Por Gabriela Bravo desde Festival de San Sebastián
La adaptación audiovisual del libro chileno Limpia, de la escritora Alia Trabucco Zerán, inauguró la sección Horizontes Latinos del Festival de cine de San Sebastián. En el evento participaron la directora Dominga Sotomayor y la protagonista María Paz Grandjean, junto a otros miembros de la productora Fábula.
Como una pequeña radiografía social, Limpia es un thriller psicológico que narra la historia de Estela, una empleada doméstica del sur de Chile, y Julia, una niña de seis años criada en una familia adinerada y distante. Durante el verano forjan un vínculo íntimo a través de juegos, paseos y canciones, pero un trágico incidente familiar rompe esa complicidad. Ambas quedan enfrentadas a un destino inevitable que marcará sus vidas para siempre.
Culturizarte pudo conversar con la directora, Dominga Sotomayor, y con la actriz María Paz Grandjean, protagonista de la película Limpia.
Esta película viene de un libro de Alia Trabucco Zerán, que se ha convertido en un bestseller ¿Qué significa para ti tener que adaptar un libro que es tan conocido y connotado en Chile? ¿Cómo fue esta adaptación?
Dominga Sotomayor: Es la primera vez que hago una adaptación y todo surgió porque la productora Fábula me contactó con la idea de hacer esta película. Ellos ya tenían esta idea, y a mí me invitaron a dirigirla. Yo les dije que tenía que leer el libro y ver si me imaginaba una película mía escondida en esa novela. Básicamente, creo que es algo que dice Raúl Ruiz que me gusta mucho, que es adoptar en vez de adaptar. Cuando ellos me invitaron, lo primero que dije fue – y le dije a Alia también- “yo no pretendo que esta película sea llevada de un libro a la pantalla”. No creo en esa idea, creo que el cine es otra cosa, es otra forma. Entonces, me quise sacar esa responsabilidad de encima desde el comienzo. Yo dije: «Esta va a ser una película inspirada en este libro», y justamente el libro, que es muy complejo y está muy bien escrito, contempla siete años de la vida de Estela en esta casa. Así pensé, la película va a ser parte de la esencia del libro. Lo tomamos con mucha libertad, pero la película es otra cosa, mantiene sobre todo la voz de Estela, que para mí es lo que me pareció lo más emocionante al leer esta novela. Esta mujer, con su complejidad en este punto de vista en el que yo no había estado tan cerca. Y el desafío fue llevar esto a la película sin una voz en off, básicamente, tratando de traducir este personaje lleno de capas, de acidez, de riqueza, en algo tan concreto a una actriz que está interpretando ese estado y no declamándolo. Lo tomé con mucha libertad y con la seguridad de que podía haber algo importante en esta película con independencia del libro.
¿Cómo fue este proceso de hacer una película que no viene de ti, que te fue propuesta?
D.S: Lo primero es que yo dije que la quería coescribir. Había una guionista ya involucrada, que había hecho una propuesta que coincidió mucho con lo que yo quería hacer. Básicamente, era centrar la película en el vínculo entre Estela y la niña, que ese fuera el foco principal, y que solo pasara en un verano, que fuera un tiempo muy acotado de historia, entonces, me involucré desde el guion. Para mí es muy difícil, nunca lo había hecho hasta ahora. Siempre he escrito sola mis guiones y son ideas originales, así que, al menos, esto fue una posibilidad de ir poniendo también elementos muy propios de la otra guionista, Gabriela Larralde y míos en esta adaptación. Creo que se me dio muy natural, fluí muy bien, porque yo creo que solo acepté el proyecto sabiendo que, al leer la novela, había visto esas escenas que yo me imaginaba escribiendo y dirigiendo. Siento que hay muchos elementos que tienen que ver con películas anteriores también: el personaje de la niña, la idea de trabajar con niños, que implica una postura que no es un juicio, sino que es una observación curiosa de una realidad. Para mí era importante no hacer una película que criticara una clase social con distancia, sino que se acercara a mí y que me incomodara también. Yo creo que criticar a la clase alta chilena era como tirar el problema muy lejos para mí. Como que dije: “No me interesa en ese sentido, me interesa observarme a mí”, en cómo estoy incómoda yo con esta situación, con el trabajo de la empleada doméstica hoy en Chile, y cómo yo podría estar, de alguna manera, inserta en la película.
