FESTIVAL DE CANNES Entrevista al director de “Sirat”, Oliver Laxe: “El proceso creativo es un proceso de autodescubrimiento”

Por Gabriela Bravo desde Cannes

Traducción de Marietta Alarcón

Hay películas que son una invitación a un viaje, que demandan entregarse y creer en la obra acallando ese lado racional que siempre desea que todo tenga una explicación. Este es el caso de Sirat, del director español Oliver Laxe, quien nos embarca en una experiencia sensorial y espiritual a través de los inhóspitos paisajes del desierto de Marruecos.

Desde antes que comience la película, esta ya nos está dando las líneas de lo que quiere plantear, con su título, Sirat, que puede ser traducido como “camino”, pero al mismo tiempo en el islam sirve para designar el puente suspendido que separa el cielo del infierno.

Sirat cuenta la historia de Luis, un padre desesperado que buscará en las fiestas raves clandestinas a su hija que ha desaparecido hace cinco meses. En este peregrinaje lo acompaña su hijo menor, Esteban, y juntos repartirán volantes con el rostro de la joven con la esperanza de obtener cualquier información. El deseo desmesurado de Luis por encontrar a su hija, hará que siga a un grupo de ravers por el desierto, comenzando un viaje por un territorio hostil que le permitirá conocer esta comunidad que rechaza las normas y vive como si no hubiese mañana.

Oliver Laxe, al igual que lo hace con su protagonista, abre la puerta al espectador a un transe colectivo a través de los beats potentes de la música rave.

Sirat es una de las películas en selección oficial del Festival de Cannes. Culturizarte pudo conversar con el director Oliver Laxe de su particular visión.

Ya habías hecho una película antes sobre las dificultades de cruzar y navegar por una zona montañosa. Ahora lo volvemos a ver, aunque en un contexto completamente distinto ¿Qué tan importante es para ti filmar en un lugar tan imponente físicamente?

Me gusta sobrepasar mis límites. Creo que esta es una película en la que muestro mi visión de cómo es la vida y cómo dialoga con los seres humanos. Esta vida es una forma de aprender, de crecer, es una especie de prueba. Todo es una oportunidad para conocerse y crecer. En cierto modo, es lo que les pasa a los personajes en esta película: la vida a veces no golpea tu puerta, simplemente aparece y se expresa de forma trágica. Pero, es beneficioso, con el tiempo y con la distancia, uno entiende que tenía que ser así.

¿Por qué usaste el desierto para poner a prueba a tu héroe?

Todas mis películas son una especie de rito de paso para mí. El proceso creativo es un proceso de autodescubrimiento. Y también invito a los espectadores a este rito de paso. Estoy entendiendo aquí en Cannes que las películas, al final, son una especie de ceremonia cinematográfica. La coordinación de imágenes hace que algo se sacuda internamente. No sabemos por qué, pero pasa algo, que ojalá sea beneficioso, o al menos esa era la intención.

¿Cuál fue la escena o el día más difícil en el rodaje de esta película?

Un día tuvimos una tormenta de arena y la mayoría del equipo se rompió, los lentes, todo. Tuvimos que repetir muchas tomas. Pero creo que lo más difícil fue filmar la escena importante que ocurre en la cima de la montaña, la hicimos con pantalla verde. Es una escena para la que no teníamos mapa, no sabíamos cómo representarla en el cine, interpretarla fue un desafío.

Pareciera que en tus películas buscas establecer contacto con la muerte. ¿Por qué esta fascinación?

Sí, creo que la muerte es algo que conforma nuestra psicología, la perspectiva de la muerte. Vivimos en una sociedad muy tanatofóbica, en la que la muerte desaparece, y, como persona y cineasta, necesito meditar sobre la muerte. Creo que es saludable. Pero la muerte no es un final, sino una puerta a algo. La muerte te permite hablar más claramente con la vida.

¿Por qué usar la música rave como una especie de fuerza motriz en la película?

El trance es música muy tribal. En cierta manera, es muy moderna pero también está conectada con la tradición. Y como ser humano, dentro de mi cuerpo hay una batalla entre la tradición y la modernidad. Al mismo tiempo, la idea del sonido era pasar de la melodía, del kick, que es muy duro, a un sonido más desmaterializado, más etéreo. En todas mis películas hay una especie de desmaterialización del relato, y la música también ayuda a eso. También el paisaje se desmaterializa: llegamos a un desierto más abstracto donde los seres humanos sólo pueden mirar al cielo.

