influencia fue la escuela francesa y en menor medida Mordillo y Quino. Sempé y Bosc fueron mis maestros centrales, me compré todos sus libros para poder enfocarme en ellos. No los pude conocer lamentablemente.

¿Usted hacía los dibujos con la intencionalidad de que lograran generar conciencia y reflexión en el público que los viera? ¿Cuál era el propósito de sus dibujos?

Esta obra era para mí, era mi terapia. Todo lo que ocurriría después, que el lector se identificará con esa reflexión gráfica, yo no lo estaba pensando. Uno quería comunicar algo genuino y honesto que fuera propio. Ahora, al producirse esa comunicación profunda con el lector, obviamente se genera una conciencia, identificación, empatía, pero eso se da por añadidura al primer gesto de dibujar para mí mismo. Así que yo no estaba pensando en eso cuando hacía los dibujos ni estaba pensando en la boletería, ni en cuántas entradas se iban a vender. Compones la música porque es tu música, después, si tiene éxito, si se llena el estadio con tu música, es otro cuento.

En el contexto en que su exposición se inaugura nuevamente a 50 años del golpe de Estado. ¿Cuál es su percepción ahora tras el hecho de que sus dibujos sí generaron una influencia y reflexión en parte de la población?

A mí me reconforta mucho que mis dibujos sigan vigentes y que lleguen a gente joven que no vivió la dictadura, que no conoció mi trabajo en APSI. Que los dibujos mostrados hoy por hoy les hacen sentido. A la inauguración llegó no solo gente mayor, sino que había gente joven también. Y en las redes sociales cuando me escriben también hay gente que son de 20, 30 o 40 años. Cuando he dado conferencias en las universidades hay alumnos que son veinteañeros, y se motivan, me pasa aquí y en el extranjero. Es una reflexión que permanece. Yo creo que permanece, porque el dibujo está basado básicamente en el humanismo, no en la división circunstancial o en la competencia, son como vitalicios en cierta manera. Siempre va a estar presente el tema del abuso, de la gente que exige derechos, de la gente que se organiza para exigir su derecho, de la ridiculez de los opresores que se rodean de pompa y ceremonia faraónica, de la ignorancia del fascismo subyacente que es básica

Me gusta que sigan vigentes los dibujos y que el papel del dibujo de opinión, de editorial, de reflexión gráfica no tiene fin. Los autores como yo lo vamos a seguir haciendo hasta que nos muramos, hasta que veamos y tengamos las manos hábiles para dibujar.. Yo creo que se necesita. Lamentablemente, no hay medio en este país como para que la gente joven tenga un soporte o un lugar para ejercitar su talento. Lo único que queda son las redes sociales, son lo único democrático que te va quedando, pero no todo el mundo accede a las redes sociales, no todo el mundo tiene el tiempo para llegar a la casa y navegar, lo único que quiere uno es descansar y ver a su familia. En Europa aprendí la importancia de tener publicaciones y la importancia de tener un profundo espíritu democrático a todo nivel, tanto la derecha, la izquierda como el centro.

Por ejemplo, en España hay un medio que es de derecha conservadora pero que tiene cuatro dibujantes que dibujan en ese diario y de distintas tendencias políticas. Nosotros estamos a años luz , imagínate que El Mercurio que tuviera a alguien de izquierda, de centro y de derecha, ni pensarlo porque esto es una guerra de trincheras; han habido veces que la gente derecha ha protestado por un dibujo del dibujante de izquierda en ese medio español conservador y el director es el primero que les dice «no compre el diario, yo estoy hasta la muerte con mi periodistas». ¿Entiendes el nivel democrático y de respeto a la otra persona que significa eso? Nosotros estamos lejos de eso, nos polarizamos.