Aunque no sea tu intención, el tratamiento social de esta película es sumamente fuerte. Es una película que no solo le habla a Chile, sino a toda Latinoamérica, por esto de tener una nana y que un grupo de la sociedad, el más afortunado, sea criado por mujeres pobres.
D.S: Lo que es fuerte, es que no solo pasa con los niños más ricos. He recibido muchas reacciones de muchas personas criadas por empleadas domésticas de todo tipo de clase social en Chile. Es algo muy chileno también y no solo la clase alta. En esta película es específicamente una clase muy alta, una casa muy adinerada, fuera de lo común. Pero yo creo que la película claramente es un comentario social, pero a través de la observación compleja de personajes y no a través de tratar de dar un mensaje. No es un: “Hola, ¿por qué son así?”, sino que es por qué somos así. En ese sentido, también está lleno de matices, y creo que en eso tuve la suerte de poder estar desde el guion. Los matices de cómo el personaje de Estela, en su complejidad que es muy certera en algunas cosas, pero también está muy equivocada en otras. Ella miente, lleva a la niña a una bomba de bencina de noche con un novio, que quizás la niña no debería estar ahí. Por otro lado, la mamá también tiene sus problemas, y uno puede entender que tiene cierta angustia de que, al menos, no está pudiendo llevar bien su maternidad en conjunto con su vida personal. Lo que me interesaba era que no hay buenos y malos, no hay negros y blancos, hay grises, y en esa ambigüedad moral, uno puede sentirse mucho más incómodo. Creo que puede ser una película que repercuta porque estoy siendo interpelado, y me siento incomodado de cómo estoy dejando de ver a otros, cómo estoy dejando de cuidar a otros, viviendo una ceguera social.
En el cine chileno se han visto varias historias de nanas, pero tu personaje es diferente, porque no es esta nana amorosa o maternal, es parca, fría, pero al mismo tiempo es la única que presta atención a la niña. ¿Cómo construyes este personaje?
María Paz Grandjean: Creo que, personalmente, es ponerse en el lugar. No creo que tenga que ver mucho con ideologías o pre-ideas, es estar presente. Tengo una relación con esta niña, y me hago preguntas: «La niña me cae bien, no, me cae mal, somos iguales, ¿podemos ir a jugar juntas? Sí, somos iguales. No, no somos iguales, ella es mi jefa también”. Esa relación de cariño que está determinada por el poder. Ese es el lugar desde donde construí. Porque esta situación da ahora, en esta particular historia, pero eso se da en todos los ámbitos, sobre todo en Chile. Donde está mezclado que el acercamiento es por poder, vamos por jerarquía acercándonos, o vamos por interés acercándonos. Y sí, resulta que es como: “Estoy trabajando todos los días con este jefe, me cae bien, pero es mi jefe, a ese jefe también yo le caigo bien. ¿Está interesado de que me vaya bien? Sí, pero su jefe le está diciendo, oye, pero tenla ahí y no le subas el sueldo”. Son esas las relaciones que yo creo que significan. En este caso se trata de una nana y una niña, pero eso se da en todos los ámbitos yo creo. Me lo tomo personal, si es una actuación, es muy personal ese tipo de sentir: “Me está pagando, por qué tengo que estar cerca de ella. Pero es una niña, necesita ayuda, porque la dejaron tirada, yo la puedo cuidar”. Todas esas cosas son simultáneas.
