Por Galia Bogolasky
Entrevistamos al reconocido actor y director de la compañía Viajeinmóvil, ex La Troppa, que este año celebra 10 años a cargo del Anfiteatro Bellas Artes, donde exhibe su trabajo y el de otras compañías de teatro. Viene llegando de gira en España, invitado por el Teatro Español, montando con objetos y muñecos Otelo y Lear, sus versiones de los textos de Shakespeare. Esto fue lo que nos contó de sus proyectos y del Festival La Rebelión de los Muñecos que se presenta en octubre.
Cuéntame sobre la conmemoración de los 10 años del anfiteatro ¿Cómo lo van a celebrar y qué actividades tienen?
Tenemos dos actividades que son emblemáticas. La primera es la Rebelión de los muñecos que es el festival que hacemos. Éste lo corrimos de fecha para la primavera, porque queremos que sea presencial de todos modos, por último, afuera, en el parque. La presencialidad en este caso es algo absolutamente necesaria para nosotros y lo hemos comprobado. A los cinco días de entrar en cuarentena en marzo, estábamos haciendo un taller por zoom y continuamos nuestra cartelera por zoom. No hay que acostumbrarse, es un placebo, no es lo real. Lo vamos a conmemorar con la Rebelión de los muñecos que estará muy enfocada en las compañías de teatro chilenas, además de la presencia de las cuatro compañías con las que se inauguró la primera versión.
Lo otro que vamos a hacer es un estreno de la compañía, nuestro próximo estreno también se presentará celebrando los diez años del anfiteatro. Es extraño celebrar en épocas de pandemia. No sé si están los tiempos como para celebrar el tema, pero nosotros estamos haciendo todo lo posible por volver a la presencialidad. Sacamos las carpas para poder funcionar al aire libre, durante el corto tiempo que se pudo realizar actividades al aire libre y ahora en invierno, cuando nos autoricen, vamos a instalar un invernadero con plantas, con frutales, aprovechando que hay que mantener la separación física de las personas. En esos espacios, que no tendrán butacas, vamos a tener plantas. Esa será otra forma de acostumbrarnos a estos tiempos, que nos acompañarán durante mucho, la mascarilla, el distanciamiento. Nosotros, como anfiteatro, nos tenemos que acomodar a eso.
Tú abriste este teatro hace diez años con el apoyo de Milan Ivelic, en ese momento director del Museo Bellas Artes ¿Cómo fue crear este teatro? ¿Cómo fue para ti, después de tu experiencia de muchos años haciendo teatro de marionetas y con tu experiencia en La Troppa, después instalarte con tu propia sala?
Esto nace de una necesidad “egoísta” se puede decir, que era tener una sala en la cual poder ensayar tranquilamente. Veníamos de una experiencia en la que habíamos estrenado una obra en una sala de teatro que habíamos tenido muy poco tiempo para poder montarla y con muchas características técnicas. Yo quería una sala donde poder ensayar y poder hacer residencias. Ese es un objetivo básico de la sala. Las compañías llegan mucho tiempo antes, se pueden instalar, usar la iluminación, el sonido, pueden ensayar a la hora que quieran. Estoy hablando de antes. Se pueden sentir en su casa, esa es la idea, es un lujo necesario, pero es un lujo necesario, que las compañías puedan trabajar en buenas condiciones. Esto se hizo gracias a muchos jóvenes, que participaron en la limpieza, en el pintado en la construcción de la boca de escena, soldando, martillando, apernando. Fueron entre 10 y 12 estudiantes que se acercaron, egresados de La Mancha y de la Finis Terrae que colaboraron. De no ser por ellos, hubiera sido imposible.
Como anécdota, Milan Ivelic me dijo que no, aproximadamente ocho veces previo a la última reunión, instancia en la cual le dije: “Ganamos un Fondart para hacer la Rebelión de los muñecos, nuestra segunda versión y dentro del presupuesto tengo una carpa, que instalaré en el Parque Forestal. Encuentro un poco absurdo instalarla ahí teniendo un anfiteatro, ¿por qué no me deja?” Y me dijo: “Está bien, pero dos semanas”. Esto fue hace diez años. Cuando Ivelic nos vio trabajar me hizo un comentario: “Yo no imaginaba que la gente de teatro era tan tenaz”. Siempre hay un gran prejuicio con nosotros, siendo que somos unos burros para trabajar, porque lo nuestro es repetir, aprender y memorizar una y otra vez. A diferencia de un músico, el teatro necesita mucha más gente, necesita horarios, entre otros. Él se dio cuenta precisamente, cuando vio una chica, Constanza Becker, que estaba colgando aproximadamente a seis metros con un arnés y pintando el frontis del escenario. Mira eso y se da cuenta.
