Entrevista a la artista danesa Stine Marie Jacobsen: «El proyecto Law Shifters es bueno en este contexto de polarización, desacuerdo y conflicto»

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Por Camila Álvarez

Entrevistamos a la artista danesa en la inauguración de su instalación en Centro Cultural La Moneda. En tiempos constituyentes, esta instalación adquiere una gran contingencia. El proyecto de la artista danesa Stine Marie Jacobsen, bajo la curadoría de Teobaldo Lagos Preller, se llama Law Shifters (o cambiadores de leyes).

Stine Marie Jacobsen es una artista conceptual que emplea estrategias como la colaboración, la investigación, la enseñanza, el trabajo de campo, los talleres, la escritura, el dibujo, la instalación y el cine, para la consecución de sus proyectos artísticos.  
     
En tiempos en que nuestro país se ha visto abocado a dos procesos constituyentes (“al sueño” de inventar una Carta Fundamental que constituya el rayado de cancha legal para establecer un nuevo Contrato Social para Chile) resulta muy contingente esta instalación en el CCLM.

La pregunta que esta instalación provocativamente invoca a la gente común y corriente, no a los expertos, es: ¿Cómo reescribirías las leyes de tu país para que sean más justas?

Los aportes ciudadanos que surjan del proyecto, y de las opiniones lanzadas a esta “máquina de leyes”, podrían servir de sustento a futuros diseños de participación cívico-legal y de derechos digitales.

Law Shifters o Cambiadores de leyes es parte de una programación muy especial que el Centro Cultural la Moneda ofrece con motivo de la conmemoración de los 50 del golpe civil militar de 1973. Se trata de diversas exposiciones e instalaciones que abarcan distintos aspectos y temáticas, presentadas de formas diversas, relacionadas con los sucedido antes y después de esa fecha traumática en la vida de chilenos y chilenas y del país en su totalidad.

Stine Marie Jacobsen, creadora de Law Shifters es una artista innovadora y visionaria que ha fusionado el arte y la educación cívica para dar vida a este proyecto único. Su compromiso con la promoción del debate y la reflexión crítica en ámbitos legales y de justicia, tanto en niños como en adultos, ha establecido un nuevo estándar en la intersección entre el arte y la conciencia legal. Su enfoque en la inclusión y a adaptación cultural ha permitido que Law Shifters esté en distintos países y se convierta en una plataforma global que inspira un cambio en la sociedad.

¿Qué tipo de pensamientos tuviste en la primera fase de tu proyecto?

En primer lugar, soy muy cuidadosa cuando llego a un nuevo. Así que estuve leyendo mucho sobre la historia de Chile, desde el golpe militar y la dictadura, hasta lo que está sucediendo políticamente en Chile en la actualidad. Parece ser una sociedad muy conflictiva en la que el gran tema que la gente está discutiendo en este momento es cómo lidiar con el pasado. En Alemania hay leyes que prohíben decir que el Holocausto no ocurrió, y creo que en Chile hay un gran debate en torno a las personas que no quieren hablar del pasado aun sabiendo que ocurrió y queriendo olvidarlo. Pienso que en cada sociedad debes escuchar a todos, entonces, si hay personas que quieren hablar de ello, deberíamos hablar de ello. El proyecto Law Shifters es bueno en este contexto de polarización, desacuerdo y conflicto, porque en Law Shifters te invitan a volver a discutir los prejuicios y a jugar el papel de jueces y defensores, abogados y fiscales, en donde se debe escuchar mutuamente. Es por ello, que espero que el proyecto pueda inspirar esa actitud.

¿Has visto más politización en los niños?

Sí, lo hemos visto. Los abogados y asistentes sociales con los que trabajo a veces escuchan que los niños menores de 11 años, obtienen su conocimiento a través de lo que los padres hablan en sus casas, y escuchamos a los niños repetir propaganda o declaraciones políticas que no son ciertas, y los abogados y trabajadores sociales siempre les preguntan de manera suave, ¿de dónde obtuviste eso? ¿Cómo lo supiste? No les decimos: «No es cierto», pero les pedimos que reflexionen sobre ello, porque todos recibimos propaganda también de los hogares en los que crecemos. Entonces, hay noticias falsas que ni siquiera son noticias falsas, es como desinformación que viaja desde los partidos políticos a las familias y a los niños. Por lo tanto, parte del proyecto también es debatir estas cosas y enfrentar tu propia desinformación.

¿Cuál fue tu primera idea para establecer un vínculo entre el arte y el derecho?