¿Puedes hablar sobre la colaboración con el compositor de la banda sonora Kangding Ray?

Hice un casting de músicos. Y él tiene un disco de hace 10 años, que expresa rabia. Y yo tengo rabia, soy salvaje. Un artista está entre un terrorista y un santo. A veces tiene una fuerte empatía, puede sentir lo que otros sienten. A veces tiene una fuerte inadaptación. Esa distancia es buena, aunque no sea siempre sana. La madurez es simplicidad. Entonces, él está en mí. Era importante que el comienzo de la película dialogara con esta música, con el techno más rabioso, con un kick más pesado. Nos invita lentamente a un viaje más trascendental, esotérico, para tratar de encontrar como fue el primer sonido del universo, esos arpegios, son como ángeles. No es que el espectador deba sentir eso, pero la música electrónica nos ayuda. Y eso es lo que hace toda la película: vamos de lo narrativo a lo no narrativo, de lo melódico a lo no melódico. El paisaje también se desmaterializa. El ser humano termina desnudo, bajo ese cielo protector.

Ya en 2019 estabas pensando hacer esta película, pero entonces no había guerra. ¿Cambiaste algo del guion por el mundo en el que vivimos ahora o era una idea desde el principio?

Era una idea desde el principio. Pero no se necesita mucha intuición para saber que, como dicen en la película, hace mucho tiempo que estamos en el fin del mundo. Muchas sociedades han sentido que estábamos cerca de una tercera guerra mundial. Creo que hay un sabor a final de algo. Hay algo que me gusta de la cultura rave, que está conectado con tradiciones que saben que el reloj está en “tic-tac”. Nos estamos preparando para ese reinicio. Será duro, pero bueno. La guerra tiene que cambiar. Los seres humanos no somos capaces de cambiar. Es muy difícil. La vida cambiará para que cambiemos. Ojalá. Es nuestra única esperanza, porque no somos libres. Tenemos demasiados velos, seamos ravers o no ravers. Así que espero que la vida nos sacuda.

¿Quieres decir que necesitamos una guerra?

No, no sé qué necesitamos, sólo sé que será difícil. Individualmente es difícil cambiar, y como sociedad también. Cuando pienso en la perspectiva de una guerra, obviamente tengo miedo, como todos. Pero mi mayor miedo es mentirme a mí mismo y creo que también es una oportunidad, incluso si el contexto es muy difícil hoy en día, y probablemente no lo logremos, es importante defender tus valores. Los personajes de mi película, no es que traten de escapar de la guerra, pero no quieren participar en este lenguaje de la guerra.

¿Fue difícil equilibrar entre una película de género, tratar de que sea buena y que también dialogue libremente con tu visión artística?

Lo que me gusta del cine es esta mezcla entre la alta cultura y la cultura popular. Es por eso que nos gusta el cine, porque podemos expresar cosas muy verticales y trascendentales de una manera muy horizontal. Es magnífico. Obviamente, me gustan las películas de género desde que era niño. Nos encontramos en un momento de la vida en el que los artistas también deben tener generosidad con el espectador, sin mentirse a sí mismos. Tienes que bajarte del caballo y ayudar al espectador a subirse contigo. El género puede resultar útil para ayudar al espectador a estar contigo en el caballo. Luego tú vas con el caballo a donde quieras ir. Pero este gesto de ponerlo en tu camino, es importante. Entonces, el género te ayuda con eso.

Desde hace mucho tiempo, nuestras civilizaciones, todos los cuentos de caballería, las aventuras, tienen estos dos lados: el físico y el metafísico. La épica exterior y la épica interior. Soy un cineasta de imágenes. Una imagen es algo mágico y muy extraño que opera con el metabolismo humano de forma muy profunda. Trato de equilibrar entre el lenguaje y lo no verbal, entre la narración y la poesía, el autor y la obra. La película debe trascender al autor a veces. Entonces es un límite frágil. Uno trata de borrar sus huellas del crimen, sus intenciones, para que la película exprese algo que te trascienda. No busco ser suficiente, no me importa. Es una consecuencia.

Me gusta mucho el cine de los años 70 porque capta los miedos y los sueños de una época, quiero decir, es un cine que habla mágicamente sobre un tiempo y una generación. Entonces se trata de permitir que la película exprese algo del presente. Y todo el tiempo, así que tienes que confiar en eso, en el cine, en las imágenes. Siempre trato de usar el récit como un trampolín para hacer un “K.O.” a este nivel racional de percepción, y permitir que otros niveles de percepción estén a la misma altura. Es cuando haces ese “K.O.” que la imagen penetra mejor en el espectador. Es la intención, no sé si lo logro.