Ustedes fueron una de las primeras salas en abrir en octubre después del término de la primera etapa pandémica de confinamiento, luego volvieron a cerrar ¿Cómo les ha afectado estar cerrados durante la pandemia? ¿Cómo ven a futuro esta etapa?
Nos afecta, como a todo el mundo. Somos privilegiados, porque tenemos un proyecto en marcha, es decir, económicamente no nos afecta, podemos seguir trabajando de la forma virtual, haciendo funciones y haciendo talleres. Nos afecta en lo esencial, en nuestra misión, que es estar en contacto directo con las personas. Yo tomo esto como algo transitorio, una pesadilla que va a terminar. Esperamos que para la primavera termine, pero yo lo tomo como algo absolutamente transitorio y que reafirma, por lo menos, en el público la necesidad de volver a las salas, a la presencialidad. Cuando hemos podido volver a las salas, hacemos previa inscripción, porque tiene que estar todo el público anotado con sus direcciones y datos personales, se completan a las dos horas o incluso a la hora. Algo no visto, porque la gente está deseosa, tiene esa carencia, se necesita el teatro y este es como un rito de comunión, hay contacto entre la gente, artistas, público, ciudadanos, ciudadanas, se juntan. Piensa que es uno de los pocos ritos que quedan, como tales, después de que las iglesias quedaron vacías, el teatro se ha mantenido. Yo lo veo como una pesadilla que se va a acabar.
Entiendo que no te gusta el teatro online, el teatro por Zoom. Te parece que, por no tener presencialidad, ¿no es teatro?
No, no es teatro, absolutamente no lo es. Es la transmisión de una obra de teatro, pero el teatro es presencia, no se transmite, el teatro necesita tiempo y espacio, ser compartido y esto es lo que lo transforma en un rito. Por ejemplo, yo no sé qué estás haciendo, si estas leyendo el diario o haciendo otra cosa, por lo tanto, es muy raro. Por otro lado, el tiempo es algo muy importante, como el tiempo cambia, yo muevo la mano y es distinto el movimiento que veo yo y el movimiento que ves tú. Aquí pasan un montón de cosas que no tengo idea como se llaman. Esa consecuencia, acción y reacción no son coherentes. No hay una consecuencia.
Es insólito que los restaurants estén abiertos, los aviones, los malls y los teatros no, siendo un lugar donde la gente no habla, no tiene por qué sacarse la mascarilla, no tiene contacto, pueden sentarse separados, etc. ¿Qué te parece el poco apoyo que ha habido hacia el sector cultural en esta pandemia?
No existe ninguna razón lógica, ni sanitaria para que esté abierto un mall y cerrado un teatro. Si alguien me lo demuestra sería algo increíble. En un teatro hay distancia, mascarilla, cero contactos, no se toma la panera ni el cubierto, no hay razón. Esto demuestra la coherencia entre el modelo económico y el político, absoluto desinterés y poca importancia de las artes. Esto no es nuevo. Yo no tengo nada contra los dueños de restaurantes, pero no sé si es una necesidad vital ir a comerse un bife a lo pobre. No es una necesidad espiritual ni artística, comemos todos los días, todo el día.
El problema grave, no es tanto para las personas mayores, sino que, para los artistas jóvenes, porque un año y medio para un viejo es diferente que, para un joven, que está estudiando, que está terminado la carrera o que acaba de crear una compañía de teatro e iba a presentar su primera obra, para ellos es muy grave. En uno o dos años más ¿Cuántas compañías van a haber desaparecido? Ese es un daño patrimonial, uno sabe por qué no ven, es algo que está planificado. Mientras más aislados estemos, menos contacto con otras personas, existe menos confrontación de ideas, funciona mejor, menos problemas en el gallinero, hay menos alboroto.
Te fuiste de gira a España a montar Lear y Otelo. Cuéntame sobre esa experiencia. A diferencia de Chile, allá los teatros están abiertos y existe un apoyo a la cultura, es respetada la cultura. Es muy distinto al panorama que se vive acá.
Es una gira que fue una invitación del Teatro Español, lo que es un honor enorme para nosotros. Esta es una institución que tiene 400 años, es de 1600, de cuando los clásicos estaban vivos. Era una invitación que teníamos desde el año pasado, que, por la pandemia todos cerraron y no la pudimos hacer, y ahora, en cuanto se abrió una ventana en Madrid, volvieron a invitarnos. Para poder salir de Chile, tuvimos que hacer mil gestiones, ya que estábamos con la frontera cerrada. Tengo el permiso, que lo voy a enmarcar porque dice algo insólito, dice: “Por razones imprescindibles para el buen funcionamiento de la nación”. Lo voy a llevar de salvoconducto siempre.