D.S: Nos gustaba esta idea de que ella la quiere, a pesar de ella. Creo que ella no quiere quererla, pero la quiere. Como que observamos tantos personajes también de empleadas domésticas que dicen: “Yo no voy a hacer esto por ti”, es como típico de la infancia. Es como: “Yo no te voy a sacar los piojos” y después lo hacen, porque es ella quien le va a sacar los piojos. Me parece muy bonita esa contradicción de un personaje que dice que no lo va a hacer, pero que está ahí. A diferencia de los papás, que son como: “Mi amor, que te eché de menos”, y no sé qué, pero no están.
Es ambivalente.
D.S: Sí, y Estela no es una víctima, es un personaje complejo, es como una niña más. Y en ese vínculo entre la niña y Estela, veíamos como esta posibilidad de observar la complejidad de estos vínculos. Porque hay cariño, pero también la niña tiene poder, porque es la hija de los patrones. Pero también hay preocupación, también hay desigualdad. Ella vive afuera de la casa y la otra adentro.
M.P.G: Y ella es adulta, la otra niña.
D.S: Cuando leí la novela, pensé que me atrae mucho el vínculo entre adultos y niños que no son sus hijos. Creo que ahí hay una cosa, porque no es su deber tampoco. No tiene por qué quererla, pero la quiere. Me parece que había mucho potencial en ese punto de partida.
M.P.G: Como hija yo también fui criada por nana, en Ñuñoa, obviamente todo mucho más sencillo. Pero para que mi mamá pudiera salir a trabajar y pagarnos el colegio que nos pagó, mis papás tuvieron que trabajar. Eso significa que una señora tenía que ir a cuidarnos. Entonces, yo también partía de eso, de esa niña que es cuidada por otra, que contaba otras historias, muy distintas a las de mis papás en sus trabajos. Ella contaba otras cosas, entonces también en el mundo imaginario que empezamos a tener, se empieza a agrandar. Yo me pregunto eso, qué pasa con las mamás que tienen que dejar a cargo de otras mujeres sus hijos. En países como Francia la mamá si tiene un apoyo social concreto que dice: “ya, yo tengo que ir a trabajar. ¿Puedo dejar a mi hijo? Sí, acá hay un Estado que va a proteger a tu hijo y para que tú también puedas ir a trabajar y darle la mejor educación”. Pero en Chile no, están todas solas. Entonces también las preguntas van y vienen todo el rato.
Me parece imprescindible hablar de la banda sonora llena de canciones populares. El hecho que la niña se sepa las canciones que escucha la nana crea cierta incomodidad en el padre.
D.S: Sí, en el libro era distinto, porque al padre le molestaba que la niña dijera ciertas palabras como mal dichas, que fueron aprendidas de Estela. Y a mí me pareció bonito trasladar esa idea a la música. Además, me encanta que haya música popular en mis películas, es algo que se repite harto desde De jueves a domingo y Tarde para morir joven. Me importan mucho las canciones, y en general son canciones que vienen de un mundo más popular. Me gustan que se trasladen como a este contexto de película y se resignifiquen. Pensamos mucho en la música, porque justamente las canciones, en esta soledad de Estela, es lo que la acompaña y es lo que también nos permite acceder a un mundo interno que, en esos silencios, la música que uno escucha determina mucho en dónde está. Es como en qué está pensando, y hay toda una ternura de Estela que aparece con las canciones, como toda una ilusión media amorosa, incluso una cosa media política con Jorge González. Yo creo que la música determina mucho la complejidad de este personaje. Yo busqué cada canción con mucho cuidado. Algo que me gusta mucho de la película es cómo quedó la banda sonora.
Es que justamente también la música de Estela lo que va iluminando a la niña. En una casa vacía, una casa silenciosa donde apenas se escucha música clásica. Era una manera de mostrar el mundo de Estela y cómo la niña está siendo impregnada de su universo. Ahí surge esta idea de que se aprendiera esta canción romántica, que no es para una niña. Y de todas las cosas que ella ve en esa TV, algunas noticias que no debiera ver o unos videoclips románticos o a verla cuando se está depilando. La niña accede a un mundo alucinante para ella, de adultos que no son sus papás y que son de otras realidades distintas.