Esta idea surgió en Bélgica el 2013. Fui invitada a hacer una residencia en Amberes, Bélgica, y el comisario quería que trabajara en la premisa de por qué la política en Bélgica se estaba inclinando hacia la derecha, y pensé: «Vaya, qué invitación, se siente como una gran responsabilidad». En Bélgica, empecé a preguntar a la gente cómo se sentían con respecto al aumento de la derecha. Muchas personas mencionaron una ley en particular, donde los municipios pueden contratar a ciudadanos para dar multas a otras personas si hacen algo que consideran una molestia pública, pero este es un problema de separación de poderes en el derecho. Así que empecé a contactar a abogados y jueces en Bélgica y les pregunté sobre esto. Luego empecé a aprender sobre la separación de poderes y su importancia en un gobierno. Entonces, simplemente empecé a pensar que esto es algo tan invisible. Como artista, siempre quieres hacer visible lo que no lo es. Así que creo que esa idea provino de la noción de que algo está sucediendo con el derecho en lo que también deberíamos participar.

¿Piensas que este proyecto podría funcionar en cualquier país?

Sí, porque siempre nos adaptamos a las leyes y la cultura de los países.

¿Consideras que en Chile es más difícil que en otros países?

Creo que en Chile es genial, porque aquí a la gente realmente le gusta debatir. En algunos países, hay una cultura más silenciosa, como lo fue Groenlandia, pero aquí, en Chile, la gente entendió que este es un proyecto educativo y simplemente se involucraron, así que, no fue difícil.

¿Has tenido alguna vez en tu proyecto una idea violenta o racista?

Sí, lo hemos tenido. En Dinamarca, como en otros países, en 2018, hubo algunos discursos de odio que llegaron a la máquina. Alguien decía cosas desagradables sobre los refugiados y no queríamos traducir eso. Recuerdo que uno de ellos decía algo sobre que los hombres gays no deberían poder adoptar y que los refugiados deberían regresar a sus países de origen.

¿Es como un mensaje anónimo?

Sí, un poco como en Facebook, donde la gente simplemente vomita todas las cosas malas y piensa que está bien. A menudo no ven el efecto de ello, o lo hacen porque odian.

¿Crees que este proyecto debería ser un paso para que los jóvenes tengan una intuición sobre la educación cívica?

Sí. Por un lado, a los estudiantes de derecho les gusta este proyecto porque entrenan su capacidad para hablar con personas que no están entrenadas en su carrera propiamente tal. Es como un médico hablando con el paciente. A las personas que generalmente nos dirigimos, les gusta este proyecto, porque están en contacto con personas, hablan sobre derechos, leyes y sentidos de justicia. Luego, la parte difícil es la parte del lobby, cuando me acerco a los políticos y les digo: «Oye, ¿podemos hablar de esto?», porque en ese momento, el intercambio a veces es bienvenido y a veces no. Por eso, nunca prometemos a las personas que sus casos se convertirán en leyes reales. Simplemente les decimos que esta experiencia puede inspirar a los redactores de estas.

¿Qué tan inclusivo es tu proyecto?

Es lo suficientemente inclusivo en el sentido de que siempre trabajamos en el idioma del país. Yo me mantengo en segundo plano y dejo que las personas con las que trabajo lideren el proyecto. Siempre trabajamos en el idioma del lugar. A veces, desearía tener más financiamiento para llegar a más lugares. Estamos en grandes ciudades, que generalmente en cada país es donde se encuentra la cultura, pero me gustaría llevar este proyecto a ciudades más pequeñas.

¿Qué tan importante es el aspecto metacognitivo en este proyecto?

Es muy relevante, porque los niños están discutiendo y, al mismo tiempo, están ajustándose y acordando lo que está bien o mal. Por supuesto, la responsabilidad recae en el maestro para que sepa moderar y gestionar eso, para que no haya nada violento, porque si tienes un estudiante que es muy bueno argumentando y convence al resto del grupo, eso sería lo peor. Pero nuevamente, este es el lugar donde se escucha a todos.

¿Consideras que esta idea de proyecto debería replicarse en las escuelas públicas?

Hemos realizado este proyecto en muchos países y se puede adaptar a las ciencias sociales, al trabajo político e incluso al teatro. Tuvimos una clase escolar en Alemania que, durante la pandemia, decidió llevarlo a cabo en línea y lo adaptaron un poco para convertirlo en una obra de teatro. Obtuvieron un caso judicial de nosotros y lo representaron y filmaron todo en línea. Los casos judiciales son públicos y se pueden acceder a ellos. Así que proporcionan información para nosotros utilizarla.

¿Cuál es tu reflexión más importante sobre tu proyecto?

La dificultad que radica en implementarlo como un proyecto de democracia directa. Es genial que sea un proyecto de arte porque tengo mucha libertad para trabajar con utopías y con ideas poco realistas, porque en última instancia, las ideas poco realistas pueden generar ideas realistas. Pero creo que la parte difícil es y estoy debatiendo un poco con la idea de si debiésemos convertirlo en una organización.

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