En el aspecto artístico, volver a actuar, es como que te vuelva la sangre, estuvimos cerca de un año sin actuar. Tuvimos suerte de ir con bastante tiempo de antelación para poder ensayar en el CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral), que nos llevaba y producía. Pudimos ensayar en su sala en Almagro. Quedamos con ganas de volver y veremos si volvemos lo antes posible. Allá se estaban haciendo funciones con un 75% de aforo de las salas, lo que es enorme, acá en Santiago sería sala llena. Hay una necesidad también. La gente dice: “Madrid no tiene playa, así que está obligado a tener museos, teatros, y restaurantes”. Santiago tampoco tiene playa, podríamos copiarlo.
Respecto a tu compañía Viajeinmóvil y tu trabajo con el teatro de marionetas ¿Cómo llegaste a hacer ese tipo de trabajo artístico? ¿Cómo funciona tu proceso creativo, en ese formato?
Parte de una forma bien simple, yo creo que como parte el interés por las marionetas en los grupos de teatro, es porque en una escena falta un actor o una actriz, y hay que reemplazarlo. Partió con una marioneta con espuma, que era un soldado español que luego moría en la obra. Eso se hacía con un movimiento de péndulo y era muy simple, muy bonito y provocaba mucha risa en el público, porque era cómico y era muy sintético. Después me fue interesando el trabajo, pero siempre relacionado con el actor presente. Siempre hemos hecho juego de marionetas, y actores y actrices. Nunca hemos estado ocultos detrás de algo, tratando de disimular que no hay nadie. Aquí siempre en presencia. Eso permite un diálogo. Es la diferencia de hacer un soliloquio a hacer un diálogo. Después si te pones en la otra mano otra marioneta, es mucho más compleja, de vectores, conflictos, etc. Yo considero el teatro en marionetas inmerso en el teatro, como una especialización del teatro, es más complejo, es a través de un instrumento, es como decir entre un cantante y un instrumentista, hay que hacer pasar la energía por algo muerto y volver a crear ilusión de vida. La pandemia nos ha ayudado, porque la marioneta no sufre tanto, quizá sea por el juego de la pantalla, siempre se puede hacer algo, sobre todo con las marionetas pequeñas que adquieren otra dimensión, sobre todo cuando hemos hecho talleres, eso lo hemos experimentado.
¿Tienes otros proyectos?, ¿Piensas en otra gira? o ¿Vas directo a planificar el tema de los 10 años del anfiteatro?
Vamos a hacerlo todo, si estamos atrasados, haremos gira, la Rebelión, reabriremos salas y estrenaremos obras. Es un espectáculo que estamos pensando para la primavera-verano y que lo estamos ensayando de esta misma manera online. El actor está en Buenos Aires, trabajamos por zoom. Hay que tener paciencia por los tiempos. Hemos descubierto algo que nos sirve y es que a veces hacemos radioteatro. Ahí mantenemos el tiempo real, mediante diálogo, entre Buenos Aires y Lampa. Luego enviamos ese material a Juan Salinas, el músico que musicaliza. Tenemos las obras, es como decir, como me imagino que son y estamos esperando la apertura de fronteras para poder viajar a Buenos Aires y montarla con todo. Las marionetas las hacen dos titiriteros; en Santiago, Tomás O’Ryan y en Tandil, Argentina, por Eugenio de Ozefe titiritero argentino. Entonces dentro de las limitaciones es bueno, porque como el actor está en Buenos Aires, no podríamos haber montado esta obra y lo estamos haciendo.
Vamos a hacer Frankenstein, que es una obra, que después de darle vueltas al diálogo que tiene la obra, la criatura con el Doctor Frankenstein, uno se da cuenta de que tiene algo relacionado con la pandemia. Cuando la naturaleza demuestra su real poder, una persona que quiere dominar la naturaleza y por medio de trozos de cadáveres, crear otro ser vivo, yendo a contrapelo de la forma natural de hacer las cosas, puede caer en una trampa o casi en una maldición, creando algo que no puede dominar, a pesar del desprecio que le tiene, el odio y el horror que le produce, no lo puede dominar. Algo que escapa de la ciencia del Doctor Víctor Frankenstein, un científico brillantísimo, el más brillante de su generación, ni siquiera el más brillante puede dominar su propia creación. Va a ser espectacular. Tengamos paciencia, nos queda poco, volveremos a las salas y mucho ánimo a los colegas, al gremio, ya nos volveremos a encontrar. No nos mataron cosas peores y este bicho nos va a aniquilar.