Crítica de Teatro
“Tú amarás”: ¿Cómo prejuzgar a un extraterrestre?
Por Jorge Letelier
Con apenas días de diferencia, la siempre difusa frontera entre realidad y ficción vuelve a operar de manera impredecible: el estreno de “Tú amarás”, la historia de un grupo de médicos enfrentados a los sentimientos de intolerancia y discriminación que les despierta un grupo de pacientes “distintos”, se funde con la decisión de los médicos del Hospital de Osorno de acogerse a la objeción de conciencia para no aplicar la ley de aborto en tres causales.

En su anterior montaje, la aplaudida “Donde viven los bárbaros”, examinó los miedos e inconsecuencias de un grupo de personas que desde la “corrección política” intentan revertir situaciones de exclusión y discriminación pero donde el efecto es lo opuesto al estar presos de convenciones indudablemente conservadoras y paradójicas.

Tal como en su anterior montaje, hay una escena de introducción ambientada en otra época que sirve de prólogo para lo que vamos a ver: en este caso un absurdo diálogo entre un indígena y un hombre blanco en que no logran comunicarse porque cada uno organiza semánticamente la conversación a su conveniencia. El tono, la musicalidad del texto y la intención del dramaturgo y codirector Manzi están explícitas en este inicio contundente: no decimos lo que queremos decir y no decimos lo que sentimos, sino más bien adaptamos un discurso de corrección que esconde un choque dialéctico.
Estos cinco médicos que van a exponer en la convención tienen apenas tres días para prepararse y el espacio es un frío e impersonal salón comedor. Desde la aparente cotidianidad de su trabajo y relaciones interpersonales, el texto va desmenuzando una sutil observación sobre el prejuicio e intolerancia que está enquistado en nuestra conducta diaria. Desde un apodo en apariencia inocente dicho a uno de los médicos (el único extranjero del grupo) al temor que despierta esa comunidad, esta otredad amenazante que es enfrentada desde una supuesta “normalidad”.
La puesta en escena sigue el camino de progresivo distanciamiento emocional que ya vimos en su anterior obra: los personajes se mueven en completa frialdad, sus diálogos son filosos, cortos y monocordes y apelan a un absurdo que deviene en humor. El efecto es potente y revelador pero a la vez peca de cierto tono intelectual que hace observarlo como si fueran piezas de laboratorio más que como un ejercicio que busca empatía.
Hay un evidente talento en la escritura de Manzi para describir cómo el discurso político y social que hoy resulta hegemónico en la sociedad chilena está construido desde la diferencia con el otro como factor de identidad. El sobrenombre en apariencia inocuo que le endilgan sus colegas al otro médico es revelador y va progresivamente densificando su carga simbólica. En este contexto, el episodio clave del incidente que en el pasado marcó la vida de este médico extranjero (interpretado brillantemente por Gabriel Urzúa), es el detonante de todos los miedos asociados a la idea de la pérdida de control cuando las circunstancias remecen nuestros principios valóricos.
Manzi y la codirectora Andreina Olivari prosiguen la reflexión instalada en su anterior montaje pero extremando las opciones: la “manera” de tratar a los amenitas que sugiere la presentación que están preparando (como no hablar mal de ellos o no mencionar su origen) está tensionada por un rechazo vital que los iguala a animales pero a la vez despiertan esa curiosidad morbosa de saber si uno de ellos tuvo sexo con la doctora del grupo. Hay en ese sentimiento tan conocido de repulsa/atracción el rechazo que deviene en odio histérico y violencia. Casi sin descanso, Manzi pone en escena distintas minorías afectadas por el discurso hegemónico conservador, desde los Amenitas (que pueden ser vistos como una proyección de la inmigración haitiana) a la comunidad gay y los extranjeros. Así la monstruosidad se va tomando el relato y el episodio del médico extranjero es su manifestación más evidente ya que las progresivas verdades que van emergiendo dan cuenta de la incapacidad de aceptar en la práctica lo que está fuertemente ideologizado y que parece ser el sino de nuestra sociedad: el otro es más que un desconocido, es un enemigo que pone en peligro nuestra construcción simbólica del mundo.
La densidad de lo puesto en juego es evidente y el dispositivo de los autores apunta a hacerlo más cerebral: la escenografía que si bien ilustra esa desconexión con cualquier atisbo de emocionalidad es coherente con el contexto pero se revela insuficiente como elemento significante (aunque con más fuerza que en “Donde viven los bárbaros”, donde la escenografía es inocua). Todo el elenco, como dijimos, interpreta de forma desdramatizada y parte del humor irónico y cruel deviene de esta elección porque el contraste con las situaciones absurdas tiene un efecto perturbador.
El mayor acierto de “Tú amarás”, tras su bienpensante título de contornos bíblicos, es que deja en una zona incómoda y gris nuestra idea de progreso, democracia y evolución. Las pulsiones más bajas respecto al otro (odio, intolerancia, temor) parecen asumirse como parte de nuestra cotidianidad y de la idea progresista de vernos como iguales. La obra desmonta esa noción y la expone en una diálectica entre la esfera pública y privada en tiempos en que el discurso oficial impone una visión monolítica de buenismo. Y sabemos, las cosas son más complejas que eso, como dice uno de los personajes: “Antes de respetarlo, me pregunto por qué lo odio tanto”.
Tú amarás
Centro GAM, Sala N1, hasta el 28 de abril. Miércoles a sábado, 21:00 horas.
Dirección: Andreina Olivari y Pablo Manzi
Dramaturgia: Pablo Manzi
Elenco: Paulina Giglio, Gabriel Urzúa, Franco Toledo, Carlos Donoso, Gabriel Cañas
Diseño integral: Felipe Olivares y Juan Andrés Rivera
Producción: Katy Cabezas