Y ustedes, en su vida personal, ¿tuvieron contacto con este mundo de nanas o de esta mezcla cultural de estos dos mundos?
M.P.G. Yo si, yo me siento criada así. Mi mamá conseguía niñas que se iban puertas adentro en el sur, de donde ella es, de su propio barrio. Porque mi madre es de otra época, donde se podía estudiar gratis, y ella pudo estudiar, surgir, desarrollar una carrera y desarrollar intereses. Mientras que las más jóvenes, que no podían estar estudiando, quedaron atrapadas en ese pueblo. Y mi mamá iba a buscar a esas niñas, trayéndolas a Santiago para ayudar y ahí empezaba a pasar esto. Al mismo tiempo le daba rabia a mi mamá también, por ejemplo, que yo me aprendiera palabras nada que ver, por así decirlo. Mi casa no es de clase alta, es una casita de Ñuñoa. Pero igual yo me preguntaba harto eso, de las niñas que fuimos educadas así, para que la mamá pudiera juntar la plata para pagar ese colegio cuico de monjas, y que en el fondo igual yo me quedara escuchando, en ese tiempo, la Radio Aurora, “la de la música bonita”. Yo hice hasta una banda después con esa música con unas amigas. Entonces yo creo que todos somos un poco así. Al mismo tiempo, cuando fui a Francia trabajé de nana.
D.S. Yo creo que en Chile es imposible no tener un vínculo, de alguna manera, con una nana. Uno tuvo nana o uno conoce una nana. A mí me criaron mis papás en un estilo más “Tarde para morir joven” que “Limpia”. Me llevaron en mochila en los carretes porque eran papás jóvenes de 22 años y eran completamente distintos. Pero mis abuelos, si eran un poco más convencionales, tenían nanas y también hubo una en mi casa. Es como algo que está en todas partes, es como muy intrínseco en la cultura chilena que existe la nana. Pero fue muy interesante para mí, también poder vincularme profundamente con Estela y con Julia, no habiendo tenido la vida ni de Estela ni de Julia. Yo creo que eso fue lo novedoso para mí de esta película, como que dije: «No hay que vivirlo para escribirlo, no hay que vivirlo para retratarlo, solo hay que quererlo y hay que observarlo con cariño y empatizar». Porque me sentí tan cerca de Julia como con otros personajes que yo podría haber vivido, y la misma situación con Estela. Porque lo interesante del trabajo de María Paz, es que no está interpretando el rol de nana, está siendo una persona que trabaja ahí, muy vulnerable con sus emociones en el contexto de ese personaje. Por eso yo creo que hace que esta nana o empleada doméstica, que es Estela, sea tan rica, porque no está interpretando un rol, está interpretando una persona. Y eso lo hace ver muy humano.
¿Cómo encontraste a la niña Rosita Puga, que interpreta a Julia? Porque es un rol difícil el que ella tiene que interpretar.
D.S: En el contexto de Netflix, hubo un casting muy convencional. Yo en general no hago castings convencionales, yo elijo a los actores a dedo para mis películas. Pero acá había una estructura que había que pasar, porque era un proyecto de Netflix en el que tenía que aprobar el reparto y el casting que había hecho Fábula. Entonces se hizo una audición abierta de muchas niñas. Mi mamá, que es actriz y siempre busca el reparto de mis películas, justo estaba dando una obra infantil. Rosa, que finalmente interpretó a la niña, fue a esta obra, porque es la nieta de una amiga de mi mamá. Entonces ella la vio y le dijo que vaya al casting. Pasó por unas etapas de conocer a diferentes actrices. Creo que estuvo dos o tres veces, y terminamos haciendo un encuentro entre dos o tres actrices con dos niñas. A mí me importaba sobre todo la química y la onda que se diera entre ellas dos. Y fue bonito lo que pasó con la María Paz, porque yo sentía que eran como dos niñas, como una niña muy alta y una niña muy baja. María Paz no es por definición tan maternal tampoco. Fue muy bonito eso, porque yo sentía que podía, justamente, surgir y que este fuera como el corazón de la película, este vínculo horizontal entre ellas, este encuentro entre dos soledades que parece posible, y que se derrumba, porque hay una estructura política-social y de desigualdad que es incapaz de sostenerlo.