La política es el arte de tender puentes y de convencer a gente que no piensa como tú de que tu idea es mejor que la de él y ponerse de acuerdo. Eso lo aprende uno cuando está en otras sociedades más avanzadas, en política y democracia. Yo tuve un amigo que era compañero mío en Alemania, él era noruego y había otro finlandés, que hoy por hoy son los países número uno, lamentablemente fríos porque sino todo el mundo se iría a vivir allá si pudieran, pero este compadre me decía «nosotros éramos mucho más atrasados que Chile en el año 1900, estábamos saliendo recién de los vikingos, éramos salvajes, con una tasa de lectura baja, pero la suerte de países como Finlandia, Suecia, Dinamarca, Holanda, es que nos pusimos de acuerdo por el bien del país, entonces la derecha cedió, nosotros cedimos». Es tan ridícula esa frase de «avanzar sin transar», eso es cuando eres dictador, no cuando vives en una sociedad democrática con distintas personas. Hay que ponerse de acuerdo. Ellos se propusieron un plan a largo plazo, tener la mejor educación, tener un gran cuidado por los viejos, una protección enorme por los niños, y mira los países que son ahora. La mejor educación y la mejor infraestructura educacional la encuentras allá a nivel de colegios públicos. Uno eso lo ve en toda Europa. Mi hija vive en Francia y cuando un niño tiene que entrar al jardín no andas haciendo cola para conseguir un cupo en un colegio que supuestamente es el mejor de tu sector.

En Francia a mi hija la llaman y le dicen que puede llevar a su niña a un colegio que es público y tienen el mismo nivel de calidad educacional porque tienen un programa acordado por el Estado, y el que quiere tener un colegio privado paga mucho nomás, pero no tienes diferencia educacional. No vas a aprender más en uno que el otro. Eso es a lo que uno aspira para este país después de haber viajado y haber vivido afuera. Uno se da cuenta que con la derecha que tenemos se bloquea todo tipo de avance en esas áreas, y así es muy difícil. Y la posibilidad que teníamos con el plebiscito constitucional que declaraba esto un derecho que no se podía negar, fracasó y pateamos la pelota no sé hasta dónde.

Usted ha dado conferencias sobre cómo funciona el humor editorial y el periodismo. ¿Cuáles son las claves del humor editorial para ponerlo en práctica?

El humor tiene distintas áreas, hay humor con distintos apellidos, el humor picante, con doble sentido, etc. Puedes hacer humor con la temática que quieras, pero el humor editorial tiene la particularidad que está muy asociado al periodismo, de hecho había un tiempo que en Chile se daba un premio nacional de periodismo con mención en humor editorial y se fue desnaturalizando con el tiempo, sobre todo en dictadura, y también porque el periodismo no entiende la importancia que tiene, porque la gente toma una revista o un diario y lo primero que mira es el dibujo editorial, o sea, da lata ver lo que escribió el director sobre la opinión del país o cualquier columna, entonces el periodismo no lo ha asimilado.

Yo tuve unas conversaciones hace un tiempo con la Universidad de Chile y su escuela de periodismo, en que hicieron una exposición mía, y yo les dije que estaban en deuda con todo este sector, que deberían tener una cátedra de humor editorial hecha por un dibujante para que los periodistas conozcan de qué se trata, cuál es el lenguaje, cuáles son las claves y cómo pueden utilizarlo si crean un medio porque es muy efectivo y muy visto, pero no se tradujo en nada. Yo he hecho más clases de humor editorial afuera que aquí en Chile. Es un periodismo que todavía está en pañales, desde ese punto de vista encuentro yo. 

¿Usted cree que se puede implementar actualmente el humor editorial a través del dibujo?

Hoy en día tendría que ser a nivel digital y por alguna revista que esté subvencionada porque si no tiene avisaje mueren. Pero sí se puede emplear a nivel digital, hay muchas revistas digitales que pueden hacerlo, si cada una tiene su círculo de seguidores interesados. Hay que ser creativos y buscar el nicho, porque a nivel institucional y social no está, así como no hay humor en la televisión. Por ejemplo, en España hay un humor de fútbol con programas de mucho éxito, y otros de humor político que aparecen unos actores caracterizados como personajes políticos del momento.

¿Actualmente sigue realizando dibujos y publicaciones? ¿Qué más puede dar Guillo en el ámbito del dibujo?

Puede dar mucho porque es mi naturaleza dibujar, así que voy a seguir dibujando. Estoy en todas las plataformas importantes, publico mis dibujos periódicamente y trato de dar mi opinión a través de Facebook, Instagram y Twitter, ahí la gente puede seguir mi trabajo. También tengo una página, es guillo.cl y es como mi plataforma principal, lo que hago ahí lo replico en Twitter y en Instagram. En la página no solo van a ver el dibujo de la última semana o de hace 15 días, sino que van a ver todo para atrás de lo que se ha hecho ahí, pueden ser un recorrido histórico de los últimos años.

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