En tu opinión, ¿para avanzar en la crisis debemos volver atrás, a un modo más primitivo o tribal de vida?

Lo que tengo claro es que no creo en el mito del progreso. No confío en el discurso de los “Lumière”, aunque soy hijo de eso. Tenía que ser así, pero este camino está cerrado. Cometimos errores, bueno, no errores, porque teníamos que perdernos. Pero sí, para mí en particular es saludable tener una pierna en el pasado, en la tradición, estar bien enraizado. “Radical” viene de “raíz”, rādīcālis en latín. Un ser humano radical es alguien que salta al abismo para conectar consigo mismo. La modernidad no tiene herramientas para trascendernos, para emanciparnos de verdad.

¿Qué tan familiar eres con esta comunidad?

Tengo muchos amigos, he hecho mi viaje. Escribí bailando en las pistas de baile muchos guiones. Fue una experiencia. Las imágenes, los sonidos, me tomó años. Sí, siento que a veces hay punzadas amargas, pero como todos nosotros, escapando de nosotros mismos. Pero admiro que están conectados con sus heridas. Creo que es un paso hacia la madurez. La mayoría de nosotros estamos siempre idealizándonos, para no conectar con nosotros mismos, para no mirar adentro. Este proceso me ayudó a conectar con mis heridas. Creo que tengo menos velos y menos apego a una imagen ideal de mí. A través de ese dolor, soy más libre, o eso espero, probablemente es otra idealización que hago.

¿Crees que la única forma de escapar de este mundo tal como lo conocemos es huir? ¿No pelear contra la realidad, sino escapar?

Creo que la única solución es mirar hacia adentro. Es lo que está pasando ahora: la realidad nos impulsa a mirar hacia adentro. Luis, el protagonista, nunca mira hacia adentro. Es un ser humano normal, al que la vida empuja al límite del abismo y le pregunta: “¿Quién eres? Tienes que saltar, tienes que cruzar los campos minados”. Creo que mirar hacia adentro es la única manera de emanciparnos de verdad.

¿Incluso en esta sociedad?

Sí. Creo que el cine nos permite sentir que, detrás de este mundo material, hay algo que vibra, que todas las hojas que se mueven lo hacen por una razón. Nada se mueve por azar. Eso te permite tener menos angustia, y menos angustia, menos guerras. Menos miedos, menos guerras. Menos ruido.

Finalmente, tu película fue producida por los hermanos Almodóvar, ¿Cómo sucedió esto?

No vivo en Madrid ni en Barcelona. Viví en Marruecos 10 años. Soy una especie de outsider en el cine español. Pero mi tercer largometraje, que hice en el valle donde nació mi madre y donde vivo yo, en Galicia, fue un éxito en España. Fue en Santoalla, y a Pedro le gustó. Fue en el año de Dolor y Gloria. Tuvimos la oportunidad de conocernos a través de los periódicos, los Goya. Creo que tuvimos una conexión, así que supe que, cuando mi guion estuviera listo, sería a la primera compañía a la que se lo mostraría. Pedro es alguien que tiene noción de servicio. Es un buen colega, quiere lo mejor para todos nosotros, y conforma una familia. Su hermano es productor. Honestamente, me sorprende que sigan siendo tan humanos, y sentí que se hicieron cargo. En Movistar (Plus+) también se portaron espléndidamente conmigo. Es la primera vez que un canal de televisión se involucra en una de mis películas. Nunca había tenido apoyo de la televisión pública. Esta cadena adquirió todos los derechos y realmente me dio mucha libertad.

Mi primera cinta (Todos vós sodes capitáns) costó 20.000 euros. Todas las pruebas que tuve en Sirât, fueron perfectas para llegar a tener la confianza de hacer esta película, porque, quiero decir, es una película realmente arriesgada, la que hicimos. Pero no me importa. Siempre hay una red. Incluso si no toman mi película en Cannes, incluso si es un desastre, sé que la vida me dará un regalo.

Ficha técnica

Título: Sirat

Género: Drama

País: España

Año: 2025

Duración: 115 minutos

Director: Oliver Laxe

Elenco: Sergi López, Bruno Nuñez Arjona, Jade Oukid, Tonin Javier

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