Para ti María Paz, ¿cómo fue esta relación de trabajar con niños?
M.P.G Infinitamente más fácil que con otros colegas tengo que decir. Debo decir que la encontré bastante profesional, porque yo me relacioné como una colega, pero al ser tan joven, había que ajustar ciertas cosas, pero yo creo que la tuve muy paralela en ese sentido. También entendí lo que es actuar con una niña, aprendí mucho como eso de entrar en el juego, por ejemplo eso de no pedir perdón al final. Porque hay escenas en que yo la tironeo, cosas así, y yo no quería hacer eso ¿Quién quiere tironear a una niña? Además que es muy simpática. Entonces aprendí a llevar ese juego hasta el final, lo que me hizo recordar y traer a mi presente, otra vez, qué es actuar. Porque un niño se lleva la actuación al chancho. Entonces también me gustó conectar con esa forma de actuar, que es cómo llevarlo hasta el final de las consecuencias. Para mí fue difícil, pero con mucho aprendizaje y muy orgullosa de haber estado acompañada de una actriz tan joven y talentosa.
Hay tres películas chilenas este año en el Festival de San Sebastián. ¿Cómo ven el panorama del cine chileno en estos últimos años y con miras al futuro?
D.S: Yo creo que es muy emocionante ver la cantidad de nuevos talentos que hay en Chile. Como un país que es chico, dentro de todo, y en el fin del mundo, y que cada vez me sorprendo, sobre todo cuando estoy haciendo clases, que puedo estar más cerca de los jóvenes, la cantidad de talentos que hay. Existen películas buenas todos los años. Creativamente, lo veo muy rico, pero soy una pesimista con el estado de las cosas. Me da mucho miedo lo que pueda pasar políticamente y que eso afecte en las producciones. La verdad es que es un escenario incierto, pero me encantaría que, de alguna manera, se siga desarrollando también como se ha desarrollado hasta ahora. Comparado con otros países, hacer cine en Chile es realmente una odisea. Hay muy pocos recursos, y lo que está pasando en Argentina hoy, ojalá que no sea lo que pase después en Chile. Hoy en Argentina solo se están haciendo películas de plataforma. Entonces Limpia es una suerte que exista gracias a las plataformas, pero no sé si una película como esta podría existir en el contexto de la financiación que tenemos en Chile, una película grande dentro del contexto chileno. Es una sensación general de miedo que viene con las elecciones políticas pronto, y que sabemos históricamente que ciertos grupos políticos no les interesa la cultura.
M.P.G: Que tienen mucho miedo a la cultura o al desarrollo cultural de un país.
D.S: Pero nosotros tenemos un cine en Santiago, el cine CCC (Centro de Cine y Creación), y me llama mucho la atención que la gente quiere ver cine chileno cada vez más. Yo cuando estudié cine, nadie quería ver cine chileno. Pero ahora hacemos estrenos chilenos todas las semanas. No hay espacio para hacer tantas funciones. Hay una cantidad de películas que viajan y que tienen la suerte de ser más vistas, pero hay 100 películas que se hacen al año, de estudiantes o producciones más chicas, que no tienen ni siquiera el espacio para mostrarse.
M.P.G: Y la audiencia está creciendo también, se fideliza. Efectivamente, el público tiene mucho más interés en el cine chileno de lo que uno imagina.
Ficha técnica
Título: Limpia
Género: Drama
País: Chile
Año: 2025
Duración: 102 minutos
Directora: Dominga Sotomayor
Elenco: Maria Paz Grandjean, Rosa Puga, Ignacia Baeza, Benjamin Westfall, Rodrigo Palacios